ÁLBUM DE IMAGENES DE "MIRANDO HACIA ADENTRO"

Todas las imágenes originales producidas por "Mirando hacia adentro" han sido publicadas en un blog satélite llamado "Mirando hacia adentro. Álbum de imágenes".

DEUDA EXTERNA ARGENTINA ON LINE

La página norteamericana "usdebtclock.org" informa segundo a segundo la evolución de las deudas de los países. Vea online y en directo el REENDEUDAMIENTO ARGENTINO presionando AQUÍ.

Translate

domingo, 5 de octubre de 2025

Saqueados y ocultos: los archivos palestinos profanados por Israel, por Silvina Pachelo (para "Página 12" del 03-10-25)



Por Silvina Pachelo

3 de octubre de 2025 



En Saqueados y ocultos (2017), Rona Sela nos conduce a una historia de profanación. Allí, en las bóvedas militares israelíes, yace lo que fue arrancado: archivos palestinos confiscados desde mediados del siglo XX, ocultos como botín de guerra bajo la sombra del colonialismo. El documental revela imágenes que se creían sepultadas: fotografías de la década de 1930 y material capturado en Beirut en los años 80. Documentos que durante décadas han permanecido invisibles, revelando la violencia y el control absoluto de la memoria como arma de dominación.


En el verano de 1982, el ejército israelí invadió el sur del Líbano y transformó a Sabra y Shatila en cementerios abiertos. Lo hizo bajo la excusa de doblegar a la OLP, aún cuando sus líderes ya habían abandonado Beirut dos días antes. La justificación era un pretexto, un disfraz para encubrir la crueldad. Lo que siguió no fue una operación militar, sino un crimen planificado: el exterminio de un pueblo indefenso, mujeres, niños y ancianos convertidos en objetivo de la violencia colonial. Con aquel ataque sistemático se borró gran parte del trabajo de los cineastas de la Unidad de Cine Palestino. Tres años después, la Guerra del Líbano dejaba veinte mil árabes muertos y un vacío que no solo era de cuerpos, sino también de imágenes: un archivo asesinado, confiscado, silenciado.


Dos décadas atrás, recuerda Sela, siendo aún una joven investigadora, se internó en los archivos israelíes en busca de fotografías sionistas. La historia visual del sionismo —fundamento propagandístico sobre el que se levantó el Estado de Israel— apenas había sido explorada. Lo que halló fue un dispositivo cuidadosamente diseñado: imágenes reclutadas con precisión quirúrgica por departamentos de propaganda, organizadas en instituciones preestatales y filtradas por el establishment. Su función era inequívoca: fabricar un relato. Mostrar al pueblo judío llegando a una tierra supuestamente árida y deshabitada, erigirse como portadores de modernidad frente a un espacio representado como vacío, atrasado, sin memoria. Así, con la cámara convertida en arma, se modeló la ficción del “Nuevo Judío” en la “Nueva Tierra”: un mito visual que borraba al palestino y legitimaba la colonización.


Por su parte, las fotografías y películas palestinas permanecieron durante décadas sepultadas en los archivos del Ministerio de Defensa israelí. Hasta que finalmente lograron ser expuestas. Lo que allí había un legado decisivo y radical. Desde 1948, las Fuerzas de Defensa de Israel confiscaron un botín cultural de dimensiones monstruosas: 38.000 películas, 2,7 millones de fotografías, 96.000 grabaciones de audio y 46.000 mapas y fotos aéreas. Una apropiación sistemática ordenada por David Ben-Gurión, que convirtió la herencia cultural palestina en patrimonio cautivo. Cada imagen robada es un testimonio mutilado, cada rollo de película, un grito sofocado. Estas piezas conforman lo que Rona Sela denomina “películas de botín de guerra”: fragmentos arrancados a un pueblo, sometidos a la reescritura colonial que busca imponer su propia versión de la historia.


