Por Manuel Barrientos
La expropiación de YPF, una decisión trascendente. El nuevo modelo de
gestión, los cambios en el mapa político y la respuesta a las amenazas
del gobierno español.
Busquen
información sobre la empresa noruega Statoil. Ése es el modelo a
seguir”, recomienda una fuente cercana al Gobierno. El mensaje llega,
por mail, pocas horas después de ese mediodía del lunes 16 en el que la
presidenta Cristina Kirchner anunció el envío al Congreso Nacional de un
proyecto de ley para expropiar el 51 por ciento de las acciones de YPF.
Hasta ese día, la principal compañía petrolera de la Argentina estaba
bajo el control mayoritario de Repsol, la multinacional de origen
español. Se trataba de la misma fuente que, un par de semanas antes,
había adelantado que el Gobierno preparaba una medida muy importante,
“de ésas que tienen consenso amplio, y que sólo pueden despertar
rechazos en la extrema derecha”. Y que el jueves 12, ante los rumores y
las operaciones que anticipaban un posible anuncio presidencial sobre la
política petrolera, aconsejaba mantener la cautela.
Ante la
consulta urgente, la fuente explica que el Estado noruego es dueño de
dos terceras partes de Statoil y las ganancias que no son reinvertidas
se destinan al sistema nacional de pensiones. “Uno de los más grandes y
estables en el mundo”, acota. Noruega es, hoy, el tercer país exportador
de petróleo del mundo, detrás de Rusia y Arabia Saudita.
Por esta
vez, el periodista decide no responder sus dudas por medio de la rapidez
que brinda Internet y busca en su biblioteca. En uno de los estantes
superiores encuentra El libro negro del petróleo, de Thomas Seifert y
Klaus Werner, editado por Capital Intelectual en 2008. Allí, los
periodistas alemanes señalan que existe una suerte de “maldición de los
recursos”, porque casi ningún país rico en petróleo, hasta hace pocos
años atrás, había logrado utilizar estos bienes naturales como un
trampolín hacia el desarrollo industrial. Pero también aclaran que no se
trata de una “suerte inalterable”. Y subrayan dos excepciones: Estados
Unidos y Noruega.
El país escandinavo es uno de los sistemas más
progresistas y democráticos del mundo. Sin haber entregado nunca la
soberanía sobre los recursos fósiles, tiene altísimos niveles de
ingresos per capita y una tasa de desocupación de 3,2 por ciento, de
acuerdo a datos de enero último. Además, sabedores de la finitud de
estos recursos, en 1990 crearon un fondo estatal, Petroleumsfondet, en
el que depositan el superávit generado por los negocios del crudo, a fin
de evitar que el dinero se gaste tan rápido como se lo generó. Y, si
bien en las áreas de explotación participan jugadores privados locales e
internacionales, el régimen impositivo del 78 por ciento al petróleo
extraído garantiza que la mayor parte de las ganancias permanezcan en el
país. “Nuestras próximas generaciones también deben beneficiarse con
estas reservas de petróleo”, argumenta la ministra Thorhild Widvey en el
libro de Seifert y Werner.
Así, Noruega se transformó en la última
década en el país con mejor índice de desarrollo humano del mundo, de
acuerdo al Informe Anual que elabora el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD). Ése, entonces, es el modelo al que apunta -y
debe apuntar- la Argentina.
HERRAMIENTA ESTRATÉGICA
En
2011, la Argentina se convirtió en un país importador neto de gas y
petróleo por primera vez en 17 años, generando un fuerte déficit sobre
la balanza comercial. “El costo de mantener este esquema era
peligrosísimo, porque se hubieran producido cuellos de botella, tanto en
el plano energético como en el mercado de divisas”, advierte el
economista Ricardo Aronskind. Y explica que el aumento interno del costo
de los hidrocarburos habría resentido el crecimiento de la producción; y
la necesidad de continuar con las importaciones hubiera provocado una
mayor demanda de compra de dólares para el Estado nacional. De esta
forma, podría haberse terminado en una recesión económica y con altos
riesgos de tener que enfrentar una corrida cambiaria.
El
investigador de las universidades de Buenos Aires y General Sarmiento
recuerda que la continuidad en la estatización del cobre le permitió a
Chile evitar sobresaltos en el mercado cambiario, porque los dólares que
generaba el metal regresaban de forma directa al Tesoro Nacional. La
intervención en YPF, entonces, también le permitirá al gobierno
argentino un mayor control del mercado cambiario.
