Arriba: La imagen de Hugo Chávez Frías es un mural pintado en Venezuela por @williamcimarron y publicado en Tweeter por el artista.
Por Olmedo Beluche*
El autor es militante del Movimiento Popular Unificado (MPU)
Estados Unidos muestra los colmillos
En Venezuela se juega el futuro de la revolución
latinoamericana. Por esa razón el resultado de las elecciones del 14 de abril
ha preocupado a la vanguardia socialista de todo el continente. Pese a que el
triunfo de Nicolás Maduro es incuestionable, y llamamos a defenderlo con lo que
haga falta, admitamos que el avance electoral de la derecha en tan poco tiempo
ha sido un balde de agua fría para quienes creíamos en la solidez de la Revolución Bolivariana
aún en la ausencia de su gran líder, Hugo Chávez. De pronto hemos caído en
cuenta en algo que ya sabíamos pero que estaba hundido en el subconsciente: no
hay procesos políticos irreversibles.
Preocupa que el resultado electoral porque, al menos en
apariencia, pueda significar un cambio de la correlación de fuerzas, pasando la
reacción venezolana y el imperialismo yanqui de una situación defensiva desde
el fracasado golpe contra Hugo Chávez de 2002, a una ofensiva cada
vez más virulenta contra la Revolución Bolivariana y contra el proceso de
cambios abierto a inicios del siglo en todo el continente.
¿Por qué se ha producido este viraje? ¿Qué hay que hacer
ahora? Ese es el debate planteado.
Una realidad compleja
Debate siempre complicado pues, la realidad es que, mientras
la derecha latinoamericana y su cabeza, el imperialismo yanqui, saben lo que
quieren; en la izquierda parece que las cosas no están claras. Hay confusión
y/o diferencias respecto a los objetivos estratégicos y tácticos en materia
política, social y económica. Pero en el fondo es el viejo dilema, que otras
generaciones ya tuvieron, entre reforma y revolución.
Dilema que obliga también a revisar la historia de América
Latina a ver si hay algunas lecciones que sacar de nuestro pasado porque, pese
a que las circunstancias específicas puedan ser diferentes, estos procesos no
son completamente nuevos.
Dilema que, obviamente, no tiene fácil resolución pese a lo
que crean los sectarios (que todo lo tienen resuelto en sus cabezas) porque la
realidad a la que hay que enfrentar tiene diversos planos que se entrelazan:
1. Una realidad externa, muy difícil de controlar, como el
sistema mundo capitalista (Wallerstein) o mercado mundial, que impone
condiciones de explotación y subordinación que caben en los conceptos:
imperialismo, dependencia, naciones opresoras y naciones oprimidas, etc. El
control imperialista del mundo es un factor complejo que se expresa en
múltiples sentidos: político, económico, militar, propagandístico, cultural.
Factor que impone límites y exige respuestas.
2. Una realidad interna de cada país, en que la
contradicción básica se dirime entre el capital y los llamados "sectores
populares", encabezados por la clase trabajadora. Pero donde el número (la
cantidad) no es el factor decisivo, sino la calidad de la correlación de
fuerzas está marcada por el grado de conciencia, de experiencia y de acción
(movilización) de la clase trabajadora.
El "populismo desarrollista" ¿qué nos enseñó?
Las circunstancias obligan a mirar al pasado si no queremos
repetir viejos errores. A mitad del siglo XX, hubo en América Latina procesos
de cambio semejantes a los actuales, que la historia económica registra como el
período de "industrialización sustitutiva" y la historia política
como "populismo desarrollista". Aunque no compartimos todas sus
conclusiones, para la comprensión de este período siempre recomiendo un libro
que en su tiempo fue un clásico, aunque luego uno de sus autores se desacreditó
como presidente y cabeza del neoliberalismo brasileño: "Dependencia y
desarrollo en América Latina", de F. H. Cardoso y E. Faletto, publicado en
1969.
El "populismo desarrollista" tuvo su momento
estelar, entre los años 30 y 60 del siglo pasado, con los regímenes de Perón en
Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, también Jacobo
Arbenz en Guatemala, y otros; tardíamente a inicios de los 70, con los
regímenes de Morales Bermúdez en Perú y Omar Torrijos en Panamá (quienes
inspiraron al joven militar Hugo Chávez, a decir de él mismo en una famosa
conversación con García Márquez). Creo que el trágico gobierno Allende en
Chile, y la "vía pacífica al socialismo", cae en esta categoría.
