"La libertad, señores, es un problema metafísico. Hay, además, el liberalismo, una invención de los ingleses, gran pueblo de marinos, boxeadores e ironistas."
Antonio Machado
Por:
Marcelo Luis Vernet
Marcelo Luis Vernet
* Historiador. Tataranieto del primercomandante político y
militar argentino en las islas, Luis María Vernet.
Será otro chiste del proverbial humor inglés? El gobierno
del Reino Unido pretende que los ciudadanos británicos que residen en Malvinas
sean los árbitros de la disputa por soberanía que hace 180 años mantiene
nuestro país por la usurpación británica de su territorio. El costado macabro
de esta ironía es que, para sostener este absurdo, el gobierno británico echa
mano al sagrado principio de la "autodeterminación de los pueblos".
Pretender apoderarse de este principio que costó tanta sangre y dolor a los pueblos
sojuzgados de África y Asia es un nuevo acto de rapiña imperialista. El
último.
La dimensión histórica. Hace años que el gobierno del Reino
Unido viene desarrollando una operación de escamoteo de la historia de
Malvinas. La estrategia es reducir los siglos previos a 1833 a una fecha, enero de
1766; y los 180 años posteriores a unos pocos meses de 1982. En la última
reunión del Comité de Descolonización de la ONU (14 de junio de 2012), el representante
británico Mike Summers, miembro de la Asamblea Legislativa
isleña, afirmó: "No hubo una población nativa de las islas, y no se
expulsó a ninguna población civil. El Reino Unido estableció su primer
asentamiento en las islas en 1766 (fecha que precede a la existencia de la Argentina) y reinició la
ocupación permanente de las islas en 1833."
Esta versión elude toda referencia a nuestra larga historia
en Malvinas, antes y después de nuestra independencia de España y denomina
"reinició la ocupación" a la expulsión por la fuerza militar en 1833
de las autoridades y población argentina establecida en Malvinas. El informe
que Philip Gore, encargado de negocios británico a cargo del Consulado en
Buenos Aires, envió a Londres el 17 de enero de 1833, lo revela con claridad:
"…el 3 (de enero) la bandera británica fue izada en la isla. Pinedo, el
individuo que se titulaba a sí mismo como comandante de Buenos Aires, protestó
pero finalmente cedió, como declara mi informante, al derecho del más fuerte, y
posteriormente zarpó en el velero de guerra Sarandí hacia Buenos Aires. El
resto de los colonos bonaerenses había de seguir en unos pocos días en un
velero inglés, el Rapad. Como ni el gobierno ni el público de Buenos Aires
estaban preparados para esta medida de parte de Gran Bretaña, se ha manifestado
una considerable excitación al ser conocido el hecho y ello aún continúa."
Y continúa hasta hoy, 180 años después.
Eludir y tergiversar la historia hace posible la conclusión
con que Summers continúa su discurso ante el Comité: "¿Somos personas de
segunda clase sin igualdad de derechos, sólo por no ser de origen hispánico? ¿O
somos insignificantes porque ser muy pocos, y por eso puede agredirnos un
vecino acosador de mayor tamaño? Obviamente no es así, y por más que la Argentina quiera
hacernos desaparecer para satisfacer su injustificada codicia de nuestro
territorio, esta conducta es reflejo de otra época y no debe tolerarse en el
mundo moderno." Así queda perpetrada la infamia. Nosotros somos los
agresores; poco importa la existencia en Malvinas de la más grande y poderosa
base militar del Reino Unido. Poco importan 180 años de reclamos pacíficos e
intentos de negociación diplomática en el marco del derecho internacional y las
reiteradas Resoluciones de Naciones Unidas permanentemente desoídas por el
Reino Unido. El constante escamoteo de la dimensión histórica como estrategia
británica intenta ocultar una verdad sencilla: Malvinas fue nuestra tierra aún
antes de nuestro nacimiento como nación independiente. Fuimos PUEBLO DE
MALVINAS. Robada nuestra tierra por una potencia imperial, por intereses
imperiales, seguimos siendo PUEBLO DE MALVINAS, expulsados de su tierra.
