Arriba: Dos modelos . Usted elige. El kirchnerismo siempre ha sido ideológica y gastronómicamente amplio.
El 2013 comenzó con la operación de desgaste más insólita en
mucho tiempo: se trata del pedido de renuncia al Ministro de Justicia y
Derechos Humanos Julio Alak por el hecho de que su ministerio realizara un
asado en la Ex ESMA
con 2000 empleados y a los fines de presentar el plan de trabajo de aquí a
2015. El asado se realizó el 27 de diciembre pero el “escándalo” llegó recién a
la tapa de los diarios el 3 de enero por razones que desconozco, puesto que no
se trató de un encuentro secreto ni mucho menos. Con todo, los principales
medios afectados por la actuación de Alak en causas de lesa humanidad y ley de
Medios, Clarín y La Nación,
lanzaron, junto a sus empleados con micrófono y pluma, la marcada de agenda
intentando horadar la credibilidad del ministro que más alto perfil ha tenido
en los últimos meses enfrentando causas del todo sensibles.
Pero lamentablemente la operación no terminó ahí y a ella,
por inocentes o por cómplices, se sumaron referentes de una pretendida centro
izquierda como Stolbizer y la mediática Victoria Donda. Tampoco faltaron
grupúsculos de una izquierda trotskista con alguna representación en
organizaciones de derechos humanos y con bastante lugar en medios del poder
dominante al que no acusan de imperialistas cuando reciben la paga mensual.
El rezongo de estos grupos no se entiende bien pues parece
apuntar al “asado”. Es decir, es una suerte de crítica gastronómica amparada en
el supuesto “mal gusto” simbólico que supone realizar esa comida cuando se
cuenta que los militares llamaban “el asado”, justamente, a la quema de cuerpos
de los detenidos. Es decir, si Alak hubiese hecho una reunión con un menú
vegetariano o, por las dudas, vegano, no hubiera habido ningún inconveniente.
El problema, entonces, parece que era la morcilla y los chinchulines y todo
esto se podría haber evitado con un wok salteado a la Trotski o una ensalada de
remolacha con brotes de soja anti Monsanto servido en un plato que diga “No a la Minería”.
Insisto, el problema debe haber sido ese porque quienes
dejan de lado la crítica gastronómica para acentuar el sacrilegio de realizar
una comida/festejo en la Ex
ESMA olvidan que ese espacio ha sido recuperado para todo
tipo de actividades culturales y que, justamente y adrede, bajo el lema de
transformar la muerte en vida, no faltan allí recitales, murgas, bailes y
talleres varios. Alguien puede considerar que la Ex ESMA debería mantenerse
como una suerte de museo de horror y está en todo su derecho de hacerlo. Pero
las madres, los hijos y la mayoría de las organizaciones de derechos humanos
eligieron darle otro perfil desde hace ya muchos años. Quienes entienden que
esa decisión ha sido equivocada, debieron haber elevado la voz mucho tiempo
antes, cuando esta iniciativa comenzó. Incluso pudieron haber pedido a Hebe de
Bonafini que dejara de hacer su programa televisivo de cocina desde allí.
Sumarse hoy al histérico coro que pide la renuncia del ministro ante semejante
nimiedad, no es más que acercarle el cuchillo y el tenedor a quienes, en el
fondo, poco les importa el asado y sólo les preocupa la política de derechos
humanos que viene metiendo presos a los genocidas y que está avanzando cada vez
más en las complicidades del poder judicial y los poderes económicos con la
última dictadura militar.
El 2013 comenzó con la operación de desgaste más insólita en
mucho tiempo: se trata del pedido de renuncia al Ministro de Justicia y
Derechos Humanos Julio Alak por el hecho de que su ministerio realizara un
asado en la Ex ESMA
con 2000 empleados y a los fines de presentar el plan de trabajo de aquí a
2015. El asado se realizó el 27 de diciembre pero el “escándalo” llegó recién a
la tapa de los diarios el 3 de enero por razones que desconozco, puesto que no
se trató de un encuentro secreto ni mucho menos. Con todo, los principales
medios afectados por la actuación de Alak en causas de lesa humanidad y ley de
Medios, Clarín y La Nación,
lanzaron, junto a sus empleados con micrófono y pluma, la marcada de agenda
intentando horadar la credibilidad del ministro que más alto perfil ha tenido
en los últimos meses enfrentando causas del todo sensibles.
Pero lamentablemente la operación no terminó ahí y a ella, por inocentes o por cómplices, se sumaron referentes de una pretendida centro izquierda como Stolbizer y la mediática Victoria Donda. Tampoco faltaron grupúsculos de una izquierda trotskista con alguna representación en organizaciones de derechos humanos y con bastante lugar en medios del poder dominante al que no acusan de imperialistas cuando reciben la paga mensual.
El rezongo de estos grupos no se entiende bien pues parece
apuntar al “asado”. Es decir, es una suerte de crítica gastronómica amparada en
el supuesto “mal gusto” simbólico que supone realizar esa comida cuando se
cuenta que los militares llamaban “el asado”, justamente, a la quema de cuerpos
de los detenidos.
Es decir, si Alak hubiese hecho una reunión con un menú
vegetariano o, por las dudas, vegano, no hubiera habido ningún inconveniente.
El problema, entonces, parece que era la morcilla y los chinchulines y todo
esto se podría haber evitado con un wok salteado a la Trotski o una ensalada de
remolacha con brotes de soja anti Monsanto servido en un plato que diga “No a la Minería”.
Insisto, el problema debe haber sido ese porque quienes dejan de lado la crítica gastronómica para acentuar el sacrilegio de realizar una comida/festejo en la Ex ESMA olvidan que ese espacio ha sido recuperado para todo tipo de actividades culturales y que, justamente y adrede, bajo el lema de transformar la muerte en vida, no faltan allí recitales, murgas, bailes y talleres varios.
Alguien puede considerar que la Ex ESMA debería mantenerse
como una suerte de museo de horror y está en todo su derecho de hacerlo. Pero
las madres, los hijos y la mayoría de las organizaciones de derechos humanos
eligieron darle otro perfil desde hace ya muchos años. Quienes entienden que
esa decisión ha sido equivocada, debieron haber elevado la voz mucho tiempo antes,
cuando esta iniciativa comenzó. Incluso pudieron haber pedido a Hebe de
Bonafini que dejara de hacer su programa televisivo de cocina desde allí.
Sumarse hoy al histérico coro que pide la renuncia del ministro ante semejante
nimiedad, no es más que acercarle el cuchillo y el tenedor a quienes, en el
fondo, poco les importa el asado y sólo les preocupa la política de derechos
humanos que viene metiendo presos a los genocidas y que está avanzando cada vez
más en las complicidades del poder judicial y los poderes económicos con la
última dictadura militar.
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