Miradas al Sur. Año 6. Edición número 258. Domingo 28 de
abril de 2013
Por
Francisco Balazs
La instalación de discursos y construcciones de sentido que
producen los grandes medios de comunicación fue analizada por Nicolás Casullo,
con la precisión que lo caracterizaba, allá por 2008 a poco de estallar el
conflicto con el sector agropecuario por la Resolución 125. Fue
allí donde quedaron al desnudo las batallas que se comenzaron a librar, y se
seguirán librando, a través de los grandes medios por la construcción de ese
sentido al que Casullo denominó como “el sentido común que siempre es de
derecha”.
A través de sus dispositivos, los grandes medios opositores al kirchnerismo, que es de destacar representan cerca del 90% de los contenidos que circulan y se retroalimentan cotidianamente a través de billarescas carambolas que involucran a sus medios gráficos, canales de noticias y radios, producen un aluvión informativo que indefectiblemente hace blanco en el sentido común de que todo argentino de bien es antikirchnerista, y que quien se encuentre a su lado es de descontar que considera al Gobierno, a sus funcionarios, militantes o quienes simplemente simpaticen, como una simple y llana inmundicia. Y quien se atreva a defender a esa inmundicia resulta, por carácter inmediatamente transitivo, otra inmundicia, ramplonamente dicho.
A partir de esta exitosa creación de sentido común antiK, resulta habitual que, sin importar el ámbito, cualquiera sea éste, resulte propicio para que en tácita complicidad cualquiera espete a viva voz en la cola de la verdulería, a la que también, vale la pena aclarar, suelen acudir personas que podrían sentirse cercanas, afines o decididamente unidas al kirchnerismo, y tengan que escuchar y soportar en prudente silencio algunos de los habituales insultos que se reproducen y legitiman diariamente a través de esos grandes medios; uno de ellos, tomado al azar, podría ser: “Que querés con este gobierno de corrutos” (o “de corruptos”, dependiendo de dónde provenga el atributo lanzado), al que podrían sumarse cientos de los adjetivos descalificativos con los que se habla del Gobierno libremente y en cualquier parte.
Otra de las grandes construcciones de sentido fuertemente instalado en nuestra sociedad es que el kirchnerismo vino a dividir al país, que llegó para meter púa, peleas y distanciamientos entre amigos y familiares. Es posible que, por citar un ejemplo, su cuñado siempre le haya parecido un pelotudo, pero no le otorgue gravedad si cuando lo escucha hacerse el gracioso llamando a la presidenta Reina Cristina, le parezca más pelotudo que nunca. El kirchnerismo no tiene nada que ver con lo que le pasa a usted con su cuñado. Es comprobable, también, en reuniones de amigos, o de familiares, y esto puede resultarle común al lector si repasa una situación que le debe ser habitual tanto en su trabajo, en un café, o en una reunión familiar, y va otro ejemplo: lo invitan a comer un asado a lo de una compañera de trabajo de su mujer. Se encuentra con una cantidad de personas a las que habrá visto no más de un par de veces. Está, al decir horriblemente de hoy, sociabilizando. Sabe que muchos de ellos son bastante críticos del Gobierno, otros tremendos reaccionarios, y seguramente casi todos ellos saben que usted simpatiza con el kirchnerismo, no le digo más. Usted ya pasó por esto: se habla de todo un poco, de fútbol, de trabajo, y de golpe alguien dice suelto de cuerpo: “Este país, así, no da para más, después de las elecciones se va todo a la mierda”. Usted no dice nada, se hace el distraído, evita una respuesta porque no le parece que una discusión sea oportuna en esa situación. Al rato escucha que la compañera de trabajo de su mujer dice: “Éstos van por todo y no paran hasta llevarse puesta la Justicia”. A esa altura, cuando usted le está por entrar a las mollejas, escucha del otro lado de la mesa una voz que dice “¿Éste es el menú de Moreno del Indec?”. Usted, pacientemente, deja pasar la humorada, pero al rato vuelve a escuchar a otro u otra, decir “Ésta es la Carne para todos, a 80 mangos la tira de asado”. Sólo son algunos ejemplos de la infinidad de situaciones por las que el lector, al menos cercano al kirchnerismo, habrá pasado tantas veces. Y quedó claro, en el ejemplo citado, que en esa reunión saben que usted piensa distinto, pero usted ahí no existe. A usted, en ese asado, por tomar el ejemplo citado, no se le ocurriría decir alegremente, a manera de adivinanza “¿Alguien me puede decir qué cualidades tiene Mauricio Macri para gobernar la Ciudad de Buenos Aires?”. Con sólo eso, usted será, de por vida, un energúmeno kirchnerista, violento, irrespetuoso, antidemocrático que no respeta las ideas de los otros.