¿Qué circunstancias dieron origen y sustentación al
"populismo desarrollista"?
Primero, la crisis mundial capitalista de los años 20 y las
dos guerras mundiales, que debilitaron de alguna manera el control económico y
político del mundo por parte de las potencias capitalistas.
Segundo, en el plano interno un rápido proceso de
urbanización, que produjo la masificación de un nuevo sujeto social: la clase
obrera, combinado con el nacimiento de una industria para el consumo (mercado
interno) que "sustituía" la importación de bienes que antes se hacía
de países centrales. También en la clase dominante se produjeron cambios: la
oligarquía exportadora y terrateniente, sin desaparecer, cedió espacios a una
naciente burguesía industrial y las llamadas "clases medias
modernas".
Los regímenes de "populismo desarrollista"
procuraron inaugurar una fase de desarrollo capitalista autónomo (nacional),
con independencia del imperialismo extranjero, apoyándose en un equilibrio de
las clases sociales internas que, con políticas sociales de redistribución de la
renta y una gran intervención estatal procuraron atenuar las contradicciones de
clase.
De hecho, entre los 40 y 50, Argentina llegó a estar entre
las 10 principales economías del mundo. Cárdenas nacionalizó el petróleo usando
sus ingresos para sufragar el crecimiento del mercado interior, etc. Brasil
requiere un análisis particular, y sólo diré que, mientras algunos analistas
consideran a las BRICs (que este país encabeza) como potencias autónomas
emergentes, otros lo ven como apéndices del capital imperialista del OCDE.
En fin, el asunto es que todos esos procesos de desarrollo
nacional autónomo y de equilibrios sociales internos se rompieron a partir de
la post guerra en los años 50. ¿Por qué? Porque Estados Unidos, que emergió de la Segunda Guerra
Mundial, como la principal potencia capitalista, volteó sus ojos hacia el
"patio trasero" y, en alianza con sectores internos (principalmente
de las oligarquías tradicionales y la oficialidad militar, pero también de
propios sectores de "capas medias" e industriales), decidió cortar el
desarrollo capitalista autónomo y someter a estos países a un régimen de
dependencia económica y política, para beneficio de sus empresas monopólicas.
Se impuso la dependencia económica y política.
Una ola de sangrientos golpes de estado militar se esparció
por el continente. La represión fue la manera de imponer a la clase trabajadora
un capitalismo poco "redistributivo" en beneficio de un capital
industrial que, de "sustitutivo", pasó a apéndice del capital monopólico
yanqui.
¿Qué habría impedido el retroceso de estos procesos
desarrollistas? Lo que no hicieron los "populistas" de entonces:
apelar a la movilización de la clase obrera, dándoles verdadero poder político,
junto con la destrucción de la base material que sirve de sustento a la
reacción: expropiando a la oligarquía y a la burguesía golpista.
Ese fue el gran debate en la izquierda latinoamericana de
los años 50, 60 y 70. Debate que la Revolución Cubana
puso a la orden del día y que remitió a otras circunstancias parecidas al otro
lado del mundo: la
Revolución Rusa , y los debates entre la dirección del PCUS y la Oposición de Izquierda;
entre José Stalin y León Trotsky.
Entonces, como ahora, el problema que ocupaba a la socialdemocracia
rusa luego de la Revolución
de 1905, es el carácter de las revoluciones sociales del presente, cuya mejor
solución expresó León Trotsky con su Teoría de la Revolución Permanente :
a partir del siglo XX, en la fase histórica del capitalismo imperialista, las
burguesías nacionales de los estados periféricos están imposibilitadas de
seguir el proceso de desarrollo autónomo que siguieron los países
"centrales" durante el siglo XIX (lo que pretendía el
"desarrollismo" de la
CEPAL y la teoría stalinista de "la revolución por
etapas"), porque nuestras burguesías han perdido su filo revolucionario,
ya que le temen más a su clase trabajadora que a supeditarse al capital
imperialista.
