El conflicto político se intensifica en Venezuela o disminuye en su intensidad en función de factores diversos. La movilización popular asume el perfil de una pleamar indetenible o autodiseña sus contornos como bajamar paulatina pero anunciadora de nuevas tempestades.
Los Estados Unidos han visto en la nueva operación quirúrgica a que fue sometido el Presidente Hugo Chávez una nueva oportunidad para la desestabilización política del país apostando a que el PSUV y la Revolución Bolivariana se han quedado sin liderazgo. Sobre esa suposición equivocada, el Departamento de Estado coordina con la oposición nucleada en la MUD (Mesa de Unidad Democrática), la disputa del territorio. El primer movimiento quiso apuntar a la capital, Caracas. Es verosímil prever que luego tratarían de soliviantar a buena parte de la población en todo el país.
El intento parece irracional, no sólo porque la MUD alberga en su seno posiciones divergentes sobre diversos puntos sino porque su peso específico frente a la mayoría del pueblo venezolano encuadrado en el Partido Socialista Unido de Venezuela no la erige en alternativa política ni ahora ni de cara al futuro.
Sin embargo y en la medida en que esta Venezuela es completamente disfuncional a los planes de restauración neoliberal en el continente, las agencias estadounidenses diseminadas en la región no cejarán en sus propósitos de desestabilizar al gobierno bolivariano.
Las últimas operaciones de inteligencia orientadas a ese fin han sido las declaraciones de Guillermo Cohéz -que ahora ostenta el título de ex embajador de Panamá ante la OEA- criticando la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela que se pronunció por la continuidad administrativa del gobierno. Esas declaraciones constituyeron una grosera injerencia, a tal punto que el propio gobierno panameño, presidido por Ricardo Martinelli, salió a desmentir a su embajador y lo destituyó del cargo.
Cochéz no hablaba por sí ni con libreto propio. Su discurso se parece en mucho a un guión redactado, en líneas generales, en otra parte, y así lo dio a entender Roy Chaderton, representante de Venezuela en la OEA: “Como político familiarizado con maniobras, gestiones e intereses, confieso que prefiero polemizar con el dueño del circo y no con el más colorido y chistoso animador de la pista circense, pero el dueño del circo es muy inteligente y prefiere que otros sean voceros de sus intereses”, manifestó Chaderton, hace pocos días, en el pleno de ese organismo.
Y el actual jefe del gobierno, el vicepresidente a cargo Nicolás Maduro, ratificó esos dichos: “Nosotros, humildemente, le damos las gracias al presidente Ricardo Martinelli, de parte del presidente Hugo Chávez y del pueblo de Venezuela”, expresó. Se refería, claro, a la terminante desmentida que sufrió Cochéz por parte de su propio gobierno y a su destitución como embajador por parte del Presidente Martinelli.
A la segunda opereta golpista desbaratada por Venezuela le salió al cruce Argenis Chávez, hermano del Presidente Hugo Chávez. La agencia estadounidense Associated Press (AP) difundió la mentira de que, según el hermano del Presidente, éste regresaría al país “en los próximos días”. Si la “noticia” de la agencia “independiente” se deja pasar y Chávez no regresa, Capriles ya sabe lo que tiene que hacer: conferencia de prensa en Globovisión afirmando que el Presidente está muy enfermo, que el gobierno le oculta información al pueblo y que, por ende, el Tribunal Supremo debe rever su decisión. Seguidamente, el texto guionado le sigue indicando al jefe de la MUD cómo proceder: agitar al pueblo llamándolo a las calles para generar un caos a cuyo socaire se pueda implantar al aire libre una disidencia permanente, armada, desarmada o medio armada (eso dependerá de las circunstancias). Y así.
Argenis Chávez desmintió esas declaraciones que AP le atribuyó: “Los voceros, son y han sido el Vicepresidente Ejecutivo de la República, Nicolás Maduro, y el Ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, quienes a través de los comunicados oficiales del Gobierno Bolivariano han dado detalles del estado de salud del Presidente de la República, Hugo Chávez Frías” –manifestó Argenis-. Nada había dicho el hermano del Presidente, pero AP le atribuyó aquella declaración.
El poder popular en la calle
El 23 de enero de 1958 caía la última dictadura que asoló a Venezuela: la de Marcos Pérez Jiménez. El pueblo salió ahora a la calle para conmemorar aquel acontecimiento. Sin embargo, los datos y la realidad confirman con tozudez inapelable que aquella dictadura fue sustituida por un simulacro de democracia, la que surgió inmediatamente del “Pacto de Punto fijo” en virtud del cual adecos (socialdemocracia) y copeyanos (socialcristianos) acordaron la realización de elecciones amañadas y la consiguiente repartija del poder del Estado. Este sistema duró décadas. Concretamente duró hasta que el actual Presidente protagonizó, en 1992, el primer levantamiento popular que se proponía instaurar en el país una verdadera democracia participativa y popular. Pero esta “Toma de Caracas” que finalizó ayer, fue un acto de masas que se realizó en un contexto singular, es decir, en medio de otra ofensiva del Departamento de Estado –socio mayor de la oposición venezolana- para desestabilizar al legal y legítimo gobierno del Partido Socialista Unido de Venezuela.
La manifestación fue masiva en millones. Caracas vibró con las masas en sus calles defendiendo la democracia, las conquistas adquiridas y afirmando su voluntad de dar pelea por las que aún faltan. Y, sobre todo, puso un dique de advertencia a las pretensiones golpistas de unos Estados Unidos en amalgama cochina con la MUD.
