De la
Bonaerense de Duhalde a la Metropolitana de
Macri. Las justificaciones del PRO y cómo convertir a víctimas en victimarios.
En la salvaje represión frente al Hospital Borda, el
fotógrafo de Clarín José "Pepe" Mateos recibió un balazo de goma en
la mandíbula, luego fue atrapado, esposado y, finalmente, llevado detenido por
efectivos de la
Policía Metropolitana. Es la primera vez que un reportero
gráfico sufre un ataque semejante, simplemente por hacer su trabajo, en 30 años
de democracia. Ni siquiera en la
Masacre del Puente Pueyrredón, de 2002, en la que fueron
asesinados los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán por la Policía Bonaerense,
las fuerzas represivas se atrevieron a esposar y detener a un trabajador de
prensa, en ejercicio de su actividad. Precisamente aquel día, fue
"Pepe" Mateos, haciendo un formidable trabajo en el hall de la Estación Avellaneda
del Roca, quien capturó las imágenes dramáticas que permitieron conocer la
verdad y desbaratar el relato oficial duhaldista, que primero atribuyó esas
muertes al devenir azaroso de un choque entre manifestantes sumamente violentos
y prolijos agentes de seguridad que pretendían imponer orden en el caos
desatados por culpa de los piqueteros. A Eduardo Duhalde –según interpretó hace
pocos días el presidente del tribunal que entendió en el crimen de Mariano
Ferreyra y condenó a la patota de la Unión Ferroviaria–,
esos homicidios, los de Kosteki y Santillán, le costaron la salida anticipada
de la Casa Rosada.
Fue el comienzo de su declinación política: Duhalde nunca pudo regresar de
aquella mentira, ni de aquellos crímenes, que Mateos con su cámara ayudó a no
dejar impunes.
Hay que hacer memoria. Regresar al contexto de época. Tras
el estallido de 2001, los movimientos sociales reclamaban fuertemente por la
realidad lacerante que se vivía en sus territorios, con fábricas cerradas,
ollas populares y merenderos de emergencia para contener a los pibes que se
desmayaban por hambre. Un tendal de pobres y desocupados inundaban el paisaje
social luego de la debacle del modelo neoliberal. La protesta popular se
extendía a lo largo y a lo ancho del país. La SIDE de Duhalde, encabezada por Carlos Soria
–increíblemente asesinado por su propia esposa una década más tarde–, comenzó a
instalar la idea de que los grupos piqueteros formaban una protoguerrilla que
iba por el poder, a través de la lucha armada, con apoyo de las FARC colombianas.
Y lo hicieron con el aval propagandístico de los medios hegemónicos. Hoy parece
todo un despropósito, una invención, un absurdo del autor de estas líneas, pero
conviene ir a los archivos para descubrir que este delirio monumental era
materia de opinión editorial cotidiana en los diarios Clarín, La Nación y la radio del Grupo
Hadad. A la demonización mediática, siguió una pertinaz campaña de acción
psicológica que preparó el matadero argumental y físico de los militantes
Kosteki y Santillán, dos supuestos guerrilleros del Conurbano profundo que
entrenaban a los chiquilines de las barriadas en el combate cuerpo a cuerpo
entre el pan duro y el mate cocido hirviendo. De no haber sido por la
labor del fotógrafo Mateos, las muertes de Kosteki y Santillán hubieran sido
culpa de "la crisis" –como tituló Clarín– o de los planes de
insurgencia lisérgicos que las usinas del poder agitaban. Pero allí estaban las
fotos que permitieron conocer lo que realmente había ocurrido. La escalada
violenta contra la protesta social que Duhalde impulsaba para restablecer un
orden roto por la propia rapiña de los grupos económicos y no por la
desesperada hambruna de la muchedumbre, llegó a su límite.
Las vueltas de la historia volvieron a poner a
"Pepe" Mateos en el centro de otra escena igual de violenta, casi
once años después. La protagonista, esta vez, no fue la Bonaerense de Duhalde
sino la Metropolitana
de Macri. Cuando el reportero estaba tomando la imagen de la demolición del
Borda, le tiraron posta de goma a la cara primero, y luego varios policías le
impidieron hacer su trabajo, lo tumbaron y lo esposaron. Esa foto, la de
la demolición, no debía existir. La cámara Nikon se le incrustaba en las
costillas, mientras una rodilla policial lo mantenía en tierra inmovilizado.