En su artículo publicado en Social Semiotics, Sela desnuda la genealogía del saqueo colonial israelí y asegura: confiscar los archivos equivale a arrebatar los signos que documentan la existencia palestina y reescribirlos bajo un aparato militar. Es un acto semiótico de violencia: los significantes son descontextualizados, recodificados y puestos al servicio de una narrativa que niega la legitimidad de un pueblo. El valor simbólico y material de estos archivos es fundamental para comprender el presente y cómo el sionismo construyó una falsa narrativa. La investigación revela episodios concretos y devastadores. Entre los archivos de la Haganá —la principal organización paramilitar sionista que operaba para el Yishuv durante el Mandato Británico de Palestina— apareció material con el sello Foto Rissas: imágenes de Khalil Rissas, pionero del fotoperiodismo palestino. Las fotografías habían sido confiscadas y resignificadas con pies de foto israelíes que las despojaron de su contexto. Sin embargo, lejos de exaltar al ejército israelí, mostraban combatientes palestinos, entrenamiento militar y orgullo nacional. Esa apropiación es un ejemplo de lo que Sela llama una “mirada híbrida”: el colonizador observa, censura e interpreta, pero no puede borrar completamente la huella palestina que persiste en cada imagen. Sela cuenta:


“Pasé cuatro años estudiando archivos sionistas y describí las principales características de la fotografía propagandística sionista que servía a los sistemas de información y marketing. Al mismo tiempo, comencé a investigar la fotografía palestina y busqué archivos palestinos, tanto privados como públicos, en Israel y fuera de Israel. Quería exponer la existencia, la cultura y la historia palestinas al público israelí. Crecí en un sistema educativo sionista, y mi visión del mundo se formó en consecuencia. La imagen palestina faltaba en la narrativa oficial israelí, oculta o presentada de forma tendenciosa, y decidí centrarme en esta narrativa ausente y borrada. Nunca imaginé el camino que tendría que recorrer.”


El mismo destino corrieron los archivos de Ali Za’arur, fotógrafo palestino que documentó la guerra de 1948, y la vasta cinemateca del Instituto de Cine Palestino, dirigida por Khadijeh Habashneh. En 1982, tras la invasión israelí a Beirut, esos materiales desaparecieron. “¿Es nuestro destino vivir sin pasado, sin historia visual?”, se preguntaba Habashneh, consciente de que el despojo no era sólo material, sino existencial. El objetivo colonial sionista funciona como una maquinaria del terror: clasifica, censura y etiqueta lo palestino bajo el rótulo de “terrorismo” o de “seguridad nacional”. Es una violencia doble: primero despoja físicamente a un pueblo de sus signos, y luego reescribe su sentido bajo parámetros coloniales. El resultado es lo que Sela llama memoricidio: la destrucción sistemática de la memoria de un pueblo.


Registrar cuesta vidas. Gaza es hoy el territorio más mortífero no solo para su población, sino también para quienes intentan narrar y registrar su tragedia: los trabajadores de los medios. Desde octubre de 2023, al menos 246 periodistas han sido asesinados, más de 500 heridos y 650 hogares de comunicadores reducidos a escombros, según el Sindicato de Periodistas Palestino. El proyecto Costs of War confirma la dimensión del crimen: en Gaza han muerto más periodistas que en las dos guerras mundiales y en los conflictos de Vietnam, Yugoslavia y Afganistán juntos. Y aun así, en medio de la devastación, un millar de reporteros sigue trabajando en la Franja, desafiando la maquinaria genocida que busca silenciar cada palabra y cada imagen.


Donde el poder fascista busca borrar las memorias de los pueblos, surge la resistencia. Ningún silencio es absoluto: prensa clandestina, memorias orales y archivos digitales sobreviven. Estudiar, circular la información, denunciar y reabrir estos registros es un acto heroico y revolucionario. El archivo palestino es memoria viva. Cada registro ocultado retorna como testimonio y revela la verdad contra el silencio. En ese retorno late la fuerza de disputar la historia, quebrar la hegemonía colonial y afirmar la memoria de un pueblo que se niega a ser borrado.



Publicado en:

https://www.pagina12.com.ar/862759-saqueados-y-ocultos-los-archivos-palestinos-profanados-por-i

No hay comentarios: