Por qué, cuántos y quiénes compraron
ADELANTO DEL LIBRO ECONOMIA A CONTRAMANO, DE ALFREDO ZAIAT.
LAS SEIS CORRIDAS EN EL GOBIERNO DE CFK, LA FUGA DE CAPITALES Y EL ATESORAMIENTO DE DOLARES
El control y administración de divisas fue el desenlace de
una muy fuerte corrida cambiaria que buscaba una brusca devaluación. El listado
de las primeras veinte personas y veinte empresas que más dólares compraron
entre el 1º de enero y el 31 de octubre de 2011, previo al nuevo régimen.
Por Alfredo Zaiat
En Brasil, cada persona solo tiene en promedio 6 dólares en
billetes; en Argentina, 1300, según el registro oficial de 2005, y en 2012
habría alcanzado el record de 2000 dólares per cápita. Esta anomalía de la
economía argentina convierte al dólar en una variable que excede la cuestión
económico-financiera, para ser un factor político y de presión sectorial. El
dólar es un vehículo de disciplinamiento social y de orientación de
expectativas económicas, abonadas por décadas de inestabilidad, golpes de
mercado y fuertes devaluaciones.
Tanta tensión alrededor de esa moneda genera las condiciones
para la dispersión de variados rumores sobre la cotización futura y de la
economía en general. La fortaleza o debilidad que tuvo un gobierno para
intervenir en el mercado cambiario fue definiendo su destino. El de Raúl
Alfonsín fue barrido por un golpe de mercado en 1989, mientras que el de
Fernando de la Rúa
se desmoronó en 2001 con arcas del Banco Central exhaustas por haber intentado
mantener la convertibilidad.
Esta última experiencia probó que el Banco Central debe
tener una importante cantidad de reservas internacionales como dique defensivo
a los intentos de instalar un escenario de incertidumbre y gobiernos frágiles.
Además, sirve para enfrentar, con éxito, corridas cambiarias.
Durante los años del kirchnerismo hubo varias corridas. En
especial, el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner registró seis
muy intensas. La primera fue en los meses previos a las elecciones
presidenciales, que ganó. Fue el preaviso de lo que vino después. Todas las
corridas fueron desarticuladas por la política preventiva de haber acumulado
reservas en cantidad en el Banco Central, hasta que la última la frenó
recuperando mecanismos de control y administración de acceso a divisas. Esto no
inhibió a economistas de la ortodoxia a mantener la insistente prédica sobre el
inminente peligro de una devaluación y a proclamar durante todos esos años que
no había tantas reservas como se informaba, con el deliberado objetivo de
distorsionar la realidad y horadar una base fundamental de estabilidad
cambiaria.
La intensidad y la duración de la fuga hacia el dólar fueron
impactantes. En 30 de los 48 meses del primer gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner se registraron fuertes ventas de dólares del Banco Central para
enfrentar seis corridas. Sólo en tres meses de ese período el saldo fue
negativo en la cuenta formación de activos externos del sector privado, o sea
que no hubo fuga.
La primera corrida fue durante el tercer trimestre de 2007,
cuando comenzó la crisis financiera en Estados Unidos. Luego ocurrieron dos
durante el año siguiente. En marzo, a partir del conflicto del sector
agropecuario con el gobierno nacional, y en septiembre, cuando el sistema
financiero en Estados Unidos tuvo un fuerte impacto con la quiebre de Lehman
Brothers. Al mes siguiente se precipitó la cuarta gran corrida desde el momento
del fin del negocio especulativo de las AFJP hasta la derrota oficial en las
elecciones de medio término, en 2009. Después, en enero de 2010, se desencadenó
la crisis por el recambio de autoridades en el Banco Central, para finalmente
precipitarse la última gran arremetida en los meses previos y posteriores a las
elecciones presidenciales de 2011.
Las seis corridas son elocuentes de la restricción de
política económica que asoma de la fuga de capitales.
Las seis corridas sumaron 60.676 millones de dólares. En
total, el resultado de la cuenta formación de activos externos del sector
privado, o sea las compras de dólares en el período 20072011, fue de 79.281
millones de dólares.
Existen varios aspectos a considerar para evaluar el nivel
de demanda de dólares en un determinado contexto local y del exterior. Por
ejemplo, si el tipo de cambio está atrasado o mantiene márgenes de
competitividad; si el aumento de precios domésticos o la disputa
político-mediática alimenta las tensiones en el mercado cambiario; si la
devaluación de la moneda brasileña (real) o el fuerte aumento del precio de los
commodities agrarios, en especial la soja, actúan sobre la cotización del
dólar; si el billete verde es una opción financiera rentable o sigue siendo un
activo refugio pese a su devaluación por la crisis internacional.
Todos esos análisis son incompletos si no añade que la
gestión de política económica en Argentina debe desarrollarse con una
restricción adicional: la obsesión con el dólar, que se ha manifestado en todo
momento. En períodos de crecimiento económico record o en fases recesivas del
ciclo; con inflación o estabilidad de precios; con alivio por el
desendeudamiento, abundantes reservas y garantía de pago de los vencimientos o
con inestabilidad en el frente externo; en etapas de recrudecimiento de la
crisis internacional o en lapsos de tranquilidad en los mercados bursátiles
mundiales.
