Cómo y por qué la dictadura se dejó embargar mil millones en Londres
En 1982, las autoridades del Banco Nación operaron secretamente en favor de los ingleses. La batalla perdida del gerente Cabral. La decisión de Economía: en plena guerra, darle dinero de las reservas al banco de un país que mantenía inmovilizados los fondos de la Argentina.
por C. O. y R. C. (1)
Que Alfredo Astiz se rindió en las Georgias, se sabe. Que el dictador Galtieri ahogaba en whisky sus culpas, también. Sin embargo, cuando se habla de la Guerra de Malvinas, el comportamiento del ala civil y económica de la dictadura genocida bordea el misterio, como si una verdadera zona de exclusión la blindara de los alcances de la investigación histórica. La desclasificación del Informe Rattenbach permite rastrear ahora algunos episodios vergonzosos en los que funcionarios del Banco Nación y del Ministerio de Economía se mostraron más preocupados por defender a los ahorristas ingleses que a las finanzas argentinas, en medio de una situación bélica, es decir, extrema.
Guillermo Cabral, entonces gerente de Cambios del Nación, declaró ante la Comisión Militar que investigaba las razones de la derrota al mando de Benjamín Rattenbach, el 21 de diciembre del ’82: “Lo que voy a decir, puede que guste o no, pero diría que hubo una indiferencia que podría calificarla como colaboración con el enemigo (…). Dentro de este mundo hay mucha gente ligada a intereses totalmente ajenos a la República Argentina. Para administrar una empresa hay que estar identificado con la empresa. El país es una empresa, para administrar al país hay que querer al país. Si yo no quiero a mi empresa, yo no voy a colaborar.”
Además de la autopsia a la lógica colaboracionista que animó a sus colegas, Cabral aportó detalles sobre el congelamiento de las cuentas en dólares que las Tres Armas tenían en la sucursal londinense del banco, apenas se desató la guerra: “El capitán de Navío Villegas, de la Comisión Naval, se comunica conmigo, el 31 de marzo, para sacar los fondos que las Fuerzas Armadas, entre ellas la Marina, tenían depositados en el banco. Me dijo que el conflicto era inminente. Calculaba que había alrededor de 120 millones de Marina, 50 de Aeronáutica y 30 de Ejército.” Cabral, mientras tragaba saliva por la noticia que le había dado Villegas, se comunicó con el presidente del Nación, Enrique Ruiz Guiñazú, y después llamó a Ovidio De Andrea, gerente en Londres, para ordenarle que retirara esos fondos “inmediatamente”, antes de que fueran confiscados. Hasta ahí, todo bien. Pero un día más tarde, la cosa empezó a cambiar. Según declaró el gerente de apellido heroico, ante la comisión: “El día primero recibí un llamado telefónico de Raúl Ibarra, subgerente general internacional del banco, que estaba en San Francisco, conjuntamente con el director nuestro, Santiago Giloteaux. Me preguntaron por qué estaba sacando los fondos de Londres. Les dije que la información que yo tenía era que era inminente el conflicto con Gran Bretaña.” Y tanto el director del Banco Nación, Giloteaux, como el responsable del área de Internacionales de la entidad, Ibarra, le dijeron que “en Estados Unidos no tenían ninguna información, que se desconocía el hecho de que la República Argentina pudiera entrar en conflicto con Gran Bretaña y, por lo tanto, ellos consideraban que los fondos no debían moverse. Les expresé que la información que tenía era directamente de las Fuerzas Armadas y que, si alguien tenía conocimiento de eso, forzosamente tenían que ser nuestras Fuerzas Armadas. Me dieron instrucciones de que no insistiera en sacar los fondos.” Cabral tuvo que obedecer: “Yo era subordinado jerárquico de los señores Ibarra y Giloteaux.” Conclusión: el Banco de Inglaterra inmovilizó los 180 millones de dólares de las Tres Armas y, además, los depósitos de todo el Banco Nación en el Reino Unido, por un valor de 940 millones de dólares. El gerente de apellido heroico no lo podía creer. Hubiera sido fácil evitarlo: “Se le pasa el dinero a un banco suizo, después se llegaba a un acuerdo con el banco suizo y este tenía estos fondos, entonces, los ingleses no podrían haber embargado, pero nos embargaron.”
Siempre se puede empeorar. El presidente del banco, Ruíz Guiñazú, lo llamó desde la Casa Rosada. Tenía enfrente a Leopoldo Galtieri: “Me preguntaba si los fondos ya habían salido de Londres. Le conté la interferencia que había tenido, que no podía asegurarle si los fondos habían salido o no (…) Entonces, me dio instrucciones precisas de que hablara nuevamente a Londres y sacara los fondos a toda costa. Y si el representante de las Fuerzas Armadas se oponía, que no se acatara su orden y se sacaran igual los fondos, para tratar de salvarlos.”
