Cada día, uno está más convencido de que nada de lo que está pasando se parece a
algo que hayamos vivido, aunque nos crucemos con hechos que resultan
repetidos. Nunca se dio algo así, que las elecciones presidenciales de un país
lejano se vivan con tanta proximidad. Hasta muchos políticos –es un decir-
locales fueron a hacer oposición a las tierras bolivarianas. Allí también fracasaron, vale aclarar. Y
allí también dieron un poco de vergüenza, como nos tienen acostumbrados.
Patricia Bullrich, fiel a su estilo, ya desde el viernes venía boicoteando las
elecciones desde su cuenta de Twitter. También hacía campaña, subiendo videos
con declaraciones de votantes opositores, ignorando la veda. Una diputada de la Nación que siempre clama
por el respeto de las instituciones transgrediendo las normas electorales en
otro país merece un llamado de atención del Congreso. Por supuesto, desde
las usinas de estiércol dirán que se persigue al que piensa distinto y esas
tonterías. Pero lo merece. Porque eso no es pensar distinto, sino sedición. De
cualquier modo, los patoteros mensajes
de Bullrich no lograron opacar las festivas elecciones venezolanas. El
inicio del toque de diana, la
tempranera asistencia de los votantes y el orgullo con que exhibían el meñique
manchado constituyen un indicio de lo que significó ese crucial acto cívico.
“Le dedicamos este
triunfo a Cristina –exclamó Chávez desde el balcón del Palacio Miraflores– esta victoria es también la victoria del
pueblo argentino, de la patria del Che, de Perón y de Néstor Kirchner”. Pensar que hay una conexión tan fuerte entre un país y otro, realmente
emociona. Que en medio de la exaltación por la victoria, una de las
primeras frases contenga un saludo para Nuestra Presidenta y para todo el
pueblo argentino, no es poca cosa. Hasta la languidecida oposición vernácula lo
sintió así. Y hacia allá fueron, a apoyar a Henrique Capriles, como corresponde
a toda derecha que se precie. Y Scioli,
a la distancia, también apoyó a la oposición. Dicho esto para ir archivando,
nada más. Pero además de apoyar, fueron a tomar apuntes, a indagar cómo
hizo el candidato opositor para ir a la cabeza de 25 agrupaciones políticas, si acá no hay un candidato que pueda
liderar tres. Capriles sí podrá ostentar un “somos el 45 por ciento”, a diferencia de los opositores de acá,
que se desgañitan gritando algo similar, aunque
el 46 que exhiben no sea más que una sumatoria de porcentajes que jamás podrá
llegar a la unidad. Para ellos, presenciar la derrota de Chávez podría
haber sido un aprendizaje para aniquilar a CFK en las próximas elecciones. Pobres, volvieron con las manos vacías y un
odio más grandote.
Y los medios hegemónicos de allá, en simetría especular con
los de acá, denuncian desde hace tiempo la “argentinización”
de Venezuela. No se entiende, porque los de acá presentan la “chavización” como lo peor que le puede
pasar a cualquier país. Y aunque los
observadores internacionales y los periodistas declararon que el sistema
electoral venezolano es el más transparente y eficaz del mundo, esos medios
carroñeros –los de allá y los de acá- seguirán hablando de la falta de
democracia del país caribeño. Y aunque
en el sistema mediático de allá –y de acá también- haya más medios privados que
públicos, seguirán denunciando la falta de libertad de expresión. Porque
para los personeros de esos medios y los exponentes políticos que hacen de
comparsa, todo gobierno que no obedezca
los dictámenes del poder fáctico será considerado autoritario.
Ya se dijo que una comisión de notables de nuestra derecha
criolla viajó a las tierras bolivarianas para
demostrar que se puede ser cipayo en cualquier latitud. También fueron
periodistas. Jorge Lanata debió ser el único periodista argentino que viajó
hasta allá para entrevistar a Gabriela Michetti. Y también el único de los diez mil periodistas internacionales que tuvo
problemas para salir del país. El destino se ensaña con él para alimentar
su programa de escándalos y denuncias. Cuando la presidenta del Consejo Nacional
Electoral, Tibisay Lucena, anunció los resultados, suplicó el corte publicitario porque no podía soportar en cámara
noticia tan ingrata. Después, se despidió sin decir demasiado y su
expresión de velorio contrastaba con los fuegos de artificio que estallaban a
su espalda.
