Por: Víctor Hugo Morales
La
Corte Suprema validó un gol con la mano para que se defina
por penales. El córner de la cautelar del Grupo Clarín fue resuelto con la
prepotencia del que tiene al juez asustado, con más ganas de irse que de pitar.
En el per saltum, cuando la pelota venía envenenada, en comba hacia adentro, se
vio clarito cómo empujaban al arquero. Pero la Corte Suprema hizo
como cualquier otro juez, la vista gorda, lo cual se le perdona, acostumbrados
a la escasa ecuanimidad. Aplicó la parcialidad que, de tan repetida, se vuelve
una forma de justicia. Ya sentó jurisprudencia la escasa neutralidad. Un día se
dirá que, si hay justicia de la buena, la misma falla por traicionar la
seguridad jurídica que se asienta en el hábito de la arbitrariedad. Que no vea
lo desvalido que estaba el arquero en el per saltum, vaya y pase. Pero que se
coma la mano brutal de la cautelar, que traicione lo que como árbitro general
había dicho sobre lo que otros sentenciadores, a los que había señalado que la
cautelar era trampa, era no querer jugar, eso sí que depreda la legitimidad.
La
Corte Suprema sabe que la estrategia del Grupo es que se
incendie el estadio, que rompan las alambradas, que el partido no termine
nunca.
Está entre la espada y la pared. Entre la justicia y el
miedo. Pobre.
La Corte
Suprema de Justicia Si No Me Comprometo Demasiado, falló,
pero no por lo que dictaminó, sino que falló en el remate final como un jugador
que en el instante decisivo, cuando define si es un grande o uno más del
montón, se asusta y se come el gol.
Al juez Alfonso le dijeron que apurara el partido, que le
metiese al “siga siga” del Flaco Lamolina. Metale fierro hombre que el mundo se
acaba. Falle que el Grupo lo pide. A la Cámara Biltmore
(se da por descontado que un lector de Tiempo sabe que es la Camara Biltmore o
el Grupo Miami) en cambio le ruega que si puede, pero sólo si eso le cabe, le
dé un empujoncito al asunto.
Es decir que la Corte Suprema no sólo le dio el gol chancho sino
que le prometió al Grupo que hay descuentos. Un rato largo, para ver qué pasa.
Si el partido termina un día, el Grupo está perdido (la
verdad... ¡vaya uno a saber!).
Por eso lo que le sirve es que se juegue siempre, hasta que
a los rivales los echen los de la tribuna a puro cacerolazo y cantando el
himno.
El partido entre el Estado-Pueblo y la Corporacion Mafiosa
sigue.
A la Corte
la angustia, como a Hamlet el fantasma de su padre, tomar una decisión. Son
demasiados crímenes a juzgar. Sabe quién puso el veneno en el oído del pueblo,
conoce sus cómplices y ha visto cómo se deschavan los culpables. No es Hamlet.
Es el que ve la representación de la obra. Sabe cómo han sido los hechos. La
cuestión era ser o no ser. Y no fue.
El córner de la cautelar del Grupo Clarín fue resuelto con
la prepotencia del que tiene al juez asustado, con más ganas de irse que de
pitar.
La
Corte Suprema sabe que la estrategia del Grupo es que se
incendie el estadio, que el partido no termine nunca.
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