El documento que la jerarquía eclesiástica dio a conocer en
estos días todavía da mucho para hablar. Por supuesto que el apuro para
realizar este pronunciamiento resulta llamativo. Generalmente, se presenta en sociedad
a mediados de diciembre, unos diez días antes de Navidad. Este año se adelantó una quincena. Oportunismo con todas las letras. El
Secretariado de Curas en la
Opción por los Pobres lo advirtió a pocas horas de emitido el
escrito episcopal. Para la liturgia católica, “la Navidad
cae siempre el 25 de diciembre y esta fiesta se prepara con el tiempo de
Adviento que comienza recién el domingo 9 –explicó Eduardo de la Serna, el sacerdote más
conocido de este grupo- por lo tanto,
este saludo de Navidad parece más preparativo del 7D”. Para el Colectivo de
Teología de la Liberación,
“lo importante es que esta vez, al
hacerlo público un mes antes de Navidad y a una semana del 7D, marca claramente su alineamiento del lado
de los poderosos”. Y para que resulte más notoria la cuestión, destacan
que “las declaraciones allí vertidas se
parecen más a un editorial de Clarín que a un escrito de testigos del
Evangelio”. Lo que significa lisa y llanamente que Clarín es mucho más que un conjunto de medios de comunicación; es
mucho más que una manera de ver la realidad; es mucho más que una factoría de
estiércol. Clarín construye un mundo
paralelo al que gran parte de los argentinos no quiere volver.
La visión de los obispos de la Conferencia Episcopal
Argentina está contaminada por la mirada antojadiza de los medios con hegemonía
en decadencia. Nada positivo encuentran en estos nueve años de gobierno K.
Pobreza, crisis moral, división, violencia es lo que ven los prelados. “Lo menos que podemos decir es que nosotros,
que estamos en los barrios, entre la
gente, con los pies en el barro, tenemos una mirada muy distinta de la que
presenta el documento episcopal”, aclaró el escrito de la agrupación
que integra Eduardo de la
Serna. El pronunciamiento de los Teólogos de la Liberación, llamado “Del lado de los poderosos… como siempre”,
señala que “cada postura tomada en este
documento episcopal niega una buena noticia generada en estos diez años: la Asignación Universal
por Hijo, el matrimonio igualitario, la ley de medios, los juicios a los
genocidas por delitos de lesa humanidad, la creación de puestos de trabajo, el
ingreso de miles de jóvenes a la política, la unidad latinoamericana y muchas
más”.
Dos mundos, sin más. En ese mundo, en el que se basa el
documento de la Iglesia
y las noticias de los libelos con déficit de hegemonía, todo está mal, desde la
economía, la moral, las relaciones humanas, los derechos, las libertades, las
garantías. Todo es un desastre. Todo es
peor que antes. En este mundo, por el contrario, ocurre lo que tiene que
ocurrir en todo mundo real. Algunas cosas están muy bien, otras más o menos y
otras hay que corregirlas y hasta desecharlas. No es lo perfecto, que no tiene existencia posible, porque es la
zanahoria que nos pusimos los humanos para alimentar nuestras frustraciones.
En este mundo estamos los ciudadanos que hemos decidido tomar las riendas. En el otro mundo se amontonan los
individuos que quieren recuperar el control. Dos mundos muy diferentes. Uno, promisorio
de futuro y el otro, plagado de pestilencias.
En aquel mundo, sus habitantes aplauden cuando los
colonizadores reincidentes logran una pequeña victoria con sus amenazas
carroñeras. En otros tiempos, celebraban los saqueos con pizza y champagne. Con
los recortes, ajustes, intereses de deuda y flexibilizaciones laborales se
excitaban como con una sobredosis de porno. Su juego favorito era apostar por el incremento de los índices de
desocupación, pobreza e indigencia. El deporte más extendido era gobernar sin
someterse a elecciones. Por eso no les gusta este mundo, porque no pueden
desarrollar su perfidia lúdica. Claro, en este mundo, en el real, jugamos todos
y casi siempre ganamos. El juego
preferido de este mundo es la inclusión y no valen las apuestas, sino el
compromiso. Uno que entra y celebramos todos, no con pizza o champagne,
sino con algunas estrofas del Himno.
