La agenda comercial signó el encuentro presidencial Interamericano, ya que en el cónclave predominaron los acuerdos de negocios por sobre los consensos políticos.
Por:
Eduardo Anguita
Juan Manuel Santos tuvo su tapa en la última edición de la revista Time, del poderoso grupo Time Warner. Allí afirma que el venezolano Hugo Chávez es un factor de estabilidad en la región. Pocos meses antes, ambos mandatarios juntaron a todos sus funcionarios y convocaron a empresarios y periodistas para dar a conocer los pasos concretos de la integración entre ambos países: se trata de un corredor bioceánico rico en petróleo, gas y minerales, con un potencial económico formidable. Ambas naciones suman más de 70 millones de habitantes y una alianza sostenida permitiría creer en un futuro no tan turbulento de las diferencias políticas entre liberales y defensores de la soberanía en América latina y el Caribe. Sin embargo, nada parece que ese camino esté firme. Chávez declinó viajar el viernes a Cartagena el viernes y nadie podía corroborar que el motivo fuera su salud. La reunión tomó un perfil tan claro de encuentro de empresarios de multinacionales con políticos que es posible que el venezolano prefiera dejar a su canciller la tarea de advertir que, con tan pocos acuerdos, no parece conveniente romperse la cabeza en redactar un documento final. De todos modos no hubo documento final ni en Mar del Plata 2005 cuando naufragó el Alca ni en Trinidad y Tobago 2009 cuando Barack Obama abrazaba a Chávez y este recordaba a George Bush como “mister Danger” (señor Miedo). Hoy la situación es otra: Chávez pelea contra el cáncer y Obama quiere seguir en la Casa Blanca pero sin interlocutores incómodos para los intereses neoliberales.
El fondo del encuentro que mantendrán hoy Obama y Santos es, para todos los observadores, establecer una fecha para la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC)entre Estados Unidos y Colombia. Un tratado que ya fue ratificado por ambos parlamentos y que requiere una serie de leyes menores por parte de Colombia para adecuarse a normas fitosanitarias y arancelarias. Cosas de forma. La fecha, seguramente será adecuada a la agenda electoral de Obama. El TLC en cuestión no difiere de otros que ya firmaron otros gobiernos de la región, como Chile y Perú. Va en la misma dirección del Nafta (tratado de Estados Unidos, Canadá y México, de 1994) y que rompe barreras arancelarias. No es casualidad que antes de venir a Cartagena, en Washington, Obama haya citado a Stephen Harper y a Felipe Calderón, que mantienen vigente ese acuerdo que brinda grandes beneficios a las multinacionales y que desprotegió a las industrias locales mexicanas y dejó a los Estados sin la percepción de muchos impuestos, dejados de lado por el Nafta.
El acuerdo con Colombia permitirá, a los empresarios que inviertan en el país, exportar sus productos con ventajas arancelarias privilegiadas. Serán parte de una red de acceso a cerca de 1.500 millones de consumidores en el mundo con incentivos tributarios y unas leyes que les den absolutas garantías. Tendrán no sólo el norte de América, sino los tratados que unen al Nafta con la Comunidad Económica Europea y otros países que forman parte de ese club de desfinanciamiento de los Estados. Es curioso: mientras la crisis financiera de Europa y Estados Unidos deja en evidencia los desbalances fiscales que sólo son cubiertos por planes de ajuste, Colombia se apresta a dejar más inerme su capacidad de recaudar impuestos. El ministro de Comercio e Industria colombiano, Sergio Díaz Granados, afirmó: “Además de la reducción de las barreras arancelarias, las empresas extranjeras pueden reducir sus costos de logística y transporte si deciden fabricar y exportar desde Colombia gracias al esquema de zonas francas e incentivos tributarios para los inversionistas instalados”. Zona franca –o puerto libre– es un lugar para no pagar impuestos legalmente. Ni derechos de importación ni otros tantos. La ubicación estratégica para los vuelos o el envío marítimo permite concluir en que para las transnacionales, se trata de una ganga. En las 33 zonas francas que tiene el país, las industrias de servicios tienen la reducción del 15% de impuesto de renta, y el acceso al mercado local. Exime del IVA a quienes importen bienes de capital. Para inversionistas en infraestructura hotelera y turística, Colombia ofrece la exención del impuesto a las ganancias por 30 años y descuentos en los aportes patronales para la contratación de empleados. Es decir, Santos juega una carta que retrotrae la llegada de capitales externos a las ventajas de los noventas, cuando la Cepal constató que se trataba del continente más inequitativo del planeta. El presidente colombiano muestra por estos días como un gran logro que 2011 fue récord en inversión extranjera, llegando a 13 mil millones de dólares. No caben dudas de que la reducción de los niveles de violencia constituye un atractivo para la actividad productiva. La estrategia de Santos, en ese sentido, fue exitosa. Donde se abren las dudas es si la paz podrá ser posible con los niveles espantosos de inequidad que tiene Colombia.
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http://www.infonews.com/2012/04/15/politica-17945-libre-comercio-o-soberania.php
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