Dejando de lado la traumática caída de Fernando de la Rúa y la feroz crisis institucional que sacudió al país hasta que Néstor Kirchner asumió como presidente en mayo de 2003, el período de Cristina al frente del Poder Ejecutivo es el más crispado e intenso desde que Raúl Alfonsín se hizo cargo del timón de la república en diciembre de 1983. Los obstáculos que debió sortear Cristina fueron de tal magnitud que la obligaron a poner en juego toda su capacidad intelectual, física y espiritual, para evitar lo que el establishment ansiaba con fervor que sucediera: su renuncia. En varias oportunidades la presidenta vivió situaciones que la colocaron al borde del precipicio, y si no cayó fue porque fue capaz de resucitar cuando muchos le habían extendido el certificado de defunción política.
En marzo de 2008 la resolución 125 que incrementaba las retenciones a la soja y el girasol provocó una rebelión del poder agropecuario que tuvo un innegable tufillo destituyente. Durante cuatro largos e insoportables meses las calles del país fueron cortadas por cientos de tractores mientras la gente de la pampa gringa no ocultaba su deseo de que la presidenta abandone el cargo. Hubo varios cacerolazos muy serios y los insultos a la presidenta gozaron de la complicidad de la televisión, fuertemente jugada por “la causa campestre”. Después de varios intentos frustrados por acercar posturas antagónicas, el duelo se trasladó al Congreso, donde el Frente Para la Victoria sufrió la deserción de varios diputados, entre ellos Felipe Solá y Jorge Obeid, quienes habían accedido a sus bancas colgados de las faldas presidenciales. Mientras tanto, ambos bandos organizaban actos multitudinarios que reflejaron la existencia de dos modelos de país. En la madrugada del 17 de julio, el vicepresidente de la Nación votó en contra del Poder Ejecutivo, propinándole a la presidenta un feroz golpe a la mandíbula. El gobierno nacional quedó en estado comatoso y una nueva estrella había surgido en el universo político argentino. Julio Cleto Cobos se había transformado en la nueva “esperanza blanca” de la Argentina antikirchnerista, ocupando el vacío dejado por Carlos Reutemann. Cuando eran varios los que especulaban con el derrumbe del gobierno nacional, Cristina no se dejó amilanar y decidió redoblar la apuesta. El parlamento se transformó en la caja de resonancia del fuerte mensaje presidencial y el Frente Para la Victoria logró mantener unida a la tropa y le ofrendó a la presidenta importantes victorias en el segundo semestre de 2008, como la reestatización de las AFJP. Cristina había resucitado.
En 2009 el gobierno nacional debía afrontar la dura prueba de las elecciones parciales. Cristina había bajado notoriamente su imagen positiva fruto de la lucha que libró con “el campo”. Obsesionado con el desgaste que estaba sufriendo la presidenta, Néstor Kirchner concluyó que lo más atinado sería adelantar esos comicios para junio y que él mismo ocupara el primer lugar en la lista de diputados nacionales por el oficialismo en representación del pueblo de la provincia de Buenos Aires. Su jugada fracasó. En la dura noche del último domingo de junio reconoció que Francisco de Narváez le había ganado por dos puntos en el distrito más populoso del país. Otra vez el gobierno nacional quedaba al borde del abismo. La oposición mediática presentó la ajustada derrota de Kirchner como un tsunami político y Mariano Grondona se preguntó sobre la posibilidad de que el vicepresidente ocupara el sillón de Rivadavia, ante una eventual retirada de Cristina. Pero la presidenta no se arrodilló y volvió a doblar la apuesta. Al poco tiempo el parlamento sancionó la Ley de Medios Audiovisuales tendiente a democratizar el ejercicio del periodismo argentino.
En el verano de 2010 la presidenta sufrió otro intento desestabilizador. La cabeza visible fue Martín Redrado, por entonces presidente del Banco Central. Redrado se negó, tal como le había ordenado la presidenta, a utilizar reservas del Central pare el pago de intereses de la deuda, enfatizando la independencia de ese organismo frente al gobierno de turno. La embestida fue de tal magnitud que Cristina decidió suspender un largo viaje por China por temor a que durante su ausencia el vicepresidente de la Nación se transforme en presidente definitivo. Al poco tiempo tuvieron lugar los festejos por el Bicentenario y Cristina experimentó en carne propia un notorio repunto en su imagen positiva. Mientras tanto, la oposición había copado el Congreso ante la complacencia de la oposición mediática. Cuando parecía que Cristina había recuperado nuevamente la iniciativa política, un hecho dramático conmocionó a la Argentina: el ex presidente Kirchner había muerto del corazón en El Calafate, justo el día en que se llevaba a cabo el censo nacional. Las exequias del ex presidente fueron una extraordinaria demostración de afecto a la presidenta de la Nación. Con gran coraje y convicción, Cristina siguió adelante demostrándoles a todos los argentinos que estaba entera. Había resucitado de nuevo.
2011 fue un durísimo año electoral. La oposición estaba convencida, al igual que la corporación mediática, que el oficialismo estaba políticamente terminado. Grande fue la sorpresa cuando los primeros comicios a gobernador celebrados en Catamarca y Chubut demostraron que la imagen presidencial gozaba de muy buena salud. Sin embargo, las derrotas sufridas por el oficialismo en Córdoba, Santa Fe y Capital Federal, llenaron de júbilo y esperanza al antikirchnerismo. Hasta que llegaron las PASO y el sueño opositor se derrumbó. Cristina obtuvo una histórica goleada que transformó a las elecciones presidenciales en un trámite. En octubre la presidenta obtuvo la reelección sin despeinarse y la oposición sufrió un papelón histórico.
Cristina estaba en su apogeo político. El 54% la había elegido transformándola en el tercer presidente más votado de la historia. Todo hacía suponer que 2012 comenzaría tranquilo y apacible. La realidad demostró que ello no sería así. En enero, la presidenta fue operada de la tiroides y la oposición mediática montó un grosero espectáculo cuando se supo que Cristina no padecía cáncer. En febrero, la estación de Once se transformó en lo más parecido al infierno cuando un tren de la ex Sarmiento chocó contra el parachoques provocando una tragedia. Para colmo, el vicepresidente de la Nación tuvo que desmentir que nada tenía que ver con el rescate de la ex Ciccone Calcográfica, en medio de un escándalo que terminó con la carrera judicial de Esteban Righi y el paso al costado del juez de la causa, Daniel Rafecas. El histórico 54% de octubre comenzó a decrecer peligrosamente. Cristina parecía tambalear de nuevo. Pero el 16 de abril anunció la expropiación del 51% de la empresa YPF, recuperando increíblemente la iniciativa política. La expropiación fue apoyada abrumadoramente en el Senado y todo parece indicar que en Diputados recorrerá el mismo camino. Aunque parezca un relato de ciencia ficción, Cristina resucitó cada vez que la dieron por muerta, mientras que la derecha está cada día más presa del odio y la impotencia.
Hernán Andrés Kruse
Rosario
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