"La solidaridad es la ternura de los pueblos”, proclamó Pablo Neruda
en medio de la inmensa y urgentísima tarea de evacuar, socorrer y asilar
a decenas de miles de republicanos españoles de los que tantos lograron
llegar también al Río de la Plata luego de la Tragedia de 1939.
Este presidente fue en su juventud alumno deslumbrado y hoy agradecido de una de aquellas lumbreras intelectuales desterradas.
El Uruguay pacífico y pacificador es una gran herencia y a la vez una estrategia vital.
Este país formó parte de la vanguardia mundial en la creación de instrumentos internacionales para la paz.
Recogiendo de nuestro mejor pasado esa vocación, hemos ofrecido nuestra
hospitalidad para seres humanos que sufrían un atroz secuestro en
Guantánamo. La razón ineludible es humanitaria.
A estas tierras han venido, desde nuestra independencia y aún antes,
personas y contingentes a veces muy numerosos buscando refugio: guerras
internacionales, guerras civiles, tiranías, persecuciones religiosas y
raciales, pobreza y también extrema miseria, lejanas o muy cercanas.
Desde todos los países de Europa incluyendo la lejana Rusia; y de
América; y lo más doliente: desde África, traídos como esclavos.
Muchísimos llegaron desde situaciones comprometidas y comprometedoras.
Han construido este Uruguay: forjaron bienestar, trajeron oficios,
semillas, saberes, culturas, y, por fin, hincando profundas raíces,
sembraron aquí su hoy innumerable descendencia. Y también sus tumbas del
morir de viejos. Formaron con sus huesos parte de nuestra tan querida
tierra.
Pero a la vez y a su tiempo, en mala hora para nosotros, hemos recibido
la cálida y oportuna mano tendida y el asilo de numerosos países, a
pesar de que éramos “acusados” por la tiranía doméstica, de ser gente
muy peligrosa.
Y antes, durante y después, decenas de miles de compatriotas se fueron a
todos los confines, a causa de la pobreza y la falta de perspectivas.
Muchos de ellos, y su descendencia que habla otros idiomas, no han
podido volver y constituyen para nosotros, además de una dolencia y un
deber pendiente, la querida Patria Peregrina.
Es por todo ello que siguiendo por el camino de la famosa Parábola,
sentimos la escena porque la sufrimos en carne propia, desde el dolor
del herido más que desde el altruismo del Samaritano.
Formamos parte del mundo de los asaltados heridos. Pertenecemos a la inmensa mayoría de la Humanidad.
No debemos ni queremos olvidar ni perder ese punto de vista para mirar
las crudas realidades, por desgracia tan numerosas como crueles, que hoy
golpean a gritos en la puerta de millonarias conciencias.
La ocasión ahora jubilosa es propicia para que reclamemos nuevamente el
levantamiento del injusto e injustificable embargo a nuestra hermana
República de Cuba cuyo Héroe Nacional fuera cónsul de Paraguay,
Argentina y Uruguay en Nueva York.
La liberación de Oscar López Rivera, luchador independentista
portorriqueño de setenta años, preso político en Estados Unidos desde
hace más de treinta, doce de los cuales en celda de aislamiento.
Y la liberación de Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández,
cubanos presos en Estados Unidos desde hace dieciséis años.
Estamos seguros de que estas demandas insatisfechas abrirían amplias
avenidas a un proceso de paz, entendimiento, progreso y bienestar para
todos los pueblos que habitan aquella zona crucial de nuestra América.
José Pepe Mujica, Presidente del Uruguay.
Publicado en:
http://sur.infonews.com/nota/10129/carta-abierta-de-mujica-a-obama
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