La historia popular
y federalista rioplatense reconoce en Artigas a un gran revolucionario.
El 24 de septiembre
de 1850, una necrológica fechada en Asunción del Paraguay decía con tono lacónico:
"Sólo cuatro personas acompañaron a la tumba los restos mortales de quien
fuera ilustre caudillo en tierras del Plata, José Artigas. No hubo siquiera
cortejo fúnebre para ese oriental que muere justo treinta años después de su
expatriación, en la más absoluta pobreza y en el mayor de los desamparos.
Mientras tanto, sus compatriotas siguen sin encontrar una fórmula que les
permita vivir en paz."
Artigas moría en el
lugar que había elegido en 1820 para exiliarse. Había batallado una década,
convirtiéndose en el Protector de los pueblos libres, en una referencia
imprescindible para la idea del federalismo popular. Sin embargo, las
diferencias entre Artigas y los caudillos de Entre Ríos, Francisco Ramírez, y
de Santa Fe, Estanislao López, habían pasado al enfrentamiento abierto. En ese
1820, López y Ramírez habían derrotado a los unitarios porteños en la batalla
de Cepeda. Entraron a la Plaza
de la Victoria
(hoy Plaza de Mayo) y algunos soñaron con que las cosas cambiarían. Pero, de
inmediato, los jefes federales firmaron un acuerdo –el Pacto de Pilar– con el
gobernador de Buenos Aires Manuel de Sarratea, viejo enemigo de Artigas. El
pacto establecía que se le diera "vista" al caudillo de la provincia
oriental. Pero no lo habían consultado antes. Y las tensiones aumentaron, al
punto tal que las tropas entrerrianas de Ramírez y las orientales de Artigas
terminaron chocando en la batalla de Las Tunas. Ramírez triunfaba y Artigas con
los suyos fue a Corrientes, donde encontró el apoyo de caciques guaraníes. Artigas,
con todo el dolor a cuestas, cruzó el Paraná y se dirigió a Asunción, donde el
dictador Gaspar Rodríguez de Francia lo acogería.
A los 86 años, de
manera súbita, terminaban los días de Artigas entre los mortales. Apenas habían
pasado 48 horas del comienzo de la primavera en Paraguay. Veinte años más
tarde, esas tierras eran regadas de sangre por la guerra de la triple alianza.
Las provincias unidas del Río de la
Plata, el sueño de Artigas y de muchos federales, había
dejado paso a la hegemonía liberal porteña, heredera de los unitarios de Buenos
Aires, que detestaban al caudillo de la provincia oriental.
¿QUIÉN ERA ARTIGAS?
El verdadero Artigas era ocultado por la historiografía liberal creada al
compás del genocidio en Paraguay. Bartolomé Mitre, responsable en la Argentina de aquella
invasión y pionero del relato liberal porteño de la historia, en carta a
Vicente Fidel López, decía: "Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma
predilección por las grandes figuras y las mismas repulsiones contra los bárbaros
desorganizadores como Artigas, a quienes hemos enterrado históricamente."
El también
historiador y político liberal López no se quedaba atrás al referirse al líder
federal: "Artigas fue un malvado, un caudillo nómade y sanguinario, señor
de horca y cuchillo, de vidas y haciendas, aborrecido por los orientales que un
día llegaron hasta resignarse con la dominación portuguesa antes que vivir bajo
la ley del aduar de aquel bárbaro."
Por el contrario, la
historia popular y federalista rioplatense reconoce en Artigas a un gran
revolucionario. Un caudillo de a caballo y de armas llevar que fue, a la vez,
un lúcido pionero del voto popular, cuando la democracia directa no se
practicaba en ninguna nación europea ni en el norte de América. Artigas llevó a
cabo la primera reforma agraria de América latina. Fue un promotor incansable
del federalismo y peleó contra las minorías librecambistas aliadas a los
intereses británicos que pretendían mantener el monopolio de la renta
portuaria. El ideario artiguista no pensaba en el paisito sino en la unión de
los pueblos libres que habitan los territorios de las actuales Argentina,
Uruguay, Bolivia y Paraguay.