Vale reiterarlo. Con inflación o sin inflación.
La administración de divisas y los consiguientes controles
para comprar dólares, dispuesta a partir de noviembre de 2011, generaron un
estado de intranquilidad espiritual en sectores medios y altos. Sólo una baja
proporción de la población impulsa la formación de activos externos. En 2011,
sólo 12 de cada 100 personas mayores de edad fueron al mercado único de
cambios, aun considerando aquellas personas que compraron una sola vez moneda
extranjera en pequeños montos.
La compra de dólares no era un acto ilegal y tenía el
generoso límite de 2 millones de dólares mensuales autorizado por el Banco
Central. Por lo tanto, las observaciones sobre las corridas y la fuga son desde
el punto de vista del impacto en la política económica. Los bancos imputaban la
operación en el código “atesoramiento”, cuando puede ser que algunas compras
hayan sido para otro tipo de transacciones, por ejemplo la compra de inmuebles.
A continuación, dos listados con los principales 20
compradores, de personas y de empresas, y al final del capítulo (en el libro)
la lista completa con los primeros 100, en el período que va del 10 de enero al
31 de octubre de 2011; compras abultadas de dólares que terminaron provocando
el diseño de un nuevo régimen de administración de divisas.
Las operaciones fueron en pesos, convertidas al tipo de
cambio 4,30 pesos por unidad.
Cada nombre de particulares y cada empresa privada que
compró dólares en cantidad pueden originar especulaciones políticas y
económicas, que permitirían explicar determinadas decisiones de gobierno. No es
el propósito, simplemente sirven para describir el problema estructural de la
economía argentina que muchos particulares y sectores empresarios convierten a
dólares sus excedentes financieros. Esta conducta, finalmente, derivó en un
nuevo régimen de administración de divisas.
Existía un aceitado mecanismo para favorecer y facilitar la
compra de dólares y fuga de capitales, que incluía una participación directa de
grandes bancos locales e internacionales. El Estado, en general, y el Banco
Central, en particular, no habían implementado ninguna medida para desalentar y
restringir la salida de capitales y, con ello, resguardar sus efectos negativos
en la economía. En el Banco Central había un escasísimo nivel de supervisión y
control del mercado de cambios hasta que no se llegó a una situación muy
delicada.
El mercado muy liberal de acceso a moneda extranjera era
inequitativo para la sociedad en su conjunto. El mecanismo de control y
administración de divisas fue el recurso de emergencia para evitar que unos
pocos acumularan una ganancia de capital por una fuerte devaluación con costos
para el resto.
Los controles tuvieron como reacción la suba del precio del
dólar en el circuito ilegal, al cotizar con una brecha de precios del 30 al 35
por ciento respecto del oficial. Las operaciones de compraventa de dólares en
el mercado marginal son ilegales. Están alcanzadas por la ley penal tributaria,
al suponer que ese movimiento de dinero proviene de fondos no declarados al
fisco, y por la ley penal cambiaria, que sanciona esas transacciones. Estas
condiciones del circuito irregular de divisas no es información confidencial.
Pese a que se conocen las características de una actividad penada por la ley,
tienen legitimidad social. Hasta analistas y comunicadores sociales muy
conocidos no se inhibieron de comentar la conveniencia de comprar dólares en el
mercado oficial para luego venderlos en el paralelo. La impunidad, la casi nula
condena social de esa ilegalidad están naturalizadas por el objeto fetiche en
cuestión: el dólar.
La fiscalización de las operaciones con dólares es una
herramienta necesaria para disminuir la evasión y combatir el lavado de dinero
y forma parte de una política de administración de divisas. El movimiento de
moneda extranjera no puede ser dejado a criterios de mercado si el objetivo es
evitar la exacerbación de perturbaciones económicas. En países periféricos, con
una estructura de comercio exterior con un peso importante de exportaciones de
materias primas, cuyos precios son muy sensibles al ciclo económico mundial,
las divisas son un activo estratégico. Si además son economías con necesidades
de dólares para pagar deuda externa, y con una fuerte presencia de capitales
extranjeros, que implica una creciente remisión de utilidades de
multinacionales a sus casas matrices, el control de las operaciones con moneda
extranjera es imprescindible para no quedar subordinado a los intereses de los
dueños de las divisas.
La regulación del mercado de divisas fue una respuesta de
emergencia ante la intensidad de la fuga de capitales. Fue una política hija de
la necesidad. La mayor regulación pudo instrumentarse porque antes hubo
recuperación de márgenes de autonomía en la política económica y monetaria. De
todos modos, la restricción externa se acercó peligrosamente. Siendo uno de los
eslabones débiles de la economía argentina, el estrangulamiento externo por el
déficit de divisas tiene como desenlace la crisis con una fuerte devaluación e
inflación posterior, con la consiguiente inestabilidad política y social.
Evitar ese destino fue el objetivo del régimen de compra de moneda extranjera.
Las opciones eran una fuerte devaluación, un ajuste fiscal o el endeudamiento a
tasas de interés muy altas. Todas opciones más perjudiciales para la economía y
los sectores vulnerables, incluso la clase media, que un régimen de
administración de divisas.
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