Arriba: Cristina Fernández en Vietnam e Indonesia, en un diálogo Sur-Sur en la zona con más perspectiva de desarrollo en este siglo.
Miradas al Sur. Año 6. Edición número 244. Domingo 20 de
enero de 2013
Por
Eduardo Anguita
Es previsible que un latinoamericano se pierda en los
laberintos de las ciudades medievales europeas. De igual modo, es altamente
probable que un europeo no pueda entender de qué modo funcionan las
instituciones democráticas latinoamericanas. Lo cierto es que los europeos
perdieron el rumbo y ahora muchos de ellos al menos registran lo que pasó en
esta región del planeta. Una salvedad imprescindible: en los noventa, las
empresas españolas y en alguna medida francesas llegaron a estas costas pero en
plan de quedarse con porciones importantes de lo que hasta entonces eran
espacios gestionados por el Estado. Ahora, por ejemplo, en Francia, que no es
el país más golpeado por la crisis, el presidente socialista François Hollande
y la líder derechista Marine Le Pen ¿coinciden? en que la Argentina es un ejemplo
a tener en cuenta. En el caso de los franceses, porque llegan a las cifras de
desocupación más altas desde que establecieron la medición estadística en ese
tema. Lo cierto es que Hollande no puede cerrar las cuentas y su proyecto de
gravar a los franceses más ricos con un impuesto del 75% a quienes tengan
ganancias superiores al millón de euros anuales quedó empantanado. Todos los
medios señalan que el presidente fue por lo menos desprolijo, que el proyecto
tenía graves fallas técnicas y que por el eso el Consejo de Estado lo vetó. Eso
sí, no cundió la idea de emprolijar los supuestos errores y hacer una reforma
tributaria para poner en marcha una transferencia de ingresos de los más ricos
al conjunto de la sociedad.
En el caso de España, la derecha del Partido Popular (PP) parece haberse encerrado en llevar la transferencia de ingresos de los pobres a los ricos sin anestesia. En efecto, no hay inflación como mecanismo tramposo de fijar precios relativos. Lo que hay es directamente expulsión de trabajadores de modo brutal. Un ejemplo: Telemadrid es el canal de la Comunidad de Madrid. Desde hace décadas esa comunidad estuvo manejada por la derecha del PP. No pueden echarles la culpa a los socialistas de que la planta de personal fuera de casi mil personas. Para ver qué hacían, la dirección del canal contrató por una cifra altísima una consultoría de recursos humanos que recomendó echar al 70% del personal y ¡mantener a los casi 20 altos cargos ejecutivos! Hace una semana, el 70% de los trabajadores –la mayoría ingresados durante gestiones del PP– recibió el telegrama de despido. Tenían que pagarles 45% de un salario mensual por año trabajado, pero una nueva normativa estableció que con el 20% era más que suficiente.
¿Qué pueden pensar los líderes europeos que se intoxicaron con intelectuales y periodistas que publicaron durante los últimos años todo tipo de artículos descalificadores del populismo latinoamericano? ¿Alguno de ellos reparó, por ejemplo, en que Cristina Fernández de Kirchner, en junio de 2009, cuando la crisis europea era una realidad concreta, expuso ante la asamblea anual de la Organización Internacional del Trabajo cuáles fueron los rumbos tomados para sacar a la Argentina del default creando empleos y estimulando la producción?
Volviendo al principio de esta nota, si los líderes políticos que integran instituciones como la Unión Europea, con todos los reglamentos al día, preguntan cómo funcionan organismos como la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe, podrán encontrarse con un panorama sombrío. No. Efectivamente, acá todo parece ser muy provisorio. Eso sí, con un poco de ingenio, podrán darse cuenta de que a ninguno de estos líderes políticos –todos surgidos de elecciones libres y con posiciones e historias diversas– se le va a ocurrir mandar soldados a Afganistán o decidir una invasión a una ex colonia, como Mali, con la única justificación de que hay “una fracción islamista” a la que es preciso aplastar. Al frente no está Nicolas Sarkozy, sino el socialista Hollande.
