Miradas al Sur. Año 6. Edición número 258. Domingo 28
de abril de 2013
El fugaz impacto del poder de fuego del Grupo Clarín. La
representatividad opositora y el caso del aspirante a ocupar el lugar de
Bernardo Neustadt, que luego de crear una desmedida expectativa solo demostró
un show.
Amenos de una semana de la segunda emisión del programa de
Canal Trece del Grupo Clarín, conducido por Jorge Lanata, en la agonizante
noche del viernes pasado, la edición digital del diario La Nación, socio del
Grupo en sus tropelías mediáticas, destacaba en un pequeño y perdido recuadro
la siguiente noticia: “Detectan vuelos nocturnos de Fariña a Punta del Este:
Según publicó el diario (uruguayo) El Observador, el empresario era
un asiduo pasajero de vuelos privados con destino a Punta del Este”. A ese
espacio, a esa “prueba”, quedó reducida una investigación extraviada, que
resulta una muestra de los últimos resabios de lo que una semana atrás develaba
a una audiencia que cautivó 33 puntos de rating esperando las pruebas de una
denuncia que, al decir de Lanata, “durará lo que la gente decida que dure”, y
duró menos de lo que el aspirante a Bernardo Neustadt de estos tiempos había
previsto. El proyecto de reforma judicial tratado en el Congreso durante la
semana terminó de sacar de la agenda mediática a Lanata, a sus colegas Luis
Ventura y Jorge Rial, y a la troupe de figuras mediáticas involucradas en su
denuncia. Quizá lo más entretenido que dejó la investigación fueron las discusiones
de las hermanas Calabró, y que el tema fuera la comidilla de los panelistas del
programa de Alejandro Fantino.
Cebados y cebadores. Comprender, asimilar los
cambios de época, paradigmas y desafíos que presentan los cambios en las
dinámicas políticas y sociales es la clave fundamental para que una empresa
pueda sobrevivir, expandirse, o sucumbir. El Grupo Clarín, a través de sus
medios de comunicación, entendió cómo adaptarse a esos cambios durante las
últimas décadas. Dispuso de un poder efectivo de fuego en el manejo de la
“realidad” que le permitió, sin pudor, admitir su capacidad de condicionar y
debilitar gobiernos. Lo llevó a jactarse, y la sociedad lo naturalizó sin
escandalizarse, de aquello que al Grupo le bastaba con las famosas cuatro tapas
de Clarín para golpear, debilitar y hasta voltear a un
gobierno, o forzar elecciones. Se constituyó en heredero y representante del
poder civil que comenzó a construirse durante la dictadura. En alianza con los
principales poderes económicos ejerció su poder de fuego contra el gobierno de
Raúl Alfonsín, poniendo en práctica, por primera vez, su poder disciplinador a
un gobierno democrático. Desde entonces, avanzó y creció de manera exponencial,
a través del crecimiento de sus medios de comunicación y de la diversificación
de negocios e inversiones en áreas que nada tienen que ver con el periodismo.
En 2002, en plena crisis, le impusieron al entonces presidente interino,
Eduardo Duhalde, el desplazamiento de su ministro de Economía (Jorge Remes
Lenicov) para salvar al Grupo de la quiebra que lo acechaba. Esta larga
enumeración de logros, crecimiento y demostraciones de poder, procura
sintetizar la evolución de poder e impunidad, o para llamarlo con una expresión
más de barrio, cebados de su poderío. Cuando quisieron imponer su fuerza con
otro gobierno democrático, en 2008, representando intereses agropecuarios (otro
de los negocios del Grupo) se encontraron con un adversario que le discutió su
poder de fuego, y fue desafiado por primera vez. A partir de entonces, y hasta
nuestros días, cambió en el país la manera de discutir la información y la
lectura de la “realidad”, y la jactancia del poder de las cuatro tapas dejó de
naturalizarse, y ahí nomás, llegó la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En la brutal y
casi enceguecida lucha que encabeza desde entonces el Grupo por imponer su
otrora efectivo poder de fuego le está produciendo grotescos efectos de
desgaste, de perdida de credibilidad y de dejar abiertamente al descubierto sus
intereses, de utilizar y exponer hasta el ridículo a la casi totalidad del arco
político opositor que se cobija en los pliegues de su poder creyendo que el
grupo sigue siendo el mismo que antes del año 2008. La adaptación a los cambios
de época son fundamentales, como se apuntó anteriormente, a la continuidad de
cualquier actividad, empresarial en este caso. Negarlo, no entenderlo y
persistir en la ceguera arroja decadentes resultados.
En el caso de Jorge Lanata, con quien comenzó esta nota, su
protagónico papel que le otorga el programa de entretenimiento político que
conduce los domingos por la noche es otra pieza del armado mediático que, cual
tango, podría llamarse en lugar de “Los mareados”, “Los cebados”. Poco necesita
el aspirante a Bernardo Neustadt para que lo ceben y se crea hasta encabezando
a las fuerzas opositoras. El cebo, generalmente, se convierte en veneno.
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