Por: Jorge Gómez Barata
Hasta hoy el único gobernante norteamericano juramentado
fuera del país fue William R. King, vicepresidente del 13er. presidente
Franklin Pierce, quien en 1853 enfermó de tuberculosis, viajó a Cuba para
tratar de restablecerse y no estuvo presente en la toma de posesión en
Washington. Una dispensa del Congreso le permitió jurar el cargo en La Habana.
Cuando el 2 de agosto de 1923 el presidente Warren Harding
falleció repentinamente, su vicepresidente, Calvin Coolidge, se encontraba en
una apartada zona rural de Vermont, por lo cual asumió la presidencia un día
después. El juramento fue tomado por su padre. 110 años después, en noviembre
de 1963, Lyndon B. Johnson tomó posesión a bordo del Air Force One.
A pesar de tan rotundos precedentes, las complicaciones post
operatorias que presumiblemente impedirán, al reelecto presidente Hugo Chávez,
estar en Caracas para la toma de posesión ante la Asamblea Nacional,
el próximo 10 de enero, son dramatizadas y manipuladas para utilizar un hecho
conocido y legalmente incuestionable como pretexto para inducir a un “golpe de
estado clínico”.
Ante litigios constitucionales, las autoridades
legislativas, ejecutivas y judiciales, incluido el presidente cuya opinión debe
ser tomada en cuenta, están obligadas a procurar que se actúe conforme a
derecho y que se cumpla la ley y, en este caso, la voluntad popular formalmente
expresada y registrada. En la presente coyuntura venezolana, se trata de
encontrar las fórmulas para facilitar que el mandatario electo tome posesión de
su cargo, no para impedir que lo haga.
Los hechos, expuestos con buena fe y total transparencia, no
dejan lugar a dudas: se trata de un presidente que en posesión del cargo para
el cual fue reelecto, vivo, mentalmente apto y en uso de sus derechos, entre
ellos a que se aplique la
Constitución que al respecto no puede ser más clara.
En su artículo 231, sin ningún género de dudas ni margen a
interpretaciones diversas, la
Constitución venezolana establece que: “El candidato elegido
o candidata elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el diez de
enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional…”.
A renglón seguido el texto pauta una alternativa. “Si por
cualquier motivo sobrevenido (que es el caso) el Presidente o Presidenta de la República no pudiese
tomar posesión ante la
Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de
Justicia”.
Para el segundo ítem, precisamente por tratarse de motivos
“sobrevenidos”, es decir “repentinos o imprevistos” y debido a que es imposible
legislar sobre lo ignoto, el texto no establece lugar, fecha ni plazos, cosas
que conscientemente los constituyentes dejaron al arbitrio de las autoridades
concernidas que son: la
Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo y el Presidente
quienes, de mutuo acuerdo, deben aplicar la norma. En este caso, lo coherente
con la sustancia de la ley y lo jurídicamente significativo es que el
presidente tome posesión ante las autoridades mandatadas. El modo y el momento
son secundarios.
Actuando de buena fe y para consumar la voluntad popular y
constitucional de que el presidente electo tome posesión, pueden tomarse varias
providencias: (1) la presidencia de la Asamblea Nacional
viaja a La Habana
o el Tribunal Supremo se desplace y tome juramento al presidente en Cuba.
En Estados Unidos, verdadera patria del constitucionalismo
liberal, nueve de sus 44 presidentes han tomado posesión de modo irregular.
Cuatro de ellos lo hicieron porque el presidente murió de muerte natural en el
desempeño del cargo. Otros cuatros debido a magnicidios y uno, Gerald Ford, por
la renuncia de Richard Nixon.
Como datos curiosos pueden anotar que: al jurar la
presidencia, por ser agnóstico, John Quincy Adams lo hizo sobre un libro de
leyes, el católico Lyndon Johnson sobre un misal y Franklin Pierce utilizó la
palabra “afirmo” en lugar de “juro”. Al renunciar, Richard Nixon planteó un
problema inédito, pues se trataba de un hecho sin precedentes respecto a lo
cual en la Constitución
no hay una sola palabra. Cuentan que consultado al respecto, el presidente del
Tribunal Supremo comentó: “Con hacer constar su decisión parece suficiente”
En la presente coyuntura, lo legal, ético y moralmente
correcto es facilitar la toma de posesión de Chávez. La vida y la Providencia dirán si
hubiera que invocar otros preceptos. Allá nos vemos.
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