Los argentinos, como los demás latinoamericanos, estamos acostumbrados a ver películas norteamericanas, donde la figura del “héroe” está siempre presente. Y esos héroes suelen responder a un conocido molde olímpico : son altos, rubios, y con cuerpos esculpidos en esteroides. Buenos mozos y elegantes. Gallardos, bronceados y valientes. Son personajes construidos con la madera de los Dioses, de una perfección imposible de alcanzar.
Los héroes latinoamericanos son distintos. Y quizás un arquetipo de ellos sea el Chapulín Colorado, la gran creación de Roberto Gómez Bolaños. El Chapulín es bajito, feo y flacucho, voluntarioso y un poco inocente, y dotado de una valentía que surge de la necesidad, no de una condición innata otorgada por los seres del Olimpo.
Aparece siempre que lo llaman, sin importarle la dimensión del enemigo, y armado sólo con un patético martillo de plástico ( El famoso “Chipote Chillón” ). Y, pese a sus condiciones desfavorables, pese a sus imperfecciones y limitaciones, pese a su temor, resuelve las situaciones que se le presentan, a veces a los chipotazos, y otras con su astucia.
Todas las sociedades desarrollan sus héroes, ya no sus héroes de ficción, sino los de carne y hueso que caminan por sus calles. Y me parece indudable que los héroes de carne y hueso de los Estados Unidos se parecen mucho menos a Superman o al Capitán América de lo que los héroes latinoamericanos se parecen al Chapulín Colorado.
Porque, por estas tierras, construimos ese tipo de héroes. Son hombres comunes, imperfectos, con limitaciones, con dudas, con errores, pero que logran grandes cosas, y son recordados por generaciones.
De Sandino a Allende, de Bolívar a Evo, de Zapata a Eva, los latinoamericanos tenemos héroes muy humanos, construimos el bronce con barro.
Néstor perteneció a esa raza. Era alto, si, porque venía de las tierras de los patagones. Pero era feo y bizco, desgarbado y con problemas de dicción, narigón y desmañado. Estaba muy lejos de ser un galán o un muñequito de torta.
Pero tenía otras virtudes. Contaba con la valentía y la tozudez que imponen la necesidad. Demostró una capacidad política que bien podríamos llamar astucia. Y una entrega que lo llevo a dar todo por su causa.
En sus manos, el Chipote Chillón sonaba más fuerte que el Martillo de Thor.
Un hombre maduro, con una salud precaria, gobernando un país fundido ubicado en el Fin del Mundo, nos demostró a todos que algunos imposibles no son tales.
Eso le ha permitido, indudablemente, ingresar a un panteón donde hay muchos gloriosos chapulines.
Adrián Corbella, 12 de octubre de 2011.
Publicado también en :
http://kolinacomuna8.blogspot.com/2011/10/un-heroe-bien-latinoamericano.html
y en la revista digital "AKTIVATE 2", de enero de 2012
3 comentarios:
jajajaja es excelente mi amigo excelente!!
pero lo voy a subir después jajaja
Maravilloso Adrian el "chapunéstor" !
y muy es cierto q nos enseñó "que se puede",por eso nos propuso Un Sueño,q día a día se Hace Realidad!
Te Felicito,me encantó !!!
Gracias Ale... todos pasan y ni saludan... Juajua!
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