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lunes, 11 de marzo de 2013

Las cuatro dimensiones del conflicto, por Marcelo Luis Vernet (para “Tiempo Argentino” del 10-03-13)





"La libertad, señores, es un problema metafísico. Hay, además, el liberalismo, una invención de los ingleses, gran pueblo de marinos, boxeadores e ironistas."

Antonio Machado


* Historiador. Tataranieto del primercomandante político y militar argentino en las islas, Luis María Vernet.


Será otro chiste del proverbial humor inglés? El gobierno del Reino Unido pretende que los ciudadanos británicos que residen en Malvinas sean los árbitros de la disputa por soberanía que hace 180 años mantiene nuestro país por la usurpación británica de su territorio. El costado macabro de esta ironía es que, para sostener este absurdo, el gobierno británico echa mano al sagrado principio de la "autodeterminación de los pueblos". Pretender apoderarse de este principio que costó tanta sangre y dolor a los pueblos sojuzgados de África y Asia es un nuevo acto de rapiña imperialista. El último. 

La dimensión histórica. Hace años que el gobierno del Reino Unido viene desarrollando una operación de escamoteo de la historia de Malvinas. La estrategia es reducir los siglos previos a 1833 a una fecha, enero de 1766; y los 180 años posteriores a unos pocos meses de 1982. En la última reunión del Comité de Descolonización de la ONU (14 de junio de 2012), el representante británico Mike Summers, miembro de la Asamblea Legislativa isleña, afirmó: "No hubo una población nativa de las islas, y no se expulsó a ninguna población civil. El Reino Unido estableció su primer asentamiento en las islas en 1766 (fecha que precede a la existencia de la Argentina) y reinició la ocupación permanente de las islas en 1833."
Esta versión elude toda referencia a nuestra larga historia en Malvinas, antes y después de nuestra independencia de España y denomina "reinició la ocupación" a la expulsión por la fuerza militar en 1833 de las autoridades y población argentina establecida en Malvinas. El informe que Philip Gore, encargado de negocios británico a cargo del Consulado en Buenos Aires, envió a Londres el 17 de enero de 1833, lo revela con claridad: "…el 3 (de enero) la bandera británica fue izada en la isla. Pinedo, el individuo que se titulaba a sí mismo como comandante de Buenos Aires, protestó pero finalmente cedió, como declara mi informante, al derecho del más fuerte, y posteriormente zarpó en el velero de guerra Sarandí hacia Buenos Aires. El resto de los colonos bonaerenses había de seguir en unos pocos días en un velero inglés, el Rapad. Como ni el gobierno ni el público de Buenos Aires estaban preparados para esta medida de parte de Gran Bretaña, se ha manifestado una considerable excitación al ser conocido el hecho y ello aún continúa." Y continúa hasta hoy, 180 años después.
Eludir y tergiversar la historia hace posible la conclusión con que Summers continúa su discurso ante el Comité: "¿Somos personas de segunda clase sin igualdad de derechos, sólo por no ser de origen hispánico? ¿O somos insignificantes porque ser muy pocos, y por eso puede agredirnos un vecino acosador de mayor tamaño? Obviamente no es así, y por más que la Argentina quiera hacernos desaparecer para satisfacer su injustificada codicia de nuestro territorio, esta conducta es reflejo de otra época y no debe tolerarse en el mundo moderno." Así queda perpetrada la infamia. Nosotros somos los agresores; poco importa la existencia en Malvinas de la más grande y poderosa base militar del Reino Unido. Poco importan 180 años de reclamos pacíficos e intentos de negociación diplomática en el marco del derecho internacional y las reiteradas Resoluciones de Naciones Unidas permanentemente desoídas por el Reino Unido. El constante escamoteo de la dimensión histórica como estrategia británica intenta ocultar una verdad sencilla: Malvinas fue nuestra tierra aún antes de nuestro nacimiento como nación independiente. Fuimos PUEBLO DE MALVINAS. Robada nuestra tierra por una potencia imperial, por intereses imperiales, seguimos siendo PUEBLO DE MALVINAS, expulsados de su tierra.

La dimensión territorial. Recientemente, el canciller británico Willam Hage, refiriéndose a la controversia de soberanía por Malvinas, realizó una curiosa afirmación: "Pensar que esta es una cuestión territorial es la vieja manera colonial de pensar. En el mundo moderno, creemos en la autodeterminación de los pueblos en una sociedad democrática." Intenta escindir, contra toda lógica, el concepto de "pueblo" del de "territorio". Los suyos son pueblos "virtuales", sin territorio. Por este camino elude justamente el conflicto, que es un conflicto territorial. Y es el conflicto territorial más importante por su extensión (5 millones de kilómetros cuadrados), potencial de recursos naturales e intereses geopolíticos en juego que hoy se dirime en la Comunidad Internacional. Como nosotros pensamos que es una cuestión territorial porque ha sido usurpado parte de nuestro territorio por una potencia extranjera, el representante de la más conspicua potencia imperialista parida por la historia concluye que nosotros somos colonialistas. Las disquisiciones democráticas de Hage, alejadas de todo pensamiento terrenal, no alcanzan a explicar qué hace una base militar de la OTAN en el Atlántico Sur, cómo es que existe un "Territorio Británico de Ultramar" en la Patagonia sudamericana a más de 12.600 kilómetros de Inglaterra.  

La dimensión jurídica. En 1960 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba la Resolución 1514 ("Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales"). Entre sus consideraciones podemos leer: "Reconociendo el apasionado deseo de libertad que abrigan todos los pueblos dependientes"; "Consciente de los crecientes conflictos que origina el negar la libertad a esos pueblos"; "Reconociendo que los pueblos del mundo desean ardientemente el fin del colonialismo"; "Creyendo que el proceso de liberación es irresistible e irreversible". La Comunidad Internacional se hace eco del clamor del tiempo. Es la heroica lucha del pueblo argelino, el despertar de todo el continente africano, las convulsiones de Asia, desde la guerra de independencia de Indochina. En 1961 aparece la edición de Los condenados de la tierra de Frantz Fanon con prólogo de Jean Paul Sastre, el más lúcido alegato contra el colonialismo. Ese año se crea el Comité Especial de Naciones Unidas encargado de supervisar y garantizar la aplicación de la Resolución 1514. Ante este Comité de Descolonización los representantes de la comunidad británica que residen en Malvinas se han presentado una y otra vez exigiendo se aplique con ellos el principio de "autodeterminación de los pueblos" y que sean escuchados los deseos de esta comunidad británica de seguir siendo británica y, en consecuencia, que el territorio siga perteneciendo al Reino Unido para explotar a mansalva los recursos pesqueros, emprender temerarias explotaciones petroleras, garantizar su proyección Antártica y seguir militarizando el Atlántico Sur para ejercer su dominio. Con infinita paciencia, a través de 30 resoluciones, el Comité les explicó que en su caso no es aplicable el principio de autodeterminación, concebido para los pueblos que el Reino Unido, entre otras potencias imperiales, habían sojuzgado y expoliado durante siglos. Con absoluta claridad, hace 30 años que el Comité Especial de Descolonización de la ONU viene señalando que "la cuestión Malvinas" se enmarca en "una controversia sobre soberanía" entre el Reino Unido y la República Argentina que debe resolverse por la vía de negociaciones entre las partes para arribar a una solución pacífica del conflicto, tal como lo viene sosteniendo la Asamblea General de Naciones Unidas desde la Resolución 2065 de 1965. La solución a que se arribe debe, desde luego, contemplar "los intereses de la población de dichas islas". Esta es la inequívoca dimensión jurídica del conflicto que el Reino Unido desconoce con su pretensión de desnaturalizar lo dispuesto por la Resolución 1514 para sostener su enclave colonial en Malvinas.

La dimensión humana. En1837 aparece en la revista Bentley’s Miscellany, como novela por entregas, Oliver Twist de Charles Dickens. Su popularidad es enorme. Concluida la serie se publica la primera edición de la novela en 1838. En ese tiempo se inicia el proceso de colonización de la reciente usurpación británica de Malvinas. Tal vez muchos de los que atravesaron el Atlántico hacia esa lejana e ignota isla llevaran en sus alforjas un sobado libro de las aventuras y desventuras de Oliver Twist. Son industriosos ingleses expulsados del sistema productivo por la revolución industrial. Vienen de los suburbios de Glasgow escapando del hacinamiento y la miseria. Irlandeses, escoceses, campesinos, pastores, sin tierra ni futuro, que quieren escapar de la hambruna. Leen en la historia del niño huérfano su propia historia; es que Oliver Twist bien podría haber sido uno de ellos. Con el tiempo, muchos pasaron al continente. Este flujo se incrementó en 1884 con la creación de los territorios nacionales de Santa Cruz y Tierra del Fuego. La jovencita isleña Ethel Turner, al casarse con el flamante gobernador Moyano, se transformó en la primera dama de Santa Cruz. No se dio la reciproca. Desde el inicio, el gobierno de S.M.B. impidió a los argentinos adquirir propiedades e instalarse en Malvinas. 
Pero nada tenemos contra los descendientes de los Oliver Twist que hoy residen en Malvinas y la llaman su tierra. Son patagónicos y sudamericanos, aunque esta identidad les haya sido escamoteada por el Reino Unido y permanezcan desgajados de América.  Nada contra los que hoy van y viene en busca de oportunidades (se estima que un 40% de la población actual está compuesta por inmigrantes recientes o residentes temporarios). De hecho en el único período de estos 180 años en que el Reino Unido se avino a entablar negociaciones con la Argentina (centralmente en la década de 1965 a 1975) se avanzó en cooperación e integración concreta con la comunidad isleña. La planta Antares de YPF, la pista aérea construida por la Fuerza Aérea Argentina, la instalación de la empresa LADE con vuelos regulares que unían el continente con las islas, las becas para hijos de isleños que venían a estudiar al continente, la atención médica que se brindaba en hospitales argentinos para casos de alta complejidad, el envío de maestras argentinas, la instalación de Gas del Estado para abastecer de cilindros y garrafas a la población isleña. El principio de acuerdo entre ambos países sobre la base de un condominio, en 1974, fue el punto culminante de este breve período. Esta es experiencia histórica, basamento de la paz mucho más firme que las vagas elucubraciones "democráticas" y el cinismo del gobierno británico que, conforme su conveniencia, habla de "autodeterminación de los pueblos" en Malvinas, mientras deportó de manera forzosa a los habitantes del archipiélago de Chagos, en el Índico, para facilitar el arriendo de la isla Diego García a los Estados Unidos para la construcción de una base militar. Los bombarderos B-52 y B-2 partieron desde esta base hacia Irak y Afganistán. Las deportaciones forzosas de los Ilois, población indígena del archipiélago, después de muchas peripecias llegaron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo en 2008, el caso está pendiente de resolución. El gobierno del Reino Unido no consultó a los Ilois ni les otorga categoría de "pueblo"; sostiene que se trata de "trabajadores contractuales", cuyas empresas se trasladaron. Claro, los Ilois tienen la piel oscura y no son ciudadanos británicos.
La dimensión humana sintetiza las demás. Lo que está en juego es mucho más que la controversia de soberanía. Está en juego la propia capacidad del diálogo para resolver conflictos en el marco de la Comunidad Internacional, que ya cruje ante el reiterado incumplimiento por parte del Reino Unido a las Resoluciones de la ONU. Está en juego la paz en el Atlántico Sur. Y ya sabemos, "la paz es fruto de la justicia".



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