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lunes, 9 de junio de 2025

¿Y si con Cristina ya ni alcanza ni se puede?, por Dante Augusto Palma

 



Finalmente se confirmó que CFK será candidata por la tercera sección de la provincia de Buenos Aires en las elecciones de septiembre. Quien fuera presidente, vice, diputada y senadora nacional, entre otros cargos, da un paso que apenas unos meses atrás hubiera sido impensado. 


La confirmación llegó en un reportaje televisivo evidentemente pensado para el anuncio y donde a lo largo de más de una hora el periodista no intervino con preguntas sino con una sucesión de comentarios indignados contra el gobierno. Una pena pues había mucho que preguntar especialmente después de un discurso como el del último 25 de mayo en el que se había visto una CFK sustantiva con algunas definiciones relevantes.


A la objeción más obvia, muy bien reflejada en la anécdota de Carlos Menem, aquella en la que afirma que quien llegó a papa no puede luego pretender ser monaguillo, CFK respondió rápido con el manual del militante político que entiende que, según las circunstancias, éste debe ubicarse en el lugar más conveniente para el movimiento. Una salida elegante que, sin embargo, esconde otras razones de fondo que, naturalmente, deben leerse como parte de la interna por el liderazgo del espacio. En este sentido, si la elección en CABA fue una interna abierta, una PASO de facto, entre la derecha y la derecha más radical, la elección de la provincia hará lo propio con el espacio de centro izquierda.


Lamentablemente, como indicó la propia CFK el 25 de mayo, ni siquiera se trata de una disputa de ideas sino un asunto del ego (que no es solo el ego del propio gobernador sino, claro está, el de ella también).

La decisión puede pretender, además, un efecto claramente disciplinador porque, seamos claros una vez más, sin desdoblamiento de las elecciones provinciales, no había CFK candidata a la tercera sección.


Las excusas de una u otra facción para justificar la decisión de desdoblar o ir juntas son atendibles, pero no representan las verdaderas motivaciones. En otras palabras, detrás del “desdoblamos para provincializar y que se evalúe la gestión del gobernador” debería leerse “desdoblamos porque no vamos a ser un títere de las decisiones de CFK y que nos digan Axel ‘presidenta’ como le decían a Alberto”; y detrás del “hay que unificar porque el verdadero adversario es Milei” debería leerse “no vamos a aceptar que el gobernador desplace a CFK y pretenda ser el conductor del espacio”.


La pulseada por desdoblar o no, la ganó el gobernador, sin embargo, un inesperado as estaba en la manga de CFK, una jugada en la que triunfará sea cual sea el resultado y que automáticamente ensombrecerá la figura del gobernador.


 Efectivamente, si CFK gana, (algo posible y esperable no solo porque ella mide bien allí sino porque uno arroja un ladrillo con el escudo del PJ y saca más de 40%), y ese triunfo le permite al peronismo ganar la provincia, el mérito se lo llevará ella; si ella gana, pero el peronismo pierde la provincia, quedará en evidencia que ella es la dirigente de mayor peso y la conductora; y si ella perdiera (lo cual llevaría a que el peronismo pierda la provincia), la culpa se le echará a la estrategia del desdoblamiento impulsada por Kicillof. Jaque mate. 


Pero la pesadilla del gobernador podría recién iniciarse si CFK asume un oficialismo opositor desde la legislatura bonaerense (igual al que ejerció durante el gobierno de Alberto a nivel nacional) y le traba la administración a Kicillof, quien no puede reelegir y, al día de hoy, es el principal candidato a enfrentar a Milei en 2027. 


Es más, aun cuando suene demasiado especulativo e incluso cuando existen posibilidades claras de que el Poder Judicial le impida candidatearse a cargos públicos después de esta elección, la estrategia de CFK de “bajar” a la provincia podría leerse desde la perspectiva de quien observa que, dado que en 2027 habría posibilidades ciertas de reelección del gobierno nacional, de lo que se trata es de retener la administración de la provincia, si no con ella como gobernadora, con alguien ungido por su dedo. 


Aunque se trata de una estrategia de repliegue y CFK se candidatea para retener espacios cada vez más pequeños (solo le va a faltar ir como concejal en La Matanza), lo cierto es que si la estrategia mencionada funciona, el cristinismo (con una eventual Cristina proscrita por la justicia) haría pie en la provincia más importante sin adversarios internos como los tiene ahora porque, esto lo sabemos, hoy por hoy el kicillofismo no es ni un movimiento, ni un espacio, ni un ideario, sino apenas una administración que caduca en 2027. 


