La brecha actual entre la cotización del dólar oficial y el
paralelo es de alrededor del 70%, lo cual es un dato más que relevante en
términos históricos. Otro dato importante es que supera al que pagan los
mayoristas, el contado con liquidación, que cotiza alrededor de $ 8,20. Existe
una presión por exceso de demanda turística, derivado de las nuevas
regulaciones que tomó la AFIP
en el transcurso de esta semana para la adquisición de divisas, que busca
homogeneizar algunos privilegios que existían en zonas grises del mercado
cambiario para compras en el exterior con tarjeta de crédito.
El tamaño del
mercado que opera el dólar paralelo es pequeño, tanto que la mayoría de las
operaciones se hacen en el mercado que regula el Banco Central. Como las
importaciones de las empresas y el pago de la deuda. De hecho, el del informal
no puede considerarse un mercado, porque no existe un precio único. Si para la
consideración de los economistas liberales el dólar libre es la demostración de
que el mercado funciona correctamente y que los agentes se comportan con una
libertad supuesta, ¿dónde está el precio único? Depende de la cara del
comprador. Sin embargo, como la brecha entre ambos segmentos está en aumento,
aparecen quienes hacen negocio al adquirir un dólar por vías legales y
cambiarlo en el mercado del blue. Existen dos temáticas a discutir. Por un
lado, las regulaciones aparecen para cubrir el déficit de dólares en una
economía en crecimiento, donde las importaciones suben más que las
exportaciones. Además, se debe disociar lo que es el fenómeno inflacionario de
lo que es el cambiario. El argumento que vincula ambos eventos esgrime que el
precio del dólar ilegal depende de los bajos tipos de interés bancarios. Sin
embargo, los bancos no compiten con las cuevas por el dinero de los ahorristas
debido a la magnitud que tiene el pequeño mercado del dólar informal. Y por
ello las tasas se mantienen estables. De todos modos, resulta preocupante que
algunos agentes económicos tomen los valores del blue como referencia. Pero,
¿por qué esto no fogonea también a los precios?
Porque las
importaciones se manejan en el mercado único de cambio. Debido a que estamos en
meses de cosecha, algunos grupos exportadores presionan por tener una
rentabilidad mayor al momento de liquidar las divisas, por lo que buscan un
tipo de cambio oficial mayor. Para entenderlo mejor: supongamos que una
devaluación del 10% es un incremento del 10% de las ganancias de los
exportadores. La verdadera presión que puede llegar a tener un mercado pequeño
dentro de la economía es ínfima, por la amplificación del tema esconde la
voluntad de generar fantasmas de que el tipo de cambio está atrasado. Lo cierto
es que nada de eso es real. El superávit del balance comercial de bienes lo
comprueba, ya que fue de 11 mil millones de dólares el año pasado y permitió
sostener el tipo de cambio, el nivel de reservas y pagar la deuda externa.
Asemejar el tipo de cambio o la inflación con un descalabro de la economía
significa un error de interpretación. Si bien están estrechamente relacionados,
la magnitud de uno y del otro no explica una relación causal con el escenario
actual. A futuro, una buena medida sería ordenar todas las regulaciones
actuales para homogeneizar y evitar grises en los mercados. También sería
conveniente dar una herramienta extra que direccione los ahorros, como regular
la adquisición de dólares para el ahorro minorista. Otra solución sería que el
gobierno abra el flujo del mercado cambiario, de modo que se demuestre que las
presiones existentes están basadas únicamente en la especulación financiera.
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