Arriba : Hugo Chávez junto a Nicolás Maduro: Vicepresidente y sucesor designado.
Por Juan Carlos Monedero
* Juan Carlos Monedero es profesor de Ciencias
Políticas de la
Universidad Complutense de Madrid
Ya hay gente de la oposición venezolana planteando que si
Chávez no venciera a la enfermedad, quien debiera ocupar la Presidencia es el
derrotado candidato Capriles. Su lógica democrática suele tener la misma
consistencia que su interés por los pobres antes de que Chávez llegara .
También están los que creen que pueden ir sin más a los militares a invitarles
a dar un paso fuera de la Constitución. Olvidan que en los cuarteles
venezolanos ya no cuelgan escenas de West Point ni imágenes de marines
matando vietnamitas, sino retratos de Bolívar o del Che Guevara. Otros andan
enredando a ver si logran que alguien cercano al Presidente dé un paso a favor
de la oposición, volviendo a olvidar que si hay ahora un mandato trascendente
en Venezuela es la petición de unidad lanzada por el Presidente camino de la
mesa de operaciones.
Como siempre, ahí están los medios de comunicación (el 80%,
conviene saberlo, en manos de los enemigos del proceso), jugando a ser el
principal partido de una oposición cuyo único acuerdo es sacar a Chávez del
Palacio de Miraflores. La enfermedad del Presidente dibuja hoy una sonrisa en
sus rostros de buenos católicos, apostólicos y romanos -aunque vista su probada
necrofilia podríamos jugar con las palabras-, convencidos de que después de
decenios dándolo por desaparecido, alguna vez tendrá que ser verdad. Ayer
intentaron hacer de un mensaje en Twitter un evento mundial. La cercanía
de las Navidades aviva su amor. Pero su apuesta, #RIPChávez, se quedó a
decenas de miles de puestos de distancia de #BuenaVibraPaChávez,
quedando claro que ni se asoman a saber que lo que tiene Chávez con su pueblo
es la relación que tienen los que han salido juntos del agujero y nunca se han
traicionado. Cuando crees que el poder te pertenece por nacimiento, nunca te
acostumbras a ver a otro en la silla presidencial. Y si la ira te confunde, el
juicio se te nubla. Se lo dice constantemente la embajada norteamericana, pero
no les entra.
Desde el Gobierno bolivariano, estas estrategias no son
nuevas. "No jueguen con el amor de un pueblo. Y menos con el amor de un
pueblo que fue maltratado durante muchos años (...) Oposición: tengan mucho
cuidado con lo que hacen". La advertencia es de Diosdado Cabello,
Presidente de la
Asamblea Nacional y persona con un gran ascendiente entre los
militares venezolanos. Desde que apareció Chávez, la desesperada oposición no
ha dudado en cada momento, en usar cualquier estrategia para intentar ganar
fuera de las urnas lo que no ha estado en condiciones de ganar en las elecciones
más limpias y transparentes de América Latina (como han reconocido los
Presidentes de los Tribunales Electorales de América Latina o el estadounidense
Centro Carter).
No es un atributo exclusivo de la derecha venezolana
(recordemos los golpes de Estado de Franco, Pinochet, Videla; la caza de brujas
de McCarthy para intentar acabar con los demócratas en los EEUU; el papel de la Contra en Nicaragua; la
guerra sucia, incluso, contra Felipe González -que en el fondo era uno de los
suyos-, y un largo etcétera), pero en la patria de Bolívar exageran. Allí
han probado, sin éxito, todos y cada uno de los métodos que a lo largo de la
historia latinoamericana han servido para sacar del Gobierno a los Presidentes
desobedientes con los mandatos históricos de eso que antes de la caída del Muro
de Berlín se llamaba imperialismo. Y es en ese fracaso donde nació la comunión
de Chávez con su pueblo.
Con su enfermedad, Chávez no ha hecho como Mitterrand -quien
ocultó su dolencia al pueblo de Francia-, sino que, muy al contrario, se
presentó a las elecciones haciendo saber que estaba golpeado por el cáncer. El
pueblo le dio un espectacular apoyo, y con una participación histórica del
80,48%, le sacó 11 puntos de ventaja a su opositor (18.854.935 votos frente a
15.176.253). Obama le sacó a Romney 3,4 puntos. Los intentos de la oposición de
olvidar ese resultado no ayudan a nadie. En especial a ellos. Pero sólo se
miran en el espejo de los medios de comunicación a los que financian.
Pero la reaparición de células malignas en el mismo lugar de
anteriores operaciones, no puede ignorarse. Chávez, en un acto de urgencia,
señaló a Nicolás Maduro, actual Canciller y Vicepresidente, como la persona que
debiera hacerse cargo de las riendas del proceso revolucionario en caso de que
un fatal desenlace le impidiera tomar posesión en enero. El artículo 233 de la Constitución es claro
en su párrafo segundo: "Cuando se produzca la falta absoluta del
Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a
una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días
consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente
o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente
o Presidenta de la
Asamblea Nacional".
Chávez, como en tantas otras veces, ha pensado más en
Venezuela que en su suerte personal. Hay decisiones que podrían haber
encontrado más fluidez con mayores plazos, pero es indudable que ajustar los
resortes de un país en la mira de los Estados Unidos no es tarea sencilla. Hoy
podemos pensar que hubiera sido bueno un menor esfuerzo suyo en la campaña,
pero también sabemos que eso sólo es una opción cuando lo que cuenta es tu
salud y no la del país. El mensaje de Chávez, acompañado de los rostros
abatidos de su Gobierno, propios de una última cena, han tenido el efecto
demoledor de quien piensa en términos de historia. Chávez, a quien quiso
escuchar, dijo: "entro en la sala de operaciones pero no sé si saldré
de ella. Quiero que el proceso hacia el socialismo siga su rumbo. Y la persona
adecuada para lograrlo es Nicolás. Quiero que todo el pueblo, militares,
partidos, consejos comunales, funcionarios, Gobierno den un ejemplo de unidad
en torno al Vicepresidente en caso de que haya elecciones y yo ya no esté. Voy
a luchar por regresar, pero si no fuera el caso, tienen ustedes claro mi
deseo".
Orden constitucional
garantizado
Sólo los que llevan años deseando o buscando la muerte de
Chávez están adelantando análisis. No hay mayor bondad en pretender dar por
hecho lo que no ha sucedido. ¿Qué puede decirse entonces? El orden
constitucional en Venezuela está garantizado. Los criterios jurídicos
vinculados a la ausencia del Presidente son meridianos y el apoyo tanto del
pueblo como del ejército a ese orden constitucional, no tiene la mínima fisura.
No hay ninguna razón, salvo las malas intenciones, para cuestionar lo que queda
bien reglamentado en el orden legal venezolano. Además de que sigue siendo
cierto que lo mejor que le puede pasar a Venezuela y a América Latina es que el
10 de enero Hugo Chávez tome posesión de su cargo como Presidente.
En los días que transcurran hasta la operación del
Presidente, pareciera sensato legitimar políticamente la opción por Nicolás
Maduro expresada por Chávez. Para ello, deben ponerse en marcha los órganos
políticos dispuestos al respecto (especialmente, el Partido Socialista Unido de
Venezuela, pero sin olvidar a las demás fuerzas que apoyan el proceso). El
carisma del Presidente Chávez sirve para trasladar su compromiso con la Venezuela socialista a
Maduro, como ocurriera con Lula y Dilma Russeff. Conviene, por tanto, respetar
los procedimientos correspondientes, aún más cuando Maduro viene perfilándose
desde hace tiempo como el sucesor natural de Chávez.
La figura de Nicolás Maduro ha experimentado en los últimos
años un enorme crecimiento político -como ha ocurrido con Evo Morales, con
Rafael Correa o con Cristina Fernández-. En cualquier caso, los escenarios que
podrían abrirse con la ausencia de Chávez del primer plano de la escena
política le obligan a dilucidar algunos aspectos importantes que Chávez ha
solventado con su enorme prestigio personal.
En primer lugar, debe dejar claros los cauces por donde
discurrirá la unión cívico-militar (que es un rasgo distintivo de la Venezuela bolivariana).
En segundo lugar, sería importante una reconfiguración del PSUV de manera
que las diferentes sensibilidades que siempre existen en todo proyecto político
-y que en ausencia de Chávez cobrarán fuerza- encuentren su espacio de
expresión. En tercer lugar, hay que dedicar muchos esfuerzos a la puesta en
marcha del nuevo plan socialista (con el que se ganaron las elecciones) dando
prioridad a las exigencias populares, ahondando en la eficacia gubernamental y
permitiendo que los problemas existentes encuentren espacios públicos de
expresión para que se conviertan en formas populares de evaluación de las
políticas públicas (ahí está una de las garantías de la unidad popular). Por
último -y en eso Maduro tiene mucho camino andado- es esencial que las
diferentes formas de integración regional sigan avanzando. El continente
latinoamericano le debe a Chávez tener hoy la mayor integración de toda su
historia. La ALBA,
el Mercosur, la CELAC
son espacios que, lejos de detenerse, deben ahondarse. Todos estos asuntos
tienen el sello de Chávez. Por eso Chávez llegó para quedarse. Hay líderes que
marcan la historia. Y esos, por más esfuerzos que hagan, no se mueren nunca.
Sea cual sea el desenlace físico -siendo el mejor, ver a
Chávez ceñirse la faja presidencial el entrante 2013-, corresponde a todas y
todos los venezolanos hacer un esfuerzo similar al de 2002. En aquel año, la
misma oposición que ahora brinda con champán francés por el cáncer, dio un
golpe de Estado que fue derrotado por el pueblo. Ahora, se trata de asumir la
responsabilidad que les corresponde a todos y cada uno en este escenario
complicado. Chávez ha hecho lo más difícil. Venezuela ahora tiene patria. Pero
los enemigos siguen acechando. Es ahora, más que nunca, cuando Chávez y el
pueblo tienen que ser lo mismo. Un pueblo que convierta su tristeza en
herramienta política para ahondar en la transformación socialista de Venezuela
contra todos los vientos del neoliberalismo. Esos de los que se liberó y que
ahora está empezando a conocer la vieja Europa.
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