Los insignes del PRO y del Peronismo Federal también
manifestaron su desazón por la derrota del majunche.
El triunfalismo ya los desbordaba
desde el viernes por la tarde y estaban dispuestos a celebrar la victoria que
en suelo argentino resulta esquiva. “Acompañando
a Capriles, una esperanza de libertades personales y poder democrático”, twiteó el diputado macrista Federico Pinedo, que no se movió del búnker de Capriles por
temor a chavizarse. Patricia Bullrich ya había enviado un mensaje con una
encuesta “seria” en la que se
anunciaba la derrota de Chávez por cuatro puntos y advertía sobre la
posibilidad de fraude. Otra de sus valiosas
intervenciones fue la difusión de una encuesta boca de urna –expresamente
prohibidas antes de la finalización del acto comicial- que atribuía 52,8 por
ciento a Capriles y 47,2 a
Chávez. Inconsistente como pocas,
después argumentó que las acusaciones en su contra son parte de una operación
de “medios oficialistas”. Algo
así como acusar al espejo de la propia fealdad. Si difundió esas estupideces,
que se aguante lo que venga. Como gran
demócrata que es, un nuevo mensaje debería dejar a la diputada en el umbral del
desafuero: “Lamento profundamente el
resultado electoral de Venezuela. Modelo donde la libertad y los derechos
humanos no están garantizados". Otra mentirosa de pocas luces,
Gabriela Michetti, destacó que encuentra “similitudes
entre las administraciones del kirchnerismo y el chavismo”, y agregó que
este último es “mucho más hegemónico y
concentrador de poder. Pero en Argentina estamos en ese camino”. Otro
iluminado opositor, Eduardo Amadeo, tildó al gobierno de Chávez como
autoritario y se lamentó: "ha sido
triste la derrota de Capriles, contra nuestras expectativas. Las encuestas
parecían decir otra cosa", agregó, sólo para esparcir un poco de estiércol vernáculo en tierra extranjera.
"Si el camino de CFK es Chávez –se
esforzó por amenazar- debemos redoblar el
esfuerzo por crear una alternativa a este delirio autoritario de una sociedad
dividida".
Tan dividida quedó la sociedad venezolana
que los festejos fueron masivos y en paz. No hubo violencia ni
enfrentamientos entre las parcialidades y hasta los líderes garantizaron una
convivencia feliz. Henrique Capriles salió a reconocer la derrota y su mensaje
no fue rupturista ni amenazante, sino todo lo contrario. Aunque durante la
campaña había atenuado un poco su contenido neoliberal, prometiendo una
continuidad con las políticas sociales, también opinó que “no hay que regalar el petróleo a otros países cuando lo necesitan los
venezolanos y no hay que pelearse tanto con Estados Unidos”. Aunque parezca
increíble, se autodefinió como de centroizquierda. Ya veremos a Macri, en el futuro, probándose esos disfraces.
“Créanmelo –anunció Chávez a la multitud
desde el balcón del Palacio Miraflores- he
sostenido una amena conversación telefónica con Henrique Capriles. Invito a la Unidad Nacional
respetando nuestras diferencias”. “Felicito a la dirigencia opositora por
reconocer la victoria del pueblo –agregó- Es importante para la paz de Venezuela, porque somos hermanos en la
patria de Bolívar”. Y para demostrar su espíritu “autoritario y vengativo”, el bolivariano convocó “a los que andan promoviendo el odio, a los
que han negado las cosas buenas de Venezuela, los invito al diálogo y el
trabajo conjunto”.
El dedo meñique
entintado quedará por unos días como un distintivo de los que participaron de
las elecciones venezolanas. Más de un 80 por ciento de participación
ciudadana en un acto que es optativo. Ocho
millones de ciudadanos apostaron por la profundización de los cambios
realizados en ese país, entre los que se destacan la reducción de la
pobreza y el desempleo, la eliminación del analfabetismo y el acceso al sistema
de salud. Nuestra región comienza a
consolidar el camino de la equidad y tal vez, con el tiempo, se convierta en un
faro que destierre la oscuridad en el resto del mundo. Mientras tanto,
algunos serviles operadores tratan de arrastrarnos nuevamente hacia las sombras
con la promesa de que hay más luz. Aunque
se disfracen de tiernos corderitos, esta vez no lograrán consolidar el engaño.
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