Algo raro está sucediendo con todo esto, por lo que se les puede otorgar la eficacia de haber invertido la carga de la generación de intolerancia, y de violencia. Insisten con que el kirchnerismo es el instigador de las peleas con su cuñado, amigos o familia, y que hasta que llegaron Néstor y Cristina Kirchner al gobierno usted nunca había discutido con nadie, ni menos enemistarse, por ejemplo, con primos, tíos o abuelos, vecinos, o había mandado al carajo a amigos a lo largo de su vida.
Pero invertir esta construcción hábilmente instalada y divulgada por quienes en comunión de principios y valores comulgan todos los habitantes de la patria que se reconocen únicos poseedores de la decencia, la ética, las convicciones democráticas y republicanas, y a la irrestricta defensa a todo tipo de libertades (¡y la de expresión en primer lugar!) que el abominable movimiento populista y dictatorial amenaza cotidianamente. Todas esas expresiones violentas e intolerantes son naturalizadas, justificadas, cuando se logra crear un enemigo, en este caso el kirchnerismo al que justamente se le aplicó la construcción de que su accionar se basa en que lo que desde esos medios le endilgan al kirchnerismo interpretando y citando rudimentariamente al filósofo alemán Carl Schmitt y la teoría amigo-enemigo. Trasladar la violencia al kirchnerismo es otra exitosa variante del sentido común imperante entre los medios. Invertir la carga de la generación de violencia, desentrañar, sacar a la luz la historia de la violencia política en el país, es un desafío urgente.
Una última apostilla a estas breves líneas. Las críticas al kirchnerismo vaciadas de contenido en las mayorías de las consignas y slogans que retumban cotidianamente son, a pesar de su mayoritaria inconsistencia, válidas en el ámbito de un sistema plural, abierto y democrático. Pero cuando las críticas al Gobierno, válidas de todas maneras (vale aclararlo siempre), provienen del ámbito intelectual, académico, que en el pasado cabalgaban por las orillas de la izquierda, o cercanos a la izquierda, al progresismo o como más le guste llamarlo, la cosa cambia porque se espera de ellos, al menos, un poco más de esfuerzo en sus argumentaciones. Usted pasó gran parte de su vida teniendo como referentes a tantos que leyó, escuchó, admiró, escritores, intelectuales, y de golpe los ve cada día más parecidos a su cuñado. Y ahí se dice a usted mismo: “Muchachos, ustedes la tenían muy clara, yo crecí leyéndolos, escuchándolos. No se parezcan al pelafustán de mi cuñado. No me digan que este gobierno no es democrático porque no hace reuniones de gabinete, o que es una dictadura, o que tantas otras cosas, porque, para eso, lo tengo a mi querido cuñado” .
A través de sus dispositivos, los grandes medios opositores al kirchnerismo, que es de destacar representan cerca del 90% de los contenidos que circulan y se retroalimentan cotidianamente a través de billarescas carambolas que involucran a sus medios gráficos, canales de noticias y radios, producen un aluvión informativo que indefectiblemente hace blanco en el sentido común de que todo argentino de bien es antikirchnerista, y que quien se encuentre a su lado es de descontar que considera al Gobierno, a sus funcionarios, militantes o quienes simplemente simpaticen, como una simple y llana inmundicia. Y quien se atreva a defender a esa inmundicia resulta, por carácter inmediatamente transitivo, otra inmundicia, ramplonamente dicho.
A partir de esta exitosa creación de sentido común antiK, resulta habitual que, sin importar el ámbito, cualquiera sea éste, resulte propicio para que en tácita complicidad cualquiera espete a viva voz en la cola de la verdulería, a la que también, vale la pena aclarar, suelen acudir personas que podrían sentirse cercanas, afines o decididamente unidas al kirchnerismo, y tengan que escuchar y soportar en prudente silencio algunos de los habituales insultos que se reproducen y legitiman diariamente a través de esos grandes medios; uno de ellos, tomado al azar, podría ser: “Que querés con este gobierno de corrutos” (o “de corruptos”, dependiendo de dónde provenga el atributo lanzado), al que podrían sumarse cientos de los adjetivos descalificativos con los que se habla del Gobierno libremente y en cualquier parte.
