Un dato concreto de la Argentina real, que nueve de cada diez senadores, ocho de cada diez diputados y entre seis a ocho de cada diez argentinos hayan aprobado la renacionalización de YPF, constituye la prueba irrefutable de que la política energética nacional iniciada en 2003 es respaldada por la inmensa mayoría del pueblo.
La estrategia comunicacional de la reacción política y corporativa pasa por hacerle creer a la opinión pública que la Argentina padece, casi desde la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, una crisis energética galopante. Hace más de un lustro vienen afirmando una y otra vez tal concepto, por supuesto carente de todo sustento lógico. A continuación, un aporte para la desarticulación de la zoncera de la crisis energética esgrimida por la oposición y las corporaciones mediáticas de una Argentina atrasada, dependiente y socialmente injusta.
LA POLÍTICA ENERGÉTICA DEL NEOLIBERALISMO.
Con las reformas estructurales de los noventa, la tan ansiada y planificada desregulación y privatización de la industria petrolera y energética en la Argentina se hicieron realidad. El modelo de gestión privada de la energía (un sistema que para funcionar y “regularse” depende exclusivamente de las señales de precios del mercado), se abrió paso desplazando al modelo de gestión pública. El proyecto de desindustrialización y atraso tecnológico del aparato productivo nacional, con sus consecuentes crisis y conflictos políticos y sociales, amén de su vulnerabilidad económica externa y subordinación financiera internacional, así lo demandaba.
Entre 1989 y 2003, el sector energético nacional careció de inversiones (privadas y estatales) y de obras de ningún tipo a nivel: a) Sistema Argentino de Interconexión (ampliación y la ligazón MEM-MEMSP); b) Sistema de transporte de alta tensión; c) Sistemas de transporte por distribución troncal y construcción de nuevas usinas hidráulicas, térmicas o nucleares; d) Segmento de generación eléctrica (las pocas inversiones privadas se destinaron a incrementar la potencia instalada térmica, profundizándose aún más la dependencia hidrocarburífera de la matriz eléctrica en un país que además exportaba gas natural, petróleo y productos derivados); y e) Construcción de refinerías (el aumento de la capacidad de procesamiento de algunas de las plantas existentes en el sector de refinación de petróleo fue insignificante).
Pero claro, ¡exportábamos petróleo! Sí, muy lindo. ¿Y con qué beneficio? La participación porcentual sobre las exportaciones totales del rubro “combustibles y energía” se duplicó entre 1989 y 1998, y triplicó en 1997 y 1998, año coincidente con el pico de máxima extracción de petróleo y la llegada de Repsol al país. No obstante, dicho incremento no reportó ningún beneficio, que durante la mayor parte de esa década tuvo una balanza comercial deficitaria, registrando asimismo la privatización masiva de empresas estatales y un incremento del endeudamiento externo (igual para las tasas de interés y la remisión al extranjero de las utilidades de las operadoras). En fin, la diversificación de la matriz energética fue nula, con el agravante de aumentar su dependencia a los hidrocarburos (con la caída simultanea de la producción y reposición de reservas) a la vez que anular los planes nucleoeléctrico e hidroeléctrico nacionales. Así se llegó al año 2003, donde se hizo evidente la presencia de una grave crisis energética estructural consecuencia de la privatización y destrucción del Estado entre 1989-2002.
RESPUESTA ENERGÉTICA NACIONAL Y POPULAR. RESULTADOS 2003-2011.
