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lunes, 17 de octubre de 2011

Viejas y nuevas ideas, por Eduardo Anguita (para “Miradas al Sur” del 16-10-11)

Arriba : Tabaré Vázquez y George W. Bush. Dios los cría ...

Miradas al Sur. Año 4. Edición número 178. Domingo 16 de octubre de 2011

Por

Eduardo Anguita

eanguita@miradasalsur.com

Nadie imaginaba la última semana de campaña electoral sin campaña electoral. No era previsible, al menos para el establishment, que la encuesta que iba a publicar La Nación, apenas dos días antes de que rigiera la veda para conocer la intención de voto a candidatos presidenciales, quedara para un Guiness del periodismo. Porque el diario de los Mitre reveló que “el 81 % de los encuestados quiere cambios de gabinete”, según un revelador estudio de Poliarquía, la consultora cautiva de La Nación. Es casi lo mismo que afirmar que una abrumadora mayoría está de acuerdo que tras nueve meses de embarazo, es bueno que el niño nazca o que tras meter la pelota dentro del arco es razonable que el jugador grite gol. Un último esfuerzo, tras el fracaso del discurso de Hugo Biolcati en la inauguración de la 125 edición de la exposición de la Sociedad Rural, lo marcó el título de la página de esa entidad fundada por José Martínez de Hoz: “Se suspendió la primera visita de Cristina Kirchner en cuatro años a una entidad rural”, en referencia a la suspensión de la Presidenta a la reunión con directivos de Coninagro el viernes pasado a raíz de la muerte de Elvio Macchi, “compañero y colaborador” (las comillas van por cuenta de la SRA) de la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner. El encuentro con los directivos de una de las entidades que en su momento crearon “el clima destituyente” (las comillas corren por cuenta del autor y el concepto fue acuñado por Nicolás Casullo) no era más que una continuación del diálogo con todos los sectores en el marco del Plan Estratégico Alimentario lanzado el mes pasado por Cristina. En estos días, para confirmar la confusión del establishment vernáculo, se llevó a cabo el 47 coloquio de Idea, donde cientos de Ceos se mostraron cautos y evitaron convertirse en una plataforma opositora, a contramano de cómo se había planeado la reunión por sus organizadores: un lugar de floreo de candidatos opositores diez días antes de las elecciones.
Lejos de eso, algunos de los empresarios allí presentes comentaban su satisfacción por las políticas de apoyo a la industria, tal el caso de Martín Migoya, Ceo de Globant, una empresa de software cuyas oficinas fueron inauguradas un mes atrás en el Distrito Tecnológico de Parque Patricios con la presencia de la Presidenta.
Migoya compartió su exposición con Hugo Sigman, otro empresario que también forma parte del entramado de lo que, en el siglo XXI, puede ser considerada burguesía nacional. Sigman relató cómo su origen empresario fue fuera de la Argentina, en 1977, cuando había emigrado como muchos a raíz de la dictadura. En Barcelona creó un laboratorio. Con los años, Sigman está al frente de Insud, un grupo diversificado que va desde la soja y la ganadería hasta el cine y las revistas. Además, tiene presencia en varios países. El Ceo de Insud mencionó “la importancia que tuvieron para desarrollar estos proyectos la cooperación público-privada, la asociación con empresas internacionales para la producción local, la ayuda de líneas de crédito blandas y las subvenciones para la ciencia y la tecnología”. Otro Ceo que destacó los logros argentinos fue Gabo Nazar, de Cardón. Cabe recordar que esa marca –característica de la ropa campestre– había quedado asociada a la rebelión de las patronales agrarias. Sin embargo, Nazar reclamó a los empresarios que “dejen de ser una máquina de sacar plata afuera” y los instó a terminar con “el círculo vicioso en el que dejamos a nuestros hijos adentro y sacamos el dinero del país”.
Es curioso cómo se modifican los escenarios culturales aún en ámbitos empresariales. Si había una caja de resonancia antikirchnerista era el coloquio anual de Idea. Si había un sector de la sociedad abiertamente antikirchnerista eran los ejecutivos. Hoy, entre los Ceos se derrumba el sueño neoliberal. A caballo probablemente de sus propias ganancias y conveniencias. Pero, además, porque se derrumban los paradigmas neoliberales que les dieron la convicción del pensamiento único asociado a los paradigmas neocoloniales y belicistas norteamericanos. Incluso, que les dio hasta su propia denominación. Ceo es el acrónimo de Chief Executive Officer pero su origen se remonta a una palabra griega. Los Ceos, en la antigua Grecia, eran personajes mitológicos. Nada menos que titanes inteligentes e inquisitivos. Algunos de estos ejecutivos agresivos parecen haberse corrido de la escalada opositora y dejaron a Clarín y a La Nación sin escenario para sus notas de la última semana preelectoral.
Pero para no imaginar que Idea se convirtió en una incubadora de pensamiento nacional, en Mar del Plata no faltaron los cavernícolas. Uno, destacado, fue el académico de la Universidad de Columbia Frederic Mishkin, quien no tuvo pelos en la lengua para elogiar la negativa del Partido Republicano norteamericano al proyecto impositivo de Barack Obama. Mishkin dio un fundamento grosero de por qué no debe aumentarse la presión fiscal sobre los privilegiados. “No debemos sacar el dinero a los ricos porque esperamos que nuestros hijos estén en ese segmento social”. Una muestra de cinismo que dejó perplejos a los empresarios argentinos. Al ratito, el economista neoliberal, como si fuera un talk show humorístico siguió con su teoría retrógrada: “Nos gusta que haya mucha diferencia de ingresos entre sectores sociales porque lo balanceamos con mucha mobility (movilidad social)”. Mishkin hizo referencia a Grecia, pero no para apropiarse de la cultura helénica, ni siquiera para designar a los ejecutivos. Por el contrario, como para todos los neoliberales para confirmar que son el hecho maldito de esta crisis del capitalismo financiero: “Grecia es un caso testigo. Mintieron sobre su situación fiscal. Entonces, ¿por qué los rescataron? Porque los bancos tenían muchos bonos y tenían miedo. Pero ahora, ¡estamos mucho peor! Cuando hay problemas, uno no debe negarlos y Europa estuvo así un año y medio”.
Desde ya, no faltaron los festejantes a las sentencias del halcón Mishkin. Sobre todo entre los que hacen gala de prescindir de los auriculares que brindan traducción simultánea. Entre muchos ejecutivos ya campea un sentimiento melancólico: ven alejarse la ilusión de recrear una Nación dependiente del imperio y tienen mucho temor de sumarse a una gesta emancipadora.

Latinoamérica, ¿unida? Los indignados no sólo están en las calles y las plazas de los países centrales. Esos, los que ayer salieron al unísono para protestar contra el capitalismo salvaje, salen a defenderse del atropello de los ajustes pero también para reivindicar que otra forma de hacer política es posible. En un sentido inverso, en el Sur también hay indignados, pero con la integración latinoamericana. Esta semana, el ex presidente frenteamplista uruguayo Tabaré Vázquez se autoincriminó en sus vínculos con George Bush. En esa charla informal con estudiantes de un colegio privado habló de supuestos planes bélicos contra la Argentina en torno del conflicto por Bosnia y el Tratado del Río Uruguay. No faltaron quienes lo tomaron como una suerte de traición o de doble discurso por parte de Vázquez, el político mejor posicionado ante la opinión pública uruguaya para cuando termine el mandato de José Mugica. Cabe recordar que, pese a la diferencia por las pasteras, durante la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Mar del Plata en noviembre de 2005, Vázquez tuvo una postura enérgica contra el Alca, que tuvo como broche la negativa de Néstor Kirchner a integrar el Mercosur a la política neoliberal del entonces presidente norteamericano George Bush. Pero la diplomacia norteamericana no se conformó con el portazo recibido en esa oportunidad y, un año y medio después, puso de manifiesto cómo Tabaré Vázquez era un interlocutor asociado al gobierno de Bush. El 10 de marzo de 2007, Vázquez recibió a Bush en la estancia Anchorena, en Colonia, a orillas del Río de la Plata. Para graficar su agradecimiento por la supuesta ayuda norteamericana a su país durante la crisis de 2002, Vázquez le dijo al responsable de las invasiones a Irak y Afganistán: “Fue usted quien tendió la mano para ayudar a salir a Uruguay de ese pozo en el que se encontraba”. Los memoriosos recordaban cuando Vázquez, siendo intendente de Montevideo había recibido con orgullo a George Bush padre y le confió las llaves de la ciudad. Las palabras del entonces presidente uruguayo eran un contrapunto con otra visión sobre el destino suramericano. El día anterior, del otro lado del Plata, en el estadio de Ferro, Hugo Chávez cerraba el acto ante una concurrencia masiva para repudiar a Bush. El encuentro era impulsado por el mismo Néstor Kirchner. Por supuesto, Clarín y La Nación se ocuparon de decir que con el desacuerdo de muchos ministros y mencionaban, por supuesto, al entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Cabe recordar que Bush, tras su breve escala uruguaya, seguía viaje a Colombia, para ver a su buen aliado Álvaro Uribe, custodio de las bases norteamericanas en ese país.
La tensión entre Argentina y Uruguay no cedía. Nueve meses después asumía Cristina Fernández de Kirchner al frente de la Casa Rosada y, entre los invitados, estuvo Tabaré Vázquez, a quien Cristina le dedicó algunos párrafos distendidos, básicamente, para que el conflicto por Botnia se tramitara en La Haya y no repercutiera en los vínculos entre ambos países. No obstante, Vázquez no hizo esfuerzos en esa dirección. Recién se reencausó la relación con el recambio presidencial en Uruguay. Y con José Pepe Mugica el vínculo entre ambos países funciona mejor que nunca.
¿Alguien puede pensar que la infidencia en un marco informal sobre aprestos bélicos con respaldo de Bush fue apenas un error? Desde ya, no vale la pena magnificar el sincericidio de Vázquez. Lo que no puede dejar de observarse es que la unión suramericana requiere esfuerzos conjuntos. El Departamento de Estado norteamericano no descansa. Son los voceros de una política imperial que va más allá de las conveniencias de tal o cual gobernante. Con los republicanos a veces son más directos. Sin embargo, los demócratas son tan buenos iniciadores de invasiones como sus adversarios. Y Barack Obama, premio Nobel de la Paz mediante, no sólo no desactivó las ocupaciones de Irak y Afganistán, sino que hoy dobla la apuesta pidiendo sanciones contra Irán por un supuesto atentado más que dudoso y desaira a los palestinos por sus compromisos con la política belicista de Israel.

Lo que viene. Los vientos, favorables, que soplan en estas latitudes respecto del cambio de humor de los empresarios locales, así como la soledad en la que quedó Tabaré Vázquez con sus posturas pronorteamericanas son temas para ponderar con mucha responsabilidad. La historia, cíclica, de los países de fuerte dependencia financiera, tecnológica y comercial, como es el caso de la Argentina, tuvo en el siglo XX un componente extra. Se trató de los golpes de Estado. Era un recurso con fachada militar para beneficiar a los sectores económicamente privilegiados. Esos golpes eran propiciados por la diplomacia y la inteligencia norteamericanas. No es novedad eso, pero todavía no se conoce la magnitud y la extensión de complicidades. Tampoco está dimensionada la colonización cultural y política que naturalizaba el avasallamiento de las expresiones populares. Mañana se cumple un nuevo aniversario del hecho que partió a la Argentina en la segunda mitad del siglo pasado. Diez años después, una coalición de fuerzas militares, mediáticas y políticas tronchaba el gobierno de Juan Perón. Todavía se habla de “la Libertadora” o “la caída de Perón”. Una burla a la historia y a la memoria del pueblo. Ésta última y calma semana preelectoral no puede servir para naturalizar la idea de que terminar con los privilegios económicos no va a tener resistencias fuertes. Muy fuertes. Una nueva camada de dirigentes sociales y políticos deberá emerger con su propia experiencia al liderazgo del país. No alcanza con la promoción desde el Gobierno. Es decir, es muy importante que exista una promoción de valores y de buenos cuadros desde la dirigencia, especialmente desde la misma Presidenta, constituida como referente del cambio. El Frente para la Victoria tendrá no sólo cuatro años por delante con la reelección de Cristina. Tendrá mayoría en las dos cámaras del Congreso Nacional. Tendrá la Argentina una Corte Suprema de Justicia madura y consustanciada con las políticas de inclusión y transformación. Pero los escenarios políticos cambian. Permanentemente. Y los aliados de hoy, a veces inesperados, son una oportunidad pero también expresan viejos conflictos. Conflictos en los que hay intereses económicos que vienen de una vieja e injusta Argentina. Es bueno que los empresarios no fuguen divisas. Pero con eso no alcanza. Las políticas universales de inclusión son decisivas. Así como se avanzó con la recuperación de la seguridad social vía reestatización de las Afjp, la etapa próxima deberá tener nuevos debates que sirvan para romper privilegios y avanzar en la igualdad y la justicia social. En ese sentido, quienes tengan que continuar en puestos de responsabilidad y quienes tengan que asumirlos ahora deberán tener presente que lo nuevo en política no puede dejar de lado la pasión por los derechos sociales y la apertura hacia la promoción de cuadros surgidos desde abajo. Es un sello de identidad de los gobiernos y movimientos populares curtidos en la adversidad y que aprenden de sus propias experiencias.

Publicado en :

http://sur.elargentino.com/notas/viejas-y-nuevas-ideas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este analisis es una joya de colección... Bravo Anguita... Néstor. Bahia Blanca.