¿Cómo se generó ese
déficit en materia energética que sufrió -y sufrirá en el corto plazo-
la Argentina? Ingeniero especializado en gas y petróleo, Martín
Scalabrini Ortiz retomó el legado de su abuelo Raúl (autor del clásico
El petróleo argentino, de 1938) y es una de las voces que impulsaron la
reestatización de YPF en los últimos años.
“Hubo una política
extractivista que no tuvo en cuenta la reposición a futuro de las
reservas. Así, el año pasado tuvimos que importar combustibles y
lubricantes por casi 9.400 millones de dólares”, resume. Los expertos
ligados a la empresa de origen español señalaron que la ausencia de
inversiones se debió a las bajas tarifas fijadas por el Gobierno. Sin
embargo, un economista de origen peronista, pero crítico del
kirchnerismo, afirma que ése no fue el origen del problema. “El precio
del petróleo es geopolítico y no debe regirse como otros commodities,
sino en base a la ecuación entre costos y utilidades”, asevera.
Scalabrini
Ortiz describe la operatoria llevada adelante por Repsol en la
Argentina. Nuestro país, ilustra, posee una matriz productiva bastante
madura, porque los pozos tienen una vida útil y van disminuyendo su
producción. Entonces, se vuelve necesario generar alternativas para
extraer esos recursos, que implican riesgos y costos adicionales. Con
lógica rentística de corto plazo, Repsol prefirió invertir las ganancias
generadas en el país en otros pozos convencionales, como Perú,
Marruecos o Libia. “Así, los riesgos y costos siguieron siendo bajos”,
indica.
Aronskind y Scalabrini Ortiz coinciden en que el control
sobre la petrolera le brindará al Estado una herramienta para regular el
mercado interno y evitar los faltantes que se registraron en los
últimos años. “Hay que celebrar la medida, porque marca un quiebre en el
modelo energético que se inició con los decretos 1.055, 1.212 y 1.589
firmados en los primeros meses del gobierno de Carlos Menem, que
desregularon el mercado petrolero argentino, disminuyendo el poder de
control del Estado respecto de las empresas privadas”, observa
Scalabrini.
LOS PROFESIONALES
Desde
la Casa Rosada saben que para lograr una compañía acorde a los altos
parámetros alcanzados por Statoil se necesita no sólo voluntad y
liderazgo político sino también una administración profesionalizada, con
cuadros técnicos altamente capacitados. Como señaló la Presidenta, la
intención es repatriar a aquellos expertos que participaron en la
gestión de YPF antes de que quedara en manos de Repsol y que hoy
integran los niveles gerenciales más altos de las principales petroleras
internacionales. De allí podría salir el número uno de la compañía.
“La
nueva YPF contará con un directorio y management profesionalizado
argentino independiente, sin el control de ningún grupo local o
internacional”, indican fuentes cercanas a la Rosada. El proyecto
oficial contempla que el Estado nacional y los gobiernos provinciales
controlen el 51 por ciento de la compañía, que seguirá siendo una
sociedad anónima abierta a los accionistas privados. Así, señalan que el
“objetivo central” será transformar a YPF en una empresa con sentido
nacional y que tenga un rol protagónico en el desarrollo energético del
país, pero que también “genere valor para sus accionistas, con todos los
atributos de una empresa internacional moderna y emprendedora con altos
estándares de calidad y ética profesional”.
Por las características
actuales del sector, Scalabrini señala que “es necesaria gente
capacitada y que conozca muy bien el negocio”. El ingeniero explica que
se requieren distintas tecnologías de acuerdo a las características de
los pozos. En ese sentido, muestra su dolor por la destrucción de los
equipos técnicos de YPF y aconseja la posibilidad de trazar alianzas
estratégicas con empresas de la región, como Petrobras, Pdvsa y YPF de
Bolivia. Para Aronskind, el devenir de la nueva compañía se convierte en
un caso testigo. “El país sufrió el problema histórico de no generar
administraciones eficientes para sus empresas públicas. Por eso, ésta
será una prueba crucial, en la que se jugará el prestigio del Estado
argentino”.
En 2011, YPF produjo cien millones de barriles de
petróleo, un 6,5 por ciento menos que en 2010, y 441.000 millones de
pies cúbicos de gas natural, con una caída interanual del 10,1 por
ciento. Sin embargo, un informe publicado por el Departamento de Energía
de Estados Unidos muestra que la Argentina se ubica en el tercer lugar
en el mundo con relación a los recursos “técnicamente recuperables” de
shale gas, detrás de China y del propio EE.UU. Estos recursos estarían
distribuidos, principalmente, en el yacimiento de Vaca Muerta (Neuquén) y
en otras cuencas hidrocarburíferas ubicadas en el Chaco, el Golfo San
Jorge y en la Zona Austral-Magallanes. “La Argentina tiene un potencial
energético enorme, de dimensiones que impresionan y pueden cambiar la
perspectiva a largo plazo del país”, remarca Aronskind.
