Febrero de 1992. Un desconocido oficial venezolano comienza
lo que parecía un intento de golpe de estado. Uno de los tantos que hemos
vivido los latinoamericanos. Fracasa y es encarcelado.
Tres años antes había caído el Muro de Berlín. El largo
conflicto conocido como Guerra Fría había concluido con la capitulación de la Unión Soviética, que se
desintegró en las diecisiete repúblicas que la integraban.
El neoliberalismo, con su profeta más desatado, el
niponorteamericano Francis Fukuyama, salió a proclamar a los cuatro vientos el
“Fin de las Ideologías”, el “Fin del Trabajo” y el “Fin de la Historia”… Eran los años
del Consenso de Washington, de la genuflexión al Imperio que el Canciller
argentino Guido Di Tella resumió con su célebre frase:
“relaciones carnales”… Como dicen ellos, “No comments”.
Desde 1994 ese desconocido oficial es liberado y comienza
una campaña política tendiente a alcanzar el poder democráticamente en
Venezuela . Se reúne con Fidel Castro, establece alianzas con partidos de izquierda
venezolanos, y proclama la necesidad de fundar la Quinta República en su país.
Hugo Chávez Frías, al frente del MVR (Movimiento Quinta
República) gana las elecciones de 1998 y asume la presidencia a comienzos de
1999. Allí comienza una larga historia que incluirá la reforma de la Constitución, la
reactivación de la OPEP,
la victoria sobre los golpistas de 2002 y todos los logros internos y externos
que permitieron transformar la sociedad venezolana utilizando la renta
petrolera con un sentido nacional .
Para mucha gente, en estos primeros años, Chávez parecía
como un loco, un desconocido que desde un país pequeño se alzaba contra el
poder norteamericano, que proclamaba el
regreso a los ideales latinoamericanistas de Bolívar y planteaba la necesidad
de reformular el ideario del socialismo, adaptándolo al siglo XXI. En estos
años de cuestionamiento hegemónico a las ideologías, de cipayismo generalizado
en América Latina, esto parecía la obra de un loco.
Pero el loco no era tal. Fue el primero, el abanderado, la
avanzada de un ejército integrado por millones de latinoamericanos. Cuando ese
solitario soldadito apareció en la cima de una colina agitando una banderita,
muchos no entendieron de qué se trataba. Pero poco después a esa avanzada la
seguirían otros locos, agitando las mismas o similares banderas: Néstor, Lula,
Cristina, Evo, Rafael, Dilma y otros se subieron a la misma colina y empezaron
a hacer lo que parecía imposible : intentar completar el proceso de
independencia latinoamericano frustrado en el siglo XIX por el orden
neocolonial que ligó a los latinoamericanos o a Inglaterra, o a Estados Unidos.
La cumbre de Mar del Plata del 2005 fue seguramente el hecho
más significativo de este proceso. Porque allí, frente al proyecto imperial de
un área de libre comercio que le permitiera a la
Casa Blanca dispersar las crisis, cuando se
produjeran, en un vasto hinterland latinoamericano, se alzaron tres locos que
convencieron a los demás presidentes de la necesidad de decir no, de bloquear
la formación de una zona neocolonial sometida los Estados Unidos.
La historia le dará a esa Cumbre marplatense el rol que
merece como divisoria de aguas, como acontecimiento que simboliza el final de
una época. Pero, cuando le intenten encontrar una cara a ese proceso, cuando
busquen un símbolo de estos tres lustros de rebelión latinoamericana contra el
Imperio, la imagen será la de él, Hugo Chávez Frías.
Hoy el Comandante nos dejó. Luchó durante dos años contra
una de esas misteriosas enfermedades que aparecen siempre en los momentos en
que los poderes reales no encuentran otra solución. Luchó como un león, como
aquellos guerreros griegos que en las Termópilas prefirieron dejar la vida frente a las tropas imperiales
antes que bajar los brazos.
Pero en realidad no se fue. Hay hombres que nunca mueren.
Que se incorporan a su pueblo y son recordados e imitados por generaciones.
Dejan una estela luminosa que nadie puede apagar. Alzan banderas cuyos mástiles
son sostenidos por pueblos enteros, por toda la Patria Grande.
Hoy partió Hugo Chávez Frías.
Pero las banderas que el alzó, siguen flameando en todo un
continente.
Adrián Corbella, 5 de marzo de 2013.
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