"Inmunes a la experiencia, en cuanto terminó el escrutinio los medios y fuerzas de oposición reanudaron sus esfuerzos por construir una realidad a la medida de sus deseos. Pero a medida que se aproxima la fecha de las PASO, constatan la inconsistencia de ese espejismo y ya han comenzado a buscar explicaciones para la nueva frustración que temen. Viven anhelando un milagro porque saben que librados a sus propias fuerzas están perdidos. Y cuando el milagro se produce, se limitan a abrir la boca de asombro sólo para ver que quien actúa es una vez más Cristina."Horacio Verbitsky
EL PIROPO DE PEPE MUJICA Y SU TRADUCCION A LA POLITICA ARGENTINA
El ídolo pobre de los ricos argentinos dedicó un piropo
machista a la presidente CFK. Su terquedad le permitió sortear las peores
presiones sin apartarse de un rumbo que el electorado plebiscitó hace un año y
medio y que volverá a ponerse en juego este año. Alta tasa de empleo y baja
tasa de desocupación, con un mercado interno robusto por el que la
desaceleración no se tradujo en recesión.
Por Horacio Verbitsky
La fijación de los orientales con esta banda del río Uruguay
es una de las más acendradas tradiciones regionales que, de tanto en tanto,
eclosiona incontenible y sale por el desagüe de las bañaderas como una
inundación o con la fuerza de un exabrupto por un micrófono inadvertido. El
jueves le tocó al ídolo pobre de los ricos porteños, José Mujica, quien se
despachó de lo lindo sobre Néstor Kirchner y su esposa, la presidente CFK.
“Esta vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, ésta es terca”,
bisbiseó por la web oficial de su gobierno, en diálogo con un intendente.
Guillermo Pomi, un embajador que tiene línea directa con
Mujica y muy buena relación con figuras importantes del entorno presidencial
argentino, desdeñó la máxima “No aclares que oscurece” y se esforzó por
apaciguar las reacciones. Recién a última hora la cancillería lo citó y emitió
una comunicación formal de malestar, centrada en la denigración de Kirchner,
quien no puede contestar. Pero Cristina, que sí puede, decidió no hacerlo. Ni
dijo ni dirá nada, porque no tiene sentido pelearse por una chuscada de un
vecino cuya escala le permite cosas que entre pares serían inadmisibles. La
misma condescendencia tuvo Lula hace unos años, cuando Evo Morales envió al
Ejército boliviano a ocupar instalaciones petroleras de empresas brasileñas.
Nada ni nadie
Estado tapón, creado por la diplomacia británica del siglo
XIX para impedir la conformación de un bloque poderoso que incluyera a la Argentina y el Brasil,
el Uruguay del siglo XXI oscila entre las posiciones liberales de su
vicepresidente Danilo Astori, quien preferiría arrojarse en brazos de Estados
Unidos y desentenderse de las engorrosas negociaciones con los vecinos, y las
de Mujica, quien aún cree en el destino sudamericano del paisito y está
dispuesto a tragarse el orgullo cada vez que sea necesario en aras de ese
objetivo estratégico. Lo compensa, de tanto en tanto con macanas como la del
jueves, luego de la cual lanzó un obvio “nada ni nadie podrá separarnos”. Ni su
propia liviandad, se entiende.
Pero tal vez haya otras razones para el sensato silencio de
Cristina, acaso la definición del ex rehén de la dictadura uruguaya no le
disguste por completo. Las gracias del bufón suelen contener verdades
inapelables. Mujica les llama viejas a todas las mujeres, incluyendo la propia.
Que Cristina es terca y que Kirchner era más político son datos de la realidad
que no deberían ofender a nadie, más allá de lo chabacano de la expresión,
problema del que en todo caso deberían preocuparse los orientales. Más aún, la
terquedad es una de las virtudes que le han permitido sortear situaciones
adversas ante las que dirigentes con menos temple hubieran sucumbido. A su
manera, el presidente uruguayo le dedicó un piropo machista.
En los cinco años que lleva de gobierno esa obstinación fue
decisiva para seguir adelante con un rumbo fijo, sin amedrentarse ni
distraerse. La calidad de la gestión es un problema aparte, pero esa es una
característica estructural del Estado argentino. No ha habido administración
que pueda ser añorada en ese rubro. El caso de las inundaciones en Buenos Aires
y La Plata es
elocuente. Hace ocho años, como parte del acuerdo amistoso celebrado ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos con los integrantes de Memoria Activa víctimas del atentado
a la AMIA,
Kirchner firmó el decreto 812/05 en el que reconoció la responsabilidad del
Estado Nacional y se comprometió a ejecutar una agenda acordada por las partes.
