Por Horacio Verbitsky
En un foro de la Universidad de Columbia, que se conoció en
Argentina manipulado por Clarín y La
Nación , el Premio Nobel defendió la regulación en el mercado
de medios, en especial la televisión. “América latina es la región más desigual
y la concentración de la prensa juega un rol importante en ello, aseguró.
INFORME SOBRE UNA INFORMACIÓN
Un apasionante foro en la Universidad de
Columbia sobre la concentración de los medios, el acceso a la información y la
libertad de expresión, y su reflejo distorsionado en los mayores diarios
argentinos, pese a la participación de sus directivos en el debate. Stiglitz
defendió una regulación estatal fuerte de los medios televisivos, con los que
se informa el ciudadano medio, para asegurar la diversidad, esencial para la
democracia y el desarrollo.
Bajo el título “Stiglitz, preocupado por las estadísticas”,
en Clarín, y “Stiglitz advirtió sobre los riesgos de no tener estadísticas
adecuadas”, en La Nación ,
ambos diarios publicaron la semana pasada un diálogo con periodistas
argentinos, sostenido en Nueva York tras las presentación del Premio Nobel de
Economía en la conferencia sobre la libertad de prensa en la Facultad de Periodismo de
la Universidad
de Columbia. Stiglitz dijo a esos periodistas que “no se puede manejar la
economía sin estadísticas correctas”. En cambio, los dos diarios ignoraron el
panel que Stiglitz compartió con el funcionario del Banco Mundial Sergio
Jellinek, durante el cual mantuvo un interesante diálogo con el secretario de
redacción de Clarín y director periodístico de su Maestría de Periodismo, el
filósofo Miguel Wiñazki. Clarín omitió toda mención a la conferencia de
Stiglitz y La Nación
apenas dijo que “defendió la competencia en el mercado de medios y el acceso a
la información, dos elementos que son cruciales en una democracia”. Su
conferencia (que puede verse enhttp://new.livestream.com/accounts/1079539/events/2051379/videos/17935127)
fue de gran interés. Clarín y La
Nación limitaron sus crónicas a las exposiciones de intenso
contenido político de sus propios directivos, Ricardo Kirschbaum y Héctor
D’Amico, quienes no evidenciaron conocimiento sobre la ley audiovisual.
Consecuencias de la concentración
Según Stiglitz el rol de la prensa es llamar la atención
sobre los abusos del mercado financiero contra los ciudadanos y acerca de la
corrupción en el sector público, que es igual o peor en el sector privado. Dijo
que el suministro de información era un bien público, que cuando estaba
disponible beneficiaba a todos. Por eso en países como Noruega y Suecia se
considera que por brindar un servicio público los medios deben tener apoyo
estatal. Por la misma razón, agregó, las consecuencias de la concentración son
peores en la prensa que en otros sectores, ya que afecta “el mercado de las
ideas, que es fundamental para la democracia”. Los criterios antimonopólicos
deben ser más estrictos, igual que en el área financiera. Como la televisión es
el principal modo de acceso a la información de los ciudadanos que no leen
diarios, allí “la concentración puede ser más perniciosa que en otras áreas”.
