Comercio exterior, industrialización y empleo en argentina
Como siempre, el mitrismo histórico preocupadísimo por la
industrialización y la modernización económica.
Por:
Federico Bernal
Federico Bernal
La
Argentina cerró 2012 con un superávit de 12.600 millones de
dólares, fuerte preservación del empleo y la producción. Nada mal en un año
sumamente complejo para todas las economías del globo. La cristinista y
chavista Fundación Mediterránea no puede estar más de acuerdo: "Entre el
año 2008 y 2012, la población económicamente activa se incrementó al 0,9%
promedio interanual (...) y el desempleo se redujo en promedio un 2,1% anual",
agregando asimismo que "la participación de empleos informales o precarios
se redujo del 53,8% al 42,6%" en igual período (Informe "Mercado
laboral: El empleo público crece más desde 2008 y la reducción de la
informalidad encuentra sus límites" - Noviembre de 2012). La generación de
empleo (o su preservación en un contexto de crisis internacional aguda) refleja
como ningún otro parámetro la importancia de seguir controlando el comercio
exterior y aplicando políticas de defensa de la propia industria. Claro que para
los intereses de la semicolonia todo esto resulta una verdadera pesadilla. Más
empleo, más consumo y más mercado interno implican menos saldo exportable de
granos y vacas, más bocas que alimentar, más obras que construir, más servicios
públicos, más "gasto público". De gran aldea a Nación. Mitre se
revuelve en su tumba.
LA ARGENTINA, ¿REGLA O EXCEPCIÓN A NIVEL DEL G-20?
LA ARGENTINA, ¿REGLA O EXCEPCIÓN A NIVEL DEL G-20?
Acelerado por la crisis internacional,
asistimos al fin del intervencionismo de mercado sobre el comercio exterior (o
dicho de otro modo, al fin del libre comercio), cosa que para el diario La Nación no puede traer nada
bueno. Así lo hace saber: "El comercio exterior de la Argentina cayó un 5%, la
inversión pasó del ya pobre 24% del PBI en 2011 al 21% en 2012, y el país fue
el único de América Latina en el que se derrumbaron las importaciones
(7,5%)" (La Nación
- 13/01/13). El articulista afirma también que el sector industrial ha sido
"el más golpeado", consecuencia del derrumbe de las importaciones en
rubros cruciales como agroquímicos, autopartes, petroquímica y automotor, entre
otros". Como siempre, el mitrismo histórico preocupadísimo por la
industrialización y la modernización económica. Ahora bien, supongamos verídica
la afirmación de una Argentina a la cabeza de Latinoamérica en cuanto a la
caída de compras de bienes e insumos industriales al exterior. En primer lugar,
cabe señalar que la merma en las importaciones de este tipo de productos es una
tendencia mundial. Más adelante explicaremos el por qué. En el último informe
de la OMC y en
relación a este aspecto, se lee claramente: "Las nuevas restricciones al
comercio implementadas por las economías del G-20 durante los últimos cinco
años afectan un amplio rango de productos. [...] Los sectores más fuertemente
afectados en términos de protección comercial son: maquinaria eléctrica,
maquinaria y partes mecánicas, productos químicos, plásticos, fertilizantes,
aceites minerales y combustibles." (OMC. Reports on G-20 Trade and Investment Measures. Mid-May to
Mid-October 2012). ¿Por qué el articulista no informa al lector de este
pequeño detalle? La
Argentina no es una disparatada excepción, como nos quiere
hacer creer el reaccionario diario.
EL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO Y EL MUNDO REAL.
EL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO Y EL MUNDO REAL.
En segundo lugar, y
específicamente sobre la performance del comercio exterior argentino, conviene
contextualizarla regional y mundialmente. Comencemos pues comparando la Argentina con Brasil,
como tanto gustan hacer los gurúes de la ortodoxia económica. ¿Sabe el lector
cuánto cayó el comercio exterior brasilero en 2012? Según el ministerio de
Desarrollo de aquel país, un 34,78% en relación a 2011. Incluso, y a pesar de
haberse conseguido un superávit de 19.430 millones, las exportaciones se
desplomaron 5,26% (y las importaciones 1,37% menos). ¿El resultado de todo
esto? El pasado 25 de enero el ministerio de Trabajo y Empleo informó que la
tasa de creación de empleos en 2012 fue la peor de los últimos tres años, esto
es, la peor desde el inicio de las crisis internacional. Tal indicador viene
siendo observado con suma preocupación por el gobierno de Dilma Rousseff, como
se sabe, emblema del neoliberalismo criollo. No es por tanto de extrañar las
medidas proteccionistas y de estímulo industrial tomadas durante el año pasado.