Tras haber sido
cuatrero y vivir con los indios y los criollos del campo, Artigas entró a la
milicia en el llamado Regimiento de Blandengues. Al poco tiempo, la milicia lo
convocaba a filas. Se producían las invasiones inglesas y Artigas participó
tanto de la reconquista de Buenos Aires como de la defensa de Montevideo.
Artigas peleó nuevamente contra los ingleses.
EL GRITO DE
LIBERTAD. La creación de la Junta Revolucionaria en mayo de 1810 produjo que
la autoridad virreinal recayera sobre las espaldas de Francisco Javier De Elío,
hasta entonces gobernador de la corona en Montevideo, quien mandó a Artigas al
frente de los blandengues a sofocar los levantamientos patriotas en Entre Ríos.
Sin embargo, los patriotas los rechazaron y los enviados por De Elío
retrocedieron hasta Colonia. Tras esa primera acción a favor de España, de
inmediato Artigas se identificó con la causa y, en febrero de 1811, desertó. No
era fácil para un hombre que tenía a toda su familia en Montevideo. Junto a un
puñado de blandengues que lo siguieron, cruzó a Buenos Aires y se puso a las
órdenes de la Junta
Grande. De inmediato, le fue encomendado sumar su prestigio y
su experiencia al sitio de Montevideo iniciado por las tropas porteñas. Fue
entonces que Artigas lanzó una proclama a los orientales para que se sumaran a
la gesta independentista. Esa convocatoria terminaba de modo vibrante: "¡A
la empresa compatriotas! Que el triunfo es nuestro. Vencer o morir sea nuestra
cifra. Y tiemblen estos tiranos de haber excitado vuestro enojo sin advertir
que los americanos del sur están dispuestos a defender su patria y a morir
antes con honor que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio."
Es preciso advertir
que Artigas, cuando hablaba de Patria, se refería a la América del sur y no a la
provincia Oriental, que veía como una parte más de ese sueño compartido por
otros patriotas latinoamericanos. El llamado de Artigas corrió como reguero de
pólvora. Y se lanzó, al frente de una tropa bisoña, a combatir al ejército
colonial. El caudillo oriental no tenía formación en la academia militar. Pero
eso no le impidió preparar con visión táctica y estratégica el enfrentamiento
con un ejército profesional. Artigas venció a las tropas del virrey en el
paraje de Las Piedras, al este de Montevideo y cerca del Río de la Plata.
A tal punto esta
batalla es parte de la revolución de las provincias unidas que el himno nacional,
en su versión completa, reconoce "ambas Piedras, Salta y Tucumán". La
otra batalla de Las Piedras fue pocos meses después y correspondió a un combate
del Ejército del Norte, en Salta, donde también las armas patriotas se
impusieron sobre las fuerzas realistas.
Este himno era un
texto escrito por Vicente López y Planes que fue aprobado por la Asamblea del año XIII.
Pero la historia de la independencia está poblada de paradojas. En este caso,
al menos, dos paradojas. Una es que el autor de estas letras que incluyen el
triunfo artiguista es el padre del historiador Vicente Fidel López que
detestaba al caudillo oriental. La otra es que aquella asamblea pretendía ser
fundacional de las provincias unidas. Sin embargo, los delegados de la Banda Oriental
fueron segregados.
El triunfo de Las
Piedras no era interpretado de la misma manera por quienes se reivindicaban
parte de la
Provincia Oriental y quienes tenían una visión porteña y
centralista. En apenas dos años, salían a luz las diferencias políticas y
también los intereses contradictorios de quienes pugnaban por profundizar una
revolución soberana y quienes buscaban privilegiar los intereses del
librecambismo británico.