Mencionó el mal ejemplo de Italia, donde la concentración televisiva llegó a
poner en duda su carácter democrático. “Para que la prensa cumpla con su rol,
debe haber regulaciones competitivas muy fuertes”, dijo. Expuso que Estados
Unidos era la más desigual de las sociedades de- sarrolladas. Esa desigualdad
económica es tan grande “que no es extraño que se traduzca también en
desigualdad política, lo cual además se refuerza si los medios tienen un alto
grado de concentración”. Sostuvo que en muchos países latinoamericanos son
especialmente grandes el nivel de concentración de los medios y los nexos entre
la desigualdad política y económica, “con lo cual la prensa es un modo de
sostener la desigualdad. América latina es la región del mundo con mayor nivel
de desigualdad y la concentración de la prensa juega un rol importante en
esto”. Tanto los gobiernos como las empresas intentan limitar el acceso a la
información, que la prensa necesita para cumplir con su rol. Enumeró distintas
formas de restricción: los gobiernos que “en todos los países” usan su control
de la información para negociar la cobertura; las leyes antiterroristas, como
ocurrió en Islandia con la crisis bancaria; las leyes de difamación, que pueden
usarse para suprimir la libertad de expresión, y la autocensura, que es la más
difícil de tratar. Ejemplificó con la afirmación que luego se demostró falsa de
que en Irak había armas de destrucción masiva, con lo cual se justificó la
guerra. “Era difícil encontrar una cobertura justa en Estados Unidos. Había que
leer la prensa extranjera, que no recibía las influencias oficiales que
modelaron la cobertura de The New York Times”, dijo.
Diversidad y propiedad
Jellinek contó que hace un tiempo el dueño del principal
diario de la
República Dominicana , quien también posee estaciones de radio
y de televisión, le dijo que no hacían falta otros medios ya que “nosotros
tenemos programas muy diversos, para mujeres, para niños, de cocina”.
–¿La diversidad debe abarcar también la propiedad de los
medios? –preguntó Jellinek.
–Sí. El riesgo con la prensa es que aunque trate de separar
la página editorial de las noticiosas, es fácil que se superpongan. Para la
democracia es fundamental la diversidad de perspectivas –respondió Stiglitz.
Desde el público, pidió la palabra Miguel Wiñazki:
–Dado su contacto con el gobierno argentino y con la
presidente, ¿cuál es su opinión sobre el conflicto con la prensa argentina y
sus efectos sobre la economía? –preguntó.
–No tengo una relación formal, pero viajo de tanto en tanto
a la Argentina. Es
siempre un país interesante, con una sociedad civil muy activa, gente que
discute mucho y el gobierno que siempre impulsa nuevas iniciativas. No conozco
los detalles del debate, pero por lo que leí, el tema es la concentración de la
propiedad de los medios, según las líneas que describí en mi exposición
–respondió sonriente.
También hizo una pregunta Carlos Winograd, quien ya había
participado en el panel anterior, sobre la Argentina , junto con el director periodístico de
Clarín, Ricardo Kirschbaum, y el secretario general de redacción de La Nación Héctor
D’Amico, y con el directivo del CELS Damián Loreti. El moderador de ese panel,
el periodista John Dinges, profesor de Columbia, presentó a Winograd como
estudioso independiente de la
Facultad de Economía de París y como ex secretario de defensa
de la competencia. (Lo fue en el último gobierno radical, del presidente
Fernando de la Rúa ).
Lo que no dijo, porque nadie se lo había informado, es que en 2009 Winograd fue
contratado por Cablevisión, para argumentar que esa empresa del Grupo Clarín
había sobrecumplido las metas de inversiones y obras que le fijó la Comisión Nacional
de Defensa de la
Competencia como condición para autorizar que se fusionara
con Multicanal, según informó La
Nación el 14 de diciembre de 2009 (http://www.lanacion.com.ar/
1211409-analizan-inversiones-de-cablevision). Ese dato esencial tampoco fue
mencionado en las crónicas de la conferencia que publicaron los dos diarios
representados. Clarín mencionó a Winograd como miembro del Paris School of
Economics y La Nación
como ex secretario de Defensa de la Competencia. Consultado
para esta nota, Dinges dijo que le agregaron a Winograd al panel a último
momento y sin informarle de su contrato con el grupo Clarín. Es decir, actuaron
en Estados Unidos tal como lo hacen aquí.