De la misma manera que la presidenta argentina, la primera mandataria no se
deja engañar por el canto de sirenas del libre comercio e incrementa la defensa
de la industria doméstica. Una vez más, echemos mano al referido informe de la OMC. Allí se destaca a
la potencia sudamericana y sexta economía del mundo como el miembro del G-20
que más medidas anti-dumping tomó en 2012 (35% del total de medidas). En otras
palabras, Brasil fue la economía más proteccionista del planeta tierra. Macri,
Binner y Alfonsín cavan su propia fosa cuando dispensan loas al vecino país,
salvo exista un Brasil marciano. Pero en realidad, la alegría
"proteccionista" no es sólo brasileña. Por el contrario, se trata más
bien de una tendencia global, algo que por supuesto el pasquín mitrista omite
deliberadamente. En efecto, todas las naciones del mundo, desarrolladas o no,
aumentan la regulación de su comercio exterior y erigen barreras comerciales.
La caída de las importaciones en la mayoría de las naciones del G-20 son fiel
testimonio de ello. La OMC
en el citado reporte deja muy en claro el amesetamiento de las importaciones
como suceso mundial. Prácticamente todos los países del G-20 sufrieron una
caída más que marcada de las importaciones (y las exportaciones) durante el
primer semestre de 2012. La
Argentina, nuevamente, no es la excepción. En cuanto a los
niveles de proteccionismo, dice la
OMC: "Muchas de las restricciones introducidas desde el
comienzo de la crisis global siguen vigentes. De acuerdo a la información
provista por las delegaciones del G-20 a la Secretaría de la OMC, sólo un 21% de las medidas registradas
(ejecutadas desde octubre de 2008) fueron removidas a mediados de octubre de
2012. [...] La lenta eliminación de las restricciones es materia de
preocupación dado su impacto en la acumulación de las medidas [proteccionistas
anteriores]".
¡ES LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, ESTÚPIDO!
¡ES LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, ESTÚPIDO!
Para Rivadavia, Mitre y
sus discípulos del siglo XXI, no hubo ni habrá indicador más importante que las
importaciones. Y cuando caigan las compras externas de bienes de capital,
correrán por izquierda al gobierno de turno. Sesudos estrategas desde Mayo.
Pero el ocultamiento del mundo real tiene sus límites. Hemos visto que las
manufacturas de mayor valor agregado (origen industrial) son las que mayor
número de restricciones comerciales padecieron. En el aludido informe de la OMC, en su página 9, se
detalla la diferencia en el porcentaje de restricción entre los productos
industriales y los productos agrícolas. Los primeros, un 92,3% sobre las
importaciones totales del G-20. Los segundos, apenas un 7,7%. Del primer grupo,
los más afectados fueron: combustibles y aceites minerales (16,9%),
fertilizantes (8,7%) y, en primerísimo lugar señor articulista de La Nación, el rubro de los
equipos electrónicos, las maquinarias y sus piezas, con un 38,5 por ciento. ¿Y
por qué fueron estos productos los más restringidos?, se preguntaría con razón
mi hijo de 8 años y medio. Porque, hijito, son los que comprados al extranjero,
más desequilibrio producen en la balanza comercial. Ironías aparte, se advierte
pues que el objetivo de preservar un saldo comercial superavitario fue una meta
universal durante el complejísimo año transcurrido, por más que ello atente
transitoriamente contra los planes de expansión del empresariado local (siempre
precario cuando no nebuloso, al menos en la Argentina). Están los
países que lograron dicha meta y están los que no. Y dentro de los que lo
lograron, los que además pudieron alcanzarla preservando o incluso aumentando
el empleo y la producción. Y es aquí donde destaca la Argentina, que llegando
a ser menos proteccionista que Brasil, para citar un caso, consiguió resguardar
las fuentes de trabajo como pocos o ninguno. En fin, los medios de la
semicolonia –representantes del liberalismo económico y comercial, y por ende,
de intereses foráneos– ponen el grito en el cielo. Nada de proteccionismo, nada
de caída de las importaciones, nada de control del comercio exterior, nada de
independencia económica. Como ha ocurrido frente a cada una de las crisis del capitalismo
desde mediados del siglo XIX a esta parte, el gran debate sigue siendo si una
Argentina industrial o una semicolonia importadora de manufacturas y
exportadora de materias primas. Por cierto, un debate que a los argentinos nos
acompaña desde 1810. La regulación del comercio exterior, la protección de la
propia industria, la búsqueda de mercados no tradicionales (sobre todo del eje
Sur-Sur) en un contexto de diversificación y modernización económica,
conjuntamente con la captación estatal de mayores niveles de rentas
estratégicas, la clave para el éxito del modelo argentino vigente desde 2003,
la clave para el triunfo del programa histórico de una nación socialmente justa
y económicamente moderna y soberana. ¡Es la división internacional del trabajo,
estúpido!
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