¡Qué domingo feliz, el del 14 de agosto de 2011! Sin duda pasó a ocupar un lugar destacado en la historia de la vida democrática nacional. La alegría recorrió cada rincón del país. Brilló en los pueblos pequeños y en las grandes urbes, en las zonas rurales y en las ciudades. Sacudió con intensidad diversa a todas las clases, sectores y grupos de la sociedad. Y arropada de esperanza y de sana picardía, hizo nido en las esquinas más humildes de la nación.
Las primarias inaugurales, contrariando pronósticos de mal agüero, convocaron un récord de participación de casi el 80 por ciento del electorado. Fueron también un amable punto de encuentro donde casi once millones de argentinas y argentinos, aupados en el cincuenta más uno de los votos, nos reconfortamos en un cálido y sereno abrazo. Por cierto, la fuerte mayoría ciudadana hizo tronar las urnas con un ruidoso “yo quiero ser” (como los niños en esa sensible publicidad de la ANSSES ), y el acto electoral se colmó de un nítido “presente, querida presidenta”. Fue la manifestación de un pueblo que tiene la memoria viva del nunca más a los crímenes de los genocidas, nunca más a las miserias del neoliberalismo, y quiere seguir construyendo el país que nos beneficia a todos.
Así ocurrió en casi todos los distritos electorales del país. El pueblo dio un apoyo rotundo al Frente Para la Victoria. Se mostró dispuesto a sostener el rumbo iniciado por el gobierno de Néstor Kirchner hace ya ocho años, y al que Cristina Fernández, “la compañera coraje”, le sabe poner su personal impronta: abrir aún más anchos los brazos de la democracia, renovar la conducción con una juventud entusiasta y cualificada, e intensificar el ritmo y la profundización del proceso de crecimiento con inclusión social.
A la enorme alegría, se le sumó una sensación de alivio. La feroz campaña mediática impulsada por la oposición conservadora contra el gobierno y las primarias, quedó pulverizada por el resultado del escrutinio. El 50 más uno, sumado al magro y disperso voto opositor, sacudió el tablero político nacional, lo reacomodó, puso a cada cual en el lugar que le corresponde. El país virtual se vio severamente desmentido por la evidencia del país real.
Aún así, a pesar del baño de realidad, los sectores más reaccionarios de la oposición siguen sin dar pie con bola. Desde aquella lectura de que “el ciclo kirchnerista está agotado y cualquier opositor que salga segundo en las primarias ganará las presidenciales”, al reciente llamado: “tenemos que unirnos porque si no, Cristina gana”, el derrape de estos opositores no hace más que acentuarse. Que el voto plasma. Que el voto bolsillo. Que el voto ignorante. Que el fraude electoral. Que la monarquía kirchnerista. Ni con el diario del lunes logran salir del desconcierto y orientarse en el mapa político nacional.
Una explicación a este pobre derrotero electoral podemos encontrarla en la torpeza, o en los prejuicios gorilas, la vanidad, las mezquindades, todo lo cual abunda en ese sector y le provoca una peculiar ceguera política que lo lleva a hacer una lectura equivocada de la realidad del país y el mundo actuales. También, a poco hurgar, se destacan en copiosos ejemplos los objetivos que persiguieron y persiguen con cada uno de sus actos: desde la crisis de la 125, con el bloqueo de las rutas y la economía, el desabastecimiento y la exteriorización de un ánimo destituyente, pasando por la defensa cerrada de la estafa de las AFJP, hasta la formación del “grupo A” y su desempeño parlamentario, no hicieron otra cosa que ponerle palos en la rueda al Gobierno, obstaculizar todas y cada una de las iniciativas del ejecutivo, con la intención explícita de frenar y revertir el proceso de reformas democráticas, nacionales y populares en curso.
