1 A fines del siglo XX el futuro de América Latina y el
Caribe parecía clausurado. Deudas impagables contraídas ilegalmente
agobiaban las haciendas públicas. Para cancelarlas, los gobiernos
suscribían con el Fondo Monetario Internacional paquetes que implicaban
el desmantelamiento del Estado y de los ejércitos nacionales, la subasta
de las empresas públicas, la cesión de la soberanía -comprendidas la
potestad tributaria y la de protección de la economía-, la liberación de
precios y de tasas de interés y la drástica reducción del gasto en
educación, salud y seguridad social. Un alza unilateral y usuraria de
los intereses de 5% a 16% y a 20% que, según la Cepal, aumentó la deuda
de 257,3 miles de millones de dólares en 1980 a 830 mil millones en
1980, prometía lograr lo que solo habían conseguido implacables
dictaduras de derecha: la entrega de 600 millones de habitantes y 22
millones de kilómetros cuadrados a la voraz rapiña neoliberal.
2 Este proyecto se fracturó por la base social. Las
políticas fondomonetaristas provocaron sublevaciones populares en países
como Venezuela, Argentina y Bolivia. En Ecuador seis gobiernos fueron
derrocados en rápida sucesión por los movimientos sociales. La conmoción
de las masas aniquiló a los partidos populistas socialdemócratas o
socialcristianos que habían ejercido hegemonías durante casi medio
siglo. Perdieron rotundamente las elecciones y vieron disminuir
abismalmente militancias y participación electoral. Los fines del siglo
XX vieron el contundente auge de los movimientos sociales: Movimiento de
los Sin Tierra en Brasil, piqueteros y empresas recuperadas en
Argentina, Círculos Bolivarianos en Venezuela, zapatistas en México,
movimientos étnicos, Alianza Social continental, entre muchos otros,
sostenidamente desbaratan las viejas estructuras del Estado.
3 La protesta social se traduce así en renovación
política. Organizaciones casi nuevas toman el poder electoralmente con
mensajes radicales: protección de la economía nacional; rescate o
expropiación de empresas explotadoras de recursos naturales; aplicación
de los ingresos al gasto social, con educación, salud y seguridad social
para todos, revisión de la deuda pública. Las organizaciones que
suceden a los neoliberalismos fracasados son socialistas, en vías hacia
el socialismo o afines con él. De Marx toman la lucha de clases y la
necesidad de la revolución; de Lenin, el antiimperialismo. Sin embargo,
ninguna sostiene que el paso al socialismo deba ser la culminación de un
desarrollo capitalista extremo; ninguna afirma que haya que forzar la
industrialización para superar a los países desarrollados. Ninguna
pretende entablar con estos carreras consumistas. Todas están permeadas
de la conciencia ecológica de que no hay recursos en el planeta para que
la totalidad de los países imiten el desarrollo capitalista. Ensayan
nuevas propuestas de estilo de vida: el sumak kawsay, el buen vivir, las
comunas. En los países con gran población indígena preconizan el
respeto hacia las formas de vida comunitarias tradicionales. Reintegran
derechos a los trabajadores; someten a las maquilas a las leyes y
derechos laborales locales. Instauran iniciativas para el progresivo
control social de industrias básicas y estratégicas. Intentan sistemas
financieros regionales, tales como el Sucre y el Banco del Sur. Para el
momento de su constitución en 2010, el Producto Interno Bruto de toda la
Celac ascendía a 6,06 billones de dólares, lo cual arrojaba un PIB per
cápita de 12.001 dólares anuales por habitante: suficiente para resolver
sus problemas, si se lograra un grado apreciable de igualitarismo en la
región más desigual del mundo. Si se intenta de nuevo demoler a América
Latina a través de la deuda, la región podría responder una vez más.
Publicado en:
http://www.rnv.gob.ve/index.php/luis-britto-garcia-america-latina-deuda-y-respuesta-social
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