Crear la competencia
El contenido de la intervención de Winograd antes de
formular su pregunta a Stiglitz coincide con los argumentos del Grupo Clarín
para oponerse a la regulación dispuesta en la ley audiovisual. En el panel anterior
había dicho que el Grupo Clarín era el participante más pequeño en una
competencia global de firmas multimedia, como Time Warner, Disney, Telefonica,
News Corporation, O Globo y Televisa y que la regulación planteada por la ley
argentina era anacrónica porque no contemplaba las innovaciones tecnológicas;
irracional, ya que las licencias de cable no son necesarias porque no ocupan
espectro; sobreabundante porque su regulación se superpone con la de la ley de
defensa de la competencia, e inconsistente en el aspecto económico, al limitar
la penetración al 35 por ciento en la audiencia, lo cual juzgó inspirado por el
30 por ciento de Estados Unidos. “No inventemos la rueda pero tampoco copiemos
lo equivocado, aunque venga del Norte”, dijo. A su juicio, la regulación tiene
que ser consistente con el avance de la tecnología y proveer más bienes a menor
costo al consumidor. En su pregunta a Stiglitz, Winograd volvió a mencionar las
economías de escala, el tamaño de los países, la propiedad cruzada y el impacto
positivo de la sinergia entre medios y expresó el temor de que las reglas
generales no pudieran aplicarse a todos los casos. Para asegurar la competencia
en el mercado de las ideas los medios más pequeños necesitarán apoyo público,
pero los países menos desarrollados, con instituciones débiles tenderán a la
captura política del apoyo público y en vez de promover la diversidad, puede
ocurrir lo contrario, con más voces pero parecidas, dijo. Stiglitz le respondió
que los beneficios de la diversidad superaban a sus costos y que esto se
incentivaba en la televisión. “Para el funcionamiento de la democracia la
diversidad de perspectivas es esencial, no me preocupan pequeños aumentos de
costos. La respuesta a su preocupación por la dificultad de manejar programas
de apoyo en países subdesarrollados con instituciones débiles, es fortalecer
las instituciones”. Stiglitz también dijo que los mercados pueden no ser libres
por otras restricciones que no sean estatales y que hace falta del gobierno
para que los mercados sean realmente libres. “Hay países donde los mercados se
llaman libres pero no actúan como tales, en distintas áreas, en especial en los
medios. Por eso opino que hace falta una fuerte intervención estatal, tanto
regulatoria como en el otorgamiento de licencias, e incluso creando competencia
en forma proactiva allí donde no existe”. Para Stiglitz, se justifican
regulaciones como la de Estados Unidos. “Prefiero que el gobierno tome una
posición fuerte, aunque los medios se enojen. Lo mejor es que el propietario de
un diario poderoso no pueda obtener una licencia de televisión, no por
favoritismo ni discriminación, sino porque ésas son las reglas para asegurar la
diversidad. Así ocurre en muchos países. Donde los gobiernos no tienen una
posición fuerte, los medios pueden perder credibilidad por no cumplir su rol
crítico para conseguir una licencia de televisión”.
El presente ausente
En su presentación de la mesa, Dinges lamentó los ataques
oficiales a los medios y dijo que para defenderse practican un periodismo de
trinchera, que no es lo mejor para la convivencia democrática. Aclaró que la
situación actual era “incomparable con la padecida durante la dictadura
militar, cuando el control de la prensa se hacía por la amenaza y la realidad
de la cárcel y la muerte. Ahora hay un sistema constitucional”. También explicó
que organizaciones de defensa de la libertad de expresión han destacado como un
paso positivo la despenalización de los delitos de calumnias e injurias,
promulgada en 2009, dijo que el actual conflicto giraba en torno de la
regulación de los medios audiovisuales y precisó que las críticas no se dirigen
sólo a la cobertura de periodistas y a los contenidos, sino a los propietarios
y accionistas de los medios privados. Clarín y La Nación también fueron
parcos con la intervención del único de los cuatro panelistas sin vínculos de
ningún tipo con el Grupo Clarín, Damián Loreti, doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense
de Madrid y uno de los redactores de la ley audiovisual, como integrante de la Coalición por una
Radiodifusión Democrática. Clarín sólo dijo que “salió en defensa de la ley de
medios afirmando que el día de su aprobación había frente al Senado 40.000
personas que salieron a apoyarla diciendo que querían más libertad de
expresión, más medios”. Pero le dedicó más espacio a la respuesta de
Kirschbaum, quien descalificó la intención política del gobierno y también a
las personas que apoyaron la ley, porque querían “punir a los medios que
afectaba esa ley”. La Nación
apenas consignó que en una exposición de tono técnico, Loreti dijo que
“Reporteros sin Fronteras respaldó la ley de medios; que fue aprobada con
apoyos de varios partidos y no sólo el oficialismo, y que sigue principios
recomendados por la Unesco ”.