El gerente Cabral volvió a la carga. Habló con De Andrea, el titular de la sucursal londinense y le exigió que sacara la plata a cualquier lado. Eso fue el 2 de abril, alrededor de las 10 de la mañana. No hubo caso. No se pudo hacer nada. Allí quedaron 940 millones de dólares. La plana mayor del banco, al parecer exceptuando a Ruiz Guiñazú, se lo tomó con calma. A Cabral, que caminaba por las paredes, le diagnosticaron “histerismo de guerra”, porque con la mala experiencia londinense pidió anticiparse y retirar todos los fondos del Banco Nación en Nueva York, por si Estados Unidos traicionaba a la Argentina. Entonces lo invitaron a tomarse una licencia obligatoria. Una tarde lo llamaron para que hiciera un memorándum narrando los hechos, porque Galtieri estaba interesado. Le dijeron después que la SIDE estaba investigando. Le dijeron eso y nunca más le dijeron nada.
Fue ante la Comisión Rattenbach (CR) que Cabral pudo desquitarse: “Aquí hay una cosa muy importante: hay lucro cesante y pérdidas reales, porque al disponerse la congelación de 900 millones y pico de dólares, se restó disponibilidad al Banco y, entonces, el Banco Nación en un momento dado tenía que salir del mercado, ya que estábamos en conflicto, y el riesgo político aumentaba, vale decir, que los intereses y lo que nos podían prestar en el mercado era superior a lo normal. Entonces, hay pérdida y lucro cesante, de lo que alguien tendrá que responder. Supongamos que todos los días prestara 1000 dólares a una tasa promedio del 10 por ciento anual, habría que hacer un cálculo aproximado sobre 900 millones en lo que dura el conflicto. Nosotros ya comenzamos a disminuir nuestras reservas, a partir del 31 de marzo del año ’80, porque hubo que regular mercado. Hubo día en que yo regulaba mercado por 40 y orden del Banco Central y hubo un día en que largamos al mercado 326 millones de dólares para mantener la paridad del peso. Entonces, eso hizo que las reservas del país fueran mermando; entonces, el Banco de la Nación tenía problemas operativos, porque acá el riesgo político había aumentado.
CR: –¿No cumplieron su misión por negligencia o porque no creían que iba a haber tal conflicto?
Cabral: –Lo que voy a decir puede que no guste, pero diría que hubo una indiferencia, que podría calificarla como de colaboración con el enemigo. Había informaciones de que teníamos ya conflictos con la Comisión en Georgias desde el 19 de marzo. Además, dentro de este mundo hay mucha gente ligada a intereses totalmente ajenos a la República Argentina.
CR:–¿Cuáles son esas personas colaboracionistas?
–Santiago Gilotaux, uno de los directores del banco; Raúl Ibarra, subgerente general, y el presidente del Banco por tibio.
Los integrantes de la Comisión Militar tomaron en serio a Cabral y citaron al ministro de Economía, Roberto Alemann (ver aparte, declaración completa).
Alemann era la contracara del gerente de apellido heroico. Ninguna de sus medidas pareció influida por el “histerismo de guerra”, del que Gilotaux e Ibarra abjuraban. Por el contrario, lo suyo fue un canto a la paz, en posición de loto, que llevó tranquilidad y alivio, sobre todo al gobierno inglés: mientras Londres embargaba al Banco Nación, los bancos británicos en la Argentina operaban con normalidad garantizada, sin represalia alguna por el embargo de los casi 1000 millones de dólares. Es más, cuando fruto de la incertidumbre de la guerra, clientes particulares del Banco de Londres en Buenos Aires decidieron retirar sus depósitos de la entidad, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) salió a auxiliar sus carteras con dinero de las reservas de los argentinos, a través de redescuentos, como si la guerra no existiese.
Lo confesó el propio Alemann, interrogado por la Comisión Rattembach, aunque de inmediato aclaró que lo hizo porque no quería ver trabajadores bancarios despedidos: “El Banco de Londres perdió sus depósitos por decisión del público, no del gobierno. Perdió depósitos y recurrió al Banco Central, como le corresponde, para recibir redescuentos. Los recibió. Lo contrario hubiera sido mandar a la quiebra al Banco de Londres, con despido de centenares de personas.”