Los habitantes de aquel mundo se relamen cuando Repsol
demanda al Estado ante el Ciadi, porque la expropiación es una falta de respeto hacia la propiedad privada
y merece un justo castigo. No importa que la compañía española, que adquirió
YPF siendo apenas una distribuidora de combustible, se haya transformado en una
multinacional importante gracias a una sangría monstruosa. En ese mundo siempre reciben apoyo los que nos quieren destruir porque
los héroes son los villanos. Allí abundan los adoradores de Thomas Griesa,
Antonio Brufau o Mariano Rajoy. Angela Merkel debe tener un templo en su honor
con su imagen venerada a diario. En este
mundo no hay héroes, pero abundan las acciones heroicas. Actos cotidianos,
solidarios, chiquitos pero con una abundante potencia transformadora.
En el mundo de los
agoreros cualquier delincuente merece morir y con el menor trámite posible.
Si un hombre intentó violar a una nena de cinco años en un barrio de las
afueras de Mar del Plata, los vecinos pueden dar rienda a su furia y linchar al paso a ese desaforado. Con golpes y palazos se ejerce mejor la
justicia que con jueces y abogados. Y en ese mundo, el fiscal, Paulo Cubas,
puede manifestar su comprensión hacia los
vaqueros que ejercieron la justicia por mano propia, porque “entendieron que el violador –que
todavía no había violado a la nena- se
merecía esa paliza”. Por extensión, también la muerte, que no está
contemplada como castigo en nuestro país, que sería este mundo.
Porque en aquel mundo la inseguridad ya es intolerable. Por
un par de zapatillas y una tarjeta Sube uno corre el riesgo de morir. La inseguridad –un absoluto tan falaz como la seguridad- obliga a los individuos a
vivir entre rejas con forma de titulares. Nadie protege a esas víctimas de
la inmigración descontrolada y de baja
calidad. En ese mundo no importa que el ministro de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación,
Eugenio Zaffaroni afirme que Argentina
tiene una de las tasas de homicidio más bajas de Latinoamérica. Tampoco es
un argumento aceptable que asegure que en los barrios de clase Media de la CABA las tasas de homicidios
son equiparables con las de Europa o Canadá. En ese mundo sólo importan los
prejuicios. “Lo ideal sería cero –dijo La Presidenta-
pero no hay ningún país del mundo en el que exista registro cero en materia de
delincuencia”.
En el mundo con
fronteras de papel, sus habitantes se comportan como exiliados europeos. En este mundo formamos parte de una patria
enorme y que sigue creciendo. No con dictadores, como dicen los de aquel mundo,
sino con mandatarios que se parecen a los ciudadanos. “No puede haber nada más importante que la
soberanía y la democracia popular, y que cada vez que la soberanía y la
democracia popular han sido atacadas terminan devastando el Estado y finalmente
terminan devastando a los pueblos”, señaló CFK, desde este mundo. Pero no
es la única que dice esas cosas. Tampoco
la única víctima de las dentelladas mediáticas. “Hoy las corporaciones y los monopolios político-mediáticos intentan de
cualquier forma corroer, destruir, debilitar lo que hemos logrado y mienten
descaradamente para frenar este modelo de inclusión que hemos puesto en marcha
en nuestra región”, denunció Rafael Correa, presidente de Ecuador.
En aquel mundo
gobierna una yegua y en éste, Una
Presidenta. Los dos mundos existen, pero
sólo uno es legítimo. Y, por supuesto, nos pertenece a todos. También nos
invita. A todos, hasta a aquéllos que están empecinados a permanecer en ese
mundo del que nunca serán parte.
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