Según Trotsky,, el factor dinámico, en los países de
"capitalismo atrasado" o dependiente, debe ser jugado por la clase
trabajadora que, a un mismo tiempo, debe resolver las tareas
"nacionales" que la burguesía no puede cumplir (como
industrialización, reforma agraria e independencia nacional) a la vez que impone
medidas de tipo socialista (como la nacionalización de la industria y el poder
obrero). Así lo probó la
Revolución Rusa de 1917
Esta teoría fue sintetizada genialmente por el Che Guevara
en los años 60, y es lo que explica la sobrevivencia de la revolución cubana y
el fracaso del "nacionalismo populista", en la famosa consigna:
"O revolución socialista, o caricatura de revolución".
Unas revoluciones a medio camino
El problema de la Revolución Bolivariana ,
y los procesos semejantes en Bolivia o Ecuador, es que son revoluciones a medio
camino. Son revoluciones en el sentido de que han surgido de la lucha de las
clases trabajadoras, el campesinado y sectores populares, contra las
consecuencias sociales del neoliberalismo (que a partir de los años 80
profundizó la dependencia, terminó de debilitar las industrias nacionales y
extremó las disparidades sociales).
Esas revoluciones se expresaron en Venezuela con el Caracazo
del 89, la rebelión militar del 92 dirigida por Chávez, y otros hechos
dramáticos; en Bolivia con la "Guerra del Agua" y demás revueltas
populares; en Ecuador con las movilizaciones que tumbaron un sinnúmero de
gobiernos en los 90.
Esos procesos se canalizaron y hallaron sus límites por la
vía de procesos electorales. No han tocado la base económica de la burguesía
"nacional" apéndice del capital extranjero y no han terminado de
cuajar organismos de poder obrero.
Peor aún, en el plano económico, no se ha superado el modelo
extractivista mono exportador. La base para las políticas resdistributivas de
los programas sociales han sido los buenos precios de las materias primas en el
mercado internacional, particularmente el gas y el petróleo, o la soja para el
caso argentino y los biocombustibles para Brasil.
La repartición un poco más social y equilibrada de la renta
exportadora ("renta petrolera" en Venezuela) es lo que ha aportado
estabilidad, hasta ahora, a los llamados gobiernos "populistas" de
este inicio de siglo.
Para nada se ha roto el poder económico de la derecha, cuya
base social es la burguesía "nacional", aliada del imperialismo
yanqui. Por ejemplo, en Venezuela, el pese a las nacionalizaciones, el peso del
sector privado en el PIB sigue siendo tan abrumador, que mal podría
caracterizarse su economía como "capitalismo de estado", menos de
"socialista".
Marcelo Colussi, en un artículo reciente sobre este tema
decía: “Según las Cuentas Nacionales, explicitadas por el Banco Central de
Venezuela (BCV), el PIB privado (el porcentaje de la actividad económica del
país en manos directas del empresariado) corresponde al 71% del total (año
2010). En el año de 1999 el PIB privado era de 68%. Es decir que, a pesar de
las nacionalizaciones, el PIB sigue siendo mayoritariamente privado, y
comparado con países que nada tienen que ver con el comunismo –como Suecia,
Francia e Italia, donde el PIB es mayoritariamente público (estatal)–, el
estado venezolano no tiene en sus manos (salvo el petróleo) ningún resorte
económico importante de la economía”, nos informa un economista marxista como
Manuel Sutherland" (Venezuela post Chávez: una prueba de fuego y un
laboratorio para la izquierda (venezolana y mundial).
.
¿Qué sucederá cuando se "deterioren los términos de
intercambio", para usar la jerga de los economistas? ¿Qué pasará cuando
los precios de las materias primas decaigan y cuando el crecimiento económico
de los últimos diez años decaiga, se estanque o entre en recesión, por efecto
de la crisis abierta en Norteamérica y Europa? Lo que puede estar empezando a
suceder.
La respuesta es simple: el capital monopólico y las burguesías
locales exigirán una parte mayor de la "renta" exportadora para tapar
sus déficits, lo que implica cortar los subsidios sociales y cortar los
procesos políticos "populistas", así sea a sangre y fuego. ¿No es el
proceso abierto en Venezuela?