"No recuerdo una represión así", le dijo el hombre que retrató a los
matadores del Puente Puyerredón al autor de estas líneas. Sobre el episodio,
Guillermo Montenegro, ministro de Seguridad macrista, el hombre que después de
varios rodeos aceptó haber dado la orden de atacar con violencia inusitada a
los manifestantes del viernes, afirmó: "Estaba golpeado. Fue un incidente.
Él mismo le pidió disculpas a los policías." Lo dijo en la conferencia de
prensa más vergonzosa que el oficialismo porteño haya dado en estos años.
¿Disculpas? Eso no existió ¿Golpeado? Sí, por una posta policial. Pero minutos
antes de la mentira de Montenegro, Mateos había dado una entrevista a Radio
Nacional, contando los hechos tal como fueron: "Me detuvieron y me
esposaron para que no haga la foto de la demolición." Fueron los mismos
policías que intentaron cortar los cables del móvil de CN23, atacaron al
cronista de C5N y gasearon y balearon a todos los trabajadores de prensa que
intentaban registrar lo que sucedía en Barracas.
Y lo que sucedía en Barracas, precisamente, no era "un
choque entre policías y manifestantes", como reflejaba TN en sus zócalos.
Era una represión policial salvaje, ordenada por la cúpula política del
oficialismo porteño, que provocó ocho heridos, casi 50 detenidos y cinco horas
de debate al interior del partido autonomista porteño PRO para afinar una
estrategia de comunicación que justificara sus propios excesos ante la opinión
pública.
Mauricio Macri culpó "a grupos violentos" por lo
sucedido. No se refería a su policía desmadrada: sino a un gremio como ATE, a
legisladores de media docena de partidos, médicos, enfermeros, internos del
hospital y vecinos que se manifestaban en contra de la demolición de un taller
de reinserción laboral emprendida por el gobierno municipal entre gallos y
medianoche. Como si fuera un Ravi Shankar de consumo infantil, Macri se esforzó
en presentar a la
Metropolitana como un cuerpo de boy scouts y a sus
funcionarios como monaguillos penitentes acosados por hordas barbáricas. Usó la
conferencia de prensa para insistir, una y otra vez, con la idea de un jefe de
gobierno que pretende gestionar y es atacado por bandas de irracionales, sin
mencionar siquiera la palabra represión. Se ve que Jaime Durán Barba lo tiene
bien adoctrinado. En el diccionario cínico del macrismo, una acción como la que
llevó a cabo su policía –cuestionada desde su fundación– es apenas la inocente
defensa de un predio deshabitado contaminado de asbesto, lo que representa un
riesgo grave a la salud, que justificaría todo, absolutamente todo lo grave que
pasó. Es decir: para defender la presunta salud futura de los vecinos y un
supuesto terreno casi baldío, más de 200 policías con cascos, escudos, armas
largas y cortas y gas pimienta en cantidades industriales que produjeron un
zafarrancho en un hospital, donde se violó la seguridad física de los
manifestantes, de los internos y de los profesionales, son secuelas gravísimas.
No hay relación entre una cosa y la otra. No se puede provocar un daño mayor
tratando de impedir uno menor. Y, mucho menos, hacerlo sin la orden de un juez
competente. Sus funcionarios dijeron que no había orden de desalojo porque, al
tratarse de un predio solitario, no había desalojo que concretar. Y,
entonces, la represión, ¿quién la ordenó? Según confesó Montenegro,
después de dar varias vueltas ante los periodistas que preguntaban, fue él.
Pero en todo momento, se refirió a la represión como la respuesta "según
protocolo para restablecer el orden" ante un ataque con piedras de
"los violentos". Su versión es sospechosa. La policía que
rodeaba el hospital no era de custodia. Era su cuerpo de élite represivo
completo. Desde las 4 de la madrugada, más de 30 vehículos de la Metropolitana
aguardaban en cercanías de la cancha de Huracán para intervenir. La noche
previa, las Asambleas en defensa del Espacio Público habían realizado más de 25
cortes en distintos puntos de la
CABA, con cacerolazos incluidos. ¿Se puede descartar que el
macrismo haya aplicado en el Borda una represión aleccionadora para desalentar
la expansión de futuras protestas de "los violentos", es decir, de
aquellos que no están de acuerdo con sus políticas de gobierno y lo expresan de
modo airado? Eso es lo que la
Justicia o la
Legislatura o, ambas a la vez, deberían investigar.
