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sábado, 15 de junio de 2013
Piumato, el hijo menor de la familia judicial, por Demetrio Iramain (para "INFOnews" del 13-06-13)
El 28 de junio de 2009 había elecciones en
Honduras. La democracia le iba a preguntar al pueblo cuál era su opinión
acerca de una eventual reforma constitucional. Si bien el resultado de
la consulta no era vinculante, para la derecha era demasiado. Había que
impedir a cualquier precio que el gobierno se fortaleciera a través de
su mecanismo más legítimo: el voto popular. Las Fuerzas Armadas sacaron
al presidente Zelaya casi desnudo de su residencia y lo mandaron
secuestrado en avión a Costa Rica. No sería el último golpe de Estado en
América Latina: el año pasado una parodia de juicio político forzó la
salida del mandatario paraguayo, y en Quito policías autoacuartelados
casi asesinan al ecuatoriano Rafael Correa, en septiembre de 2010. En nuestro país la derecha también quiere impedir que la democracia
escuche a la sociedad. Emplea métodos más sutiles. Las corporaciones
económicas dictan que el pueblo es un decorado, que las mayorías se
equivocan, y la justicia copia. Contratan a los jueces como
"contrapeso", con una única finalidad: que sigan siendo gobierno las
ilustradas minorías que ellos componen. Su patrón de acumulación de
poder prescinde deliberadamente de las masas, máxime si estas se
encuentran en proceso de creciente organización. La derecha no consulta,
ni da explicaciones a nadie. Manda a su chofer a responder, como Fayt.
El Poder Judicial ha sido hasta ahora el brazo legalizador de esa
lógica. Evidentemente, quiere seguir siéndolo. El fallo de la jueza Servini de Cubría declarando inconstitucional la
elección popular de los consejeros de la Magistratura ya estaba
implícito dos meses atrás, cuando durante los "parazos" de Julio Piumato
licenció a su personal jerárquico, otorgó generosamente tres fines de
semana larguísimos a sus empleados, y cerró literalmente su juzgado.
Esos "paros" no fueron tales, sino un lockout de los propios jueces, que
de ese modo adelantaban la opinión que tendrían en los pleitos sobre la
constitucionalidad de la reforma. Si la democratización de la justicia fuera inconstitucional, como
gime la derecha, eso probaría que la que está al margen de la
Constitución es la propia Carta Magna. Sacados de contexto, el
contrapoder y la alternancia son apenas dos excusas de forma para
frustrar lo transformador que pueda ser el contenido. Las corporaciones
en la Argentina quieren batir un nuevo récord: declarar al margen de la
Constitución el voto popular, y hacerlo justamente en nombre de la
democracia. George Bush, que bombardeaba poblaciones civiles en nombre
de la paz, se sorprendería ante tanta creatividad. La voluntad del
pueblo es la fuente de razón y justicia donde bebe la institucionalidad,
su reaseguro, no el agujerito por donde chorrea la legalidad. Sin
proponérselo, los impugnadores seriales de cualquier cambio sustancial
que diseña el oficialismo les están dando la razón a quienes plantean la
necesidad de reformar ampliamente la Constitución. La batalla cultural que nutre la reforma judicial está muy avanzada
en la sociedad, pero en Tribunales recién empieza. A poco de andar debe
sortear un problema a priori inesperado: el gremio de trabajadores. La
conducción de la UEJN decidió ubicarse definitivamente al lado de las
corporaciones de abogados y jueces. Cómo olvidar cuando en diciembre del
año pasado Piumato asistió por primera vez a la cena anual de
camaradería de la Asociación de Magistrados, a la que no concurrió
–también por primera vez– ningún representante del gobierno. Esa comilona expresaba las disputas internas que empezaban a vivirse
en Tribunales, y cuya intensidad creció exponencialmente. Tanto, que la
Asociación está sufriendo por estos días una sensible sangría de jueces,
que deciden hacer pública sus renuncias a la entidad para agruparse en
la flamante Justicia Legítima. A su turno, los trabajadores que resisten
la defección de Piumato hacen lo propio en su gremio, con una
diferencia: en vez de abandonarlo dan pelea adentro del sindicato.
Buscan maneras de multiplicar su voz, para potenciarlas, como ya ocurrió
en el encuentro de La Plata el viernes 31 de mayo, y volverá a suceder
el próximo sábado en la Biblioteca Nacional. No quieren que el gremio se
convierta en la última corporación que faltaba: la de empleados. La actual posición de Piumato podrá será inexplicable, pero no
sorpresiva. La UEJN recorrió el mismo caminito que Hugo Moyano. Los
judiciales fueron los primeros trabajadores en hacerle paro al gobierno
de Cristina, diez días después de asumido el actual mandato. Fue el 20
de diciembre de 2011, apenas unos días después del desafío planteado por
el camionero en Huracán, y con la misma excusa de superficie que ahora:
el salario y el "retraso" del Ejecutivo. Me explico: a pesar de la Ley de Autarquía, ante cada aumento
salarial el máximo tribunal solicita una expresa autorización a la
Jefatura de Gabinete para otorgarlo. Para beneficiar a Clarín nadie pide
permiso en Tribunales; para aumentar los sueldos sí. Ergo, los paros de
Piumato ya no son para reclamarle a su empleador, sino al Poder
Ejecutivo, que según Piumato demora a propósito el visado. En diez años
nunca le fue rechazado ningún pedido de cambio de partidas
presupuestarias a la Corte. No siempre fue así. Cuando a partir de mayo de 2003 los sueldos de
los judiciales dejaron de estar congelados, la UEJN comenzó a demandar
sus incrementos salariales ante el Consejo de la Magistratura, porque
los restos menemistas de la Corte Suprema los impedían sistemáticamente.
Ahora, extrañamente, Piumato hace diez días de huelga en tres semanas
consecutivas para que sea la Corte quien maneje en soledad los fondos
del Poder Judicial y concentre todas las facultades salariales y
presupuestarias. Todos saben en Tribunales que cuando Piumato convoca a
un paro por salario el aumento ya está concedido de antemano. Sólo resta
saber el día en que será abonado. Cuando esto ocurre, el aparato de
Piumato dice entonces que "le arrancamos el aumento a la Corte", cuyo
porcentaje también percibirán los mismos jueces que lo dispusieron. Sus
"luchas" son de sevita, y los festejos por el "coraje de los
compañeros", con bombas de estruendo. Burócratas sindicales, que se
dice, para quienes Servini pasó a ser una "compañera".
Soy "Profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Historia" recibido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Ejerzo desde 1991 como docente en escuelas secundarias de Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Desde marzo de 2010 edito el Blog "Mirando hacia adentro", cuyas imagenes originales serán publicadas en esta página satélite.
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