Fue mucho más que eso. Obligado a dividir su tiempo en responder a los tres
panelistas que defendieron la posición del Grupo Clarín, Loreti comenzó por
precisar que no es correcto hablar de ley de medios, ya que no contempla a las
publicaciones gráficas. Kirschbaum exaltó en su intervención las
manifestaciones opositoras en las calles, donde dijo que se defendió la
libertad de expresión, y Wiñazki se quejó desde el público por la coacción que
el gobierno ejercería sobre los periodistas. Loreti les recordó que fue durante
esas marchas opositoras que hubo periodistas golpeados y maltratados en las
calles y que seis periodistas fueron denunciados ante la justicia penal por sus
informaciones y opiniones, que el Grupo Clarín calificó como instigación a
cometer delitos y coacción agravada. Reconoció que la ley audiovisual no prevé
una perspectiva tecnológica de integración y convergencia pero recordó que el
proyecto original lo contemplaba y fue suprimido por el amplio rechazo de
fuerzas políticas y organizaciones sectoriales. Según Loreti la superposición
de regulaciones es mayor en Estados Unidos. Sobre el pluralismo y la diversidad
dijo que no pueden medirse sólo en términos de competencia, tal como afirmó la Relatoría de Libertad de
Expresión de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su informe de
2004: el Estado tiene la obligación de garantizar por medio de la ley la
pluralidad en la propiedad de los medios, por cuanto los monopolios y
oligopolios “conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad
que asegura el pleno ejercicio del derecho de la libertad de información de los
Ciudadanos”. Para ello, dice la
Relatoría , “el derecho de la competencia en muchas ocasiones
puede resultar insuficiente, particularmente en cuanto a la asignación de frecuencias
radioeléctricas. No se impide entonces la existencia de un marco regulatorio
antimonopólico que incluya normas que garanticen la pluralidad atendiendo la
especial naturaleza de la libertad de expresión”. También la Unesco , en sus “Indicadores
de pluralismo y diversidad”, de 2008 dice que la cuestión de los monopolios y
los oligopolios que afectan la democracia no se reduce a la defensa de la
competencia. Si la libertad de expresión se ve comprometida, dice el documento,
“los Estados deben seguir cuatro reglas: rechazar pedidos de licencias de
quienes ya tenían otras, rechazar pedidos de fusión de quienes tienen más de
una licencia, adoptar reglas de desinversión (la palabra desinversión no está
en la ley argentina, sino en los indicadores de Unesco), y sancionar en caso de
incumplimiento”, recordó Loreti. D’Amico hizo una comparación irónica entre
Fútbol para Todos y el Superbowl del fútbol norteamericano, y dijo que “los
medios tienen la obligación ética de ganar dinero. La única manera de ser independiente
es ganar dinero”. En cambio Loreti destacó el proceso de desconcentración de
contenidos de interés relevante que dispuso la ley argentina. “Para ver el
partido estrella del domingo había que pagar tres veces: el abono de cable, el
servicio del decodificador y el paquete premium. Yo pagaba televisión por cable
y veía la tribuna con un señor que relataba”, concluyó.
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario