Arriba : Dólar Blue …
Miradas al Sur. Año 5. Edición número 210. Domingo 27 de mayo de 2012
Por
Gabriel Bencivengo
En la carrera entre precios y salarios, el dólar perdió terreno. En el centro de la escena quedó una cuestión crucial: la competitividad externa de la economía nacional.
Combatir las tensiones inflacionarias con una contracción monetaria o el aumento de las tasas de interés no constituye una alternativa que esté en los planes del Gobierno. En la práctica, son muchos los economistas heterodoxos que señalan que, aun cuando se tomaran medidas en este sentido, nada garantiza un freno de la puja distributiva que se expresa en las paritarias. Las consecuencias, además, serían indeseables porque se frenaría el crecimiento y se alentaría una apreciación cambiaria que restaría competitividad a los sectores exportadores que generan divisas. En síntesis: una receta tan clásica como dolorosa en términos sociales y que redundaría en el corto plazo en menos empleo y consumo. Nada más alejado del norte del Gobierno. Otra opción, no menos clásica, es la que pasa por el tanta veces transitado camino de la maxidevaluación. El preferido por las usinas neoliberales, los organismos multilaterales de crédito, casi todos los consultores de la city porteña y el complejo agrofinanciero. El camino es bien conocido por los argentinos. En la práctica, implicaría poner al país a las puertas de una alocada carrera donde los precios internos siguen al dólar y, pasado el tiempo del supuesto equilibrio, todo vuelve a empezar.
Descartadas estas opciones, para algunos economistas, la solución pasaría por establecer tipos de cambios diferenciales. Vale decir: un esquema que, por un lado, establezca un marco que sostenga la actual política de sustitución de importaciones y que, por otro lado, le otorgue un nuevo impulso al sector industrial. La idea, que no es nueva –ha sido implementada en diferentes momentos historia nacional– tiene un fundamento: que el actual de tipo de cambio se revela muy competitivo para el complejo agroexportador, no lo es tanto para las exportaciones industriales y desalienta la colocación en el exterior de las producciones regionales. Quienes postulan la posibilidad de implementar tipos de cambios múltiples esgrimen que el esquema permitiría armonizar el heterogéneo panorama que presenta la matriz productiva. En definitiva, se trataría de consolidar un dólar barato para la importación de bienes de capital e insumos y otro caro para proteger el proceso de sustitución de importaciones y alentar las ventas externas de bienes y servicios no tradicionales –una forma de compensar las escasas ventajas dinámicas que presente el tejido productivo–.
La disyuntiva no es menor. En el fondo de la cuestión subyace la posibilidad de profundizar el modelo que arrancó en 2003 y que produjo un fuerte crecimiento de la actividad económica y que, adicionalmente, permitió recomponer el empleo, reducir la pobreza y cerrar la brecha de la desigualdad social. No es extraño, frente a estos logros que modifican las relaciones de poder a favor del campo popular, que algunos insistan en la vía devaluatoria. Son los portavoces de la ortodoxia, que ven en el abaratamiento del costo laboral la herramienta ideal para mantener altos niveles de rentabilidad. Los mismos que pretenden reducir la explicación del crecimiento de la economía a dos sólo dos factores: el viento de cola y el tipo de cambio. Un análisis que deja de lado a un protagonista esencial: la demanda doméstica, que permitió en el marco de un círculo virtuoso la creación de empleo y la recuperación del salario de los trabajadores; escenario donde la Asignación Universal por Hijo, la elevación del salario mínimo y la actualización periódica de la jubilaciones jugaron un rol protagónico.
Los dólares están.
Quienes siguen de cerca la marcha de la economía y analizan el panorama más allá de la coyuntura aseguran que las medidas implementadas desde la Secretaría de Comercio –para evitar al drenaje de divisas por la vía de las importaciones– constituyen una herramienta válida en el corto plazo. Tan válida como los controles que puso en marcha la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) para encorsetar el mercado cambiario. Un dato que ilustra el sinsentido con que se mueven los pequeños compradores es que están dispuestos a pagar más por los dólares que venden cuevas y arbolitos –el denominado blue– que lo que cuesta hacerse de esas mismas divisas en el exterior, comprando títulos en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires para venderlos luego en Wall Street –el famoso “contado con liqui” en la jeringoza de la City–. En otras palabras: asumen un costo que supera las propias expectativas de los grandes jugadores.
La estrategia del Gobierno, que algunos definen como una clara intención de “pesificar a los garrotazos”, se ha revelado hasta ahora exitosa. Los datos avalan la evaluación. Por el lado del comercio exterior, los informes del Indec señalan que el superávit en abril alcanzó los 1.827 millones de dólares, un 23% más que en igual mes del año anterior. Un análisis más detallado indica que las importaciones –la principal preocupación del Gobierno– se redujeron un 14% en la comparación interanual, al tiempo que las exportaciones apenas lo hicieron un 6%. Pero hay más. En lo que va del año, el saldo de la balanza acusa un resultado de 4.795 millones, 57% más que en primer cuatrimestre del año pasado.
Por el lado de las reservas que atesora el Banco Central, los cálculos son optimistas. El año comenzó con un nivel de unos 46.300 millones de dólares. En la entidad subrayan que pese a la presión compradora, entre enero y mediados de abril, la entidad adquirió unos 4.500 millones y que nada indica que la demanda pueda doblarles el brazo. Por caso, el pago del Boden 2012, unos 2.300 millones de dólares, está asegurado. Las proyecciones del Banco Central –en línea con los números que manejan varias consultoras– estiman que, después del pago de las obligaciones con acreedores privados, el año cerrará con un nivel de reservas similar o incluso levemente superior al que registraba en enero pasado. La menor remisión de utilidades al exterior por parte de las grandes empresas, la suba en el precio de los commodities y la evolución de la balanza comercial concurren para avalar el pronóstico.
La tercera vía.
Garantizados los dólares que necesita el Estado para hacer frente a las obligaciones con los acreedores privados, la pregunta que se impone es: ¿cómo seguir para profundizar el modelo? Descartada la opción de recuperar el margen que se comió la puja distributiva por el camino de la maxidevaluación que pregona la City, o de aligerar la situación financiera mediante el endeudamiento que hasta hace poco levantaba el partido de la oposición, queda en pie la alternativa de llevar adelante medidas compensatorias que incentiven las exportaciones no tradicionales, promuevan la sustitución de importaciones y permitan avanzar en la diversificación de la matriz productiva. Se trataría, en definitiva, de evitar las medidas horizontales. Los tipos de cambio múltiples asoman como una alternativa tentadora. Mucho más que una brusca devaluación, que no haría otra cosa que producir una nueva transferencia de ingresos hacia los sectores concentrados, además de producir una súbita alza en los precios, con el consecuente impacto en los sectores populares. La disyuntiva, en conclusión, va mucho más allá del precio del dólar.
Publicado en :
http://sur.infonews.com/notas/mucho-mas-que-el-dolar
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