En el caso de España, la derecha del Partido Popular (PP) parece haberse encerrado en llevar la transferencia de ingresos de los pobres a los ricos sin anestesia. En efecto, no hay inflación como mecanismo tramposo de fijar precios relativos. Lo que hay es directamente expulsión de trabajadores de modo brutal. Un ejemplo: Telemadrid es el canal de la Comunidad de Madrid. Desde hace décadas esa comunidad estuvo manejada por la derecha del PP. No pueden echarles la culpa a los socialistas de que la planta de personal fuera de casi mil personas. Para ver qué hacían, la dirección del canal contrató por una cifra altísima una consultoría de recursos humanos que recomendó echar al 70% del personal y ¡mantener a los casi 20 altos cargos ejecutivos! Hace una semana, el 70% de los trabajadores –la mayoría ingresados durante gestiones del PP– recibió el telegrama de despido. Tenían que pagarles 45% de un salario mensual por año trabajado, pero una nueva normativa estableció que con el 20% era más que suficiente.
¿Qué pueden pensar los líderes europeos que se intoxicaron con intelectuales y periodistas que publicaron durante los últimos años todo tipo de artículos descalificadores del populismo latinoamericano? ¿Alguno de ellos reparó, por ejemplo, en que Cristina Fernández de Kirchner, en junio de 2009, cuando la crisis europea era una realidad concreta, expuso ante la asamblea anual de la Organización Internacional del Trabajo cuáles fueron los rumbos tomados para sacar a la Argentina del default creando empleos y estimulando la producción?
Volviendo al principio de esta nota, si los líderes políticos que integran instituciones como la Unión Europea, con todos los reglamentos al día, preguntan cómo funcionan organismos como la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe, podrán encontrarse con un panorama sombrío. No. Efectivamente, acá todo parece ser muy provisorio. Eso sí, con un poco de ingenio, podrán darse cuenta de que a ninguno de estos líderes políticos –todos surgidos de elecciones libres y con posiciones e historias diversas– se le va a ocurrir mandar soldados a Afganistán o decidir una invasión a una ex colonia, como Mali, con la única justificación de que hay “una fracción islamista” a la que es preciso aplastar. Al frente no está Nicolas Sarkozy, sino el socialista Hollande.
Cristina y el sur.
Ciertos analistas argentinos demuestran una cierta melancolía cada vez que la Presidenta viaja a
lugares donde nunca se sometió a la Argentina. Les disgusta profundamente que
Cristina haya emprendido un viaje que empezara por La Habana, donde seguramente
se interesó no solo por la salud de Hugo Chávez sino que querrá saber qué hace
el gobierno de Raúl Castro para dar pasos certeros en la dirección de lograr de
una vez por todas integrarse al sistema panamericano. Les molestó a esos
analistas que Cristina hubiera viajado a La Habana en coincidencia con la asunción de Barack
Obama en enero de 2009. Debió ella misma explicar que la Casa Blanca no suele
invitar mandatarios de otras naciones a esas ceremonias. Pero, ¡cómo La Nación iba a perder
la oportunidad de señalar que el día que asume un presidente norteamericano es
preciso estar en un territorio amigo (de Estados Unidos)! Muchos no se
enteraron todavía que la
Guerra Fría terminó. No es entonces razonable pensar que
muchos líderes de lo que era el Primer Mundo tomen dimensión de que sus propios
analistas y laboratorios les muestren que lo que crece es el diálogo Sur-Sur y
el comercio Sur-Sur. Ojo, muchísimas empresas sí lo hacen. Y la llamada
“deslocalización” de plantas industriales incluye que algún astillero de
Marsella haya mudado sus máquinas y sus ingenieros al sudeste asiático o que
Vietnam –con ese crudo realismo que les permite no perder el sueño aunque les
liquidaron a millones de vietnamitas– haya encontrado un lugar en el mundo
fomentando una industria textil basada en la relocalización de las plantas
industriales de marcas norteamericanas y europeas de indumentarias que
aprovechan la estabilidad y los peores salarios (relativos) de esa región del
mundo. Eso sí, crecen al 5 o 6% anual desde hace décadas. Y mejoran su
infraestructura. Y planifican la producción y el consumo energéticos. Y mejoran
la calidad de la educación y la salud. Pero, ¿qué hacen los supermillonarios
que manejan esas empresas cuando tienen que afrontar las realidades de sus
casas matrices? No es fácil simplificar una respuesta, pero hasta ahora solo
buscan ajustes y despidos. De pagar impuestos en serio, nada. De combatir en
serio los paraísos fiscales, nada.
