Grupo A bis, 8 N y 7 D
Por Roberto Páez González
07.11.12
Clarín publica hoy un artículo titulado “Más de 100
diputados contra una reforma constitucional”. Indica en el encabezamiento que
es el mismo texto que firmaron la semana pasada 28 senadores. [1]
Allí dicen estos 107 señores diputados: “Suscribimos el
presente instrumento comprometiéndonos a votar en contra de cualquier proyecto
legislativo que intente declarar la necesidad de la reforma constitucional y en
contra de cualquier intento de re-reelección presidencial ajeno al texto
vigente”. El documento tiene este único párrafo, idéntico al de la semana
pasada de los señores senadores.
Es una muestra de un “no quiero, no quiero, no quiero”
infantil. Pero a sus años y en su posición afectan a la racionalidad política
en nuestro país.
Como también la afectan para estas mismas fechas unas
movilizaciones sin propuestas ni reivindicaciones, de presuntos espontáneos
autoconvocados que, en realidad de verdad acuden a la cita incitados por
archiconocidos personajes de la vieja política estéril y el nefastamente
influyente Grupo Clarín.
¿Qué pensar de este círculo de tiza,
si no hay pedido de Cristina de ser reelegida otra vez?
La sociedad argentina actual debate sobre todos los temas; y
públicamente.
Junto a las elecciones y la obra de gobierno, esto es la
política. No ha sido siempre así. Basta con acordarse de las dictaduras
militares de la segunda mitad del siglo veinte: se basaban en excluir a un
partido político o a todos. Duraron muchos años. Demasiado. ¿O caben dudas?
Pero incluso durante los gobiernos constitucionales de la
época de la democracia -entre 1983 y 2003- la libertad de expresión, las
fuerzas de proposición y la vida política del país tuvieron manifestaciones
atenuadas y hasta átonas bajo la influencia de los poderes fácticos y la del
pensamiento único internacionalmente impuesto con la globalización.
Eso ha cambiado. Se expresan en nuestro país nuevas ganas
culturales, caracterizadas por una más amplia participación popular, la
militancia de los jóvenes, una confianza palpable en el porvenir del país.
El asunto de “la re-reelección de Cristina”, apenas lo
mencionamos aquí, porque es imposible agotar algo que solo principia a surgir.
Lo hacemos porque nos ayuda a exponer preguntas y preocupaciones interesantes
de cara a las interpretaciones posibles de la realidad argentina.
Desde un punto de vista jurídico, la cuestión reside en que
según la Constitución
(de 1994) vigente en 2012, no es posible dicha re-reelección y en que no
obstante se hacen escuchar muchar voces favorables y como se ha visto al
principio también muchas contrarias a esta posibilidad, ya que depende de una
previa reforma constitucional, para lo que -por lo menos la mayoría de los
opositores- no están de acuerdo.
Cristina Fernández de Kirchner triunfó en las elecciones
presidenciales de 2011 con algo más del 55% de los votos y sin embargo, desde
el primer trimestre de su segundo mandato se hicieron públicas algunas
ambiciones políticas presidenciales con miras a las elecciones de 2015,
ampliamente comentadas o impulsadas por la prensa más vinculada con la
oposición o con intereses empresarios propios -monopolísticos- como es el caso
del Grupo Clarín (ahora -oh casualidad- estamos a solo un mes de la fecha
fatídica del 7 D).
Desde entonces, fue ostensible la estrategia de
minimizar, si no ningunear, el mandato del sufragio popular con miras a poner
cerco a la investidura presidencial, mediante la instauración de un clima de
fin de gobierno que acelerara las expectativas decrecientes de los ciudadanos
sobre la obra presidencial.
Hasta la fecha, la Presidenta no hizo conocer sus intenciones al
respecto y puede decirse con toda exactitud que las presunciones no son más que
eso, aunque por otro lado no cabe desestimar el interés creciente por crear las
condiciones para su re-reelección por parte de todos los que consideran que es
la mejor candidatura para continuar con los cambios y la necesaria
profundización.
Esta cualidad que se le reconoce independientemente de su
voluntad está basada en los hechos que produjo junto a Néstor Kirchner durante
la primera presidencia kirchnerista y a su segunda presidencia kirchnerista
-2007/2011- muy valorada, como atestiguaron los resultados de 2011.
Además, en un sistema de gobierno con tres poderes
independientes, la experiencia ha mostrado desempeños de los mismos
diversamente eficaces y serios frente a algunos problemas claves, como el de la
125, la asunción de Marcó del Pont al frente del BCRA, el empleo de reservas
para pagar deuda externa, por citar solo algunos, que indican que el poder
ejecutivo estuvo más en lo adecuado que el poder legislativo, el que actuó en
forma reticente por lo general y abiertamente negativa, como en la época del
Grupo A, antes de alcanzar su actual conformación por las elecciones de 2011,
lo que ahora los señores diputados y senadores de la oposición parecen tratar
de revalidar constituyendo una especie de Grupo A bis.
Una lectura objetiva de esa realidad de las instituciones
favorece, indudablemente, a CFK y su rol presidencial. No aparece a la vista
una personalidad política que ofrezca visos de estar en condiciones de hacer
algo similar en los años siguientes al actual período para el que la Presidenta está
mandatada.
Por ejemplo, se sabe que la oposición está completamente
dividida y carente de plataforma común. Y a quienes vienen desenvolviéndose a
nivel del gobierno nacional o de los provinciales no se les reconoce la misma
estatura.
Pero de todos modos, hasta ahora no hay una candidatura de
Cristina para el 2015 y eso es muy lógico, porque está gobernando y tiene que
gobernar en vez de plantear opciones fantasiosas.
También es perfectamente comprensible que no se dedique a
negar, ni a afirmar su posible deseo de continuar ejerciendo el cargo y que no
desautorice a quienes le pidan que siga porque el sostén político
re-reeleccionista no deja de ser un factor de fortalecimiento de su imagen.
Hay un punto de mucha importancia en el que el tema de la
re-reelección converge con otros que dan consistencia a la necesidad de que el
país se dote de un nuevo texto constitucional.
La emergencia del deseo de reforma de la Constitución
Esas necesidades se plantean, por ejemplo, con relación a la
vuelta a la soberanía nacional de los recursos del subsuelo. Sabemos que la Constitución de 1994
y las interpretaciones prevalecientes transfirieron esas soberanías a las
provincias, lo que dificulta el control -por parte del Estado nacional- de
algunos aspectos decisivos en materia energética, ecológica, de equidad social,
etc.
Sin embargo, el camino a una eventual reforma no es simple.
Requiere mayorías amplias, convergencias y consensos, una soberanía intelectual
capaz de sintetizarse en un texto que armonice los nuevos equilibrios en
función de un porvenir. Pero esta es una época de cambios y los propios cambios
pueden conducir a la gestación de una nueva Constitución.
En la mayoría de los países se han verificado cambios
constitucionales y parece ser lógico que el transcurso del tiempo demuestre
inadaptaciones de los textos constitucionales y se produzcan cambios de los
mismos.
Tomemos por ejemplo el caso de España. La constitución de
1812 se produjo durante la ocupación de las tropas napoleónicas y fue rechazada
por la restauración absolutista; cuando los Borbones cayeron en 1869 los
constituyentes no acertaron con un proyecto de salida de la crisis; en 1931, la
llegada de los republicanos enfrentó la deslegitimación de la política que
había engendrado la caída de una monarquía que había apoyado el golpe de Primo
de Rivera en 1923. Le siguió la larga dictadura y después de la muerte de
Franco dominaba la sensación de que los políticos no tenían derecho a fallar. Y
plasmaron una constitución que rechaza la dictadura, combinando monarquía,
democracia, autonomías y un enfoque social cercano al del Estado de bienestar
europeo. Pero hoy existen planteos de federalismo, etc.
Veamos, también esquémáticamente, nuestro propio caso. La
primera tentativa fue la
Asamblea del año XIII. Hizo aportes muy considerables, como
la ley de vientres, la abolición de los instrumentos de tortura, etc. pero la Asamblea fracasó en los
temas principales para los que fue convocada: la independencia y la
constitución. Vale la pena recordar que los diputados de la Banda Oriental
enviados por Artigas fueron rechazados. Y que la Declaración de la Independencia solo
tuvo lugar en 1816. Recordemos también que el texto de la misma se hizo en
español y en quichua.
En el marco de los proyectos constitucionales que no
prosperaron, citemos los proyectos unitarios de 1819 y 1826. En concepto de
antecedentes constitucionales, los famosos “pactos preexistentes” de que habla
el preámbulo de la Constitución
de 1853.[2] Así, durante el largo período de 1813 a 1853, la gestación
nacional se efectuó en plena crisis política, sin otra estabilidad política que
la que pudieran asegurar poderes autoritarios.
La primera reforma se hizo en 1860 y significó una victoria
política de la élite porteña por sobre el resto del país. Dos reformas tuvieron
alcances regulatorios y modificaciones semánticas, en 1866 y 1898.
La primera reforma importante fue la de 1949, incorporando
derechos sociales, ampliando facultades al poder Ejecutivo, posibilitando la
reelección indefinida del presidente y la elección por voto directo de los
representantes.
En 1956, Aramburu, el presidente de facto, estableció la
caducidad de la
Constitución del 49, restableciendo la vigencia de la
constitución de 1853. El gobierno militar organizó elecciones de convencionales
constituyentes, prohibiendo a los candidatos peronistas, y se sancionó la nueva
constitución en 1957.
El golpe de Estado de 1966 dio lugar a una junta militar que
dictó el Estatuto de la
Revolución Argentina, conteniendo 10 artículos con
preeminencia sobre la
Constitución de 1853 y sus reformas de 1860, 1866, 1898 y
1957, lo que reflejaba un alineamiento antiperonista. El Estatuto quedó sin
efecto con el arribo a la presidencia de Héctor Cámpora, en 1973.
Cabe recordar que en 1972, el gobierno de facto, en
ejercicio de un poder constituyente que se arrogó, reformó o declaró sin
aplicación varios artículos de la constitución de 1957 en un documento que
también establecía reducir los mandatos del presidente, vicepresidente,
diputados y senadores a cuatro años, con reelección del presidente por una vez
y reelección indefinida de diputados y senadores y otras medidas. La mayor
parte de los cambios fueron incorporados a la Constitución de 1994.
Anteriormente, el golpe de Estado de 1976 había instalado en
el poder una junta militar que igualmente se arrogó “el ejercicio del poder
constituyente”. También, entonces, se establecieron normas
supraconstitucionales, como en la dictadura anterior y se adoptó la
constitución de 1853 y sus reformas de 1860, 1866, 1890, 1957 y 1972, en
perfecta coherencia con la línea del precedente gobierno militar. Esta
normativa constitucional quedó sin vigencia a partir del gobierno de Raúl
Alfonsín.
En 1994 se produjo la última reforma. Contiene novedades
como los derechos de protección ambiental, del consumidor, a la información, la
preeminencia de los tratados internacionales, la reelección presidencial por
una vez con mandato de 4 años, faculta al ejecutivo para dictar decretos de
necesidad y urgencia, otorga la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires,
etc.
Sobre reelecciones y duración del mandato presidencial
Desde 1853 hasta 1949 estuvo vigente un modelo
constitucional que no permitía la reelección para períodos sucesivos de
mandatos, que eran de 6 años.