"O revolución socialista" o victoria de la
reacción
La disyuntiva está colocada entre dos opciones:
1. Tratar de mantener reformas moderadas al capitalismo
latinoamericano, repartiendo un poco más la riqueza social mediante esquemas
redistributivos, en lo económico, y un régimen político democrático burgués un
poco más "participativo" (es decir, tratar de congelar el proceso
revolucionario en los marcos actuales);
2. O avanzar en el proceso de revolución social, fomentando
organismos de poder obrero y popular, cortando a su vez la "yugular"
económica que da sustento a la reacción, nacionalizando la gran industria y la
banca, y sentando las bases para una economía nacional que rompa con la
dependencia. Lo que no es lo mismo que nacionalizar toda la economía.
Porque, como dice el compañero Héctor Menéndez: "La
idea de que gobernando “bien”, haciendo crecer la economía y mejorando la
situación social de las amplias masas como hizo el gobierno de Venezuela en
estos años se puede, evolutivamente, transformar la sociedad quitándole el
poder a la burguesía pacíficamente, manteniendo el sistema democrático burgués
electoral y las formas burguesas del Estado y la representación esencial del
ejército profesional no conoce ninguna verificación empírica" (Revolución
y contrarrevolución en Venezuela).
La clase trabajadora, y el pueblo en general, no aspira a la
revolución por consignas abstractas y voluntaristas. Visto el proceso desde
lejos, pareciera que gran parte de los votos perdidos por el chavismo se debió
a la devaluación que tumbó el 40% del poder adquisitivo de los trabajadores.
Medida que se tomó una semana antes del fallecimiento del presidente Chávez,
por parte del gobierno encabezado por Maduro en ese momento. Lo que dio
argumentos concretos a la campaña de Capriles que, entre otras propuestas
demagógicas, levantó la promesa de un aumento salarial inmediato.
Como ha mencionado un comunicado de la corriente Marea
Socialista la devaluación requería contrapesos, como el control de los precios
de los artículos de primera necesidad, lo que a su vez fuerza al control
estatal del comercio exterior y el control de las divisas. Esos contrapesos no
se tomaron hasta ahora.
Guillermo Almeyra ha señalado las tareas mínimas pendientes:
"En efecto, todo depende de hacia dónde se incline finalmente la balanza
en la lucha por profundizar el proceso democrático venezolano, dar golpes
reales al capitalismo, construir elementos de autonomía y de autogestión
reforzando las comunas y los gérmenes de poder popular. Para derrotar a la
derecha oligárquica y proimperialista hay que vencer a la burocracia, al
centralismo autoritario, al verticalismo decisionista. Ese es el desafío para
el próximo periodo, y del desenlace de esa batalla depende hacia dónde irá
Venezuela, si hacia el pasado prechavista o hacia la construcción de elementos
socialistas" (Los gobiernos latinoamericanos después de Chávez).
En el ámbito externo se requiere que los organismos de
cooperación económica a nivel regional, cuyas bases sentó el presidente Hugo
Chávez (ALBA, Petrocaribe, CELAC, Mercosur), avancen como verdaderos órganos de
integración y colaboración solidaria para que puedan dar paso a un desarrollo
económico endogámico que permita romper los mecanismos de la dependencia
externa. Lamentablemente, al respecto existen grandes dudas de que ese sea el
camino que se está tomando, al menos por parte de algunos gobiernos de la
región.
Es el viejo dilema entre reforma y revolución (que sólo
puede ser permanente, si quiere sostenerse). El problema del reformismo es que
tiene patas cortas. Mil veces la experiencia latinoamericana ha demostrado que
los procesos revolucionarios no pueden congelarse, estancarse o quedarse a
medio camino. Mil veces se ha demostrado que las fuerzas de la reacción
apoyadas por el imperialismo no vacilarán en corromper desde adentro, o
aplastar sangrientamente desde afuera, los procesos revolucionarios que han
quedado a medio camino.
No pretendemos, desde nuestras limitadas capacidades dar
lecciones a nadie. Porque hablar de revolución es fácil, lo difícil es
hacerlas. Pero sí deseamos colocar el dedo sobre el problema, para que juntas,
las fuerzas sociales y políticas que aspiramos a la revolución social,
encontremos el camino de la revolución, exorcizando el fantasma de la
contrarrevolución, que ya ha golpeado en el pasado no tan lejano y amenaza de
nuevo.
Panamá, 6 de mayo de 2013.
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