Cristina Kirchner tiene que viajar en un avión alquilado por precaución. Porque los tenedores de títulos que no entraron en los canjes quizá tengan algún otro juez amigo, vaya a saber. Y porque a fines de febrero lo que pueda pasar en los tribunales de Nueva York respecto de los tenedores de esos títulos es una incógnita. Y, sin duda, los analistas de la derecha ya están preparando alguna nota para ver lo frágil que es la Argentina. No les interesa sentarse, desapasionadamente, algún día, a ver dónde estaba la sociedad y dónde está ahora.
Cristina pide, insistentemente, para que cambien las reglas de comercio internacional. No está claro, con los bajos niveles de institucionalidad latinoamericanos y caribeños, qué podría pasar, por ejemplo si falta Hugo Chávez o si algún día el precio de la soja o del oro cambia. Está claro que las deudas del continente con sus pueblos son muchísimas. Y sería extraordinario que esta región fuera más integrada y aprovechara mejor sus recursos. Que, en definitiva, mejorara sus instituciones regionales. Pero, hasta ahora, los logros, los logros en serio, se dieron por la determinación de avanzar sobre los privilegios y los intereses de las multinacionales en la región. Ojalá los representantes de la Unión Europea traigan algo más que algunos proyectos de relocalización de las empresas de sus países. Ojalá se lleven algo más que la corroboración de lo poco organizado que está este rincón del mundo. Quizá alguno se de cuenta de que podrían leer aquel discurso de Cristina en la OIT de hace tres años.
Cristina Kirchner tiene que viajar en un avión alquilado por precaución. Porque los tenedores de títulos que no entraron en los canjes quizá tengan algún otro juez amigo, vaya a saber. Y porque a fines de febrero lo que pueda pasar en los tribunales de Nueva York respecto de los tenedores de esos títulos es una incógnita. Y, sin duda, los analistas de la derecha ya están preparando alguna nota para ver lo frágil que es la Argentina. No les interesa sentarse, desapasionadamente, algún día, a ver dónde estaba la sociedad y dónde está ahora.
Cristina pide, insistentemente, para que cambien las reglas de comercio internacional. No está claro, con los bajos niveles de institucionalidad latinoamericanos y caribeños, qué podría pasar, por ejemplo si falta Hugo Chávez o si algún día el precio de la soja o del oro cambia. Está claro que las deudas del continente con sus pueblos son muchísimas. Y sería extraordinario que esta región fuera más integrada y aprovechara mejor sus recursos. Que, en definitiva, mejorara sus instituciones regionales. Pero, hasta ahora, los logros, los logros en serio, se dieron por la determinación de avanzar sobre los privilegios y los intereses de las multinacionales en la región. Ojalá los representantes de la Unión Europea traigan algo más que algunos proyectos de relocalización de las empresas de sus países. Ojalá se lleven algo más que la corroboración de lo poco organizado que está este rincón del mundo. Quizá alguno se de cuenta de que podrían leer aquel discurso de Cristina en la OIT de hace tres años.
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