Sin embargo,
este tipo de reservas requiere inversiones mayores a las convencionales.
Con intención didáctica, Scalabrini explica que, en los pozos
convencionales, se perfora la tierra, se llega hasta una capa
determinada, y ahí se encuentra gas o petróleo que fluye de forma
natural. En cambio, en el caso del shale, estos recursos están atrapados
en la roca madre. Entonces, se utiliza una tecnología especial, que
fractura esa roca y genera los intersticios adecuados para permitir la
fluidez, a través de altísimas presiones de agua y de la inyección de
una arena especial. A diferencia de la convencional, la perforación no
es sólo vertical sino también horizontal, cuando se llega a la roca
madre.
El interrogante que surge, entonces, es cómo solventar esas
inversiones. La fluctuación de los precios internacionales será clave,
aunque los especialistas señalan que continuará con su tendencia alcista
en el largo plazo. Scalabrini propone la capitalización de reservas en
la empresa. Y recuerda que, entre 1922 y 1932, se multiplicó el capital
del Tesoro Nacional que se había destinado a la creación de YPF. Por su
parte, Aronskind señala: “Es un momento inverso al que pregonan los
neoliberales, porque hay competencia para invertir en la Argentina.
Estamos en condiciones de elegir socios y buscar las mejores
alternativas en términos de financiamiento. Habrá que saber aprovecharlo
con inteligencia”.
EFECTO POLÍTICO
El
proyecto de expropiación sacudió el mapa político nacional. Dentro del
kirchnerismo, reconstruyó alianzas y arrojó mística hacia el presente y
el futuro. Entre los mandatarios provinciales, hubo un respaldo casi
unánime a la iniciativa. “Durante cien años hemos provisto de petróleo y
gas al país y nunca tuvimos este nivel de participación dentro de una
empresa productora”, reconoce en la entrevista con Debate el gobernador
de Chubut, Martín Buzzi.
La segunda fuerza en la última
presidencial, el Frente Amplio Progresista, también manifestó con
rapidez el apoyo en general al proyecto de ley. Entre las disidencias
particulares, remarcaron la necesidad del control de la Auditoría
General de la Nación, la Sindicatura y el Congreso. “La recuperación del
poder de decisión sobre YPF debe ser el punto de partida para avanzar
en la formulación de un nuevo rol del Estado en materia de política
energética y de hidrocarburos”, señala el senador socialista Rubén
Giustiniani (ver página 11).
Desde su fundación en 2007, Proyecto
Sur, la fuerza política liderada por Fernando “Pino” Solanas, tuvo como
una de sus principales banderas la estatización de la emblemática
compañía petrolera. “Nuestro objetivo, como siempre, es una empresa
ciento por ciento estatal y que controle todas las áreas de esta
industria. Pero eso no nos impide ver que se trata de una decisión que
avanza en el camino correcto”, precisa Scalabrini Ortiz, quien fue
candidato a diputado nacional por ese partido en 2011.
Luego de
fuertes debates internos, los bloques parlamentarios del radicalismo
decidieron apoyar en general el proyecto, aunque también presentarán su
propia iniciativa. Ante la consulta de esta revista, el presidente de la
UCR, Mario Barletta, anticipa que impulsarán la creación de una
Comisión Bicameral para investigar el vaciamiento de la petrolera (ver
recuadro). Las discusiones, sin embargo, ahondaron ciertas grietas ya
existentes y varios legisladores radicales que manifestaron su cercanía
al PRO en los últimos meses aún analizan un posible rechazo a la
expropiación.
Es que, a pocas horas de conocido el anuncio
presidencial, Mauricio Macri intentó mostrarse como el líder más duro de
la oposición y descalificó el anuncio presidencial. “Una vez más vamos
por el camino en el que los argentinos vamos a estar peor” y el también
clásico “el país se enemistará con el mundo” declaró en la conferencia
de prensa brindada, junto a sus legisladores y ministros, en el Salón
Blanco de la jefatura de gobierno porteña. “Es un suicidio
internacional”, reafirma a Debate el diputado Omar De Marchi, que
integra el interbloque macrista como representante del Partido Demócrata
de Mendoza.
Sin embargo, sólo una parte de la Coalición Cívica y del
peronismo disidente se plegó al macrismo. Y la alta aprobación popular
de la medida y el aislamiento (no “internacional”, pero sí
parlamentario) en el que quedó la posición del PRO obligaron al jefe de
gobierno porteño a desandar el camino pocos días más tarde. “Si ya se ha
hecho el daño de romper con un compromiso que se asumió en 1992 por los
mismos que lo habían asumido, en 2015 volver a cambiar no sería bueno”,
prometió el jueves 19, en el hipotético caso de que ganara la próxima
elección presidencial.
EN PLAN DE REPRESALIAS
“Allí
donde haya una empresa española, allí estará el gobierno defendiendo
como propios sus intereses”, respondió el presidente español, Mariano
Rajoy, el mismo día del anuncio. Creada recién en 1986, la petrolera dio
su gran salto con la adquisición de YPF, en 1999. Sin demasiada
experiencia en producción, hasta ese momento sus tareas se centraban en
la comercialización de combustible. Hoy, YPF supone el veinte por ciento
de los activos de Repsol y poco menos de dos tercios de su producción.
Además,
los pronósticos aún son sombríos sobre la economía española, que se
calcula que en los últimos dos años ha destruido más de dos millones de
empleos. Y esta semana el Fondo Monetario Internacional pronosticó que
el gobierno de Rajoy no cumplirá con los objetivos de déficit pactados
con la Unión Europea para 2012 y 2013. En ese marco, el anuncio
argentino, aunque esperado, podría agravar esta crisis.
En el plano
interno, Rajoy obtuvo el previsible apoyo del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE). Su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, sostuvo
que “respaldará al gobierno en las medidas que tenga que tomar en
defensa de los intereses de las empresas españolas”. Pero las críticas
sí llegaron desde Izquierda Unida. El portavoz económico de esa fuerza,
Alberto Garzón, señaló que era una “vergüenza” que el gobierno de Rajoy
defendiera a Repsol, porque “no es técnicamente una empresa española”.
Efectivamente,
la distribución accionaria que figura en la propia página web de la
empresa revela que el 68 por ciento es free float. Es decir, susceptible
de ser negociado en la Bolsa de valores. De ese capital flotante, el
cuarenta por ciento es “institucional extranjero”. Y, entre las
participaciones significativas no comerciables, el 9,49 por ciento
pertenece a la mexicana Pemex. También se sumaron las denuncias por la
alta colocación de los capitales de Repsol en diversos paraísos
fiscales.
Con todo, el gobierno español amenazó con “medidas claras y
contundentes” contra la Argentina. Pero, hasta el momento, el apoyo
internacional no fue el esperado. El propio canciller José Manuel
García-Margallo expresó sus molestias por la “tibia” actitud de Estados
Unidos, que luego pareció en parte remediarse a través de un encuentro
con la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. Por su
parte, el presidente Rajoy intentó aprovechar una ya programada visita
por México y Colombia para generar apoyo entre los países
latinoamericanos.
Pero las posibles represalias también parecen
encontrar ciertos límites. Las exportaciones de España a la Argentina
son de unos 1.000 millones de euros al año y las importaciones duplican
ese monto. “¿Se va a arriesgar el gobierno español a perjudicar los
intereses de grandes empresas en la Argentina como BBVA, Telefónica,
Endesa, Gas Natural, OHL, ACS, NH Hoteles o Inditex? Diría que no”,
planteaba el periodista David Bollero en el diario digital Público.
El
presidente de Repsol, Antonio Brufau, exigió una compensación de un
mínimo de 10.500 millones de dólares. El proyecto de expropiación, sin
embargo, establece que el precio será definido por el Tribunal de
Tasación Nacional. “¿Qué será lo que los pone tan nerviosos cuando
hablamos del Tribunal de Tasación? ¿Será porque Marsans pidió una
indemnización de alrededor de mil millones y el Tribunal dijo que el
valor era de mil millones pero negativo, por el patrimonio en rojo que
habían dejado?”, respondió el viceministro de Economía, Axel Kicillof,
recordando el caso Aerolíneas. Además, la intervención encabezada por el
ministro Julio De Vido anticipó que se tendrán en cuenta no sólo los
números que arroje la auditoría, sino también los daños ambientales
causados por Repsol.
El amplio consenso obtenido entre las
principales fuerzas parlamentarias de la Argentina, indica que la pelea
política por YPF avanza con paso firme. El litigio judicial, en cambio,
requerirá de tiempos largos y de la asistencia de estudios jurídicos
internacionales especializados en la materia.
Publicado en :
http://www.revistadebate.com.ar/2012/04/20/5335.php
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