Por Juan Carlos Camaño
Presidente de la Federación
Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
El 10 de enero último, el comandante Hugo Chávez Frías,
presidente de la
República Bolivariana de Venezuela, después de arrasar en las
dos recientes elecciones nacionales, continuó al frente del país como primer
mandatario elegido por su pueblo, por más que la jauría mediática
internacional, opuesta al Socialismo del siglo XXI, no haya dejado de atacar y
de mentir ni un instante. Ni haya dejado de relamerse, como hoy mismo, en el
deseo de verlo muerto al comandante-presidente.
La cara de la
Janiot, estrella de la
CNN, lo ha dicho todo en estos días: al preguntar, machacona,
acerca de los puntos y las comas de la Constitución Bolivariana;
en sistemáticas afirmaciones respecto de la “incertidumbre del pueblo”; en las
aseveraciones hechas alrededor de lo “escueto” “y poco claro” de los partes
médicos, llegados de La
Habana.
Se puede suponer, sin riesgo al error, que a la Janiot, Patricia, le duele,
le molesta, además, que sea en La
Habana, Cuba, cuna de la Revolución Socialista
en América Latina y el Caribe –liderada por Fidel- el lugar en el que Chávez
atiende su salud. ¿Pasará por la cabeza de Patricia aquello de “perros
comunistas”? ¿Sí? ¿Tanta ignorancia, todavía?
¿Puede una “periodista independiente”, “objetiva”,
“equilibrada”, desencajarse tanto? Sí, claro que sí. Hay que verle la sonrisa a
la Janiot, que
no es la de Julia Roberts, aunque ciertas veces sus amigas y amigos se
atrevieron a tanto en sus comentarios lisonjeros.
Se trata de una sonrisa que sabe a hiel. ¿Coincidimos? Patricia no tolera a Chávez, quien siempre ha sido suave y muy respetuoso con ella, nunca cínico, nunca pusilánime, nunca un chupa-medias de los dueños de la “independencia y la “objetividad” de la Janiot. Tremenda tensión parece vivir Patricia y es casi seguro que nadie desearía hoy estar en sus zapatos, menos en su sonrisa.
Y cuando el pueblo venezolano y las autoridades de gobierno se convierten en una única voluntad: por Chávez, por la Revolución y en el canto que vuelve una y otra vez a recordar que la espada de Bolivar camina por América Latina, la Janiot –suponemos, la sospechamos- recopila informes y más informes de la CIA, disimulados en biografías no autorizadas de los líderes de la Revolución Bolivariana. Recopila detalles –“primicias”- sobre las mil y una muertes de Chávez. ¿Está desesperada, Patricia? ¿Nadie le dijo que la Revolución Bolivariana será con Chávez a la cabeza en cualquier circunstancia? Hay que informarse más, Patricia.
Se trata de una sonrisa que sabe a hiel. ¿Coincidimos? Patricia no tolera a Chávez, quien siempre ha sido suave y muy respetuoso con ella, nunca cínico, nunca pusilánime, nunca un chupa-medias de los dueños de la “independencia y la “objetividad” de la Janiot. Tremenda tensión parece vivir Patricia y es casi seguro que nadie desearía hoy estar en sus zapatos, menos en su sonrisa.
Y cuando el pueblo venezolano y las autoridades de gobierno se convierten en una única voluntad: por Chávez, por la Revolución y en el canto que vuelve una y otra vez a recordar que la espada de Bolivar camina por América Latina, la Janiot –suponemos, la sospechamos- recopila informes y más informes de la CIA, disimulados en biografías no autorizadas de los líderes de la Revolución Bolivariana. Recopila detalles –“primicias”- sobre las mil y una muertes de Chávez. ¿Está desesperada, Patricia? ¿Nadie le dijo que la Revolución Bolivariana será con Chávez a la cabeza en cualquier circunstancia? Hay que informarse más, Patricia.
Su sonrisa, convengamos, es de utilería. Podría afirmarse
que en nada se parece a la de las horas felices: descuartizamiento de
Yugoslavia, invasión a Irak, golpes en Honduras y Paraguay, centros de torturas
en Europa, saqueos en Libia, en Siria; matanzas en Palestina, explotación
humana, hasta lo inhumano, en África. Todo explicado por expertos en
entrevistas en las que en idioma neutro se repasa el estado de la carnicería
planetaria planificada muy cerca del domicilio particular de Patricia: más acá
o más allá de la distancia que haya entre la casa de la Janiot y el Pentágono.
“Yo soy Chávez”. Millones y millones, en Venezuela y en el
mundo, son Chávez. Así es la historia, Patricia. No siempre se la puede torcer
a misilazos, ni con esa sonrisa amarrada a la nuca.
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