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viernes, 9 de agosto de 2013
DOS MODELOS DE DEMOCRACIA, por Juan Carlos Junio (para "INFOnews" del 09-08-13)
Los amantes de la “concordia y la normalidad”, actúan en el lado opuesto a ese sonsonete.
Desde nuestra perspectiva, la política es una
herramienta fuerte y noble para avanzar hacia una constante
transformación de la sociedad. A través de una conducta fundada en
valores, principios y convicciones sociales es posible ampliar los
límites de lo existente, apostando a hacer realidad lo que parecía y se
presentaba como imposible. Desde la política, se democratizan todos los
ámbitos de la vida social; se extienden y profundizan los espacios
públicos, convirtiéndose en el instrumento más idóneo para que lo nuevo
enfrente a lo viejo, que resiste como una maciza rémora. En efecto, hay quienes, desde ideologías e intereses que expresan a
los poderes y al orden constituido, naturalizan relaciones y estructuras
fundadas en la desigualdad, en la organización mercantilizada de la
sociedad, en el egoísmo como clave y motor de las relaciones sociales, e
incluso avalan y justifican el uso de la violencia de los poderes
imperiales como modo de saldar los conflictos entre países. En esa
concepción, la política es también un medio para la gestión de negocios y
un instrumento de disciplinamiento social del conflicto que
inevitablemente genera la defensa de los intereses del Viejo Partido del
Orden. Cabe recordar que ese modelo, aplicado con una fuerte radicalidad
durante la última dictadura cívicomilitar y con otro epicentro en los
noventa, tuvo consecuencias ciertamente trágicas para nuestro pueblo:
53% de pobreza (que se elevaba a más del 70% para el universo de niños y
jóvenes); 24% de desempleo; una brecha de la desigualdad de 37 veces
entre el 10% más pobre y el 10% más rico, muertes evitables de niños y
ancianos en una contabilidad trágica de 100 por día. En las antípodas estamos quienes no aceptamos una forma de
organización social que perpetúe la injusticia. Pensamos que las
políticas públicas son instrumentos de redistribución progresiva de los
bienes materiales y culturales, ya que estos son creación colectiva de
la sociedad. Finalmente, entendemos que una democracia sustantiva exige
la participación consciente de la ciudadanía en la discusión de los
problemas centrales que la afectan. El llamado "al diálogo, la concordia y la normalidad" que falsamente
pregonan los exponentes del mantenimiento de una sociedad "ordenada y
tranquila", oculta que estos antagonismos constituyen un elemento
inherente al desarrollo y progreso en la vida social. El problema no es
el conflicto. Su negación es falsa. Lo central es de qué lado se colocan
los distintos actores sociales. Los sectores conservadores y autoritarios, cuando las contradicciones
se agudizan tornándose inmanejables y el conflicto estalla de todos
modos, apuntan siempre a culpabilizar a los núcleos sociales más
humildes y vulnerables. Responsabilizan a las víctimas, cuando en
realidad la base del conflicto está dada por las estructuras sociales
injustas que sustentan al sistema económico y sus valores culturales. Si
las víctimas, en la búsqueda por visibilizar sus reclamos, perturban la
vida de otros ciudadanos que sienten que es una situación injusta, son
severamente estigmatizados en forma oportunista por los medios de
comunicación monopólicos. Pero si quienes cortan una ruta obturando el
paso de personas y bienes, lo hacen contra una política progresiva del
Estado, como ocurrió con la Resolución 125 y, más recientemente, con
marchas y cacerolas opositoras, entonces cortar una ruta se convierte en
una legítima protesta colectiva. Resultando un claro ejemplo de doble
rasero, y de relativismo moral. En suma, una política pública que ataca los derechos y conquistas de
los núcleos más vulnerables sólo puede tener como consecuencia la
agudización del conflicto social. Desde este enfoque ideológico, el proyecto de ley sobre "prohibición
de la concurrencia de menores de 16 años a las protestas sociales" en
nombre de la Convención de los Derechos del Niño, no es otra cosa que la
expresión de las citadas visiones anacrónicas. La concepción de que los
menores de 16 años sólo pueden participar de protestas que los afecten
en forma directa –por ejemplo, las protestas porque se caen techos de
escuelas públicas– hace presuponer que las luchas por la vivienda, la
salud, o contra la represión en el Borda serían ajenas a las necesidades
e intereses de los jóvenes menores de 16 años. Por eso mismo, sería
penada su participación en esta coyuntura porque la vivienda, la
represión a los "locos" o la salud no los afecta directamente. Mucho
menos los afectaría, en esta hipótesis oscurantista; concurrir los 24 de
marzo a marchas con las organizaciones de Derechos Humanos, en los
cuales la juventud ha tenido siempre un gran protagonismo. Estas
propuestas se suman a otras iniciativas del mismo tenor: elaboración de
listas de estudiantes que tomaron edificios en conflictos; demandas
penales contra menores; la UCEP como aparato de represión de los más
vulnerables; prohibición de los materiales del Bicentenario por su sesgo
ideológico: reivindicación abierta de la dictadura y desprecio a los
"jóvenes roqueros" por parte del ex ministro de Educación de la ciudad
Abel Parentini Posse. Se aprecia claramente que los amantes de la "concordia y la
normalidad", en la práctica actúan en el lado opuesto a ese sonsonete.
Por nuestra parte interpretamos que la aprobación del voto voluntario a
partir de los 16 años y la promoción y protección jurídica de los
centros de estudiantes secundarios votados por el Parlamento Nacional
aportan a un modelo de democracia participativa que seguramente contacta
con la opinión y la sensibilidad de la mayoría del pueblo de nuestra
ciudad.
Soy "Profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Historia" recibido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Ejerzo desde 1991 como docente en escuelas secundarias de Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Desde marzo de 2010 edito el Blog "Mirando hacia adentro", cuyas imagenes originales serán publicadas en esta página satélite.
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