Otra de las grandes construcciones de sentido fuertemente instalado en nuestra sociedad es que el kirchnerismo vino a dividir al país, que llegó para meter púa, peleas y distanciamientos entre amigos y familiares. Es posible que, por citar un ejemplo, su cuñado siempre le haya parecido un pelotudo, pero no le otorgue gravedad si cuando lo escucha hacerse el gracioso llamando a la presidenta Reina Cristina, le parezca más pelotudo que nunca. El kirchnerismo no tiene nada que ver con lo que le pasa a usted con su cuñado. Es comprobable, también, en reuniones de amigos, o de familiares, y esto puede resultarle común al lector si repasa una situación que le debe ser habitual tanto en su trabajo, en un café, o en una reunión familiar, y va otro ejemplo: lo invitan a comer un asado a lo de una compañera de trabajo de su mujer. Se encuentra con una cantidad de personas a las que habrá visto no más de un par de veces. Está, al decir horriblemente de hoy, sociabilizando. Sabe que muchos de ellos son bastante críticos del Gobierno, otros tremendos reaccionarios, y seguramente casi todos ellos saben que usted simpatiza con el kirchnerismo, no le digo más. Usted ya pasó por esto: se habla de todo un poco, de fútbol, de trabajo, y de golpe alguien dice suelto de cuerpo: “Este país, así, no da para más, después de las elecciones se va todo a la mierda”. Usted no dice nada, se hace el distraído, evita una respuesta porque no le parece que una discusión sea oportuna en esa situación. Al rato escucha que la compañera de trabajo de su mujer dice: “Éstos van por todo y no paran hasta llevarse puesta la Justicia”. A esa altura, cuando usted le está por entrar a las mollejas, escucha del otro lado de la mesa una voz que dice “¿Éste es el menú de Moreno del Indec?”. Usted, pacientemente, deja pasar la humorada, pero al rato vuelve a escuchar a otro u otra, decir “Ésta es la Carne para todos, a 80 mangos la tira de asado”. Sólo son algunos ejemplos de la infinidad de situaciones por las que el lector, al menos cercano al kirchnerismo, habrá pasado tantas veces. Y quedó claro, en el ejemplo citado, que en esa reunión saben que usted piensa distinto, pero usted ahí no existe. A usted, en ese asado, por tomar el ejemplo citado, no se le ocurriría decir alegremente, a manera de adivinanza “¿Alguien me puede decir qué cualidades tiene Mauricio Macri para gobernar la Ciudad de Buenos Aires?”. Con sólo eso, usted será, de por vida, un energúmeno kirchnerista, violento, irrespetuoso, antidemocrático que no respeta las ideas de los otros.
Algo raro está sucediendo con todo esto, por lo que se les puede otorgar la eficacia de haber invertido la carga de la generación de intolerancia, y de violencia. Insisten con que el kirchnerismo es el instigador de las peleas con su cuñado, amigos o familia, y que hasta que llegaron Néstor y Cristina Kirchner al gobierno usted nunca había discutido con nadie, ni menos enemistarse, por ejemplo, con primos, tíos o abuelos, vecinos, o había mandado al carajo a amigos a lo largo de su vida.
Pero invertir esta construcción hábilmente instalada y divulgada por quienes en comunión de principios y valores comulgan todos los habitantes de la patria que se reconocen únicos poseedores de la decencia, la ética, las convicciones democráticas y republicanas, y a la irrestricta defensa a todo tipo de libertades (¡y la de expresión en primer lugar!) que el abominable movimiento populista y dictatorial amenaza cotidianamente. Todas esas expresiones violentas e intolerantes son naturalizadas, justificadas, cuando se logra crear un enemigo, en este caso el kirchnerismo al que justamente se le aplicó la construcción de que su accionar se basa en que lo que desde esos medios le endilgan al kirchnerismo interpretando y citando rudimentariamente al filósofo alemán Carl Schmitt y la teoría amigo-enemigo. Trasladar la violencia al kirchnerismo es otra exitosa variante del sentido común imperante entre los medios. Invertir la carga de la generación de violencia, desentrañar, sacar a la luz la historia de la violencia política en el país, es un desafío urgente.
Una última apostilla a estas breves líneas. Las críticas al kirchnerismo vaciadas de contenido en las mayorías de las consignas y slogans que retumban cotidianamente son, a pesar de su mayoritaria inconsistencia, válidas en el ámbito de un sistema plural, abierto y democrático. Pero cuando las críticas al Gobierno, válidas de todas maneras (vale aclararlo siempre), provienen del ámbito intelectual, académico, que en el pasado cabalgaban por las orillas de la izquierda, o cercanos a la izquierda, al progresismo o como más le guste llamarlo, la cosa cambia porque se espera de ellos, al menos, un poco más de esfuerzo en sus argumentaciones. Usted pasó gran parte de su vida teniendo como referentes a tantos que leyó, escuchó, admiró, escritores, intelectuales, y de golpe los ve cada día más parecidos a su cuñado. Y ahí se dice a usted mismo: “Muchachos, ustedes la tenían muy clara, yo crecí leyéndolos, escuchándolos. No se parezcan al pelafustán de mi cuñado. No me digan que este gobierno no es democrático porque no hace reuniones de gabinete, o que es una dictadura, o que tantas otras cosas, porque, para eso, lo tengo a mi querido cuñado” .
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