Su artículo 4 disponía crear una unidad especializada en catástrofes, tanto
naturales como provocadas y la elaboración de un plan de contingencia, que
implicaba acuerdos entre la
Nación, la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias. Desde
entonces, la Capital
ha tenido tres jefes de gobierno de distinto signo, y ninguno ha hecho su parte
del trato. Ocho años después, nada se ha avanzado en esa dirección y todo sigue
dependiendo de la buena voluntad una vez ocurrido el desastre. Si eso no
singulariza al actual Poder Ejecutivo, su determinación para perseguir una meta
preestablecida sin apartarse por los contratiempos del camino, no tiene precedentes.
Quienes dentro del país la quieren menos que Pepe Mujica le llaman a eso
ambición de poder o sus distintas variantes según las ocasiones. A veces cuesta
distinguir si es mayor el odio o la envidia. En cualquier caso, no son buenos
materiales para la construcción política.
Fuga hacia delante
El caso emblemático transcurrió durante el primer año de su
presidencia, cuando las cámaras patronales agropecuarias le plantearon un
desafío a todo o nada, con una dimensión simbólica que iba mucho más allá de la
resistencia a las retenciones móviles por la comercialización de granos.
Durante tres meses cortaron rutas, desabastecieron a las ciudades, amenazaron a
los legisladores y por ese y otros métodos más discretos, torcieron voluntades
y frustraron el proyecto oficial por la deserción de varios senadores, que
resultaron protegidos por la escandalosa deserción del vicepresidente. Aun así,
al agradecer a los diputados y senadores justicialistas y aliados CFK dijo que
estaba orgullosa porque por primera vez en el Congreso se discutieron intereses
de los grandes capitales y no se construyeron mayorías con la Banelco. “Perdimos la
votación pero ganamos como proyecto porque hubo una fuerza política que actuó
por convicción, cuando en otras décadas sólo había voces solitarias como la
mía”, agregó. Tampoco le hizo mella el mal resultado de las elecciones
legislativas de 2009, celebradas en el peor momento de la crisis económica
global desencadenada por la burbuja especulativa inmobiliaria en los Estados
Unidos y la quiebra de los bancos que la apalancaron. Aun en ese escenario en
el que hubo intentos explícitos por forzar su renuncia, puntualizó que en la
suma del país ninguna fuerza había obtenido más votos que el Frente para la Victoria. Quienes
hubieran querido verla quebrada, la acusaron de negar la realidad. Reaccionó
impulsando una reforma del régimen electoral, negociada con los demás partidos,
que estableció las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias y el acceso
de todos los partidos a espacios gratuitos en la televisión, cuya trascendencia
el resto de las fuerzas recién advirtió cuando se aplicó por primera vez.
Además dio nuevo impulso a la ley de servicios de comunicación audiovisual, que
cambió el eje del debate político, apuntando a los poderes corporativos que
subrogaban a la oposición política. También ese año aciago creó la Asignación Universal
por Hijo, que desde entonces constituye el mayor programa de transferencia de
ingresos, que ha reducido la indigencia y la desigualdad en forma drástica y en
menor medida la pobreza. Con la nueva conformación de las cámaras del Congreso,
2010 aparecía como un año muy complicado. Pero en pocos días el Grupo Ahhh...
malversó años de prédica contra el autoritarismo y la falta de consensos:
acaparó con angurria todos los cargos en las comisiones, relegando al
oficialismo muy por debajo de la proporción que le correspondía y con ese
control se propuso desgastar al Poder Ejecutivo obligándolo a vetar leyes. La
única vez que lo consiguió fue con el 82 por ciento móvil para las
jubilaciones. No hubo una sola manifestación de protesta por parte de los
presuntos afectados, más conformes con la fórmula de ajuste bianual sancionada
por el gobierno que con la promesa de una cifra mágica pero de improbable
sustentabilidad, por parte de quienes cuando gobernaron usaron a los jubilados
como variable de ajuste. La disponibilidad acuerdista para el reparto de cargos
no se repitió en proyectos de fondo y los festejos del Bicentenario revelaron
la extensión y profundidad de un apoyo político a Cristina que mucho tiene que
ver con ese rasgo de carácter que impresionó al chacarero de Rincón del Cerro.
