Arriba : Carteles de los “indignados” norteamericanos :
- “La democracia no es un deporte de espectadores”
- “Cobren impuestos a Wall Street. Las corporaciones nos roban. Las corporaciones no son el pueblo”
- “Saquemos la Plutocracia [=Gobierno de los ricos]. Recuperemos la Democracia”
Fotos tomadas de :
Dos ciudadanos norteamericanos, dos ciudadanos comunes. Ella, alta y gordita, con una remera y un vaquero. Él, más menudo, con una barbita que le da cierto aire de intelectual, tapa su cuerpo con un cartel pintado a mano, con marcadores de distintos colores, sobre una especie de cartulina : “Democracy is not a spectator sport” (La democracia no es un deporte de espectadores)…
Es un mensaje fuerte, más aún en un país de una larga tradición democrática representativa, como son los Estados Unidos. Indudablemente, estos dos manifestantes yanquis sienten que la democracia les ha sido “robada”, que es algo que transcurre en una pantalla y los ciudadanos han quedado afuera, algo de lo que ya no participan realmente, aunque voten, por eso la expresión “espectadores”. La democracia ya no es el “gobierno del pueblo” sino una suerte de show mediático del que los ciudadanos son observadores pasivos.
Esta sensación no nos parece nueva ni extraña a los argentinos. Por el contrario,
hay un cierto deja vú a 2001, a otros ciudadanos que se sentían estafados, a carteles y marchas, a asambleas populares en los barrios, a consignas antipolíticas…
Pero estos norteamericanos han canalizado su protesta con un sentido muy definido. No se rechaza al sistema político como tal, sino su cooptación por sectores minoritarios, por “profesionales” de la política que responden a grandes corporaciones todo poderosas, que no dan la cara pero que son las que realmente toman las decisiones…
“La democracia no es un deporte de espectadores” es la frase de nuestro tiempo. La frase que podrían adoptar sin reservas los indignados españoles; la frase que podría resumir los reclamos de los griegos; la que pronunciaron, a su manera, los indignados islandeses, quienes forzaron un cambio constitucional ; la de los estudiantes chilenos, y la de otros que ya surgirán en estos meses en aquellas tierras boreales dominadas por el neoliberalismo….
Cada vez resulta más claro para más gente que existen grandes poderes económico-financieros que manipulan a los gobiernos. Resulta cada vez más claro que el voto popular no define las decisiones de gobierno, porque muchos gobiernos atienden a los poderes reales, es decir al poder económico más concentrado, antes que a su pueblo. Este es el motivo último que está detrás del furor popular en tantos lados : la comprobación de que la democracia, en muchos lugares, se ha transformado en un extraño programa de TV…
Como decíamos al principio, toda esta crisis europea y norteamericana tiene para nosotros un fuerte regusto a situación ya pasada ; nos hace pensar inmediatamente en el 2001. Y comprobamos, con deleite, que ya pasamos por esa crisis, por esa etapa del “que se vayan todos”, por esa etapa casi nihilista… Y que ya salimos de ella.
En el 2003 fue elegido en Argentina un gobierno que comenzó a interpelar a esos grandes poderes que permanecían en las sombras, pretendiendo someterlos al imperio de la ley. Las medidas más polémicas y trascendentales del kirchnerismo tienen que ver con ese mismo fenómeno : tratar de que los poderes reales se sometieran a la Constitución y las leyes. La lista es larga, pero basta con recordar el reinicio de los juicios a los genocidas, el rechazo al ALCA, el pago de la deuda al FMI, la ley de medios, la adopción de la norma japonesa en la TDT pese a las presiones de la embajada de Estados Unidos y sus aliados mediáticos locales, los impuestos a la renta diferencial agrícola vía retenciones, la estatización de las AFJP y de varias compañías de servicios, la recuperación del control del Banco Central, antes en manos de los intereses financieros …
En todas esas medidas el poder corporativo afectado le saltó a la garganta al gobierno, y en todas ellas los oligopolios mediáticos, otrora actores principalísimos de ese poder en la penumbra, comenzaron a hablar de políticas confrontativas, de “caprichos” y “mordazas” que generaban “crispación”.
Crispación fue la gran palabra del 2008 y el 2009 –años de la gran crisis mundial que los argentinos miramos por TV como si se produjera en otro planeta-, aunque hoy comprobamos que mucho más crispados están los ciudadanos de países cuyos gobiernos jamás osarían afectar los intereses de esas grandes corporaciones. De países cuyos gobiernos son meros testaferros de esos poderes reales que no se someten ni al voto popular ni a las leyes nacionales de cada país…
Pasados ocho años de gobierno kirchnerista y a menos de dos semanas de las elecciones, el oficialismo argentino se encamina hacia una abrumadora reelección, y casi sin hacer campaña, o más bien haciendo una campaña muy extraña.
Cristina Fernández de Kirchner se ha limitado en estos meses a gobernar, a “gestionar”, Los actos inaugurando obras fueron muy numerosos, y comprendieron escuelas, universidades, hospitales, centros de investigación, polos industriales, centrales energéticas y obras de infraestructura vial… No hace falta ser un experto en economía para advertir que modelo económico subyace a esa agenda de obras. No hace falta tampoco ser un politólogo para darse cuenta de que hay una hoja de ruta, un plan, una estrategia, y que no se aceptan las imposiciones del poder real. Y es justamente esa comprobación concreta lo que explica que la actual primera mandataria haya superado el 50% de los votos en las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias de agosto. Y que todas las encuestadoras, sin importar sus simpatías político-ideológicas, afirmen que el 23 de octubre ese resultado será superado…
Los que antes, hace diez años, fueran en Argentina “indignados”, como los griegos o españoles de hoy, ahora están militando en alguna fuerza política, sobre todo en el oficialismo (aunque algunas expresiones de la izquierda “dura”, como el Partido Obrero, también tienen militantes en cantidades significativas).
Por supuesto que los argentinos coincidimos en algo con esos ciudadanos norteamericanos : no queremos permitir que ciertas corporaciones todopoderosas nos transformen a la democracia en un programa de TV.
Y queremos asumir compromisos cívicos superiores al mero ejercicio del voto cada dos años.
“La democracia no es deporte de espectadores” …
Estamos de acuerdo.
Es un deporte de ciudadanos comprometidos, movilizados, concientizados, politizados …
Es un deporte de gente que se siente identificada con los ciudadanos a los que vota para que la representen, y se siente orgullosa de ellos.
Es un deporte de ciudadanos que tienen proyectos y sueños, y no están dispuestos a sentarse frente a una TV a esperar que algún día alguien los lleve a la práctica, los transforme en realidades.
De ciudadanos que están dispuestos a salir a la calle a defender sus conquistas, como hicieran otros hace más de medio siglo, el 17 de octubre de 1945…
La democracia es un deporte de militantes…
Adrián Corbella, 16 de octubre de 2011.
1 comentario:
excelenteeeeeeeeeeeeee!!!
dá para una radio en el día de la lealtad!!
saludoooooooooooos
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