Néstor Kirchner, a un año de su muerte
Asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003 y transformó la Argentina. Los éxitos de su gobierno y su rol durante el de CFK. Radiografía de un político que hizo historia.
"Todos los días, un poquito.” La máxima se repite en la boca de unos cuantos relatores de la época –que es esta época–, que tuvieron oportunidad de trabajar junto a él. Los del primer día y los que se sumaron con el paso del tiempo. No hay diferenciación entre unos y otros al momento de recordarla; todos se sirven de ella para graficar un estilo de trabajo, compromiso y persistencia que podían conocer pero pusieron en práctica por él, con él. Porque así, dicen, era Néstor.
El desembarco provino de Santa Cruz, seguramente mucho antes de lo que uno imagina que fue el desembarco. El mandato de las urnas, en una Argentina desconfiada de la utilidad de la política, había puesto a ese personaje desaliñado estéticamente en el segundo lugar de competencia que terminó definiéndose sin ballottage. Afuera Menem, adentro Kirchner. La resolución de la elección no aplacó el desconcierto ante el futuro, un sentimiento compartido que no requería de mayores explicaciones. Un desconcierto que también se mantuvo ante ese personaje que era posible caricaturizar de pingüino. Y que pocos conocían, pero fueron a saludar ese 25 de mayo de 2003, con ese alguito que quedaba de esperanza en la política, cuando el Congreso abrió sus puertas para el traspaso de mando presidencial.
Fue un día que no sería uno más.
"Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política –dijo aquel presidente–, esta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro.”
Y el futuro fue el ahora. Y el ahora, la posibilidad de recuperar la política como herramienta de modificación de una realidad que había sido esquiva a los intereses de la mayoría.
La enumeración enfría el homenaje, pero inevitablemente grafica.
Kirchner cambió la Corte Suprema de Justicia de la Nación. De una adicta al menemismo, pasó a una que jerarquizó la institución que imparte justicia en la Argentina. Y fue por más: por primera vez en la historia, designó a mujeres en el máximo tribunal, como la doctora Elena Highton de Nolasco y la doctora Carmen Argibay.
Cambió el orden de importancia en términos de derechos. Un ejemplo: le ordenó al jefe del Ejército, Roberto Bendini, descolgar los cuadros de Jorge Rafael Videla y Roberto Bignone del Colegio Militar. Los pañuelos de Madres y Abuelas tenían que estar en alto. “Por convicción”, explicaron –y explican– algunos. “Por conveniencia”, lapidaron –y lapidan– otros. Las razones podrían alimentar eternos debates. Los hechos, en cambio, registraron –y registran– un orden de importancia que hasta entonces no había sido establecido con tanta claridad (salvo algunas excepciones, como sucedió durante el juicio a las juntas) desde el Estado argentino: que abajo se ubicaran los genocidas, quienes podían ser juzgados y condenados por su accionar durante la última dictadura, y arriba, las luchadoras pacíficas, incansables, implacables de la memoria, la verdad, la justicia.
Cambió la forma de relacionarse con las corporaciones, visibilizando la defensa de sus intereses privados, muchas veces contrarios al bienestar del pueblo, que había recuperado el acceso al trabajo, la educación, la dignidad. Un ayuda memoria sobre un acto en El Calafate, el 12 noviembre de 2004. Por entonces, ya había expresado:
“De los únicos que me siento empleado es de los argentinos, no de distintos grupos políticos o grupos sectoriales, y si me quieren agraviar o descalificar por eso, que lo hagan. La realidad les va a ir mostrando que van a tener que desarrollar capacidad de autocrítica porque acá nos hemos hecho y nos hacemos permanentemente la autocrítica todos los argentinos. Es hora de que algunos sectores que informan al pueblo argentino empiecen a hacerse la autocrítica en serio porque ellos también tienen que cambiar para ayudar a que la Argentina cambie, porque la responsabilidad de la caída de los argentinos fue de todos, algunos tuvieron más responsabilidad y otros menos (…) Es hora de que algunos integrantes del periodismo argentino empiecen a trabajar con la fuente calificada, porque el país requiere seriedad de los gobiernos pero también de los que informan.”
Otra frase para el recuerdo podría ser la que le dedicó al FMI, el 18 de abril de 2005, durante una visita oficial a Alemania:
“Hay vida después del Fondo Monetario Internacional –dijo el entonces presidente– y es una buena vida”.
La suya se fue un 27 de octubre de 2010. Se la había dedicado a la política, como intendente, gobernador, presidente, legislador, secretario general de la Unasur. “Es lindo soñar e imaginar un país mejor. Les dejo mi corazón de pingüino, un agradecimiento profundo. Lo que ustedes me acompañaron cuando me tocó ser presidente lo tengo grabado en mis retinas. Jugando, acompañando, dando batallas dificilísimas”, dijo en diciembre de 2009, ante un estadio colmado de jóvenes.
“Gracias Kirchner”, le escribió el pueblo como despedida.
Publicado en :
http://veintitres.elargentino.com/nota-3615-politica-El-hombre-del-cambio.html
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