El periodismo ha dejado trascender una presunta discrepancia estratégica entre Karina Milei y Santiago Caputo de cara a las elecciones de este 2025. Para la primera, sería necesario hacer de la LLA un partido nacional que ofrezca candidaturas en cada distrito. Para el segundo, sería más redituable, políticamente hablando, negociar con las estructuras ya vigentes (gobernadores, intendentes, etc.) para no alterar el orden de los distritos y, en todo caso, luego aplicar el “palo y zanahoria” desde la Casa Rosada.
Sigo sin entender por qué se plantea que allí habría una tensión cuando en realidad se trata de dos estrategias perfectamente compatibles. De hecho, “donde puedo armo” y “donde no puedo, transo”, estuvo presente el último fin de semana con relativo éxito si tomamos como ejemplo el triunfo de la lista propia de LLA en Salta Capital y en San Salvador de Jujuy, y el triunfo en alianza con Zdero en Chaco.
¿Podemos encontrar en estas estrategias, aun cuando puedan ser circunstanciales, algunos indicios de la reconfiguración del mapa político y del modo de hacer política en la Argentina de Milei?
Sin dudas y, en este sentido, son de destacar algunos hechos que eventualmente podrían transformarse en tendencia. El primero es una fragmentación distrital que, en términos generales, desde hace ya varios años, controlan los oficialismos provinciales. Claro que cuando hay una figura competitiva a nivel nacional todo eso mínimamente se ordena, pero la política argentina hoy debe dividirse en 24 (o quizás más si interpretamos como “provincias” algunos municipios de la provincia de Buenos Aires y las grandes ciudades del interior). Un ejemplo clásico que hasta hace poco era excepcional, fue el Movimiento Popular Neuquino, pero en los últimos años han aparecido otros, como ser el cordobesismo inaugurado por De la Sota.
Si este fenómeno ya es de por sí interesante, agreguemos que la división en 24 es completamente posideológica.
Porque, ¿cómo definimos ideológicamente al cordobesismo? ¿Es de izquierda, de centro o de derecha? ¿Son peronistas no kirchneristas? ¿A qué Perón reivindican y cómo hacen para ganar en una provincia donde Macri o Milei pueden sacar el 70%? ¿Y Sáenz en Salta qué es? ¿Se diferencia mucho de Zdero, Sadir o Passalacqua? Por supuesto que hay excepciones como la de Insfrán en Formosa donde ideológicamente hay claridad, pero en general, lo que tenemos son oficialismos posideológicos que se parecen como si la ideología fuera un asunto de la política a nivel nacional. El escenario es paradójico porque el gobierno de Milei está sobreideologizado, más que el de la propia CFK. Sin embargo, en casi todas las provincias, se eligen oficialismos que pueden acoplarse a cualquier gobierno. Reducir esto a la simple transa política o a la cintura de dirigentes venales, es no comprender que el fenómeno es más profundo.
El otro hecho a destacar se deriva de la que mencionamos como la estrategia supuestamente caputiana de no ir a disputar en cada distrito sino, más bien, negociar desde la Casa Rosada despreciando incluso el territorio.
Más allá del halo de misterio que hay detrás de Caputo, de lo cual se sigue que muchas de las cosas que se le atribuyen, las buenas y las malas, pueden no ser ciertas, esta estrategia sería coherente con esto que se repite entre los analistas de seguir la línea iniciada por el Movimiento 5 Estrellas en Italia que tan bien desarrolla Giuliano Da Empoli en Los ingenieros del caos.
Para quien no lo tenga presente, Da Empoli cuenta la historia del experto en marketing, el italiano Gianroberto Casaleggio, quien en el 2000 entrevió que el futuro de la política estaría signado por internet. Fue él quien propuso al humorista Beppe Grillo “para convertirlo en el primer avatar de carne y hueso de un partido algoritmo, el Movimiento 5 Estrellas, asentado enteramente en la recopilación de datos de los electores y la satisfacción de sus demandas, ajeno a todo sostén ideológico”.
Desde el blog de Beppe Grillo, un blog en el que lo que se buscaba era la exacerbación de las pasiones negativas de los usuarios, en muy poco tiempo, el Movimiento 5 Estrellas, jactándose de no ser ni de izquierda ni de derecha, se transformó en un fenómeno exitoso que le permitió formar parte de distintas coaliciones de gobierno durante varios años.
