“Hay que bajar el gasto público”
Por Andres Asiain y
Lorena Putero
Los liberales del mundo atribuyen al Estado el origen de
casi todos los problemas económicos, convirtiéndolo en un chivo expiatorio que
limpia la conciencia de quienes actúan en el ámbito privado. Por eso, quienes
ayer señalaban que achicar el Estado era agrandar la Nación, hoy vuelven a la
carga con sus pedidos de reducción del gasto público, al que estigmatizan como responsable
de la inflación y las corridas cambiarias. Al respecto, es bastante particular
que para algunos el impacto económico de una misma operación varíe según quién
la realice. La vara con que se mide el nivel de demanda y su posible presión
sobre los precios parece cambiar según quien gaste sea un particular o el
Estado. Así, por ejemplo, si aumenta el gasto estatal en papel para fotocopias,
estaría generando un exceso de demanda que presiona sobre su precio, generando
pérdida de competitividad y la compra preventiva de dólares para cubrirse del
retraso cambiario. En cambio, si el que compra papel es una empresa privada,
estaría generando un círculo virtuoso que derramará en mayor producción y
empleo en la industria celulosa.
Otros señalan que el problema no es el gasto sino el exceso
de gasto sobre la recaudación financiado mediante la impresión de moneda. En
ese caso, el gasto estatal vendría acompañado de una inyección adicional de
moneda en la economía, que tras circular en la corriente de compras y ventas,
generaría ahorros monetarios que serían depositados en plazos fijos,
ensanchando la liquidez del sistema bancario hasta descansar en títulos del
Banco Central. Otra posibilidad es que los ahorros sean dolarizados, impactando
sobre la cotización del dólar paralelo. Ahora bien, decir que hay que reducir
el gasto para disminuir la cantidad de dinero en la economía para que, de esa
manera, haya menos actividad económica, menor generación de ingresos, caiga la
capacidad de ahorro y, así, disminuir la demanda de dólares, es como proponer
amputar una pierna para curar un esguince de tobillos. Parece preferible subir
las tasas de interés, o bien dejar que se eleve la cotización del dólar
paralelo, encareciendo la fuga para volver más atractivos los plazos fijos.
Otra alternativa es aumentar la carga impositiva sobre los sectores de mayores
ingresos, reduciendo el déficit y los recursos monetarios que esos sectores
pueden volcar al dólar.
El nivel de gasto público de las diferentes economías del
mundo es muy variado, desde mínimos del 10 por ciento del Producto en países
africanos donde el Estado brilla por su ausencia, hasta los niveles europeos de
más del 40 por ciento, que reflejan un Estado de Bienestar que sobrevive a los
recortes. En el intermedio se cruzan economías desarrolladas y pobres con
niveles de gasto muy variados, que muestran que el tamaño del Estado es una
elección social que refleja los valores que priman en la misma, y no una
imposición de alguna ley económica.
En Argentina, durante los gobiernos kirchneristas, el gasto
público trepó del 26 a 36 por ciento del Producto, indicando la preferencia por
un Estado con mayor participación en la economía nacional. La ampliación de la
cobertura jubilatoria y de asignaciones, la formalización de empleados
estatales precarizados, el sostenimiento de las tarifas, la estatización de las
AFJP y del 51 por ciento de YPF son algunos hitos del creciente papel del
Estado en la economía nacional
andresasiain@gmail.com
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