Esto en lo que respecta al plano electoral. En cuanto a lo conceptual, el asunto es mucho más complejo porque, vale la pena repetir lo que alguna vez comentamos aquí, el problema de la oposición hoy no es electoral sino de programa, los mismos que ya existían en 2019 donde el choque de la calesita de un gobierno inepto como el de Macri le regaló el retorno a la versión remendada del kirchnerismo que quizás haya vuelto mujer, pero seguro que no volvió mejor.


Con Kicillof prometiendo canciones nuevas de un álbum que todavía no ha compuesto ni tiene donde grabarse, y ningún otro dirigente, al menos por ahora, con la potencia para recoger el guante (ojalá Massa sea candidato en la primera sección así al menos recupera el don del habla), la oposición, no solo en lo electoral, sino también desde lo conceptual, sigue dependiendo de CFK.


Y allí se plantean dudas, primero por la falta de autocrítica respecto a lo ocurrido entre 2019 y 2023. Y no me refiero a la decisión de llevar a Alberto Fernández como candidato. Caer sobre eso es injusto porque fue solo Guillermo Moreno el que advirtió del error con el diario del viernes. Luego, en el mejor de los casos, algunos lo vieron con el diario del lunes y otros con el diario del lunes de cuatro años después. Pero falta algún comentario crítico de qué hizo el kirchnerismo entre 2019 y 2023 además de algún diagnóstico de qué se hizo mal para perder una elección en 2015 después de varios años de una gestión que terminó con problemas pero cuyo resultado final, para las grandes mayorías, fue satisfactorio. La influencia de Clarín, el poder económico, Nisman, la opereta con La Morsa, los buitres…todo eso ya lo sabemos. Lo que nos falta es hablar de los errores no forzados. Las trampas del adversario ya las conocemos.


Pero incluso sin pedir tanto y sin ir tan lejos, al menos retomando algunas de las líneas del discurso del 25 de mayo, allí hay algo al menos para abrir una mesa de discusión: un “Estado eficiente” que reemplace al “Estado presente” que se parece más bien a un Estado bobo que dice “presente” pero que te da turnos de atención médica a los 3 meses y le ofrece dos días de clases a los pibes porque los docentes están de paro y el suplente del suplente del suplente del suplente del suplente del suplente pidió licencia por dolor de cabeza, es un buen punto de partida.

También podría serlo cuando habló del hecho de que un eventual fracaso de Milei no necesariamente derivará en un regreso de los votantes al peronismo o cuando se refirió a avanzar en una discusión seria acerca de una actualización del régimen laboral para un mercado de trabajo que no es ni siquiera el de hace 10 años.


Ahí hay algo por lo menos para discutir, para trazar algún sendero y ofrecer una perspectiva de futuro que va más allá del oposicionismo burdo y esa boludez de “este es un gobierno cruel”, como si 211% de inflación no hubiera sido una crueldad o como si las medidas de Milei fueran deseables en caso de que sea un poco menos malito. 


¿Habrá posibilidad de darse esos debates, ya no de acá a septiembre, pero al menos de acá a 2027? A juzgar por la actitud de la militancia la respuesta es negativa. Cuando CFK daba su discurso, la militancia asentía, pero luego repiten la misma cantinela como si el asentir no tuviera que ver con el contenido sino con una actitud reverencial frente al líder el cual es interpretado como un mito viviente asociado a cierto ideario del cual no puede desprenderse diga lo que diga. 


Si en CFK falta autocrítica, el mayor problema es que la falta de autocrítica es mayor en su propia militancia, aquella que entiende que es una traición poner en tela de juicio su conducción, pero no la escucha.


No hay que culparlos. Siempre es más fácil seguir a alguien que pensar por sí mismo. Pero eso tiene consecuencias. ¿Se acuerdan de eso que se decía allá en la previa al 2019? ¿Lo de “Con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”? Resta saber si tanta cerrazón, tanto núcleo duro e incapacidad de delegación, confirmará que con Cristina no alcanza y que ahora con Cristina ya no se puede. O lo que es peor, que los continuos errores del kirchnerismo cumplan el sueño húmedo que muchos tuvieron durante años: que con Cristina no alcance y que solo se pueda sin Cristina.

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