Desde 1949 hasta 1955 el marco constitucional permitía la
reelección indefinida del presidente por períodos de 6 años. Fue en ese
intervalo cuando comenzaron a votar, también las mujeres argentinas. [3]
El regreso a la constitución de 1853 y luego la reforma de
1957 no permitían la reelección presidencial y el período debía durar 6 años,
aunque cabe destacar que, entre 1955 y 1976, ningún gobierno duró más de 4 (Fue
el de Frondizi, de 1958 a
1962. Es también la plusmarca de todos los gobiernos elegidos por sufragio
universal de 1955 a
1983: o sea durante casi tres décadas).
Ahora nos encontramos con tres décadas de gobiernos
constitucionales elegidos por sufragio universal, de los cuales, el de De la Rúa no completó su mandato y
fue sucedido por varios presidentes efímeros y por Eduardo Duhalde antes de
lograr con Néstor Kirchner un retorno a la estabilidad política, no sin
amenazas, sobresaltos y cuestionamientos.
La re-reelección y ellos mismos
Por el momento La re-ree versus La anti-re-ree no es una
disyuntiva principal. Pero nada indica tampoco que se la pueda excluir muy
sueltos de cuerpo en ninguno de los dos bandos potenciales.
Una parte de la élite política adhiere sin reservas y sin
críticas al mito alberdiano. Carente de otras místicas se aferra al ancla
decimonónico de nuestra primera constitución -rasgo compartido, como recordamos
arriba, por los gobiernos y corrientes que repudiaron al peronismo histórico- y
argumentando el valor intrínseco de la no reelección presidencial sucesiva
también rechaza la oportunidad de una reforma esgrimiendo el mero rechazo. Los
seguidores de este dogma republicano tienen certidumbres y temores que no
provienen de una razón eterna o perfecta y parece, sobre todo, que no tienen
mucho que proponer.
Unas breves palabras sobre el peronismo histórico. Con esta
denominación queremos designar, aquí, la obra de gobierno de Juan Domingo Perón
hasta 1955, la
Resistencia Peronista y la lucha por el retorno de Perón,
hasta 1974. No significa que no haya nada más que decir o que no existan otras
opiniones, pero lo que nos importa es que sea una referencia clara de nuestro
punto de vista. Desde luego, este concepto excluye al menemismo y otras
corrientes neoperonistas de lo que llamamos el peronismo histórico.
Porque, el tema de la re-reelección reanima tradiciones
políticas latentes y pone sobre el tapete qué motivos ideológicos -pero también
qué intereses- se alinean en esta polarización eventual, en rigor, un ascenso a
la confrontación por el futuro del país.
Por el momento vemos que algunas fuerzas tradicionales
agrupadas presentan la idea de oponerse a la re-reelección en simultáneo con
los autoconvocados del 8 N y la indudable concomitancia del Grupo Clarín, que
se opone a ceder licencias y a ceder su posición de liderazgo en el terreno de
la comunicación sin el cual podría perder también el liderazgo de la opinión
opositora; el plan de batalla incluye manifestar antes las embajadas argentinas
del mundo con repercusión mediática y -por supuesto- el concurso infaltable del
periodismo internacional más acólito de la derecha internacional. Agreguemos
que Hermes Binner quiere consolidar su rango de presidenciable y asediado por los
desaguisados en materia de narcotráfico en su provincia se sale de la vaina por
encontrar el número en la calle, aunque así convalide implícitamente una
política de doble estándar, ya que en su panacea la calle no gobierna, pero
para la ambición con que lo untan bien vale una banda de corifeos de la
malestarización permanente…
Según el mencionado artículo, todavía hay más parlamentarios
opuestos a cualquier reforma constitucional, tales como Elisa Carrió, Víctor De
Genaro y Claudio Lozano aunque decidieran no firmar el mismo texto.