No fuera cosa que confundieran su generoso corazón con el alma gélida de un colaborador con el enemigo.<
La confesión de Alemann
CR: –¿Podría definir la situación económica de la Argentina, el día 2 de abril (de 1982)?
Alemann: –El país estaba, desde el punto de vista económico, saliendo de una profunda recesión cuyo momento más bajo estimo que habrá ocurrido en el tercer o cuarto trimestre del año ’81. En el primer trimestre del año ’82 se advertían leves síntomas de recuperación económica. Naturalmente el impacto del conflicto sobre la actividad económica, como consecuencia de la suba fuerte de los intereses, fue francamente recesivo. Se acentuó la recesión. Yo estaba en contacto, no diría diario, pero bastante periódico, con el teniente general Galtieri, informándolo sobre el frente financiero externo y el frente económico (…) siempre defendiendo las reservas monetarias para pagar armamento, eventualmente. A medida que el conflicto seguía y seguía y no se resolvía, esta situación iba cada vez más grave.
CR: –¿EL derecho del capital foráneo de mandar afuera sus utilidades o de repatriar sus capitales, lo dispone usted recién el 21 de abril?
A: –Así es.
CR: –La anulación de los certificados de importación no utilizados se dispuso 26 días después del día dos. Los pagos al exterior de los bancos, sin permiso del Banco Central, a los 27 días. La suspensión de importaciones de bienes suntuosos, inclusive automóviles, 30 días más tarde. El aumento de reembolsos, para tener más divisas, 33 días más tarde. ¿Todo esto no se podía haber hecho inmediatamente después del lunes 5, cuando usted cortó el mercado de cambios?
A: –No, parecía imprudente porque en ese momento se inició una negociación que fue la gestión de Haig y mientras se estaba negociando sobre el tema, como que de parte del gobierno, según nos informaba el señor presidente, en todo momento había disposición de llegar a un arreglo. De tal manera que, durante el mes de abril, nosotros actuamos siempre en relación a los acontecimientos previendo la posibilidad de una nueva normalización, en cuyo caso todas estas medidas hubieran causado nada más que una perturbación. Pero luego al final de abril estaba fracasado o no llegaba a ningún camino y en el mercado de cambios seguíamos sintiendo las tensiones; nos vimos obligados a adoptar medidas previsionales.
CR: –¿No creyó conveniente usted retirar inmediatamente los fondos nacionales de Inglaterra por lo menos?
A: –Nosotros sacamos todo lo que pudimos, el mismo viernes.
CR: –¿Se sacaron aproximadamente 400 o 500 millones de dólares? ¿Quedó bloqueada una cantidad mayor?
A: –Yo no recuerdo la cifra exactamente, pero los ingleses dijeron que ellos habían bloqueado 1450 millones de dólares, de residentes argentinos.
CR: –¿Cuánto tiempo tardó en ser trabado el Banco de Londres en su funcionamiento?
A: –Recibió un veedor enseguida.
CR: –¿Se trabó su funcionamiento?
Alemann: –El funcionamiento fue perfectamente normal. Nunca se le impidió trabajar. El Banco de Londres perdió sus depósitos por decisión del público, no del gobierno. Perdió depósitos y recurrió al Banco Central, como le corresponde, para recibir redescuentos. Los recibió.
CR: –¿Considera usted que puede ser aceptable para la opinión pública argentina, en una situación de conflicto, la medida de otorgarle redescuento al Banco de Londres, por la vía del Banco Central, cuando se produce la emigración de depósitos de aquel?
A: –Lo contrario hubiera sido mandar a la quiebra al Banco de Londres, con despido de centenares de personas y con ventaja no sé para quién.
CR: –En Inglaterra se podría haber producido una situación análoga.
A:–No es comparable la dimensión de la sucursal del Banco de la Nación en la economía inglesa, a la dimensión del Banco de Londres en la economía argentina.
CR: –¿Nuestra sucursal no tuvo ninguna traba en ese sentido?
A: –Sí, desde luego, tuvo las trabas propias de la imposibilidad de realizar pagos a la Argentina. Lógicamente, tuvo esas dificultadas pero superado el conflicto siguió adelante. El Banco de Londres tuvo las mismas trabas. Nosotros considerábamos que, mientras no hubiera una disposición legal de orden superior, el Banco de Londres, como el Barclays, el otro banco inglés más reciente y mucho más pequeño, eran parte de nuestro sistema y las reglas de este eran que en caso de necesidad de recursos a corto plazo el Banco Central se los proveía, y así lo hizo.
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NOTA DE MIRANDO HACIA ADENTRO :
(1) Cynthia Ottaviano y Roberto Caballero
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