“Con la espada, con la pluma y la palabra”Fragmento del Himno a Sarmiento
Sarmiento escritor. Sarmiento político. Sarmiento pensador. Sarmiento maestro. Estas son las imágenes que predominan; un intelectual, un teórico, escribiendo, y escribiendo, y escribiendo. Pero Sarmiento no fue, como Jorge Luis Borges, un erudito con pensamientos polémicos, políticamente incorrectos, pero que nunca tuvo poder para transformar esas ideas en acciones. Sarmiento fue gobernador y presidente. Fue militar. Distaba de ser un pacifista. No hace falta citar nuevamente sus frases célebres pidiendo el exterminio de gauchos e indios, o celebrando el genocidio de los compatriotas paraguayos (1). Basta con recordar que el fue presidente de Argentina durante la guerra más sanguinaria que enfrentó el continente americano en su etapa independiente, guerra en la cual el Paraguay se transformó en un páramo habitado solo por mujeres, ancianos y niños. Tampoco podemos dejar de lado su labor política como gobernador de San Juan, y su rol militar en esos años en la represión y asesinato de soldados y caudillos federales como Angel Vicente Peñaloza, apodado el “Chacho”. La cabeza de Ángel Peñaloza acabó clavada en una pica, como ejemplo y escarmiento, por iniciativa del insigne “Padre del Aula”.
El gobierno de Mitre (1860-68), durante el cual Sarmiento fue gobernador de San Juan (1862-64), fue el más represivo de la historia argentina. El senador Nicasio Oroño (2), en un célebre discurso en el Congreso, hizo un balance del gobierno del fundador del diario “La Nación”, señalando que bajo su mandato se habían producido 117 revoluciones y 91 combates, en las que habían muerto 7728 ciudadanos (sin incluir los caídos en la Guerra del Paraguay), cifra enorme para un país que no llegaba al millón y medio de habitantes (sobre la población actual esas casi 8000 personas representarían unas 200.000 muertes en hechos de violencia política, cifra escalofriante). Y fue justamente Sarmiento una figura clave en este proceso represivo desde su cargo ejecutivo en su provincia natal.
Para hacer estas reflexiones críticas no necesitamos consultar los escritos de los enemigos de Sarmiento. Basta con sus propias obras, con sus cartas, con sus discursos en el poder legislativo. Basta también con el himno que se compuso para celebrar sus hazañas: “Con la espada, con la pluma y la palabra”. Leamos correctamente: la espada va primero. Hay una gran sinceridad al respecto. Quien no lo entienda no está atendiendo adecuadamente lo que lee, ni lo que canta.
Podemos resaltar en Sarmiento sus indiscutibles méritos literarios. Sería injusto no destacar su rol en la organización del sistema escolar argentino. Pero es absolutamente inaceptable no analizar esos méritos en conjunto con sus declaraciones y acciones genocidas.
Domingo Faustino Sarmiento dista mucho de ser un intelectual prolijo y ajeno a la política. Hombre impulsivo y tormentoso, cuando tuvo poder fue implacable, y aplicó sin miramientos aquello que predicaba.
“Las ideas no se matan” es quizás la frase más importante que se le destaca. Y la cumplía plenamente. Es imposible matar a una idea. Pero es muy fácil asesinar a quien la tiene, cortarle la cabeza y clavarla en una pica. La sangre fue un compañero permanente en la acción política del sanjuanino.
Por eso resulta patético que el día del maestro coincida con el aniversario de la muerte de un personaje como fue el autor de Facundo. Los docentes argentinos no se merecen semejante ultraje. El sanjuanino, más que tener las manos manchadas de sangre, fue responsable de auténticos baños de sangre.
Hoy, día del maestro, recordemos a aquellos docentes que fueron importantes en nuestra formación. Pero dejemos de lado a este personaje violento, intolerante y genocida.
Adrián Corbella, 11 de septiembre de 2012.
NOTAS :
(1) : Al respecto ver por ejemplo : http://perraintelectual.com.ar/las-ideas-no-se-matan.htm
2 comentarios:
Muy Buenooo Adri ! Coincido plenamente con vos,y debería impulsarse otra fecha para "Celebrar el Día Del Maestro".
Muy buena nota, gracias.
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