El radical Ricardo Gil Lavedra hizo una solemne declaración
“de no acompañar ningún proyecto de reforma constitucional”… esperando “que en
las elecciones de 2013 la sociedad nos pueda acompañar para que se despeje
definitivamente cualquier sospecha de perpetuación en el poder”, cuando la
presentación del documento. E insistió: “Esta es una clara señal de que cada
vez que estén en peligro las reglas republicanas, nosotros las vamos a
defender”. Fernando Solanas dijo presente y consideró que existen “razones
suficientes para que digamos no”.
Más rotundo fue Federico Pinedo, del PRO: “Esto lo que hace
es garantizar que no habrá reforma de la Constitución. Con
el kirchnerismo nada es seguro, con esto lo que hacemos es dar seguridad de que
no habrá una reforma”.
Por supuesto que si hubiera una propuesta reeleccionista
ésta se haría después de las elecciones de 2013, por lo que lo que firmaron
esos señores parlamentarios no garantiza nada de nada.
Los fantasmas del pasado y la vida política
Acabamos de tener alternancias democráticas por sufragio
universal en Francia y Estados Unidos. Estos son países-paradigma para los
discursos de la derecha argentina, pero les pasa desapercibido lo que allí
ocurre. ¿Acerca de la globalización y su crisis? Y a mí qué me cuentan, parecen
decir. ¿Sobre el crecimiento económico argentino y el notable incremento del
empleo? No saben nada; se han creído sus propias mentiras. Tampoco ven que
nuestros cambios y los de América del Sur llevan el sello de grandes
aspiraciones de nuestros pueblos.
No. Estos dirigentes atrasados que fueron los dirigentes del
atraso durante tanto tiempo viajan en un tren fantasma. También las invocadas
clases sociales desobedecen las caricaturas dogmáticas de sus referentes
sectoriales y hasta dirigentes obreros que se reclaman de una tradición
peronista tienen las manos vacías, por no decir más, en materia programática de
liberación nacional y social; y en vez de eso se aferran a reivindicaciones que
favorecen a capas privilegiadas en pos del clientelismo, y con métodos
caprichosos.
Sin embargo, la ocasión es buena para establecer
racionalidad en la puja distributiva y participar en la creación de una
formación económicosocial argentina equilibrada. Para afianzar las nuevas ganas
culturales mediante la participación amplia de los argentinos en los debates
que nos interesan. Queremos debatir y participar y por eso, también es
bienvenida la ampliación de derechos que supone el voto de los jóvenes mayores
de 16 años.
En cierto modo, hasta parece mentira que haya tantos
desconcertados que acudan por mufa a un carnaval organizado por mascaritas que
ya conocemos tan bien.
Notas
[1] Lo firma María Eugenia Duffard. Cita textual del
principio: ”Simbólico. Aunque el kirchnerismo no cuenta hoy con los números
suficientes en el Congreso para impulsar una reforma constitucional que
habilite la re-reelección de la Cristina Kirchner, los diputados radicales,
peronistas disidentes -incluidos los dos delasotistas-, de Proyecto Sur y, con
algunas ausencias, del Frente Amplio Progresista y la Coalición Cívica,
sumaron ayer más de 100 firmas al documento que la semana pasada emitió el
Senado y que expresa el compromiso de los firmantes de no habilitar ningún
mecanismo legislativo que permita la reforma de la constitución y habilite la
re-re de Cristina”.
[2] Pactos de Benegas, del Pilar, del Cuadrilátero, Federal,
etc. celebrados entre provincias desde 1820 y los de 1852: Protocolo de Palermo
y Acuerdo de San Nicolás. Buenos Aires se mantuvo separada desde el 11 de
septiembre de 1852, pero se reintegró en la Confederación Argentina
con el Pacto de San José de Flores, del 11 de septiembre de 1859.
[3] La ley se votó en septiembre de 1947 y fue confirmada
con la reforma constitucional de 1949, las primeras elecciones en las que
votaron tuvieron lugar el 11 de noviembre de 1951, en elecciones a nivel
nacional, de las que surgieron 24 diputadas y 9 senadoras.
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