Es imposible
desarrollar e independizar la economía, esto es, movilizar las fuerzas productivas
en función de un proyecto socialista, nacional y popular sin vencer el status
quo semicolonial.
Desde Ecuador, decía
Bolívar, o nos unimos de verdad o un nuevo coloniaje legaremos a la posteridad.
El Banco del Sur, la Telesur,
una Petrosur, la unidad energética del sur; la unión, el esfuerzo de nosotros
los países suramericanos para derrotar la miseria, la pobreza, la marginalidad,
el analfabetismo. Sólo unidos, pero de verdad, es que nosotros podremos ser
verdaderamente independientes, verdaderamente libres" (Hugo Chávez Frías,
diciembre de 2007, acto de fundación del Banco del Sur). En otras palabras,
independencia en la unidad, no para guerrear contra un enemigo extranjero, sino
para terminar con el atraso, el subdesarrollo y la dependencia que nos
atormentan desde hace ya más de cinco siglos. A propósito de todo esto, sería
injusto y por demás incorrecto homenajear al magno bolivariano limitándonos a
los extraordinarios indicadores socioeconómicos registrados por Venezuela desde
1999. Restringir el análisis de esta forma, sería quebrantar el nacionalismo
latinoamericano que él forjó y ejerció como nunca antes desde las gestas
libertadoras del siglo XIX. Nunca más oportuno pues, que subordinar la
economía a la cuestión nacional latinoamericana para explicar la grandeza y
trascendencia del Gran Mariscal de la Segunda Independencia,
para comprender su legado y profundizar su lucha revolucionaria, que es la
nuestra, que es la de los excluidos y oprimidos del mundo.
DE GARCÍA MÁRQUEZ A
LA "INTELIGENCIA" ARGENTINA
.¿Quién no sintió un
sabor entre amargo y fatídico con El General en su Laberinto? Sus últimos
renglones disparaban una sentencia letal para las ambiciones desde el más
pequeño hasta el más grande de los revolucionarios: "... los últimos
fulgores de la vida [de Bolívar] ... nunca más, por los siglos de los siglos,
volvería a repetirse". Era el corolario de una obra brillantemente escrita
aunque nefasta en su concepción política. Pero felizmente para el pueblo
latinoamericano, el genial García Márquez se equivocó. El programa bolivariano
reencarnaría, renovado y perfeccionado, mucho antes de lo previsto por ese
indefinido e irrealizable "siglos de los siglos". Y hasta dónde habrá
de llegar su error que, tres años después de publicado su libro en 1989,
Hugo Rafael Chávez Frías se alzaba con su Movimiento Revolucionario Bolivariano
200 (MRB). La atascada rueda de la historia latinoamericana volvía a girar. Se
trataba de la primera expresión popular, bolivariana y revolucionaria hija no
sólo del Caracazo de 1989 sino de la derrota del Congreso de Panamá en 1826.
Siete años más tarde del alzamiento del MRB, Chávez ingresaba a Miraflores,
tiraba a la basura el libreto de Washington y Londres (Consenso de Washington a
secas queda muy corto), y proclamaba como "prioridad de su gobierno la
incorporación de Venezuela al Mercosur... [si es posible] acompañada por todos
los países del bloque andino,... [para] constituir una Confederación de
Naciones Latinoamericanas que no se limite al intercambio comercial"
(Alberto Guerberof. Cauce Latinoamericano.Año 1999). Bastaron catorce años para
que el discípulo superara al maestro, con el primero incluso habiendo partido
de peores condiciones. Similares a ambos libertadores fueron: la total
dependencia mono-exportadora de la economía local y la enajenación de la renta
estratégica y principal recurso económico del país en manos de un poderoso
frente oligárquico-burgués, separatista, improductivo y aliado a las metrópolis
del Viejo Mundo. Pero a Bolívar no le tocó ningún imperialismo. Olvida todo
esto la izquierda tradicional y el progresismo socialdemócrata argentino cuando
piensa a Chávez y a la revolución bolivariana. ¡Cómo no iban a hacerlo si nunca
comprendieron a Bolívar ni a la cuestión nacional latinoamericana! Ni que
hablar de la repugnancia que el origen militar del socialismo bolivariano genera
a la "inteligencia" criolla (como el peronismo histórico, entre otras
grandes experiencias nacionales y populares latinoamericanas). Las Fuerzas
Armadas como fuerza productiva, revolucionaria y de justicia social ha sido y
es uno de los pilares de la Nación Latinoamericana, de la misma manera que la
defensa de los recursos naturales estratégicos de todos los latinoamericanos la
razón de ser de las futuras e ineludibles FF.AA. del Sur.
