“Uno de los rasgos
en que se expresan –y que ha contribuido a hacer posible- las transformaciones
sociales, políticas y económicas experimentadas en la Argentina de los 90
es la consolidación de la figura del
economista rey. Se trata de la preeminencia de un discurso que establece qué es
lo que se puede y qué no se puede hacer en materia de política económica,
En definitiva, es un
discurso acerca de lo económico pretendidamente técnico, pero eminentemente
político e ideológico. Los economistas neoliberales y la teoría ortodoxa se han
convertido en una secta religiosa.
‘La economía es un anestésico del mismo tipo que el latín en la Iglesia, y sin duda ha ganado mucho allí donde la religión ha perdido mucho. Hay una dimensión de trance en la oración común , que se encuentra en la alabanza económica a la Confianza, cantada en canon en la reuniones del G7 y en otras.No hace falta ser clérigo para ver una utopía en la economía ortodoxa, la ley de la oferta y la demanda y el liberalismo idealizado, como en el comunismo; y como en él, una religión con sus fieles, sus Papas, sus inquisidores, sus sectas, su ritual, su latín (las matemáticas), sus apóstatas, y quizás un día su Pascal y su Chateaubriand’ (1).
El economista
liberal explica sus fracasos en que la realidad no se ajusta a la teoría. A su
teoría, a la que consideran la correcta. Por eso los pronósticos fallan, porque
la economía no funciona como ellos piensan que debería funcionar.
La exageración de la
situación, la sensación de caos y el irremediable destino de futuro negro colabora para consolidar el poder económico.
La incertidumbre y el peligro a caer al
precipicio son acentuados por el constante mensaje de una crisis inminente. El
miedo paraliza, el statu quo es el mejor escenario para los poderes fácticos.”
Texto tomado de:
Texto tomado de:
Alfredo Zaiat :
Economía a contramano, Planeta, BsAs, pags.51-52
NOTAS:
(1) Bernard Maris :
Carta abierta a los garúes de la economía que nos toman por imbéciles, Granica,
2001
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