La dimensión territorial. Recientemente, el canciller
británico Willam Hage, refiriéndose a la controversia de soberanía por
Malvinas, realizó una curiosa afirmación: "Pensar que esta es una cuestión
territorial es la vieja manera colonial de pensar. En el mundo moderno, creemos
en la autodeterminación de los pueblos en una sociedad democrática."
Intenta escindir, contra toda lógica, el concepto de "pueblo" del de
"territorio". Los suyos son pueblos "virtuales", sin
territorio. Por este camino elude justamente el conflicto, que es un conflicto
territorial. Y es el conflicto territorial más importante por su extensión (5
millones de kilómetros cuadrados), potencial de recursos naturales e intereses
geopolíticos en juego que hoy se dirime en la Comunidad Internacional.
Como nosotros pensamos que es una cuestión territorial porque ha sido usurpado
parte de nuestro territorio por una potencia extranjera, el representante de la
más conspicua potencia imperialista parida por la historia concluye que
nosotros somos colonialistas. Las disquisiciones democráticas de Hage, alejadas
de todo pensamiento terrenal, no alcanzan a explicar qué hace una base militar
de la OTAN en el
Atlántico Sur, cómo es que existe un "Territorio Británico de
Ultramar" en la
Patagonia sudamericana a más de 12.600 kilómetros
de Inglaterra.
La dimensión jurídica. En 1960 la Asamblea General
de las Naciones Unidas aprueba la
Resolución 1514 ("Declaración sobre la concesión de la
independencia a los países y pueblos coloniales"). Entre sus
consideraciones podemos leer: "Reconociendo el apasionado deseo de
libertad que abrigan todos los pueblos dependientes"; "Consciente de
los crecientes conflictos que origina el negar la libertad a esos
pueblos"; "Reconociendo que los pueblos del mundo desean
ardientemente el fin del colonialismo"; "Creyendo que el proceso de
liberación es irresistible e irreversible". La Comunidad Internacional
se hace eco del clamor del tiempo. Es la heroica lucha del pueblo argelino, el
despertar de todo el continente africano, las convulsiones de Asia, desde la
guerra de independencia de Indochina. En 1961 aparece la edición de Los
condenados de la tierra de Frantz Fanon con prólogo de Jean Paul Sastre, el más
lúcido alegato contra el colonialismo. Ese año se crea el Comité Especial de
Naciones Unidas encargado de supervisar y garantizar la aplicación de la Resolución 1514. Ante
este Comité de Descolonización los representantes de la comunidad británica que
residen en Malvinas se han presentado una y otra vez exigiendo se aplique con
ellos el principio de "autodeterminación de los pueblos" y que sean
escuchados los deseos de esta comunidad británica de seguir siendo británica y,
en consecuencia, que el territorio siga perteneciendo al Reino Unido para
explotar a mansalva los recursos pesqueros, emprender temerarias explotaciones
petroleras, garantizar su proyección Antártica y seguir militarizando el
Atlántico Sur para ejercer su dominio. Con infinita paciencia, a través de 30
resoluciones, el Comité les explicó que en su caso no es aplicable el principio
de autodeterminación, concebido para los pueblos que el Reino Unido, entre
otras potencias imperiales, habían sojuzgado y expoliado durante siglos. Con
absoluta claridad, hace 30 años que el Comité Especial de Descolonización de la ONU viene señalando que
"la cuestión Malvinas" se enmarca en "una controversia sobre
soberanía" entre el Reino Unido y la República Argentina
que debe resolverse por la vía de negociaciones entre las partes para arribar a
una solución pacífica del conflicto, tal como lo viene sosteniendo la Asamblea General
de Naciones Unidas desde la
Resolución 2065 de 1965. La solución a que se arribe debe,
desde luego, contemplar "los intereses de la población de dichas
islas". Esta es la inequívoca dimensión jurídica del conflicto que el
Reino Unido desconoce con su pretensión de desnaturalizar lo dispuesto por la Resolución 1514 para
sostener su enclave colonial en Malvinas.