Cientos de miles de personas, muchas de ellas votantes del
PRO, se manifestaron por las calles de la Capital Federal el
18A sin intervención de las fuerzas de seguridad que responden al gobierno
nacional. Una multitud de antikirchneristas se paseó por la ciudad ejerciendo
su derecho al pataleo en absoluta libertad, sin que nadie amenazara su
integridad física. Por el contrario, como en los sucesos del Borda, los que
recibieron golpes y aprietes fueron los trabajadores de prensa a manos de
ciertos manifestantes. Se sabe que la Casa Rosada baja una línea antirrepresiva, que
hace de la tolerancia a la protesta y de la escasa injerencia policial en los
asuntos callejeros, una política de Estado, enseñanza dolorosamente aprendida
desde los tiempos de Kosteki y Santillán. También que el macrismo reivindica
peligrosamente el discurso del orden a cualquier precio: los hechos del Borda
lo confirman. Y que los diarios tradicionales lo acompañan: La Nación de ayer habló de
"brutal enfrentamiento" y Clarín de "graves incidentes". En
ambos casos, como Macri, evitaron el uso de la palabra represión.
No sería casual, más bien parece un eslabonamiento histórico
derivado de la coincidencia ideológica, que la policía macrista haya detenido y
esposado al fotógrafo que desnudó la
Masacre del Puente Pueyrredón. El viejo caudillo de Lomas de
Zamora apuntaba a "los piqueteros", como ahora lo hace Macri contra
"los violentos". Un sujeto hostil imaginario, portador de malignos
propósitos, justifica la versión animalizada del mundo que los que se pretenden
partidarios del orden a cualquier precio vienen a combatir y disciplinar con la
alegría del meter bala.
La contenida retórica de Mauricio Macri en la conferencia de
prensa del viernes, lejos de aventar el temor a su radicalización represiva,
configura la única certeza después de las escenas desgraciadas que el país
observó consternado: la derecha con piel de cordero que pide diálogo y paz
cuando es opositora, es la misma que se convierte en lobo cuando gobierna.
-
El golpe económico
El radical Ernesto Sanz ya dijo en su momento que la plata
de la AUH se iba
por la canaleta del vicio y de la droga. Ahora, confiesa que la economía debe
empeorar para que la oposición tenga mejores chances en octubre. No importaría
el bien común, según su criterio: sólo que al gobierno le vaya mal con los
números, para ver si la sociedad rompe de una vez por todas con el conjuro kirchnerista.
Lo de Sanz es comparable al desliz revelador del sincericida
Luis Barrionuevo, cuando dijo que había que dejar de robar durante dos años
para sacar el país adelante. La frase del senador dejó al desnudo la estrategia
del antikirchnerismo para acorralar al gobierno. Supone Sanz –y con él
buena parte de la oposición– que el romance electoral del oficialismo con las
mayorías electorales se debe pura y exclusivamente a la bonanza económica. Pero
reducir la potencia política del kirchnerismo solamente a su éxito en las
cuentas es mirar la realidad con un solo ojo. Y siempre es aconsejable, usar
los dos: una sociedad que transita turbulencias en medio de una crisis
internacional de envergadura quizá no quiera debilitar la fuerza parlamentaria
del gobierno. En la crisis, se sabe, los pilotos de tormenta son los más
cotizados. Al kirchnerismo, de todos modos, la boutade de Sanz podría servirle
para no bajar la guardia. El dólar ilegal a 9 o 10 pesos hoy es una operación
psicológica que impacta en un mercado reducido, pero si se mantiene a lo largo
de los meses, podría complicar el escenario general de precios.
El poder empresario concentrado trabaja fuertemente para que
haya una devaluación. El sector financiero pretende que el país vuelva a
endeudarse en el mercado internacional. Como se ve, varios cooperan con Sanz.
Publicado en:
http://tiempo.infonews.com/2013/04/28/editorial-100903-macri-el-cordero--y-el-lobo.php
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