Los jueces supremos
volvieron a dejar la aplicación de la ley de medios en el caso Clarín en una
zona pantanosa. Sin embargo, por lo que sostuvieron en fallos anteriores y en
el último, el futuro no pinta del todo mal.
El recorrido
aparentemente inocente que va de la expresión “dentro de la brevedad posible” a
la orden “¡De inmediato!” es un modo de aproximarse al último fallo de la Corte Suprema en
relación con la ley de medios. “De inmediato” había sido la fórmula imperiosa
con que los supremos instruyeron al juez de primera instancia para que dictara
sentencia, prohibiéndole, incluso, saltarse los días inhábiles a la hora de
trabajar en la causa. “Dentro de la mayor brevedad posible” fue el modo que
emplearon pocos días después para decirle a la Cámara Federal que
aborde el asunto, como si los camaristas merecieran mejores etiquetas que un
humilde juez de primera instancia, cuyo fallo, por otro lado, medio que los
supremos ningunearon. Esa prudentísima moderación, y muchas formalidades que
parecen rellenar las 30 páginas del texto que produjeron los integrantes de la Corte, parecen insuflar el
doble fallo: el rechazo del recurso de per saltum presentado por el Gobierno y
el respaldo para mantener la cautelar eterna que exime al Grupo Clarín de la
aplicación de la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual, por lo menos hasta que los camaristas
dicten su propia sentencia definitiva.
La decisión de los
cortesanos, lamentada por el kirchnerismo, acaso no sea tan trágica como se la
pinta. Por un lado, porque se supone que la Cámara no debería demorar (¿tres meses?) su
sentencia. Por otro, porque los supremos dejaron bien claro que el famoso plazo
de un año establecido para iniciar los procesos de adecuación a la ley está
vencido, en sentido contrario a lo que venía sosteniendo el holding a través de
sus abogados y “constitucionalistas”. Finalmente, porque se supone, sólo se
supone, que la Corte
ya más que sugirió en fallos anteriores algo parecido a lo que muy
taxativamente dijo el juez de primera instancia: que los artículos cuestionados
por el grupo Clarín no son inconstitucionales. El día en que finalmente dicten
la sentencia final, se supone que los supremos no deberían contradecirse con lo
que adelantaron unos cuantos meses atrás, aunque su último fallo no es fiel a
los mejores párrafos que llevan acumulados. Esa infidelidad consigo mismos se
refleja muy especialmente en torno de la nueva extensión de la cautelar.
Cantidad de veces los integrantes de la Corte impugnaron genéricamente la cultura de la
cautelar. Volvieron a cuestionar esa cultura de “cautelar fácil”
específicamente en la causa Clarín. Específica y minuciosamente retaron al
holding por recurrir a las chicanas y las cautelares sólo para ganar tiempo,
para que no se abordase la cuestión de fondo, la de la constitucionalidad o no
de la ley.
El argumento usado
para que permanezca vigente la cautelar, pese a sus propios enojos en la
materia, es que la inminencia presunta de la sentencia de la Cámara Federal
aventa el riesgo de que la causa se resuelva el día del arquero. Los propios
camaristas que, se sabe, parecen más que complacientes con los intereses del
Grupo Clarín, también habían extendido la cautelar amparados en ese argumento
(en su caso, la proximidad de la sentencia que efectivamente apuró el juez
Horacio Alfonso). Lo que dijeron los supremos se asemeja en algo al famoso
dicho de Groucho Marx: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo
otros”. Más seria o, literalmente, si antes cuestionaban la cautelarización
eterna, el jueves expresaron que la cercanía del fallo de la Cámara “disipa el riesgo de
que el proceso se vaya a prolongar”. Se supone que lo que viene, el nuevo
análisis que haga la Cámara
(previsible), será según la
Corte “el momento crítico en que la medida (cautelar) debe
desplegar su función plena de garantizar la eficacia del pronunciamiento de
fondo”.
Casi todo el fallo,
por otro lado, es sobre todo un extensísimo y cansador relato de todo lo que
viene sucediendo con la causa, como si los supremos se hubieran sentido
obligados a escribir de más para que el fallo pareciera más nutritivo.
Conjeturas. Una vez
conocido el fallo de los supremos, distintos funcionarios kirchneristas
reaccionaron con una mesura (ver aparte y la entrevista a Aníbal Fenández) que
a juicio del que escribe debe ser bienvenida y, a la vez, sorprende. La pista
más probable que explicaría esa conducta tranqui es que se la veían venir,
particularmente el rechazo al per saltum.
Las que siguen no
son siquiera hipótesis, son conjeturas. El bochazo contra el per saltum venía
medio cantado y fue unánime. Incluyó al juez Raúl Zaffaroni, seguramente el más
simpático para el kirchnerismo. La pregunta, entonces, es si el recurso de per
saltum al que apeló el Gobierno sufrió de severas “fallas técnicas” o si, aún
sabiendo que iba a rebotar, se prefirió hacer una apuesta meramente política
para sostener en la discusión pública la confrontación ya sea con Clarín o
contra “la corporación judicial”.
Siempre conjeturando, pero visto desde el otro lado, el de los supremos, se puede preguntar con alguna candidez si es absolutamente cierto que en el fallo medió, como se entiende desde el kirchnerismo, puro “tiempismo político”: seguir dilatando la cosa hasta que “cambie el escenario” en una estrategia “funcional a los intereses de la Corpo”? Otras preguntas posibles: ¿el fallo reflejó puro corporativismo conservador o acaso esté contagiado por un clima de irritación? ¿Puede que los supremos hayan decidido interpelar al Ejecutivo desde una eventual sensibilidad herida, desde una necesidad de guiñar al conjunto del Poder Judicial, cuyas conductas corporativas los supremos deben atender? Si fuera así, ¿el Gobierno pudo mantenerse firme en sus posturas sobre la aplicación de la Ley en el caso Clarín pero sin herir esa sensibilidad judicial, bajando un par de decibeles el tono de su discurso?
Siempre conjeturando, pero visto desde el otro lado, el de los supremos, se puede preguntar con alguna candidez si es absolutamente cierto que en el fallo medió, como se entiende desde el kirchnerismo, puro “tiempismo político”: seguir dilatando la cosa hasta que “cambie el escenario” en una estrategia “funcional a los intereses de la Corpo”? Otras preguntas posibles: ¿el fallo reflejó puro corporativismo conservador o acaso esté contagiado por un clima de irritación? ¿Puede que los supremos hayan decidido interpelar al Ejecutivo desde una eventual sensibilidad herida, desde una necesidad de guiñar al conjunto del Poder Judicial, cuyas conductas corporativas los supremos deben atender? Si fuera así, ¿el Gobierno pudo mantenerse firme en sus posturas sobre la aplicación de la Ley en el caso Clarín pero sin herir esa sensibilidad judicial, bajando un par de decibeles el tono de su discurso?
Si en este fallo que
centralmente favoreció a Clarín los supremos estuvieran adelantando su
sentencia final (¿abril próximo? ¿mayo? ¿junio? ¿diciembre de 2184?), ¿para qué
entonces se metieron con el tema del plazo de adecuación, dejando al desamparo
la posición y la estrategia judicial sostenida por el holding? ¿Sólo para
dosificar una vez más los guiños a los actores en pugna? ¿Pero no podrían
haberse hecho los giles? ¿No se hicieron los giles al no referir en su fallo a
nada importante que tuviera relación con el trascendente fallo de primera
instancia del juez Horacio Alfonso?
Suponiendo (de
nuevo, una conjetura) que sustentar la posición del Gobierno en relación con el
plazo de adecuación es más que un guiño, ¿puede que los supremos, siempre
oteando el panorama y probando la temperatura del agua con siete dedos gordos
de siete pies, estén obrando de una manera extremadamente cautelosa para que en
el escenario de una eventual sentencia favorable al Gobierno (la que sugerirían
sus primeros fallos acerca de la constitucionalidad de la ley) nadie les pueda
achacar debilidad ante el Ejecutivo? Imaginemos la reacción posible de las
derechas mediáticas, políticas o corporativas si la Corte en cuatro o seis meses
fallara contra Clarín: el kirchnerismo doblegó, humilló, arrasó con la
independencia de la
Corte Suprema. El fin definitivo de la República.
Volviendo a poner
los pies en tierra, si se trata del presente y el futuro inmediato el fallo supremo,
una vez más, paralizó la aplicación de la ley en el caso Clarín. Respecto de
los otros grupos comunicacionales, la respuesta de la Afsca ha sido cuidadosa. Si
antes se decía que aplicar la ley para quienes “no son Clarín” fortalecería el
poder del holding dominante, ahora lo que se dijo es que se seguirán estudiando
los planes de adecuación de todos los demás.
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