Ese año, el gobierno creó el Fondo de Desendeudamiento del Bicentenario, para
saldar con reservas del Banco Central los compromisos externos, lo cual dio
lugar a una batalla política y judicial, con el presidente del Banco
atrincherado en su despacho y una jueza, hija de un coronel torturador, que
emitió dos medidas cautelares, bloqueando la creación del Fondo y el desalojo
de Martín Redrado de su barricada. Más allá de las anécdotas, se discutía una
cuestión estructural: en vez del Fondo de Desendeudamiento, desde distintos
sectores de la oposición se proponía reanudar el ciclo del endeudamiento,
interrumpido. Esta presión se intensificó durante la campaña electoral de 2011,
cuando una trama de hombres del sector financiero, como el propio Redrado,
Javier González Fraga, Eduardo Amadeo, Mario Brodersohn y Alfonso de Prat Gay,
reclamaron sustituir el populismo kirchnerista por las ortodoxas metas de
inflación, con aumento de tasas de interés, reducción del gasto público y las
retenciones, apreciación cambiaria y nuevo endeudamiento público, medidas
similares a las que se estaban aplicando en Europa, con resultados que la Argentina ya conoció. Los
mismos intereses se manifestaron cuando la Fragata Libertad
quedó retenida en Ghana y a raíz del fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa,
sobre los reclamos de los fondos especulativos que no aceptaron ingresar en los
canjes de deuda de 2005 y 2010. Cristina no se movió un milímetro en ningún
caso. Rechazó cualquier pago para liberar el buque escuela, reclamó ante el
Tribunal del Mar por la Convención Internacional violada y no ofreció a
los bonistas con sede en paraísos fiscales nada que no hubieran podido aceptar
en la última reestructuración de hace tres años. Algo equivalente sucedió con
la conformación de las listas de candidatos oficiales para los comicios de
octubre de 2011, en las que Cristina relegó a las estructuras políticas y
sindicales que se creían con derechos adquiridos y en cambio optó por la
incorporación de numerosos jóvenes que sólo reconocen su liderazgo, con los
cuales logró una victoria contundente como nadie había obtenido en las cuatro
décadas previas, desmintiendo todos los augurios sobre un presunto aislamiento
que la castigaría en las urnas.
Espejismos
Inmunes a la experiencia, en cuanto terminó el escrutinio
los medios y fuerzas de oposición reanudaron sus esfuerzos por construir una
realidad a la medida de sus deseos. Pero a medida que se aproxima la fecha de
las PASO, constatan la inconsistencia de ese espejismo y ya han comenzado a
buscar explicaciones para la nueva frustración que temen. Viven anhelando un
milagro porque saben que librados a sus propias fuerzas están perdidos. Y
cuando el milagro se produce, se limitan a abrir la boca de asombro sólo para
ver que quien actúa es una vez más Cristina. El encuentro en el que la
presidente le explicó al Papa Francisco qué eran un mate y un termo, según se
percibió el diálogo desde el Uruguay, habría cambiado las relaciones de fuerza
a favor del gobierno, sostienen, con un ostensible desprecio por los
ciudadanos, a quienes atribuyen el pensamiento mágico que ellos practican. ¡Si
todo fuera tan fácil! Dentro de esta empecinada construcción de la realidad
figuran los catorce pedidos de audiencia que Cristina no le habría respondido
al Papa cuando era Arzobispo porteño. Ante la desmentida de la Conferencia Episcopal,
según la cual Bergoglio nunca pidió una entrevista personal con la presidencia
y que cuando lo hizo como titular del Episcopado fue recibido junto con los
demás miembros de la
Comisión Ejecutiva, en vez de explicar cuál fue el origen de
la versión falsa, el diario La
Nación dijo que la aclaración había sido reclamada al Episcopado
por el gobierno. Con el mismo temerario desinterés por la realidad, las
columnas políticas de los principales medios repiten desde hace meses que la
cuñada presidencial encabezará la lista de candidatos a diputados nacionales de
su fuerza este año. Lo único que varía de artículo en artículo son las
hipótesis acerca de quienes la acompañarían en la lista y contra quienes
debería competir. El pequeño detalle que en forma deliberada o por mero
desconocimiento omiten es que Alicia Kirchner nunca fijó domicilio en la
provincia de Buenos Aires, por lo que no será candidata en ese distrito. La
deontología profesional se reduce a la añeja consigna de no permitir nunca que
la realidad arruine una buena nota.
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