Artigas, además de
ser un referente para otros caudillos federales, estaba en un territorio en el
que a las coronas británica y española se sumaba la del imperio portugués. A
tal punto el escenario oriental era complejo, que para desalojar a quienes
sitiaban a Montevideo, el virrey De Elío autorizó a los portugueses a que se
adentraran en territorio oriental para aniquilar a las tropas patriotas. Pero,
a su vez, ante esa decisión, el gobierno porteño decidió pactar con De Elío y
levantar el sitio.
LA REDOTA. Artigas quedaba en una situación más que
desfavorable: peleaba contra los españoles a los que se sumaban ahora los
portugueses y no estaba dispuesto a aceptar ese pacto. En vez de deprimirse,
encabezó el éxodo oriental. Esa gesta consistía en partir hasta un lugar seguro
como fue Ayuí, en la margen occidental del río Uruguay, en territorio entrerriano,
donde luego se fundó la ciudad de Concordia. La Redota, así la bautizaron
los paisanos orientales. Era una curiosa acepción popular de derrota. Pero que
no puede ser calificada como tal porque dejó a Artigas como el primero de los
líderes federales que se plantaban con firmeza ante las decisiones centralistas
de Buenos Aires.
Los oficios
diplomáticos británicos obligaron al retiro de las tropas portuguesas. Y esa
orden se plasmó en un tratado, firmado en mayo de 1812, que aquietó los
conflictos entre centralistas porteños y artiguistas. En efecto, el Primer
Triunvirato había reemplazado a la Junta Grande. Se trataba de un gobierno
centralista porteño. Manuel de Sarratea, uno de los triunviros, fue a controlar
la salida de los portugueses y, de paso, intentó poner autoridad sobre Artigas.
Autoridad que incluía robarle las armas y las caballadas. Pero los orientales
no se dejaron avasallar. En la navidad de 1812, desde su campamento en Costa
del Yi, en el centro mismo de las tierras uruguayas, Artigas le envió una carta
a Sarratea donde afirmaba que "el pueblo de Buenos Aires es y será siempre
nuestro hermano, pero nunca su gobierno actual". De inmediato, invita al
representante del gobierno porteño a retirarse. Lejos de aceptar el convite, Sarratea
lo declara "traidor a la
Patria".
Ese mismo año, el
campamento de Artigas fue el lugar donde se eligieron los diputados para la Asamblea General
Constituyente del año 1813 a
celebrarse en Buenos Aires. Allí, los presentes votaron las instrucciones que,
básicamente, reclamaban la independencia del poder español, libertad civil y
religiosa y la organización de un gobierno republicano. El gran tema era el
federalismo, tema que distanciaba a Artigas del gobierno porteño. Para
neutralizar al oriental, el general Rondeau armó un encuentro paralelo que
pretendía reemplazar a estos legítimos delegados. La brecha entre la Banda Oriental y
Buenos Aires se hacía insalvable. Ante el atropello a la voluntad popular,
Artigas abandonó el sitio de Montevideo a mediados de enero de 1814.
EL PROTECTOR DE LOS
PUEBLOS. Los desaires del gobierno centralista con varias provincias llevaron a
que Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, las Misiones y parte de Córdoba se
unieran a la provincia Oriental con el nombre de Liga Federal. Se constituyeron
como "pueblos libres" y nombraron a Artigas su "protector".
Se dio una circunstancia que muestra palmariamente la coherencia del caudillo
oriental. El general español Joaquín de la Pezuela derrotaba a las tropas del general
Rondeau. Conciente de las diferencias entre Artigas y Rondeau, de la Pezuela le ofrece un
entendimiento. La respuesta de Artigas al intento de soborno español fue
contundente: "Han ofendido mi carácter cuando le informaron que yo
defiendo a su rey. Si las desavenencias domésticas han lisonjeado el deseo de
quienes claman por el dominio español, sepa que no soy vendible ni quiero más
premio que ver libre a mi Nación."
