Esta semana se cumplió un año de la muerte de
un hombre que parió una revolución.
El 5 de marzo de 2013, una calurosa tarde en
Caracas, murió el presidente venezolano Hugo Chávez Frías.
Y así como hay hombres que paren, hay noticias
que se cubren desde las tripas. Porque era imposible asistir a la
multitudinaria despedida al líder bolivariano sin contagiarse del dolor que se
veía en los cientos de miles de rostros que formaban filas a lo largo del Paseo
de los Próceres para llegar a la Academia
Militar donde estaban los restos de Chávez.
Un dolor que se sentía en el estómago, lágrimas
que se repetían en todos los rostros que fluían dentro de esa marea roja que
ganó las calles de Caracas durante una semana.
Este cronista llegó a Caracas para registrar cómo
un pueblo despedía a un líder irreemplazable y aventurar qué iba a ser del
chavismo sin Chávez. Y del diálogo con los que día y noche llegaban para
decirle presente a su comandante –se calculó en algo más de dos millones la
cantidad de personas que pasaron junto a su féretro-, quedaba claro que el cáncer
se había llevado a Chávez pero no a la revolución.
Esto se desprendía de cada uno de los
venezolanos que, invisibles para la política antes de la llegada del chavismo,
aseguraban que no se iban a dejar quitar lo que habían ganado con la revolución.
“Todo lo que nos dio ya es nuestro, y nos toca a nosotros tener que defenderlo”,
decían, mientras se cantaba “Chávez no se murió, se multiplicó”.
Y así se explica por qué tras la muerte del líder,
el chavismo triunfó en las tres elecciones que tuvo Venezuela en el último año.
Una presidencial, otra de gobernadores, y la última a nivel de municipios. Tres
derrotas seguidas hicieron que una parte de la oposición decidiera dejar de
lado la vía constitucional y tratara de derrotar al gobierno de Nicolás Maduro
en las calles.
En aquel momento ya se notaba un país dividido.
Una parte de la población que lloraba a su líder muerto y le juraba lealtad, y
otra parte que festejaba en silencio esa partida y, agazapada, soñaba con un rápido
final del chavismo.
La crisis que hoy vive Venezuela es compleja, y
no parece que la salida esté cerca. El chavismo sin Chávez no tiene la misma
capacidad de respuesta.
Pero sea cual fuere el final de este conflicto,
hay un pueblo que no piensa renunciar a las conquistas logradas en salud,
educación, vivienda, en una vida digna que otros le negaron antes de la bisagra
en la historia venezolana que significó Chávez.
Esto se podía ver hace un año, en aquellos días
de mareas rojas despidiendo a Chávez. Una marea que anunciaba que no había
muerto, que se había multiplicado.
Jorge Cicuttin
Editorial para “Veintitrés”
06-03-14
Digitalizado por “Mirando hacia adentro”
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