Los que éramos adultos (o casi) hace 20, 25, 30 años hemos vivido cambios tecnológicos muy fuertes, especialmente notables en el mundo de la comunicación, de la información, de la difusión del conocimiento.
Si una persona, en 1982 por ejemplo (hace tres décadas), leía algo en un diario, lo escuchaba en la radio, o lo veía en la televisión, y quería comentarlo, porque le había parecido hermoso u horrible, tenía pocas posibilidades para hacerlo. Podía, si, escribir una carta (en papel, con una birome, o con máquina de escribir), pegarle una estampilla (papelito autoadhesivo que indicaba que habíamos pagado el envío), meterla en un buzón (cilindros de metal con una ranura en la parte superior que solía haber en las esquinas) y esperar a que luego de varios días un cartero llevase ese sobre al diario en cuestión. Con algo de suerte, quince o veinte días después de haber sido escrita la carta en cuestión quizás fuera publicada en el Correo de Lectores del diario. Publicada cuando ya nadie recordase la nota que había provocado dicha respuesta …
En el caso de una Radio, podía llamarse por teléfono, y si uno lograba que lo atendieran, dejar un mensaje grabado, un twit auditivo de un minuto, que tal vez fuera emitido al aire. Tal vez…
Una respuesta de un minuto a un tema que quizás había ocupado media hora de un programa …
Y en el caso de la televisión, sólo quedaba resignarse …
Tampoco había archivos a disposición del lector. En el caso de los diarios, si uno quería consultar algún ejemplar viejo tenía que ir a una hemeroteca, como la del Congreso Nacional, y pedirlo, para recibir una caja con todos los diarios de ese mes, muchas veces con secciones o ejemplares faltantes…
En pocas palabras : la información iba en un solo sentido. La gente común era receptora, pasiva. Nos enviaban opiniones y mensajes que no había manera de responder. Los profesionales de la información y la opinión, los periodistas, tenían el control de la información. Estaban sentados sobre ella. No en vano se hablaba del Cuarto Poder.
Hoy las cosas han cambiado radicalmente, gracias a dos inofensivos aparatitos : la computadora y el celular. La computadora cumple cada vez más funciones, es cada vez más chica, es más portable, nos permite leer, escribir, navegar, ver videos. El celular, en sus versiones más modernas, es una pequeña computadora que permite navegar y postear en Internet, sacar fotos, filmar, escribir un texto…
Los diarios tienen versiones digitales. Y la opción de comentar las notas. En los casos en que no se admiten comentarios tenemos a nuestra disposición el mail, el twitter, Facebook, los blogs … Y si no tenemos blog, se abre uno en cinco minutos.
Los archivos están disponibles para todos, porque los diarios digitales permiten consultar artículos de hace varios años. Si uno lo desea, puede ingresar a medios digitales de otros países y obtener la información directamente de la fuente, antes de que rebote en los medios de nuestro propio país.
La información y la opinión se han democratizado. Cualquiera puede comentar, cualquiera puede opinar. Todo lo que se escribe y publica, todo lo que se dice en radio o televisión, puede ser criticado casi al instante … va a ser criticado casi al instante. Por cualquiera. Toda persona que lo desee puede confrontar la actual opinión de un periodista con lo que ese mismo periodista escribió hace uno, dos o cinco años.
Cualquiera puede publicar su opinión. Y algunos “cualquiera”, para colmo, aún siendo inmensamente desconocidos, pueden cuestionar a los elefantes blancos del periodismo con inteligencia y escribiendo bien. A veces incluso mejor que dichos afamados paquidermos.
Las redes sociales nacieron como algo frívolo, para que uno suba las fotos de las últimas vacaciones, o las del “quince” de la nena. Y mucha gente las sigue usando para eso.
Pero muchos otros aprovechan estas plataformas con fines más profundos ; para opinar, comentar, criticar, expresar sus ideas y difundirlas. Y entonces surgen grupos con intereses comunes, que comparten una ideología, o apoyan a un proyecto político, que postean : comentarios o notas propias, artículos o videos sacados de los lugares más diversos. Difunden ideas, generan discusiones y debates, intercambios ideológicos que en tiempos menos tecnológicos se desarrollaban en la mesa de un café, sólo entre cuatro o cinco amigos.
La red es un instrumento poderoso ; para algunos es un monstruo fuera de control, y por eso se discuten en los países centrales mecanismos de “control”, de “protección” a la propiedad intelectual (censura), como fue la tan polémica ley SOPA en Estados Unidos, o los proyectos que hoy se llevan adelante en una Europa socialmente explosiva.
Frente a esta realidad, el periodismo más tradicional, y sobre todo las grandes figuras que se formaron antes de estos cambios, van quedando descolocadas. Han perdido muchas cosas : no son los únicos que tienen la información, no son los únicos que tienen los contactos, no son los únicos que pueden escribir y opinar, y encima sus notas son sometidas al juicio sumarísimo de ejércitos de aficionados mediáticos, que las leen, las analizan, las diseccionan, y vomitan infinidad de respuestas, algunas horribles, otras brillantes.
Ellos, que antes eran dioses de la información, en un mundo en el que la democracia no le hacía ni cosquillas al Olimpo de los periodistas, se enfrentan a la democratización de la comunicación. Dejan de ser dioses y se ven sumergidos en una multitud de “aficionados” que se sientan ante un teclado, escriben y publican. Y encima muchos escriben bien, y son inteligentes.
Y entonces los periodistas de larga o incluso mediana trayectoria se horrorizan. Luis Majul dice que tiene miedo y se enoja porque se burlan de él en la calle. Y Jorge Lanata piensa que alguien ORGANIZA a los twitteros para hostigarlo (cuando no hay nada más inorgánico que un militante digital). Y otros salen a decir que los blogueros están a sueldo, basados exclusivamente en la triste realidad de que ellos sólo son capaces de opinar a cambio de dinero.
No entienden que la realidad ha cambiado. Que hoy todos pueden opinar. Y entonces todos opinan.
La información se ha democratizado. Y eso es irreversible. El periodismo nunca volverá a ser lo que fue : todo lo que se escriba estará de aquí en más sometido a la crítica de todos … y todas .
El periodismo nunca volverá a ser lo que fue en un lejano 1982. Quizás deberíamos dejar de usar la expresión “libertad de prensa”, y reemplazarla por “libertad de comunicación”, o “libertad de información”.
A muchos les costará acostumbrarse, y quizás no lo logren y les siga costando aceptar los cambios hasta que se jubilen. Hasta que pasen a la Historia, como la máquina de escribir … o los dinosaurios.
Vivimos en el siglo en el que todos podemos publicar lo que pensamos, lo que opinamos, lo que sentimos… y en el que todos pueden criticarnos.
A todos los que creemos en la democracia, eso debería alegrarnos, no asustarnos.
Adrián Corbella, 7 de mayo de 2012.
1 comentario:
Soy hijo de militar y me indigna que nadie ayude a los heroes de la patria como:Cacerés,Bolognesi,Grau,yo tambien hiba a ser militar para defender el culo a los politicos pero lo estoy dudando.
Gracias.
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