De esta manera, Italia habría sido así algo así como un experimento que luego se replicó en otros países. Según Da Empoli, “lo que convierte a Italia en el Silicon Valley del populismo es que aquí, por primera vez, el poder ha sido tomado por una nueva modalidad de tecnopopulismo postideológico, sustentado no ya sobre ideas, sino sobre algoritmos desarrollados por ingenieros del caos. No se trata, como en otros lugares, de políticos que contratan perfiles técnicos, sino más bien de perfiles técnicos que toman directamente las riendas del movimiento mediante la fundación de un partido y la elección de los candidatos que más se ajustan a su visión, hasta asumir el control del gobierno de toda la nación”.
Decíamos que este tipo de movimientos ya no hablan de izquierdas y derechas, pero esto no significa que eliminen los antagonismos. Todo lo contrario, los exacerban, casi siempre en la lógica “pueblo versus élites” de modo de captar el voto enojo. Así, el populismo tradicional se abraza al algoritmo de los ingenieros estableciendo un nuevo maridaje.
Los ingenieros del caos debe ser el libro más citado por los analistas argentinos en estos últimos meses, pero sus ideas se aplican al caso Milei solo de manera parcial, especialmente en lo que planteábamos algunas líneas atrás: además de no ser el producto de un ingeniero sino de haberse forjado a sí mismo a través de las redes y la televisión, el de Milei es un gobierno sobreideologizado que tiene bien claro hacia dónde va, aspecto que lo diferencia de las construcciones provinciales y de las alternativas nacionales a tal punto que LLA parece hoy el único partido nacional aun cuando en algunos distritos ni siquiera logre presentar candidatos. Pero su principal oposición, el peronismo, está explotado y en un proceso de descomposición del cual no parece fácil salir.
Es importante detenerse aquí porque una opción sería pensar que el problema es la fragmentación y que todo se solucionará cuando haya un nuevo orden y una conducción clara, sea la de CFK, sea la de alguien que la reemplace. Sin duda, un gran acuerdo de unidad puede gravitar al momento de los votos, tal como se vio en el Chaco donde un peronismo unido hubiera peleado cabeza a cabeza, pero el problema no es la falta de unidad sino la falta de programa. Es decir, los votos están ahí, a tiro. Si hasta haciendo un gobierno horrible casi gana en primera vuelta en 2023...lo que faltan son buenos diagnósticos y mejores ideas. La descomposición, en este sentido, es más doctrinal que electoral.
Es que tanto CFK como el propio Axel parecen políticos del siglo XX con una militancia que piensa el territorio de dos maneras equivocadas: como un espacio casi mitológico en el que se encontrarían las verdaderas fuerzas nacionales y populares; o como un objeto de estudio para paper de otros ingenieros, los del orden (progresista) egresados de Sociales.
Ambos puntos de vista restan políticamente porque, en el mejor de los casos, el territorio está en disputa y es tan diverso que habría que hablar de múltiples territorios o, lo que es más preocupante aún, de una al menos parcial desterritorialización de la política. En este sentido, al ejemplo del Movimiento 5 Estrellas, hay que agregarle el caso Milei 2023, ganando en un país extensísimo con potentes tradiciones políticas y construcciones territoriales que hacían inimaginable un fenómeno así, ya no decimos 30 años atrás, sino 10. Por si hace falta hay que recordarlo: ganó sin un gobernador, sin un intendente, sin un concejal, sin un puto consejero escolar y gobierna, hasta ahora, sin nada de eso y con un puñado de representantes en las cámaras que le sirven para muy poco. ¿Y en serio vamos a seguir hablando de territorio? Asimismo, es ese supuesto territorio el que le está dando la espalda al peronismo y el que está desterritorializado, emprendiendo o trabajando precariamente con apps y construyendo mercados alternativos de semiinformalidad a través de billeteras virtuales.
Naturalmente no hay que ser taxativos pues sin dudas estamos en un proceso de transición. Quien mejor lo entiende es el propio gobierno que parece actuar en las dos líneas, esto es, en la vieja dinámica de construcción territorial y en la otra, aquella que entiende que las construcciones militantes del boca en boca, el barrio, el club, etc., no son determinantes porque la pertenencia y la dependencia hoy están más asociadas a las comunidades (des-organizadas) virtuales.
Y sí, claro, si como dijera el filósofo, entre lo viejo que no muere y lo nuevo que no acaba de nacer, aparecen los monstruos, la política argentina es hoy una gran bestia fragmentada en 24 partes con un partido radical extinto, un PJ en proceso de descomposición más doctrinal que electoral, y una coalición, que pretendía ser la nueva derecha, lastrada por la propuesta anarcocapitalista; una bestia que navega entre la posideología de gobiernos provinciales indistinguibles y un partido de gobierno sobreideologizado con un líder mesiánico que viene por una revolución trascendente para la que el cargo de presidente resulta un cargo menor.
Todo eso a la vez y con 50 millones de personas adentro.
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