“Con sorpresa e indignación tengo en mis manos un ejemplar de la editorial Eudeba del Informe ‘Nunca Más’, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). La publicación, con fecha marzo 2012, 8º edición, 4º reimpresión (…) omite definitivamente la firma de Sábato para entrar directamente en materia, como si este fundamental Informe (que sirvió de base al juicio a las juntas de comandantes de la dictadura) fuera un documento anónimo”.
Por BRUNO BIMBI
Así empieza la columna que la conocida periodista Magdalena
Ruiz Guiñazú publicó en el diario La Nación. El título era lapidario: Robar a los
muertos. El muerto, Ernesto Sábato; los ladrones, el gobierno nacional y la
editorial Eudeba, de la
Universidad de Buenos Aires.
“Creo que la apropiación de la Memoria es un robo
inexcusable cuando, además, esa Memoria tiene carácter de Informe en un hecho
jurídico”, escribió Ruiz Guiñazú.
Y más: “Suprimir (…) el nombre de Ernesto Sábato es simplemente robarle (a quien no puede replicar) una tarea asumida con enorme responsabilidad en años en los que las Fuerzas Armadas tenían aún un gran poder (…).
“Apropiarse entonces de escritos jurídicos y considerarse dueños de la defensa de los derechos humanos son hechos vergonzosos que al menos un hombre digno y valiente como Ernesto Sábato por suerte no ha llegado a presenciar”.
Y más: “Suprimir (…) el nombre de Ernesto Sábato es simplemente robarle (a quien no puede replicar) una tarea asumida con enorme responsabilidad en años en los que las Fuerzas Armadas tenían aún un gran poder (…).
“Apropiarse entonces de escritos jurídicos y considerarse dueños de la defensa de los derechos humanos son hechos vergonzosos que al menos un hombre digno y valiente como Ernesto Sábato por suerte no ha llegado a presenciar”.
Como si fuera poco, la señora Fernández Meijide (ex
Graciela), quien al igual que Ruiz Guiñazú integró la Conadep, hizo
declaraciones a varios medios, indignadísima:
“Esto es terriblemente grave y una falta de respeto. Podría ser una desprolijidad de no ser que uno sigue percibiendo en la insistencia en querer atribuirse el descubrimiento del tema derechos humanos en las personas de Néstor Kirchner y Cristina y quienes los rodean. Me parece que es un intento vano”, dijo la ex ministra de De la Rúa.
“Esto es terriblemente grave y una falta de respeto. Podría ser una desprolijidad de no ser que uno sigue percibiendo en la insistencia en querer atribuirse el descubrimiento del tema derechos humanos en las personas de Néstor Kirchner y Cristina y quienes los rodean. Me parece que es un intento vano”, dijo la ex ministra de De la Rúa.
Terriblemente grave. Una falta de respeto. Y todo culpa de
Néstor y Cristina.
Mucha gente se enojó, se enfureció, sintió vergüenza ajena.
El gobierno había ofendido a uno de nuestros mayores escritores. Lo había hecho
para apropiarse de la memoria. Para reescribir la historia, borrando al pobre
Sabato que, ya fallecido, ni siquiera puede reclamar. Lo desaparecieron de la
investigación sobre los desaparecidos. Como en 1984, de Orwell, o como sucedía
en la vieja Unión Soviética con las fotos de los ex funcionarios comunistas que
perdían la simpatía de Stalin. Simplemente lo borraron.
Qué maldad, qué cinismo. Mucha gente compartió la nota en
las redes sociales, la mandó por mail, le contó a sus amigos, a su familia, a
sus compañeros de trabajo. Sólo en Facebook, más de 6 mil personas compartieron
el “link” a la columna de Magdalena. Muchos habrán encontrado en ella un buen
motivo para participar del cacerolazo del #8N. Otro motivo para indignarse.
Salvo que es todo mentira.
La editorial Eudeba —no lo debían poder creer— tuvo que salir a aclarar oficialmente que el prólogo del Nunca Más, sin bien es cierto que fue escrito por Sabato —y fue siempre muy criticado por defender la teoría de los dos demonios que, indirectamente, sirve como justificación del genocidio y los crímenes inhumanos cometidos por la dictadura— nunca llevó su firma. Jamás. Ni en la primera edición, de 1984, ni en la segunda, ni en la tercera, ni en la cuarta, ni en la quinta, ni en la sexta, ni en la séptima.
La editorial Eudeba —no lo debían poder creer— tuvo que salir a aclarar oficialmente que el prólogo del Nunca Más, sin bien es cierto que fue escrito por Sabato —y fue siempre muy criticado por defender la teoría de los dos demonios que, indirectamente, sirve como justificación del genocidio y los crímenes inhumanos cometidos por la dictadura— nunca llevó su firma. Jamás. Ni en la primera edición, de 1984, ni en la segunda, ni en la tercera, ni en la cuarta, ni en la quinta, ni en la sexta, ni en la séptima.
Y no la lleva, tampoco, en la octava, que es la que está actualmente
a la venta. La propia familia del escritor desmintió a Ruiz Guiñazú, quien, sin
embargo, aun después de que ya era evidente que estaba mintiendo, continuó
asegurando en distintas entrevistas que la firma de Sabato había estado, sí, y
que fue el malvado gobierno de Cristina que la censuró.
Podría haber dicho: “Perdón, me equivoqué”, pero no. Siguió
mintiendo. O sea, ¿no se equivocó?
Salvo que la presidenta haya descubierto la forma de viajar
en el tiempo, parece difícil borrar retroactivamente una firma impresa en todos
los ejemplares de un libro vendidos desde 1984. Y no cualquier libro, sino uno
que, por suerte, vendió muchos ejemplares. Harían falta muchas brigadas de La Cámpora ingresando casa
por casa, forzando cerraduras, revisando bibliotecas y reemplazando la página,
porque el liquid-paper se notaría y con goma sería peor. Si tenés un ejemplar
viejo, anterior al gobierno de Kirchner, fijate.
Si no, podés descargar el prólogo acá. Magdalena es una
mentirosa. Meijide… bueno, Meijide ya sabíamos, desde que dejó de ser Graciela
y se fue con el profesor de tenis y el cuñado del PAMI (¡Yo hice campaña por
vos, fraude!).
Pero más allá de ellas, el caso sirve para entender cómo se
fabrica una noticia. Se usa un tema sensible, se pone un título llamativo y se
dispara. Miles de personas de buena fe hacen el resto, “viralizando” la mentira
através de cadenas de mails, tuits, publicaciones en sus perfiles de Facebook,
etc. Y llega un momento en el que ya es imposible calcular cuánta gente la
leyó.
¿Cuántos habrán leído la desmentida de Eudeba? ¿Cuántos van
a compartir esta nota en Facebook y contarles a sus amigos que Ruiz Guiñazú y
Meijide no tienen vergüenza? ¿Cuántos seguirán enojados por la censura al
escritor? ¿Cuántos van a ir el #8N a protestar por el pobre Sabato?
La próxima vez que leas algo que te indigne mucho, antes de
compartirlo, tomate cinco minutos. En internet todo es rápido, ya sé, pero
circula mucha bosta también. Quizás tenías un ejemplar viejo del Nunca Más en
tu casa y podías fijarte antes de meter la pata. No creas en todo lo que te
cuentan. “Chequeá” vos también.
Hay gente que nos pide a los periodistas que seamos
objetivos. La objetividad que nos exigen es un mito, simplemente no existe. Hay
decenas de libros de filosofía que pueden explicarlo mejor que yo (te
recomiendo un texto breve y maravilloso de Nietzsche: Sobre la verdad y la
mentira en el sentido extra moral, como punto de partida). Pero lo que sí debe
reclamársenos a los periodistas es que no seamos caraduras, chantas, mentirosos.
Eso no tiene que ver con la Verdad, con mayúsculas, ni
con ninguna esencia metafísica. Apenas con algo simple, que cualquier persona
entiende: no mentir a sabiendas, ser honestos con nosotros mismos y con
nuestros lectores.
Me da pena Magdalena, y sobre todo la señora Meijide. Por lo
que fueron alguna vez. Por el respeto que muchos les tuvimos. Por la época
dolorosa que vivieron y los compromisos que asumieron. No entiendo qué les
pasó. Cómo esa mujer que parecía tan honesta, que decía cosas con las que era
difícil no estar de acuerdo, que tenía un hijo desaparecido por cuya memoria
luchaba, que prometía que otro país era posible, pudo transformarse en lo que
vimos después.
El dolor de haber sido y la vergüenza de ya no ser.
Pero no hacía falta tanto.
Pero no hacía falta tanto.
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1 comentario:
Peculiaг artіcle, eхactly what I needed.
Ϻу ωeb pаge; viki.lt
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