CUESTIÓN NACIONAL EN
LA INCONCLUSA NACIÓN
LATINOAMERICANA.
Al referirse a
Chávez, Feinmann subordinó la política a una filosofía importada (Programa TVR
- 9/3/13). Pero ahí quedó. La imposibilidad de comprenderlo y propagar su
mensaje amortigua su daño. Diferente es el caso de sendos personajes
(O'Donnell, entre ellos) que escribieron sobre el "fracaso económico"
de Chávez. Afirmar que el presidente bolivariano fracasó porque en catorce años
no pudo diversificar el aparato productivo ni industrializar a Venezuela es de
un nivel de ignorancia e infantilismo supino. Cientos de años necesitó Europa
para derrotar el feudalismo. Cientos de años lleva luchando América Latina para
superar un sistema social heredado de la España conquistadora, tan atrasado y dependiente
como vital a la supervivencia del imperialismo. Sucede que,empujada por la
invasión napoleónica, la independencia de las colonias hispanoamericanas no
sólo fue prematura sino que su largada coincidió con la consolidación
planetaria de la burguesía europea. El Viejo Mundo –y EE.UU. más tarde– impidió
la conformación de la
Nación Suramericana porque atentaba contra su sistema
industrial metropolitano en auge. Necesitaba de un mercado comprador de
manufacturas y vendedor de materias primas (agrarias, alimenticias y mineras) y
no más de las experiencias unionistas y proteccionistas como las propias
europeas. Bastante ya con las renegadas ex colonias en América del Norte. El
taller del mundo necesitaba de socios internos que suplantaran el comercio
español por el comercio inglés, el sistema colonial por uno semicolonial, no por
uno con ínfulas de autosuficiencia e industrialización. Las burguesías
importadoras y las oligarquías terratenientes de las ciudades puertos, nacidas
y consolidadas por centurias desde 1492, fueron los socios locales de Gran
Bretaña en tiempos de Bolívar y del imperialismo desde fines del siglo XIX.
Doscientos años después, dicha sociedad sigue imperturbable. Estos grupúsculos
nativos de comerciantes y terratenientes agrícolas y mineros rechazaron y
rechazan la unidad de la
América del Sur, su modernización económica e
industrialización. Los trastorna la idea de someterse a un centro económico y
político aglutinante, abrazando un mercado interno sin fronteras desde el
Caribe hasta la Antártida
(por eso abominan el Mercosur, la
Unasur y la
CELAC). En suma, rechazaron y rechazan revolucionar las
relaciones productivas, de propiedad y jurídicas erigidas y consolidadas por
ellos y con auxilio extranjero para mantener impávido el estatus quo
semicolonial, amparado a la vez en la apropiación (por esos mismos grupúsculos)
de la riqueza y las rentas derivadas de los productos del suelo y del subsuelo.
En consecuencia, resulta imposible desarrollar, modernizar e independizar la
economía, esto es, movilizar todas las fuerzas productivas en función de un
proyecto democrático, socialista, nacional y popular sin vencer el estatus quo
semicolonial. Y vencerlo llevará décadas, consumirá millones de revolucionarios
y será lento y progresivo. Pero a no desfallecer, que Chávez ha sembrado
dragones. Abelardo Ramos concluye su magistral crítica al libro de García
Márquez con estas palabras "...el vientre de la América que lo produjo [a
Bolívar] es insaciable y fértil, y seguramente engendrará muchos otros".
No habían irrumpido aún en la historia ni Chávez, ni Kirchner, ni Lula, ni
Cristina. En una coincidencia más con el fundador de la Izquierda Nacional,
el Gran Mariscal de la
Segunda Independencia expresó poco antes de su partida:
"Yo espero mucho del tiempo. Su inmenso vientre, contiene más esperanzas
que sucesos pasados". Firmeza y esperanza, que la revolución se ha tornado
invencible.
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