La dimensión humana. En1837 aparece en la revista Bentley’s
Miscellany, como novela por entregas, Oliver Twist de Charles Dickens. Su
popularidad es enorme. Concluida la serie se publica la primera edición de la
novela en 1838. En ese tiempo se inicia el proceso de colonización de la
reciente usurpación británica de Malvinas. Tal vez muchos de los que
atravesaron el Atlántico hacia esa lejana e ignota isla llevaran en sus
alforjas un sobado libro de las aventuras y desventuras de Oliver Twist. Son
industriosos ingleses expulsados del sistema productivo por la revolución
industrial. Vienen de los suburbios de Glasgow escapando del hacinamiento y la
miseria. Irlandeses, escoceses, campesinos, pastores, sin tierra ni futuro, que
quieren escapar de la hambruna. Leen en la historia del niño huérfano su propia
historia; es que Oliver Twist bien podría haber sido uno de ellos. Con el
tiempo, muchos pasaron al continente. Este flujo se incrementó en 1884 con la
creación de los territorios nacionales de Santa Cruz y Tierra del Fuego. La
jovencita isleña Ethel Turner, al casarse con el flamante gobernador Moyano, se
transformó en la primera dama de Santa Cruz. No se dio la reciproca. Desde el
inicio, el gobierno de S.M.B. impidió a los argentinos adquirir propiedades e
instalarse en Malvinas.
Pero nada tenemos contra los descendientes de los Oliver
Twist que hoy residen en Malvinas y la llaman su tierra. Son patagónicos y
sudamericanos, aunque esta identidad les haya sido escamoteada por el Reino
Unido y permanezcan desgajados de América. Nada contra los que hoy van y
viene en busca de oportunidades (se estima que un 40% de la población actual
está compuesta por inmigrantes recientes o residentes temporarios). De hecho en
el único período de estos 180 años en que el Reino Unido se avino a entablar
negociaciones con la
Argentina (centralmente en la década de 1965 a 1975) se avanzó en
cooperación e integración concreta con la comunidad isleña. La planta Antares
de YPF, la pista aérea construida por la Fuerza Aérea
Argentina, la instalación de la empresa LADE con vuelos regulares que unían el
continente con las islas, las becas para hijos de isleños que venían a estudiar
al continente, la atención médica que se brindaba en hospitales argentinos para
casos de alta complejidad, el envío de maestras argentinas, la instalación de
Gas del Estado para abastecer de cilindros y garrafas a la población isleña. El
principio de acuerdo entre ambos países sobre la base de un condominio, en
1974, fue el punto culminante de este breve período. Esta es experiencia
histórica, basamento de la paz mucho más firme que las vagas elucubraciones
"democráticas" y el cinismo del gobierno británico que, conforme su
conveniencia, habla de "autodeterminación de los pueblos" en
Malvinas, mientras deportó de manera forzosa a los habitantes del archipiélago
de Chagos, en el Índico, para facilitar el arriendo de la isla Diego García a
los Estados Unidos para la construcción de una base militar. Los bombarderos
B-52 y B-2 partieron desde esta base hacia Irak y Afganistán. Las deportaciones
forzosas de los Ilois, población indígena del archipiélago, después de muchas
peripecias llegaron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo en
2008, el caso está pendiente de resolución. El gobierno del Reino Unido no
consultó a los Ilois ni les otorga categoría de "pueblo"; sostiene
que se trata de "trabajadores contractuales", cuyas empresas se
trasladaron. Claro, los Ilois tienen la piel oscura y no son ciudadanos
británicos.
La dimensión humana sintetiza las demás. Lo que está en
juego es mucho más que la controversia de soberanía. Está en juego la propia
capacidad del diálogo para resolver conflictos en el marco de la Comunidad Internacional,
que ya cruje ante el reiterado incumplimiento por parte del Reino Unido a las
Resoluciones de la ONU. Está
en juego la paz en el Atlántico Sur. Y ya sabemos, "la paz es fruto de la
justicia".
Publicado
en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario