Por una política de integración
Es promisorio que se reúnan los intelectuales para que desde el pensamiento aporten al transitar de los pueblos, con responsabilidad y sobre todo con honestidad.
Es necesario unir a los intelectuales latinoamericanos para construir la matriz de una política de integración. Latinoamérica vive un momento que nunca tuvo.” La frase pertenece al presidente de Uruguay, Pepe Mujica, tras haberse reunido con el ex mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. La intelectualidad siempre estuvo presente en los procesos históricos de nuestros países y de la región. De un lado y del otro. Porque los hubo quienes analizaron y apoyaron las luchas populares en la construcción de la identidad nacional y latinoamericana y también aquellos que prefirieron el costado diestro de acompañamiento de los procesos militares y del neoliberalismo. O de ambos a la vez.
Y es promisorio que se reúnan los intelectuales para que desde el pensamiento aporten al transitar de los pueblos, con responsabilidad y sobre todo con honestidad. Sin olvidar que la teoría tiene su contención en aquello de “la única verdad es la realidad”. Olvidarlo puede llevarnos a meras discusiones estériles sin demasiados aportes al desarrollo con inclusión social. Si la intelectualidad se limita a una bisección sistemática de la gestión de un gobierno se autolimita. Si en cambio apunta a despertar cada día más la conciencia crítica del pueblo, empujando a su mejor comprensión y participación en los procesos históricos y políticos, el aporte será superlativo.
Porque lo que importa es la matriz del modelo de país al que aspiramos construir. Y en ese tránsito hay contradicciones, pensamientos críticos y contrapuestos, miradas que tienen que ver con el pasado en la construcción del presente y otras que las rehúyen por conveniencia. América Latina es un ejemplo del ocultamiento de su historia real y en reconocernos en una identidad común. El “cambio de época”, al decir del presidente de Ecuador, Rafael Correa, tiene significación en tanto se promueva una mayor participación, organización y compromiso popular y en tanto la intelectualidad no se quede aherrojada en la epidermis, sino que coloque su lucidez al servicio de estos procesos políticos transformadores.
Transformaciones que podrán ser consideradas revolucionarias o moderadas. Lo que no se podrá es ignorarlas. Porque como toda transformación es protagonizada por hombres y mujeres que creen en las mismas y tienen la decisión política de llevarlas adelante.
Así nos llevaron durante años sin permitirnos crecer y adormeciendo a generaciones de argentinos que dejaron de confiar en la construcción de su propio destino. Traficaron con la esperanza del pueblo y de los pueblos, mostrándonos apenas la zanahoria de una democracia tramposa, vacía de contenido ideo-político.
Cuando estamos en plena recuperación de la vertical, necesitamos de una intelectualidad lúcida, crítica, pero no aquella que se esconde detrás de ideologías antipopulares.
Necesitamos la síntesis del colectivo social que interprete a la intelectualidad para fortalecer la conciencia crítica, histórica, nacional y regional.
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