El año 2003 se presenta con una grave crisis energética estructural. En ese sentido, el Poder Ejecutivo Nacional presenta en 2004 un plan energético con horizonte al año 2008, y luego a fines de 2007 una ampliación con horizonte al año 2013. En la actualidad, el Plan Energético en Marcha se extiende desde 2004 a 2015. Desde entonces, el Estado ha retomado progresivamente la planificación energética nacional, y paulatinamente, la regulación y participación en la gestión del mercado ampliado de la energía, y, con la renacionalización de YPF, el control soberano de la exploración, explotación, industrialización y comercialización de hidrocarburos. El mercadismo energético terminó con la expropiación de YPF, el 16 de abril de 2012. Algunos avances entre 2003 y 2011:
1) la potencia instalada aumentó un 42% y el récord de demanda de potencia un 53%;
2) terminación de Yacyretá, recuperación de la actividad nuclear Atucha II y de la actividad carbonífera nacional;
3) 4244 kilómetros nuevos de líneas de 500 Kv, un 46,7%;
4) Interconexión eléctrica nacional completada; 5) los hogares con energía eléctrica se incrementaron un 21,9% (2, 15 millones de hogares incorporados); y
6) los hogares con acceso a gas por redes se incrementaron un 28,9% (1,65 millones de hogares incorporados).
LOS PARÁMETROS DE UNA "CRISIS ENERGÉTICA" REAL.
Otro de los conceptos ampliamente utilizados por el neoliberalismo argentino es la zoncera del aislamiento. Y de la misma manera que con la energía, sus voceros y representantes terminan imponiendo aquello que ellos mismos aplican o han aplicado, porque, han sido justamente ellos los responsables de haber fundido energéticamente al país entre 1976 y 2003; porque quienes se aíslan de la Argentina real son ellos, brindando su opinión a periodistas cómplices que contribuyen con ese aislamiento al no repreguntar ni cuestionar ninguna de sus afirmaciones. Pero hagámosles un favor; integrémoslos al mundo. Veamos el significado de “crisis energética” desde un ejemplo internacional emblemático, la gran crisis energética de 1979/80 ocurrida en Estados Unidos. Sin entrar en detalles, importa aquí rescatar las causas y consecuencias internas que convirtieron a la crisis petrolera estadounidense en una energética y, a esta última, en económica: 1) incremento descontrolado de precios de los combustibles (electricidad en menor medida); 2) racionalización masiva del consumo (fundamentalmente de gas natural y combustibles); y 3) recesión económica con niveles de desempleo elevados y sostenidos; estancamiento o caída de la actividad industrial, del PBI y de la inversión pública y privada. Ninguno de estos tres puntos –indisolubles, sinérgicos y concatenados parámetros de una crisis energética real (y no una mediática y políticamente montada)– se verifican en la Argentina. Estados Unidos y sendos países más de la OCDE sufrieron una profunda recesión económica y social como consecuencia de la crisis energética de fines de la década del setenta (también hay que sumar la de 1973/1974). El descalabro prosiguió al menos hasta fines de 1982.
SÍ, HAY CRISIS ENERGÉTICA.
Como resulta imposible convencer a la oposición política ni corporativa de la inexistencia de una crisis energética en el país, no queda otra que sumarnos a sus argumentos.
¿Hay crisis energética? Sí, pero la del modelo energético de la Argentina desindustrializada, subdesarrollada y dependiente. No de otra manera se puede explicar cómo un país con crisis energética desde por lo menos 2005 (según sus datos), no hace sino crecer al 8-9% anual, apuntalado por el desarrollo del consumo interno y la expansión del comercio exterior, la inversión pública y privada, y la expansión-modernización del aparato productivo nacional. Para finalizar, un dato concreto de la Argentina real; que nueve de cada diez senadores, ocho de cada diez diputados y entre seis a ocho de cada diez argentinos hayan aprobado la renacionalización de YPF, constituye la prueba irrefutable de que la política energética nacional iniciada en 2003 es respaldada por la inmensa mayoría del pueblo, incluyendo paradójicamente y muy a pesar de sus argumentos, a la casi totalidad de las fuerzas opositoras. La nefasta herencia energética neoliberal ha sido superada. Si bien aún persisten algunas de sus consecuencias, la YPF renacionalizada en acción habrá de eliminarlas de cuajo.
Aparecerán otros problemas sin dudas, pero ahí estará el pueblo argentino para responder, dueño de hecho de su petróleo y su gas, soberano energéticamente como nunca antes desde 1955.
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