La “Gran Toma de Caracas” fue parte de la disputa política que se libra hoy en Venezuela entre las fuerzas obreras y populares del socialismo bolivariano y las menguadas energías con que cuenta la restauración neoliberal burguesa encarnada en la Mesa de Unidad Democrática.
Este conglomerado –al que une sólo su aspiración de derrotar a la revolución popular que en 1992 alumbró con la conducción del comandante Hugo Chávez Frías- está integrado por las agrupaciones denominadas Proyecto Venezuela, conducida por Enrique Salas Romer; Primero Justicia, de Henrique Capriles y Tomás Guanipa; y Voluntad Popular, dirigida por Leopoldo López y que en la última elección del 16 de diciembre pasado cosechó la magra suma de 243.000 votos, esto es, el 2,6 % del total de os votos afirmativos y válidos emitidos.
Originariamente, la MUD había convocado a una concentración callejera para repudiar la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela que se pronunció por la legalidad y legitimidad del actual proceso institucional, cuya característica saliente es la designación, por parte del Presidente Hugo Chávez, del ex ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Maduro, como vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo hasta tanto Chávez se reponga de su enfermedad y esté en condiciones físicas de jurar la presidencia que obtuvo en las elecciones de octubre de 2012.
La convocatoria de la oposición significaba un alzamiento de hecho contra la designación de uno de los poderes del Estado, lo cual le confería una clara connotación desestabilizadora. La respuesta del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) fue apelar a las masas para defender el poder popular, convocando a la referida “Toma de Caracas” para la misma fecha que había planificado la MUD. Ésta comprendió su error de cálculo: quedaría expuesto, en el escenario político local y mundial, su carácter evidentemente minoritario respecto del conjunto del pueblo venezolano y sus evanescentes divagaciones sustituirían a las propuestas de proyecto de país que toda fuerza política debe ofrecer a su pueblo. Y la MUD carece de propuestas. Y si las tiene, debe ocultarlas pues, de hacerlas públicas, obtendría, todavía, menos votos. No pueden decir que pretenden entregar los recursos del país a las multinacionales extranjeras por la vía de la privatización de PDVSA, la petrolera estatal. Tienen que negar en público que el ajuste que traen bajo el poncho implica, en primer lugar, acabar con los beneficios sociales, políticos, económicos y culturales que el pueblo ha venido obteniendo con la Revolución Bolivariana. Esconden que la salud de la población, derecho al que han accedido las más amplias masas de Venezuela, incluso las que habitan los más recónditos y alejados rincones en aldeas incrustadas en plena amazonia inaccesible, desaparecería como derecho pues las brigadas cubanas de médicos que han aportado a esa democratización del derecho a la salud serían disueltas y expulsadas del país. Ese es el “programa” de la MUD. Por eso, desistieron de salir a la calle y se juntarán en algún rincón urbano de Caracas.
Ese fue el sentido profundo de la “Toma de Caracas”. Defender la Revolución Bolivariana y tornar imposible el roll back con que sueñan los vampiros anglosajones y algunos sirvientes latinos como los derechistas franceses de Hollande y los conservadores españoles filofranquistas de Rajoy, es decir, volver atrás las conquistas y someter de nuevo al pueblo a la explotación capitalista. Y, sobre todo, volver a echar mano a las cuantiosas reservas de gas y petróleo que albergan las entrañas calientes y húmedas del país del Orinoco.
Nicolás Maduro habló con la fuerza y la verba de un cuadro forjado en las luchas populares venezolanas. Rodeado del Estado Mayor de la Revolución, convocó a las masas de obreros, estudiantes, campesinos maestros y pueblo en general a defender una revolución que ya no tendrá afirmó- marcha atrás-. Destacó, en ese sentido, la unidad del “pueblo armado” (Fuerzas Armadas) y el “pueblo civil”. Se refirió al derrocamiento del dictador pro yanqui Pérez Jiménez pero a continuación señaló que sus sucesores, los artífices del pacto de “Punto Fijo”, traicionaron al pueblo y Venezuela siguió postrada frente a las multinacionales del petróleo y con índices de desempleo y educación que convertían la vida del pueblo en una pesadilla cotidiana. Los políticos aquellos -dijo- “vendieron su alma a la burguesía y a la oligarquía de este país… Traicionaron al pueblo, pero con Chávez nosotros nos hemos propuesto derrotar para siempre la traición…”.
Por último, Maduro afirmó que la dirección colectiva actual de la Revolución Bolivariana está “monolíticamente unida”, tanto en lo político como en lo ideológico. Y denunció las criminales operaciones de la oposición apoyada por los Estados Unidos. Concretamente, denunció planes estadounidenses y de la oposición para asesinar a Diosdado Cabello y a él mismo. Para eso –aseguró- han estado preparando el terreno echando a correr el rumor de que entre ambos hay peleas y concepciones antagónicas de orden político. La segunda parte incluye –como es obvio a esta altura- dar muerte a uno de ellos para que Globovisión -la cadena pronorteamericana- salga al otro día a culpar al otro. Si el muerto es Cabello, el autor fue Maduro; y viceversa.
Aseguró la presencia de la cúpula del gobierno bolivariano –el sábado y domingo próximos- en la cumbre de la CELAC a celebrarse en Santiago de Chile.
Por esos temas discurrió el vicepresidente en un acto de masas impresionante que copó toda la ciudad de Caracas como para que la embajada yanqui tome nota de que ahí se podría entrar pero luego… luego no se sale.
Por Juan Chaneton
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario