Garrote sin zanahorias. Un carabinero persigue a un estudiante durante la última represión. (AP)
Por
Diego M. Vidal
internacional@miradasalsur.com
Los estudiantes que demandan la gratuidad en la educación recibieron una rotunda negativa por parte del gobierno trasandino.
Podría haberle pasado x encima muerta la perra se acaba la leva” fue la infeliz frase que vía Twitter lanzó Alexander Aránguiz, militante de Renovación Nacional (el partido de Sebastián Piñera), cuando se enteró de que la combativa dirigente de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), Camila Vallejo, había sufrido una reacción alérgica al ser alcanzada por el chorro de un carro hidrante de la policía. En un dechado de intolerancia, Aránguiz agregó minutos más tarde un tweett que podría resumir el espíritu que sobrevuela por estos días los despachos del gobierno chileno: “Mas represión eso se necesita para mantener a estos inútiles subercivos (sic) tranquilos. Fuerza a esos carabineros que defienden al estado”. Esta expresión, ni la primera ni la única de un miembro de la derecha gobernante, fue la constatación de que el pasado siempre vuelve o al menos en Chile parece nunca haberse ido y la brutal represión desatada sobre la última manifestación estudiantil así lo demuestra.
El anuncio por parte del Presidente chileno del envío de un proyecto de ley para criminalizar las protestas y tomas de centros educativos, reeditó el clima de la época en que gobernaba el dictador Augusto Pinochet, además de torpedear de manera previa la reunión entre estudiantes, docentes y el Ministro de Educación Fernando Bulnes, para empujarla al fracaso en que culminó. Aún cuando los dirigentes juveniles habían blandido como un triunfo la instalación al tope de la agenda de ese día el tema de la gratuidad, la realidad demostró que Piñera y su gabinete no piensan moverse un milímetro de su posición frente a los reclamos estudiantiles. De hecho, en la desgrabación del encuentro que publicó, el sitio web trasandino The Clinic, el aire que se respiraba en el Ministerio de Educación (Mineduc) estaba tan enrarecido como si las bombas lacrimógenas de los Carabineros hubiesen estallado en su centro. El ambiente fue resumido en un mensaje del vocero de la Federación Mapuche de Estudiantes José Ancalao, al resumir la sensación de los asistentes frente a la intransigente postura gubernamental: “Estamos angustiados y deprimidos después de ver y escuchar propuesta del gobierno”. Y no sólo el discurso oficial se mantuvo monocorde y reiterativo contra los reclamos de cambios profundos en la educación, hubo incluso un trato despectivo y burlón ante las demandas y posiciones de los educandos. Fernando Rojas, subsecretario de Bulnes, no disimuló su risa cuando el representante mapuche relató que aprendió a estudiar “a pata pelá”, viviendo la pobreza en carne propia. Esta actitud de los funcionarios y las amenazas con desalojar mediante las fuerzas policiales los colegios y universidades tomadas, condicionaron el cónclave que acabó derrumbándose como un dominó cuando una a una las organizaciones comenzaron a abandonar la cartera educativa. “En concordancia con la Coordinadora de Estudiantes Secundarios, esta mesa se quiebra”, se le escucha anunciar a Cristián Pizarro, portavoz nacional de los colegios técnicos profesionales, antes de dar el portazo que puso en un punto muerto las negociaciones después de cinco meses de pugnas y movilizaciones.
Aunque la administración Piñera siente como un éxito la ruptura, porque cree que así acorrala a alumnos y profesores frente al riesgo de un conflicto por tiempo indefinido, la iniciativa política sigue en mano de estos. Las propuestas del movimiento estudiantil han superado las respuestas de confrontación, que impulsa la derecha con su negativa a meter mano a una de las herencias de la dictadura. Tanto la Confech, como el resto de las representaciones de la comunidad pedagógica han presentado las herramientas que creen óptimas para lograr una enseñanza gratuita y de calidad. Todas hacen base en la necesaria reforma tributaria y estructural del sistema económico de Chile, para una mejor redistribución presupuestaria.
La negativa de tocar el ordenamiento fiscal se ha convertido en una cuestión de clase y privilegios. Es que, según el periodista Fernando Paulsen, Chile “está secuestrado por 3 ó 4 mil personas verdaderamente ricas que difunden la ideología que la universidad gratis es subsidiar a los más ricos. Lo que realmente quieren evitar es que les suban los impuestos, porque para ellos es más barato pagar la universidad que contribuir realmente de acuerdo a sus ingresos”. Incluso el Fondo Monetario Internacional ha salido a darle sustento a estas ideas y recomendó al Ejecutivo chileno subir los gravámenes directos a las empresas para “así poder atender las mayores necesidades sociales y las necesidades insatisfechas de una clase media en rápida expansión” , dejando sin respaldo ideológico a su antiguo mejor alumno.
Publicado en :
http://sur.elargentino.com/notas/crisis-en-chile-el-alumno-pinera-no-aprende
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