El gobierno porteño
le ofreció una negociación: la independencia de la Banda Oriental a
cambio de que Entre Ríos y Corrientes quedaran bajo dominio porteño. Artigas se
negó y una nueva expedición porteña va a castigarlo. Artigas llevaba años
peleando contra España y Portugal, no quería separarse de Buenos Aires pero
peleaba por la igualdad de las provincias desde una visión federal. Los
sacrificios del oriental dieron, una vez más, sus frutos. Un tratado de paz y
amistad firmado por las autoridades de Buenos Aires y Artigas ratificó el
legítimo gobierno de este y afirmaba que tanto Entre Ríos como Corrientes
podían ponerse “bajo la protección de quien gusten”.
EL CONGRESO DE LOS
PUEBLOS LIBRES. Llegó entonces uno de los momentos culminantes de la carrera de
Artigas como brillante político de todos los territorios que conformaron ese
espacio de federalismo. El oriental convocó al congreso de Oriente o Congreso
de los pueblos libres. Se llevó a cabo en el Arroyo de la China, en Concepción del
Uruguay, que por entonces era la capital entrerriana. Concurrieron diputados de
Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y de la provincia Oriental. Los de
las Misiones (departamentos de Yapeyú y Concepción) no llegaron a tiempo, pero
se alineaban con Artigas y tenían como líder a Andrés Guacurarí, el indio
guaraní que sumó Artigas como segundo apellido.
Ese congreso, que
sesionó en junio de 1815 proclamó la independencia de los territorios de las
provincias unidas. Sucedió un año y unos días antes del congreso de Tucumán,
manejado por los centralistas porteños. Estas provincias no asistieron al
encuentro de Tucumán. La importancia, más allá de los desencuentros entre
centralistas y federales, está en la decisión de Artigas de avanzar en
profundos cambios sociales. El congreso de Oriente decidió una reforma agraria
que incluía tierras para "los negros libres, los zambos de toda clase, los
indios y los criollos pobres".
1820. Las
desavenencias con otros jefes federales hicieron que Artigas terminara cruzando
las armas de sus valientes con otros no menos valientes gauchos federales. Como
se decía al principio de esta nota, el caudillo entrerriano Francisco Ramírez
venció en Cepeda a los unitarios porteños. Pero de inmediato quiso desplazar a
Artigas y formar una república independiente en la Mesopotamia, con
epicentro en Entre Ríos y sumando la provincia de Corrientes así como las
Misiones. Ramírez tuvo el visto bueno de las autoridades porteñas, que
pretendían desterrar definitivamente al caudillo oriental. Entre junio y julio
de 1820, las tropas de Artigas y de Ramírez chocaron varias veces. Artigas, en
el combate de Las Tunas pudo salvarse gracias a que su hijo primogénito Manuel
lo subió en ancas de su propio caballo. El primer revolucionario del Plata, a
diez años de haber sumado su capacidad y su entusiasmo a la causa
revolucionaria, estaba sin fuerzas militares y con un escenario político
desfavorable. Tras los choques con Ramírez estuvo un tiempo en los Esteros del
Iberá.
Artigas decidió
partir a Paraguay. Los porteños centralistas festejaban, querían sellar de modo
definitivo que la provincia Oriental se convirtiera en una república separada,
en 1825. Se consumaban los planes británicos para la América del sur. Ramírez
logró proclamarse jefe Supremo de esa República de Entre Ríos en noviembre de
1820. Fue una jefatura más que efímera. Las coincidencias entre jefes federales
no eran muchas y las intrigas de sus enemigos se colaban en sus propios planes.
Ramírez murió en combate en julio de 1821, en Córdoba.
Estos hechos
cristalizan una etapa trágica para quienes querían una Patria Grande y Federal
sin el tutelaje del patriciado porteño. La historiografía liberal quiso borrar
las huellas de identidad popular de aquellos caudillos. Por eso, la
conmemoración de la
Revolución de Mayo en la Argentina, no puede dejar de recordar a José
Artigas como una figura central de la gesta independentista.
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