Pero la fragmentación y la debacle política opositora actual obedecen a razones más de fondo, que interrogan a su base material. Lo venimos planteando en Octubres y lo señaló días atrás Alejandro Horowicz (continuando, a nuestro parecer, una conclusión formulada por Eduardo Basualdo y Nicolás Arceo, en “El conflicto del agro”, enero de 2009, Página|12 y otros). Hoy, en la Argentina –escribe Horowicz-, “cada uno de los sectores del bloque de clases dominantes no puede sino atender su propio juego, por eso carece de visión estratégica y por eso no es capaz de orientar a ninguno de los partidos de la oposición” (Tiempo Argentino, 12/09/2011). Contrariamente a lo ocurrido entre 1976 y 2001, período en el que la corporación financiera impuso su dominación exclusiva, hoy, ninguno de los diversos sectores que componen la clase dominante en nuestro país (la oligarquía terrateniente, el monopolio agroexportador, la corporación mediática, los monopolios de la industria, el comercio, los servicios y las finanzas), está en condiciones de erigirse como el representante de los intereses de todos los demás. Una prueba de esto la encontramos en la embestida del bloque oligárquico sojero en 2008. Con el apoyo de la corporación mediática, quiso imponer la hegemonía de su modo de acumulación (producción y exportación agropecuaria y agroindustrial), se autodenominó vanguardia, pero no logró arrastrar a los otros sectores de su clase. Además, el camino de la unidad de la clase dominante se ve seriamente dificultado porque en la sociedad criolla se va instalando, cada día con más fuerza y amplitud, el modo de acumulación que impulsa el gobierno nacional y que representa los intereses actuales del conjunto del pueblo argentino, ese “conglomerado de asalariados, sectores medios y empresarios nacionales”.
Ahora bien, los diversos sectores de la clase dominante también se benefician (¡y cómo!) con el proceso de crecimiento del país. Terratenientes, exportadores de granos, grandes industrias criollas y transnacionales, bancos y financistas privados nacionales y extranjeros, monopolios de los servicios y el comercio, todos ellos obtienen enormes ganancias que se alimentan de tres fuentes principales: el aumento del volumen de negocios, el incremento de la productividad del trabajo nacional y el uso de la posición monopólica en la mayoría de los mercados para aumentar los precios en su exclusivo interés.
Se benefician del modelo, sí. Pero no les conviene.
Estaban acostumbrados a poner y sacar gobiernos a su antojo. Necesitan volver al “Estado bobo”, endeudado hasta quedar exhausto. Vaciar las reservas del Banco Central para financiar la fuga masiva de capitales. Ajustarle el cinturón al pueblo para asegurarse máximas ganancias. Enfriar la economía para contar con mayor saldo exportable. Barrer del mercado a pequeños y medianos empresarios. Controlar y reprimir las demandas sociales. Más aún, en la perspectiva de la crisis mundial que se agrava. Pero resulta que al afirmarse el rumbo kirchnerista, se profundizan los ejes que lo sustentan: aumenta la participación ciudadana en la política, mejora la distribución de la riqueza a favor del pueblo, se fortalece la soberanía nacional y crece la integración regional.
El horizonte les preocupa. “Cuanto más afecta los intereses de las corporaciones, más crece Cristina”. A eso, claro, le temen. Por eso quieren mayoría en el Congreso, para impedir el avance del proyecto nacional. ¿Será por eso también que las fuerzas más oscuras y retrógradas de la sociedad argentina no descartan de su agenda nada, pero absolutamente nada, con tal de recuperar el poder del Estado? ¿O es pura lírica, lo de Joaquín Morales Solá?, al escribir en La Nación : “El kirchnerismo es, hoy por hoy, sólo Cristina Kirchner y el poder del Estado. Se terminaría en 24 horas si faltara la Presidenta o si el Estado se quedara sin dinero”.
Cualquiera sea la orientación de nuestra mirada, ya que observemos el espacio de las corporaciones económicas, ya que la posemos en el campo de las mayorías ciudadanas, la imagen que nos devuelve es una sola. Hoy, más que en ningún otro momento de la historia, vivimos circunstancias favorables en el país, en la región y en el mundo para terminar de desatar el nudo que impide el desenvolvimiento de la sociedad argentina: liberarla del poder de la oligarquía, los monopolios y el capital financiero internacional.
Con Cristina hacia la victoria, votos, muchos más votos el 23 de octubre.
Con los trabajadores rurales y urbanos, con los pequeños y medianos empresarios de la ciudad y el campo, con los cooperativistas, con los estudiantes, los maestros, los profesores, los intelectuales, los artistas, los técnicos y los científicos, con las organizaciones sociales, los sindicatos, los partidos políticos, con los funcionarios, los parlamentarios, los concejales, por más democracia y mejor distribución del ingreso: construyamos organización popular para Cristina, el proyecto nacional y el pueblo argentino.
Viernes, 7 de octubre de 2011.
Reynaldo Sarraute
Miembro del Secretariado Nacional de Octubres.
Publicado en :
http://redaccionpopular.com./articulo/el-pais-que-nos-beneficia-todos
Puede consultarse además la página del Movimiento Octubres
http://www.octubres.org.ar/spip.php?rubrique4
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